Este 25N volvemos a las calles para seguir luchando contra las violencias hacia las mujeres y para que se oigan las voces de nuestras compañeras que luchan en América Latina.
Domingo 24 de noviembre de 2019
Un año más se acerca esa fecha tan señalada por todas para denunciar las violencias de género que vivimos día a día. Esa fecha que, aunque no muchas lo saben, conmemora el asesinato por el régimen de las hermanas Mirabal. Tres dominicanas militantes contra el dictador Trujillo en el año 1960.
Como siempre volvemos a manifestarnos con la mente puesta en las compañeras que ya no nos acompañarán. También en aquellas que viven en sus propias carnes la brutalidad de la violencia. Y ahora, en especial pensamos en nuestras compañeras Latinoamericanas en Chile, en Bolivia o en Colombia que en sus luchas están doblemente expuestas a la represión por el hecho de su condición, que ponen el cuerpo y la vida contra la represión y la violencia del Estado, para echar abajo los gobiernos neoliberales que explotan al pueblo.
Conversando con las mujeres de distintas generaciones se sorprenden por la resonancia cada vez mayor de los casos de violencia hacia nuestras vidas. Se preguntan la razón y yo me pregunto si realmente es esto algo nuevo o solo la respuesta más cruel a nuestro, cada vez mayor, desafío al sistema capitalista patriarcal bajo el que nos movemos. Porque no solo hablamos de violencia física, que es la que más sorprende y la que más se muestra, pero que a la vez es solo la punta del iceberg, también hablamos de la sutil de nuestra voz y de nuestra persona, de la brecha salarial, de la represión...
Con la precariedad laboral que nos acecha en este sistema capitalista, con la doble jornada y con la responsabilidad de los trabajos de cuidado o reproducción ¿dónde queda nuestra vida? Porque es lo que tiene esta forma de organización social, el patriarcado que nos deja a la mitad de la población como secundarias y del que se sirve el capitalismo para que hagamos los trabajos más precarios y llevemos adelante las tareas de reproducción “por amor”.
Con esta reducción de lo que somos hemos perdido la mitad de la historia. Pero estamos a tiempo de empezar a contar la nuestra. Cada vez somos más, y más jóvenes las que no nos arrodillamos ante los roles de género y vivimos nuestra sexualidad y nuestra vida sin tapujos y no dudamos en utilizar nuestra voz para denunciar y rebelarnos sin miedo. Somos las que estamos a la cabeza de las grandes movilizaciones en Latinoamérica, las que tomamos las calles cada 8 de marzo y lo paramos todo, dispuestas a ser la chispa que cambie la historia.
También somos nosotras las primeras en señalar lo que las políticas supuestamente “feministas” del gobierno con los neoliberales “progresistas” del PSOE nos deparan. No queremos ministerios igualitarios si seguimos teniendo compañeras migrantes encerradas en CIES, si no se enfrenta con total entereza la violencia patriarcal, si no se invierte en educación sexual, si se sigue criminalizando a las mujeres en situación de prostitución, si seguimos estando precarizadas y explotadas…
Somos nosotras las que nos enfrentamos y luchamos contra todo ello cuando nos organizamos, nos conocemos y ponemos en el centro nuestras vidas: por eso también luchamos por la cuestión climática, nos enfrentamos al ascenso de la extrema derecha, a las políticas imperialistas en Latinoamérica, la precarización y todo lo que este sistema económico poco a poco nos va quitando. Desde Pan y Rosas llamamos a la organización de todas las mujeres: estudiantes, madres, solteras, migrantes… y en definitiva todas las mujeres trabajadoras, para destruir el patriarcado y construir una sociedad libre de toda opresión y violencia.