El 25N dos argentinos gritamos en Madrid #NiUnaMenos junto a miles de mujeres y la organización internacional Pan y Rosas, en una gran jornada de lucha contra la violencia machista y patriarcal.
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Kevin Wright @kevouv
Miércoles 29 de noviembre de 2017
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Foto: ID
Con la sospecha de necesitar más abrigo, salimos de nuestra habitación en Congosto hacia la marcha convocada por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Tomamos la Línea 1 del metro -al que nosotros le decimos subte-, nos bajamos en Puerta del Sol y el panorama que presentaba ese punto neurálgico de la ciudad matizaba una paleta de colores formada por turistas, vendedores ambulantes, simpatizantes del movimiento feminista y una enorme oleada de consumidores que iban detrás de las ofertas del cebo “black friday” con sus bolsas rígidas colgando de la mano, una escena iluminada por un gigante árbol de luces que puso el Ayuntamiento en el centro de la plaza.
Nublado como pocos días de este otoño, el tiempo imparable del sábado anochecía definitivamente. Ellas son más de la mitad de la población mundial, y por un instante parecía que estaban todas en esa ancha avenida. Reían, cantaban, caminaban pensando, gritaban canciones de protesta. Según el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, son 45 las mujeres que perdieron su vida por la violencia machista, pero otros organismos independientes y no oficiales aseguran que son ya 90 las asesinadas en lo que llevamos de 2017, lo que muestra con números la cruda realidad de la opresión de género. ¿Por qué el Estado no cuenta la verdad sobre la violencia machista? Hay respuestas que sólo cobran claridad con la organización y la lucha.
La convocatoria estaba pactada para las 18:30 sobre la Calle Mayor; el colectivo de mujeres Pan y Rosas elegía el gótico frente de la Plaza de la Villa como punto de encuentro. Los cánticos que transformaba el dolor y la rabia en manifestación y lucha salían de las bocas de las mujeres con la fuerza multiplicada para aplacar una pequeña llovizna que sólo mojo algunas narices y desapareció. El frío de otoño también pasaba al segundo plano.
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En la capital del Estado que viene ocupando tapas en los periódicos por la ampliación del 155 y una represión reaccionaria contra el movimiento independentista catalán, las calles superpobladas mostraban agitación, carteles y banderas en las que predominaba el color violeta. La distancia entre el ex ayuntamiento y la Puerta del Sol tomó la forma de una gran marea humana que por momentos se tornaba infranqueable.
La gran participación en Madrid y distintos lugares del país, como Barcelona o Zaragoza, entre otras 50 ciudades, denunció a viva voz que “no es un caso aislado, se llama patriarcado”, como marcaba uno de los cánticos que escuchábamos entre la gente. El calor de la multitud hacía que el frío no subiera de las manos a las orejas; ellas con sus sonrisas, bailes y aplausos, “aquí estamos las que luchamos”, contagiaban, daban ritmos de aliento. De vez en cuando nos permitimos imaginar cómo sería la movilización por la calle Corrientes en Buenos Aires, y sentimos que el grito de “Ni una menos” atravesaba ligero el embravecido atlántico para unir la lucha de todas.
Es que no sólo se trata de la mayoría de la humanidad. La fuerza de trabajo femenina representa el 40% del empleo mundial, siendo la mitad de esas trabajadoras precarizadas. “¡Igualdad real ya!”, exigían muchas de las pancartas.
Repentinamente, los bombos aparecían como una verdadera tropa de guerreras en una vibración terrestre. Los cuerpos querían bailar y, aunque eran pocos los cantos que sonaban al unísono en el aire, se podía observar a un movimiento protagonizado -principalmente- por jóvenes que expresaban un contudente hartazgo ante la actual situación. Es que son las trabajadoras, las mujeres, quienes reciben las peores humillaciones e injusticias en mundo machista y autoritario gobernado por los hombres.
No sólo es posible sino necesario reflexionar sobre la necesidad de canalizar toda esa energía en organización para golpear más fuerte. Tal vez aquello nos lleve a comprender la importancia de unir las consignas democráticas transicionales femeninas, con las luchas de la clase trabajadora en su enfrentamiento contra los ataques del Régimen y toda la ofensiva que, como nuestras aguerridas compañeras señalaban con sus megáfonos, produce la relación mortífera entre patriarcado y capital.
Una hora y media más tarde todos creíamos que la movilización se había transformado en concentración porque no avanzamos ni un paso hacia Sol, y la inquietud de estar quietos producía esa necesidad de flexionar las rodillas mientras conversábamos entre compañeras y compañeros. La energía viva y cinética de las mujeres mantenía a todos en un clima primaveral entre el incipiente frío invernal.
Las organizadoras, diferentes colectivos y agrupaciones de Mujeres y los movimientos feministas, antes de la lectura del manifiesto de convocatoria en Sol, leyeron uno por uno los nombre de todas las asesinadas durante este año. Entre el ruido, pudimos oir: “Matilde Teresa de Castro Hernández, 40 años (Rivas Vaciamadrid); Antonia García Abad, 33 años (Huércal de Almería); Virginia Ferradás Varela, 55 años (Orense); entre muchas otras. Quienes allí estábamos hacíamos eco de todas las almas que fueron arrancadas de está tierra por la violencia machista y patriarcal.
En paralelo, la escasa participación de Unidos Podemos, que se hallaba hacia el final de la marcha y con una convocatoria notablemente reducida en comparación con su capacidad potencial de llegar a las masas; una muestra de los límites del nuevo reformismo y su negación a desplegar todas sus fuerzas para alentar seriamente la lucha contra la opresión a las mujeres y la explotación capitalista.
Lo contrario a la perspectiva que defienden nuestras compañeras de Pan y Rosas. Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias, Pan y Rosas defiende que las mujeres y los hombres que producen toda la riqueza social trabajando, son quienes pueden acabar con este sistema de explotación y opresión. Junto a ellas también gritamos: “ni una más, ni una menos.... porque vivas os queremos”. Y recordando a la gran dirigente del movimiento femenino del siglo XX, Rosa Luxemburgo afirmamos que está lucha es: “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.