La huelga general del 3-O de 2017 demostró que es posible una vía radicalmente opuesta a la del procesismo para conquistar una república y que esta pasa por la perspectiva de independencia de clase de los partidos de la burguesía.
Lunes 3 de octubre de 2022
Este lunes se cumplen cinco años de la Huelga General en Cataluya del 3 de octubre de 2017. Una huelga precedida por la jornada histórica del referéndum del uno de octubre y la violenta represión que sufrieron miles de catalanes por parte de los cuerpos de seguridad del Estado español.
La indignación por las brutales cargas durante el uno de octubre y el hecho de haber mantenido los colegios electorales abiertos con una gran movilización social, ensanchó como nunca las bases del movimiento democrático catalán, a pesar de que desde aquella misma jornada la hoja de ruta de la dirección procesista del PDeCAT (en aquel momento) y ERC fuera la del retorno ordenado al autonomismo.
Pero ante los ataques brutales del gobierno español de Mariano Rajoy, sectores importantes de la clase trabajadora fueron a votar y fueron parte de la ocupación y defensa de los centros de votación en pueblos y ciudades. Cuestión que hizo que sectores de la sociedad que hasta el momento no se habían sentido identificados con el movimiento independentista y por el derecho a decidir, siguiera la misma línea durante la huelga general dos días después.
El 3-O fue una gran jornada de huelga en muchos sectores como los transportes, servicios, educación y algunas industrias. Las grandes ciudades y pueblos quedaron paralizadas. Mientras, la burocracia de CCOO y UGT se esforzaba en imponer una Aturada de país que limitara la acción a paros parciales y simbólicos impulsados por las entidades soberanistas de la ANC y Òmnium, las cuales han actuado siempre como transmisión en las calles de la propia hoja de ruta processista.
Para hacernos una idea, durante la jornada del 3-O se perdieron 9.023.624 horas de trabajo, para una población asalariada de 2,7 millones. Las horas perdidas en la huelga general del 14N del 2012 a nivel de todo el Estado fueron de poco más de 11 millones. Además, ese día las manifestaciones fueron más masivas que nunca, con una participación juvenil muy superior a la de las Diadas y convirtiéndose en una jornada histórica en Catalunya.
No obstante, ante el temor de los partidos de la burguesía catalana de que las calles se llenaran y el movimiento canalizado hasta el momento por la dirección procesista se desbordara y viera una oportunidad para poner de pie también una lucha por el resto de reivindicaciones como acabar con la precariedad laboral o revertir los recortes de los gobiernos "independentistas" que en aquel momento (y hoy también) pesaban sobre el conjunto de la clase trabajadora catalana, hizo que los mismos dirigentes procesistas activaran todas las alarmas.
ANC y Òmnium actuaron durante toda la jornada para mantener el orden en los marcos de la Aturada de país y decretando un "toque de queda" a las nueve de la noche. Justo a tiempo para escuchar el discurso del Rey del A por ellos desde casa, y no en las calles donde la respuesta hubiera podido ser mucho más contundente en el marco de la huelga general.
En las semanas siguientes todavía tendría que venir la proclamación suspendida de la República, la proclamación simbólica del 27 de octubre, el 155 y el exilio y encarcelamiento de los líderes soberanistas. Pero todo esto ya en un marco de retroceso del movimiento independentista operado desde la misma dirección procesista.
Las lecciones que dejó el 3-O para una vía independiente de los partidos de la burguesía catalana
La jornada de huelga general del 3-O demostró de forma incipiente que había otra vía radicalmente opuesta a la del processisme para conquistar la república y que esta pasaba por una movilización en perspectiva de independencia de clase de los partidos de la burguesía.
No obstante, por un lado la izquierda sindical mantuvo las movilizaciones, limitando la participación de sectores de trabajadores a solo aquella jornada de protestas del 3 de octubre y derrochando una oportunidad para ensanchar mucho más las bases del movimiento independentista y sus demandas democráticas con las demandas sociales de amplios sectores de la clase trabajadora.
Mientras que por la otra, la CUP se negó a plantear una hoja de ruta independiente de los partidos procesistas, siguiendo el camino de las jornadas del uno y 3 de octubre. Manteniendo, por el contrario, la estrategia de unidad popular subordinada a la hoja de ruta del gobierno catalán, e impidiendo en consecuencia que sectores más amplios de la clase trabajadora tomaran en sus manos la demanda del derecho a decidir y la lucha con sus propios métodos.
Esta política de mano extendida de la CUP ha dejado la izquierda independentista catalana como el eslabón izquierdo de un proyecto político del procesismo que hoy demuestra haber tocado fondo, entre crisis de gobierno por parte de ERC y Junts, y un fuerte cuestionamiento del movimiento democrático catalán evidenciado en la última Diada y en los actos de conmemoración del quinto aniversario del uno de octubre.
Hoy, cinco años después, se hace más evidente que nunca que tanto ERC como Junts están más que de acuerdo en la vuelta a la normalidad autonómica. Aquello más buscado por las direcciones procesistas no es otra cosa que enterrar las aspiraciones por el derecho a la autodeterminación del movimiento democrático catalán a cambio de renovar una relación fluida con los círculos de poder y económicos del Estado español que tanto anhelen recuperar desde Foment y el Cercle d’Economia. A pesar de que desde ERC y Junts difieran en la estrategia frente al gobierno del Estado español.
Editorial de Santiago Lupe: [El procés se hunde ¿Por qué la “unidad popular” no emerge como alternativa?
No abandonar esta estrategia de unidad popular con los partidos de la burguesía catalana hace que hoy la CUP quede en una posición de impotencia, favoreciendo que la hoja de ruta para la vuelta al autonomismo siga su curso, aunque con contradicciones.
En este punto y a cinco años del uno y el 3 de octubre y el consecuente retorno al autonomismo, es necesario retomar la lucha por el derecho a decidir poniendo en pie movilizaciones en las calles bajo perspectiva de clase, que no estén controladas por los mismos partidos processistes.
Solo un programa así y llevado adelante por una verdadera izquierda anticapitalista y revolucionaria puede conseguir que la clase trabajadora y los sectores populares se incorporen y asuman un papel central en la lucha para lograr el mandato popular del uno de octubre, con sus propios métodos de lucha y autoorganización, tal y como pasó de forma incipiente el mismo 3 de octubre de 2017.