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Red Internacional
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SECCIÓN ESPECIAL 2001. Fernando Aiziczon: “2001, rebelión y después”

Entrevistamos a Fernando Aiziczon, Historiador- UNC.

Sábado 20 de diciembre de 2014

Licenciado en Historia. Graduado en la Universidad Nacional del Comahue. Docente de la Universidad de Córdoba y becario doctoral del CONICET. Autor, entre otros trabajos, de "Zanón. Una experiencia de lucha obrera".

Pasados 13 años del 19 y 20 de diciembre y la caída de De la Rúa: ¿cuál es su interpretación de los acontecimientos?, ¿qué expresó en aquel momento la consigna "¡Que se vayan todos!"?

  •  El 19 y 20 expresó, con distorsiones, dos fenómenos: 1) una respuesta masiva a las injusticias acumuladas durante la larga década de los 90, evidentes en la desocupación de masas, el hambre, la corrupción de funcionarios públicos, la farandulización de la política (Daniel Scioli es un buen ejemplo); y 2) la emergencia de una rica y fragmentada gama de organizaciones sociales y políticas, varias de las cuales se gestaron años atrás: movimientos de desocupados, asambleas vecinales, las primeras fábricas recuperadas, diversos colectivos de jóvenes autonomistas, viejos y nuevos partidos de izquierda. Digo “distorsiones” porque en realidad lo que estalló el 19 y 20 en Buenos Aires tiene que ver con grandes protestas previas en el interior del país (el “santiagueñazo” en 1993, los “cultralcazos” en 1996/97, levantamientos en Mosconi-Tartagal entre 1997-2000, entre otras) y las resistencias de los trabajadores a las políticas de privatizaciones. Por eso es importante distinguir que el “¡Que se vayan todos!” si bien sintetizó la crisis del régimen no se gritó en todo el país, se limitó en principio a Buenos Aires, y fue la coronación de un extenso ciclo de protestas.

    Volviendo a la interpretación general, el “19 y 20” posee rasgos asimilables a la apertura de una etapa revolucionaria, esto es, ocurre la emergencia de una crisis orgánica (de “autoridad”) porque la clase dominante precisamente no puede mantener su dominación, mientras que las penurias económicas de las masas resultan intolerables y por ello salen de su pasividad cotidiana para actuar de modo independiente. En efecto, el 2001 es el despertar en la conciencia de miles de que había que salir a luchar, pero el problema fue, y éste es el punto ciego, que no se sabía bien para qué.

    Por eso no es ocioso volver sobre el cántico completo: “¡Que se vayan todos, y no quede ni uno solo!”, pues expresaba eso y nada más que eso: la puesta en acto de un dilema político por el que nadie se preguntaba (ni tenía ganas de responder) sobre cómo se resolvía el asunto. Esto puede comenzar a explicarse porque los protagonistas eran desde jóvenes trabajadores y desocupados hasta la pequeña burguesía urbana que peleaba por recuperar sus ahorros, por lo que las demandas eran tanto “ciudadanas” como transgresoras del orden burgués (la toma de fábricas, por ejemplo), pero también, porque en lo fundamental no existía una tradición sostenida de luchas durante los 90 ni una organización política sólida que logre direccionar tanta bronca. Un problema clásico…

    En este sentido, los últimos “aniversarios” del 19 y 20 exigen que ese momento sea interpretado con mayor frialdad política, quiero decir, “19 y 20” es una marca histórica y generacional (y por lo tanto, afectiva) que perdura en quienes lo vivimos intensamente en las calles. Y si ya hace tiempo que los “diciembres” no son como aquel, porque fueron reemplazados por su olvido, o por motines policiales o de gendarmes, entonces “19 y 20” señaló tanto un saludable estado de rebeldía como una deuda estratégica impostergable.

    ¿Cuál fue el rol de los partidos, los sindicatos y las organizaciones sociales?

  •  Los partidos del orden (PJ, UCR y demás) administraron la salida de la crisis, divididos entre devaluadores y dolarizadores, pero sin dudas fue el PJ y su aparato policial-clientelar el que mejor estaba preparado. Hay varios periodistas que describieron cierta trama conspirativa y otros que indagaron profundamente en los saqueos que siguieron al 19 y 20 y vieron allí el despliegue del aparato del PJ en relación a la creación de un clima de “caos” peligroso que habilitaba salidas fuertes, con Duhalde detrás de ellos. Se buscaba generar una imagen unívoca de que saqueadores, delincuentes y piqueteros merecían una respuesta represiva en función de salvaguardar la democracia, aunque luego del 19 y 20, cuando eso no pudo seguir funcionando, la salida fue un plan de contención social. El punto de inflexión de esta política fue el asesinato en junio de 2002 de los compañeros Kosteki y Santillán, también conocido como “la masacre de Avellaneda”.

    ¿Y los sindicatos? Si existe un dato fundamental de este período fue la ausencia en las calles de la CGT “dialoguista” (Daer) y la CGT “disidente”(Moyano), una ausencia para enfriar la situación y que se limitaba a pedir la renuncia de Cavallo, a “evitar el caos” o a lo sumo lanzar paros sin movilización, mientras que la CTA, que predicaba su giro estratégico “de la fábrica al barrio”, oscilaba entre qué hacer con los resultados del FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza), reclamar una “justa distribución de la riqueza”, y lanzar un paro de 24 hs a la tarde del 20 de diciembre junto a la CGT disidente. Otras organizaciones sociales, fundamentalmente de desocupados, como la TFV de Luis D’Elía o la CCC realizaban cortes de calles y pedían alimentos en las puertas de los supermercados. Finalmente, hay que decir que existieron pequeñas excepciones a este panorama de inacción sindical, como el caso del sindicato ceramista de Neuquén, seccionales combativas de gremios docentes y de estatales que, aunque no lograron incidir en el panorama general sí mostraron ser una poderosa vanguardia en emergencia.

    ¿Qué cambios políticos generó el 2001 a corto y mediano plazo?

  •  Por “abajo”, el 2001 revitalizó a las izquierdas en lo práctico y en lo teórico, aunque todavía queda pendiente el debate entorno al legado de esa época. El 2001 es el mito de origen de la nueva izquierda, que probó una mezcla de autonomismo, latinoamericanismo y nacionalismo, con inserción en movimiento de desocupados, barrios y centros de estudiantes pero, paradójicamente, pagó su eclecticismo político y su antipartidismo bajo la forma de una confusión ideológica ya con el kirchnerismo, que la llevó a una des-radicalización en sus prácticas políticas. Por su parte, la izquierda dura tuvo inserción en el hoy extinto movimiento piquetero, en varias fábricas recuperadas y es la clave del surgimiento del sindicalismo de base. En algunas organizaciones la cerrazón y/o el oportunismo ideológico, más el reciente giro a la derecha del kirchnerismo, le jugó a favor y crecieron sin modificar sus prácticas; en otras, existe una revitalizada práctica política y una apuesta a reconstruir la tradición del marxismo revolucionario.

    Por “arriba”, el 2001 demostró, una vez más y para las jóvenes generaciones, las nulas posibilidades “emancipadoras” dentro del peronismo que fue, otra vez, la clave de la restauración del régimen político.

    ¿Qué aspectos de aquellas jornadas se mantuvieron e influenciaron las experiencias de lucha y de organización posteriores?

  •  La acción directa y la asamblea son los dos mayores legados “prácticos” del 2001. El corte de calles y rutas, la toma y ocupación de fábricas, la democracia desde abajo, constituyen impugnaciones a la legalidad burguesa. Pero al mismo tiempo, este legado “práctico” que se ha visto replicado en muchas otras regiones del mundo, deja claro que el vacío de época está en el pensamiento y en el planteo de reconstrucción de una organización que una teoría y estrategia revolucionaria para evitar los atajos electoralistas que hoy abundan y son presentados como “modernos” o adaptados a la figura del “ciudadano global”. La seducción que ofrecen salidas fáciles como de Podemos y su militancia virtualizada, o el fiasco del "socialismo siglo XXI" (un socialismo estatal, burocrático, caudillesco), no deberían ser los sucesores de aquel despertar colectivo.