En un nuevo Día Internacional de la Mujer, quienes trabajamos en el Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires tenemos muchas razones para parar y marchar.
Domingo 8 de marzo de 2020 14:46
Este 8 de marzo, una vez más, las mujeres del mundo y las disidencias salimos a la calle a mostrar las fuerzas de un movimiento que llego para quedarse y se impone.
Institucionalmente, como sucede en otros ámbitos estatales, el Poder Judicial se ha visto obligado a tomar nota de ello. Eso se expresa en la organización de consejos consultivos, charlas, encuentros e instructivos con la temática de la mujer, tal como sucedió el viernes pasado con la jornada por el Día Internacional de la Mujer organizada por la Corte bonaerense que contó con la presencia de Dora Barrancos, Estela Díaz y los ministros del Poder Judicial.
Pocos días atrás se dio un fallo histórico, destituyéndose por primera vez a un juez por acoso laboral: se trata del Juez de Familia de Olavarría Claudio García, quien durante casi un año hostigó y maltrató a una empleada del organismo a su cargo.
Sin embargo, cabe preguntarse ¿cuánto más podemos esperar de esta “Justicia” bonaerense y por qué?
Como sucede en otros ámbitos, desde nuestro lugar de trabajo en el Poder Judicial, podemos registrar y vivenciar la violencia patriarcal desde dos dimensiones: como trabajadoras y como testigos involuntarias de esa violencia que, desde los sectores de poder y decisión, someten a las mujeres y a las diversidades.
Algunos casos emblemáticos más recientes son el fallo de absolución de los asesinos de Lucía Pérez el año pasado; las declaraciones de una Jueza de Paz que les decía a las víctimas de violencia de género que “son taradas” y que tienen que “dejar de molestar”; el caso de Higui, atacada por su condición de género y presa durante años por defenderse, ninguneada por la fuerza policial cuando declaró el intento de violación sufrido. Otro caso emblemático de la ciudad fue el de Johana Ramallo, desaparecida en el marco de denuncias de redes de trata, con una investigación judicial y policial plagada de sospechas.
El ojo puesto en la víctima, argumentos que hablan desde el prejuicio y la impunidad.
Otros casos, no tan renombrados: la mujer presa por defenderse de su marido que esta vez si la iba a matar, las que reclaman por el cupo laboral trans y sin respuesta encuentran como salida la prostitución y una reducida esperanza de vida, otra vez presas! la mujer desalojada con sus hijos sin otro refugio que la calle. Como ya sabemos la lista sigue.
Expresivamente, la condición de clase acompaña estas historias. Mujeres migrantes y pobres son las principales elegidas como blanco de las decisiones judiciales; y las que menos herramientas tienen para defenderse, para salir (a veces literalmente) de esta cárcel que el Estado y el Poder Judicial imponen.
Mientras tanto, en el Poder Judicial bonaerense, seguimos piloteando salarios a la baja y exigencias de trabajo después de horario, edificios en mal estado, dificultades para hacer cumplir las escasas licencias que nos corresponden para el cuidado de nuestras niñas y niños, o las que debiéramos tener por violencia de género.
Vivimos, también, situaciones de acoso y violencia laboral. Hemos sufrido descuentos por paros efectuados en esta misma fecha emblemática, siendo la presidenta de la Corte de aquel momento una mujer, con la que nada tenemos en común.
Como puede verse, magistrados con sueldos exorbitantes y privilegios de casta, abusan de su poder, exigen y perpetúan las atrocidades de una “justicia” misógina y de clase.
Por eso, con respuestas a casos parciales no alcanza, no debe alcanzarnos. Los actos de homenaje y los fallos aislados, contra jueces caídos en desgracia, son para que este movimiento que no se calla no vaya contra una justicia patriarcal y de clase, que mantiene intacto todos sus privilegios, poder e impunidad.
Cuando decimos que nos sobran los motivos para marchar y para parar todo, una vez más, este 8 de marzo tenemos un porqué.
La deuda sigue siendo con nosotras. La imposición de la política del FMI avanza sobre el pueblo trabajador e impacta terriblemente, con una fuerza volcánica, en las mujeres y los sectores más oprimidos. La respuesta del Poder Judicial es encierro y castigo.
Es en el camino de la organización y la lucha por nuestras demandas más genuinas que debemos expresar nuestra bronca, elevando nuestras expectativas. Las y los trabajadores somos quienes movemos el mundo y está en nuestras manos transformarlo. Somos el motor y es en este nuevo 8M que debemos movilizar, parar el 9M, mostrando la fuerza que tenemos de conjunto, como parte y reconocimiento y solidaridad de una misma clase.
En este sentido, tenemos un debate con la conducción de nuestro gremio, la Asociación Judicial Bonaerense (AJB), que año a año convoca a parar sólo a las mujeres y disidencias como si no fuésemos el conjunto de las y los trabajadores los que tenemos que luchar contra la Justicia patriarcal y por todas nuestras demandas.
Debemos encontrarnos en las calles junto a nuestros compañeros, dando la pelea a nuestro lado. Que queden grabados a fuego en estas generaciones y las que vendrán, los nombres de aquellas mujeres que lucharon por lo que se creía inalcanzable y también las de aquellas muertas por abortos clandestinos, redes de trata, femicidio, travesticidio, violencia machista.
La deuda no es con los especuladores ni con los privilegiados de los poderes del Estado, la deuda es con nosotras, y este 8 de marzo ¡lo vamos a gritar!