Este 2024 hemos visto múltiples ejemplos de los efectos devastadores de una situación de crisis ambiental insostenible. Pero también hemos visto la solidaridad, la rabia y la organización de sectores populares que no se quedan de brazos cruzados ante la inacción de los gobiernos, el saqueo extractivista de las empresas y la catástrofe a la que nos lleva el capitalismo.
Domingo 29 de diciembre de 2024
A medida que pasan los años y la crisis climática empeora, llevando a la extinción de millones de especies, a la destrucción de ecosistemas, la contaminación y la sustracción en masa de bienes naturales (entre otras cosas) las catástrofes ambientales se hacen cada vez más recurrentes. Las consecuencias de la crisis climática, lejos de ser algo que “llegará en el futuro”, es algo a lo que nos enfrentamos ahora en todo el mundo.
El crimen social de la DANA
El 28 de octubre, la última DANA dejó lluvias torrenciales que superaron los 400 litros por metro cuadrado en solo 24 horas, provocando una inundación devastadora en la costa este del país, especialmente en la Comunitat Valenciana, que le costó la vida a más de 200 personas. Las regiones más afectadas, València y Albacete, tuvieron pérdidas materiales que ascienden a cientos de millones de euros.
Pero la DANA no fue una catástrofe natural, sino un “crimen social capitalista”, debido a las acciones de los gobiernos (tanto el autonómico como el central), los partidos capitalistas y las empresas, que no previeron la situación y obligaron a la población valenciana a ir a trabajar en pleno temporal.
Esta catástrofe despertó la solidaridad de todo tipo de sectores, que se organizaron para asistir y abastecer a quienes lo habían perdido todo. Trabajadores, estudiantes, e incluso trabajadores agrícolas se organizaron para ayudar frente a la inacción de los Gobiernos, mientras estos desplegaban policías encargados de “mantener el orden” e incluso desahuciando a familias en medio de esta crisis.
Ante esto, desde la CRT, junto a otras organizaciones como Co.Bas, CGT y Corriente Roja impulsamos brigadas de voluntarios como una iniciativa de solidaridad de clase para ayudar en las labores de reconstrucción y denunciar a los culpables, a diferencia de sectores de extrema derecha que intentaron canalizar el descontento hacia el racismo y quitarle responsabilidad al gobierno regional de PP y VOX.
Altri, la ultracontaminante planta de celulosa en Galicia
Este año Galicia se ha enfrentado a la construcción de una nueva amenaza medioambiental: una macroplanta de celulosa de la empresa Altri en Palas de Rei (Lugo) a la que se oponen diversos movimientos ecologistas y habitantes por sus consecuencias ecológicas y sociales.
Galicia es uno de los territorios con menos Red Natura en España, es decir, con menos áreas de conservación de la biodiversidad. Además de las crisis que han sufrido sus costas con el Prestige en el 2002 y la más reciente crisis de los Pellets, el negocio de los monocultivos de eucalipto, que ya están destrozando el noroeste de España, hace que la región y sus especies se vean en una situación crítica.
La empresa Altri, que intenta pintar de verde su proyecto, afirma que la macroplanta “situará a Galicia en la vanguardia de una nueva industria basada en la sostenibilidad, la innovación y la mejora continua”. En realidad, se trata de una empresa que acumula multas por contaminación de millones de euros, siendo responsable de la contaminación del río Tajo, como explicamos más adelante.
Contra este proyecto se han movilizado miles de personas en Santiago de Compostela, repudiando la aprobación del gobierno regional del PP.
El ciclón Chido mata en Mayotte: el imperialismo francés es el responsable
El 14 de diciembre un ciclón acabó con la vida de cientos de habitantes en la colonia francesa de Mayotte y dejó a miles sin vivienda ni medios de subsistencia. Al igual que con la DANA, esta catástrofe es un crimen social que podría haber sido mucho menos letal si no fuera por las políticas del gobierno de Mayotte y del imperialismo francés, responsables de que la población viva en una situación de extrema precariedad.
El 80% de los habitantes del territorio vive por debajo del umbral de pobreza, al menos un tercio lo hace en casas improvisadas y en barrios marginales que fueron completamente arrasados por el ciclón, lo que sugiere un número altísimo de víctimas bajo los escombros. Las políticas coloniales y represivas del imperialismo francés son por ello responsables de esta "carnicería", como han denominado los residentes al ciclón que devastó la isla.
En plena temporada de ciclones, que azota la región del Océano Índico cada año entre noviembre y abril, el ciclón Chido obtiene su fuerza "de un entorno oceánico excepcional desde hace varios años y especialmente este año, con temperaturas en la superficie del agua cercanas a los 30 grados y muy aguas profundas y cálidas”, ha informado a la AFP el meteorólogo François Gouraud. Las temperaturas del agua debidas al cambio climático crean “una gran reserva de energía disponible para los ciclones”, y explican la magnitud de Chido, el ciclón más violento en 90 años.
Si el cambio climático aumentó la potencia del ciclón, eso por sí solo no es suficiente para explicar el alcance de la devastación de Chido. Las consecuencias brutales del ciclón no son un fenómeno natural. La devastación de Mayotte es testimonio del carácter profundamente imperialista de la crisis ecológica, de la que los pueblos de los países dominados son las principales víctimas.
El impacto ambiental del genocidio del estado de Israel
Cuando entramos en un nuevo año, el genocidio del estado sionista de Israel contra el pueblo palestino continúa, amparado por Estados Unidos y todos los estados imperialistas europeos. En un período de rearme imperialista y de crecimiento de los conflictos bélicos, a la ola de destrucción y muerte se suma también el aumento vertiginoso de la contaminación y la degradación ambiental.
El estado de Israel ha promocionado su floreciente industria de tecnología climática en ámbitos como la captura y almacenamiento de carbono, la captación de agua y las alternativas vegetales a la carne. Pero esta no es más que otra muestra del cinismo criminal del sionismo. Sus bombardeos contra el pueblo palestino han dejado más de 41.000 personas asesinadas, 93.000 heridos, 11.000 desaparecidos y 2,3 millones de personas condenadas al hambre y sin acceso al agua en Gaza. Y, al mismo tiempo, han generado un profundo impacto ambiental.
Solo en los primeros tres meses de conflicto, el ejército sionista emitió más de 280.000 toneladas de CO2, cifra que no paró de aumentar. Los investigadores alertan sobre la omisión del impacto ambiental de las guerras en los informes de las cumbres climáticas de la ONU. Además, Israel bombardea a los palestinos con fósforo blanco. Esta arma química es muy peligrosa y está prohibida por pactos internacionales. El fósforo blanco en combustión es muy difícil de extinguir ya que ni siquiera con agua se puede apagar. Genera consecuencias graves en las personas, en las vías respiratorias y quemaduras profundas y muy dolorosas. Y además tiene efectos devastadores en cultivos agrícolas, reservas naturales, fuentes de agua y los lugares donde caen los misiles por la dificultad para limpiarlo.
La destrucción de Gaza por la ofensiva genocida de Israel es tan brutal que, aunque se reconstruyeran las escuelas, los edificios, las viviendas y los hospitales, la gente aún tendría muchísimas dificultades para encontrar agua potable o cultivar en las tierras.
El genocidio en Palestina supone no sólo una crisis humanitaria mundial, sino también una crisis ambiental de la que son responsables el sionismo y todos sus cómplices. No existe el “ecologismo en un sólo país”.
La COP 29, una farsa que continúa cada año
Del 11 al 22 de noviembre se celebró en Bakú, Azerbaiyán, una nueva cumbre del clima. Un evento que, lejos de plantear políticas que permitan mitigar los efectos catastróficos del cambio climático, afirma año tras años el “derecho a contaminar” de las grandes corporaciones y el lobby del capitalismo fósil.
Este año, sin embargo, con el crecimiento de las tensiones entre potencias, se ha empezado a vislumbrar una crisis de la diplomacia mundial en las cuestiones ambientales. Las coordenadas de esta nueva COP ya sugerían el desastre: colocada bajo la bandera de la “paz” cuando tuvo lugar en un Estado que lleva a cabo una limpieza étnica en Nagorno-Karabaj, encarcela a opositores políticos y suministra petróleo al estado genocida de Israel con la complicidad de las potencias imperialistas.
Una vez más, la COP ha sido una farsa. Durante años, las COP han dado lugar a acuerdos hipócritas que al mismo tiempo que llama a impulsar “una transición para abandonar los combustibles fósiles”, dan cobertura al aumento inexorable de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero este año, la deserción de los dirigentes de las grandes potencias y la marginación de la cuestión de los combustibles fósiles, parece que se ha llegado a una nueva etapa: en un mundo en crisis, la “diplomacia climática” ya no puede ni siquiera guardar las apariencias.
Según un reciente informe de la ONU, los actuales compromisos asumidos por los gobiernos, si se respetan, provocarían un calentamiento global catastrófico de 3,1°C a finales de siglo. Una cifra muy alejada del objetivo de 1,5°C fijado en los Acuerdos de París, que ya están en peligro. Como subproducto de esta situación, comienza a desarrollarse un movimiento ecologista crítico que llama a organizarse por una “antiCOP”, desconfiando de las soluciones “por arriba” del capitalismo fósil.
Un gran ejemplo de unidad en la lucha de la clase trabajadora y el movimiento ecologista
El pasado 19 de diciembre en Francia, mediante una declaración conjunta, trabajadores petroleros de Total y las principales organizaciones socioambientales de Francia, plantearon unificar la lucha obrera y ambiental para enfrentar los ataques patronales y del gobierno de Macron y dar una salida desde abajo a la crisis social y ecológica. Se trata de un enorme ejemplo que reconoce la necesaria unidad entre el movimiento obrero y el movimiento ecologista.
Cuando los anuncios de despidos y cierres de fábricas se multiplican en Francia y en otros países ante la relativa indiferencia del movimiento ecologista, la unidad en la lucha entre la clase trabajadora y el movimiento ambientalista es clave.
Asumir la lucha contra los despidos y todos los ataques que sufre la clase trabajadora con una perspectiva ecologista permitiría sentar las bases de una alianza entre militantes ecologistas y trabajadores que luchan por el empleo desde una perspectiva anticapitalista y socialista contra los capitalistas responsables de la destrucción social y ecológica.
Si el capitalismo destruye el planeta, destruyamos el capitalismo
Aunque sólo hemos mostrado las más reseñables, este año ha habido muchas otras catástrofes ambientales y el panorama actual indica que este tipo de sucesos se intensificarán cada vez más en los próximos años. La crisis climática no es una amenaza del futuro lejano, sino crisis presente y devastadora. Desde Kenia, a Filipinas, Tanzania y Sudán del Sur, pasando por Brasil, Cuba, Vietnam y Nepal, hasta el Estado español y varios países europeos, la catástrofe ambiental generada por el capitalismo ofrece cifras alarmantes y detrás de ellas han perecido las vidas de decenas de miles de personas.
Estas fechas no sólo sirven para reflexionar sobre lo que ha pasado este año, sino también para marcarse propósitos y mirar al futuro. Aunque parezca que las cosas sólo van a peor, frente al sentimiento de impotencia y desesperación es importante mantener una visión realista.
Frente a la idea catastrofista de que nos acercamos a un escenario de “fin del mundo” al que nos aboca inevitablemente el capitalismo, es necesario recuperar la idea de que es posible terminar con el capitalismo antes de que este sistema termine con nosotros. Ante la catástrofe ambiental que nos amenaza, la disyuntiva planteada por Rosa Luxemburg, “socialismo o barbarie”, adquiere una renovada significación. Por un 2025 lleno de luchas ecologistas y anticapitalistas.