Viernes 15 de septiembre de 2017
Porfirio Díaz Morí, uno de los personajes más polémicos de la historia de México, nació el 15 de septiembre de 1830 en la Ciudad de Oaxaca, en el estado de Oaxaca, hijo de María Petrona Morí José Fausto Díaz, quien fuera administrador de pequeñas empresas que después participó en la guerra Independencia como Coronel de Vicente Guerrero.
Posteriormente se volvió comerciante y artesano, lo que le permitió darle a su familia estabilidad económica a partir entre 1820 y 1833 hasta su muerte producto del cólera.
La carrera militar de Díaz se inició en el gobierno de Antonio López de Santa Anna y siguió durante muchos años, teniendo importantes méritos militares especialmente durante la Intervención francesa para expulsar a esta potencia colonial del país. Con la restauración de la república, Díaz da prioridad a su carrera política, tratando de disputar el poder a Benito Juárez, primero en las elecciones de 1967 y en las de 1871, donde fue vencido por el Benemérito de las Américas, después se levantó en armas, contra Juárez mediante el Plan de la Noria pero fue derrotado. Con la muerte de Benito Juárez en 1872, Díaz tuvo la oportunidad de llevar adelante sus ambiciones políticas, en 1876 alcanza la presidencia tras derribar del poder a Sebastián Lerdo de Tejada, con la Revolución de Tuxtepec.
El gobierno de “Don Porfis”
Con los más de 30 años que Porfirio Díaz estuvo en la presidencia se consolida el proyecto liberal que tuvo enormes dificultades de concreción durante el siglo XIX, este periodo de la historia se le conoce como el porfiriato, y en él, México alcanzó un crecimiento económico nunca antes visto, un poderoso crecimiento con un nulo desarrollo.
Es decir que mientras por un lado se desenvolvían las industrias, se creaban extensas líneas de ferrocarril y se estabilizaba al país con la consolidación de un Estado fuerte, por el otro se profundizaban las desigualdades sociales, se despojaba a los campesinos de las tierras, se exterminaba a los pueblos originarios (como es el caso de los yaquis) o se les convertía en peones encadenados a las exigencias de los hacendados.
Porfirio Díaz es la máxima expresión del proyecto liberal, ya que con su gobierno este por fin se pudo establecer sin ser interrumpido por una guerra, la cuestión es que hay que entender el carácter de clase de ese gobierno, que por un lado continuó la política de declarar baldías la propiedad comunal de los indígenas. Llevando a estos pueblos a marchas forzadas a trabajar en los enormes latifundios donde quedaban endeudados y esclavizados por los terratenientes, por otro lado estaban las trasnacionales provenientes de varios países como Inglaterra, Japón, Francia y principalmente Estados Unidos para explotar los recursos naturales. Díaz fue uno de los grandes impulsores del capitalismo en México, y uno de los grandes defensores de los intereses de la burguesía mexicana que tras casi un siglo de estar fragmentada se veía unida por su gobierno.
Tratos con el imperialismo y la represión contra los trabajadores
La alta subordinación al imperialismo fue una de las características de este régimen, donde los monopolios estadounidenses como la Standard Oil, la Inter-Continental Rubber Co., la American Sugar Trust o la inglesa El Águila pueden ser considerados como los ejemplos más emblemáticos aunque no los únicos. Este régimen les garantizó no sólo la propiedad de los recursos naturales también el control de los trabajadores, quienes eran principalmente indígenas desplazados de sus comunidades por la pobreza, los cuales buscaban trabajo en las inhumanas condiciones que les ofrecían las trasnacionales.
Estas condiciones laborales tan terribles donde los obreros no tenían derecho más que a ganar un salario de miseria, los llevó a organizarse para enfrentar a los patrones que contaron en todo momento con el cobijo de Porfirio Díaz. Dos de las más emblemáticas huelgas ocurridas en el porfiriato fueron: en la mina de Cananea, Sonora y las fábricas textiles de Río Blanco, Veracruz. Las cuales fueron reprimidas brutalmente por “Don Porfis” en su intento por defender los intereses de los grandes propietarios, los cuales amasaron enormes ganancias a costa de la explotación de los trabajadores y de las salvajes condiciones de laborales impuestas a estos.
Este 15 de septiembre de 2017 no hay nada que festejar, ya que la herencia de la subordinación al imperialismo hoy sigue vigente, México no es un país libre y soberano como tampoco lo fue con Porfirio Díaz, por el contrario, las decisiones dependen cada vez más de las líneas que imponga Washington. Así que la verdadera independencia no vendrá ni de manos de quien como Díaz gobierna para una pequeña casta que se enriquece a costa de los asalariados, ni de la democracia liberal promovida por los gobiernos de estas potencias, sólo puede venir de mano de los trabajadores en ambos lados de la frontera.