Entrevistamos a Fernando Aiziczon, Historiador- UNC.
Sábado 20 de diciembre de 2014
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Licenciado en Historia. Graduado en la Universidad Nacional del Comahue. Docente de la Universidad de Córdoba y becario doctoral del CONICET. Autor, entre otros trabajos, de "Zanón. Una experiencia de lucha obrera".
Pasados 13 años del 19 y 20 de diciembre y la caída de De la Rúa: ¿cuál es su interpretación de los acontecimientos?, ¿qué expresó en aquel momento la consigna "¡Que se vayan todos!"?
Volviendo a la interpretación general, el “19 y 20” posee rasgos asimilables a la apertura de una etapa revolucionaria, esto es, ocurre la emergencia de una crisis orgánica (de “autoridad”) porque la clase dominante precisamente no puede mantener su dominación, mientras que las penurias económicas de las masas resultan intolerables y por ello salen de su pasividad cotidiana para actuar de modo independiente. En efecto, el 2001 es el despertar en la conciencia de miles de que había que salir a luchar, pero el problema fue, y éste es el punto ciego, que no se sabía bien para qué.
Por eso no es ocioso volver sobre el cántico completo: “¡Que se vayan todos, y no quede ni uno solo!”, pues expresaba eso y nada más que eso: la puesta en acto de un dilema político por el que nadie se preguntaba (ni tenía ganas de responder) sobre cómo se resolvía el asunto. Esto puede comenzar a explicarse porque los protagonistas eran desde jóvenes trabajadores y desocupados hasta la pequeña burguesía urbana que peleaba por recuperar sus ahorros, por lo que las demandas eran tanto “ciudadanas” como transgresoras del orden burgués (la toma de fábricas, por ejemplo), pero también, porque en lo fundamental no existía una tradición sostenida de luchas durante los 90 ni una organización política sólida que logre direccionar tanta bronca. Un problema clásico…
En este sentido, los últimos “aniversarios” del 19 y 20 exigen que ese momento sea interpretado con mayor frialdad política, quiero decir, “19 y 20” es una marca histórica y generacional (y por lo tanto, afectiva) que perdura en quienes lo vivimos intensamente en las calles. Y si ya hace tiempo que los “diciembres” no son como aquel, porque fueron reemplazados por su olvido, o por motines policiales o de gendarmes, entonces “19 y 20” señaló tanto un saludable estado de rebeldía como una deuda estratégica impostergable.
¿Cuál fue el rol de los partidos, los sindicatos y las organizaciones sociales?
¿Y los sindicatos? Si existe un dato fundamental de este período fue la ausencia en las calles de la CGT “dialoguista” (Daer) y la CGT “disidente”(Moyano), una ausencia para enfriar la situación y que se limitaba a pedir la renuncia de Cavallo, a “evitar el caos” o a lo sumo lanzar paros sin movilización, mientras que la CTA, que predicaba su giro estratégico “de la fábrica al barrio”, oscilaba entre qué hacer con los resultados del FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza), reclamar una “justa distribución de la riqueza”, y lanzar un paro de 24 hs a la tarde del 20 de diciembre junto a la CGT disidente. Otras organizaciones sociales, fundamentalmente de desocupados, como la TFV de Luis D’Elía o la CCC realizaban cortes de calles y pedían alimentos en las puertas de los supermercados. Finalmente, hay que decir que existieron pequeñas excepciones a este panorama de inacción sindical, como el caso del sindicato ceramista de Neuquén, seccionales combativas de gremios docentes y de estatales que, aunque no lograron incidir en el panorama general sí mostraron ser una poderosa vanguardia en emergencia.
¿Qué cambios políticos generó el 2001 a corto y mediano plazo?
Por “arriba”, el 2001 demostró, una vez más y para las jóvenes generaciones, las nulas posibilidades “emancipadoras” dentro del peronismo que fue, otra vez, la clave de la restauración del régimen político.
¿Qué aspectos de aquellas jornadas se mantuvieron e influenciaron las experiencias de lucha y de organización posteriores?