El 15 de julio de 1868 los trabajadores de la fábrica de textiles la Fama Montañesa obtenían una enorme victoria para el movimiento obrero mexicano, la primera huelga en triunfar en la Ciudad de México, frente al gobierno de Benito Juárez, enemigo del movimiento obrero, quien tenía un gran prestigio por la restauración de la república.
Miércoles 15 de julio de 2020
El 15 de julio de 1868 triunfaba en la alcaldía de Tlalpan, en la Ciudad de México, la huelga de la fábrica de hilados la Fama Montañesa. Este fue uno de los episodios más importantes en la historia del movimiento obrero mexicano en el siglo XIX, pues con esta victoria la clase trabajadora comprendería la importancia de luchar organizados y de pelear por libertades más democráticas para desarrollar su actividad, como es la propia búsqueda del derecho a huelga, que alcanzaría sólo después de la Revolución mexicana.
Estos acontecimientos se desarrollaron en un contexto de capitalismo profundamente atrasado, cruzado por guerras intestinas entre las distintas fracciones burguesas mexicanas (como la Guerra de reforma), incapaces de articular un proyecto nacional coherente, además de invasiones para imponer el dominio de los imperios coloniales europeos, donde el mejor ejemplo es la invasión de Francia que impuso a Maximiliano de Habsburgo en el trono de México. Tras la restauración de la república el proyecto capitalista local volvió a iniciar su marcha, dejando tras de sí hondos lazos de subordinación al mercado mundial pero también experiencia en la clase trabajadora que llevaría a la fundación de las asociaciones mutualistas.
La clase obrera, anarquistas, socialistas utópicos
Los primeros dirigentes socialistas utópicos de la clase obrera aparecieron en un momento en el cual prevalecían los trabajadores especializados que realizaban todas las tareas productivas, y que en ocasiones trabajaban en pequeños talleres por su cuenta. El sector de industria de transformación se caracterizaba durante la segunda mitad del siglo XIX por la presencia de la mayoría artesana sobre las fábricas modernas. Por ejemplo, en 1862, se estima que existían más de 20 mil talleres artesanales de “artes mecánicas,” como le llamaban en ese tiempo, contra apenas 207 fábricas en todo el país.
Con esta desigual combinación se inician las primeras luchas obreras de México, lo cual no significa que en el pasado no existieran las huelgas, sino que es hasta este momento donde los trabajadores se constituyen como una clase social más claramente definida. Recordemos que la primera huelga industrial que fue protagonizada por trabajadores mexicanos ocurrió en 1865, en la Ciudad de México, en los textileros de San Ildefonso y la Colmena, pero bajo condiciones muy aisladas y con poco desarrollo capitalista.
En el periodo posterior al liberalismo, la clase obrera tuvo demandas y forjó organizaciones propias, sin embargo, aún se encontraba en gestación, pues tanto numéricamente como en tradición política estaba débilmente constituida. Por otro lado, la desamortización masiva de las tierras permitió la movilidad de mano de obra de un lugar a otro, esto a la par de la progresiva extensión de los ferrocarriles durante el gobierno de Porfirio Díaz, creando grandes flujos migratorios de tipo rural-urbano o rural-rural y hacia los centros urbanos donde se encontraban las industrias.
El mutualismo y el cooperativismo aparecen en la primera mitad del siglo XIX producto de asociaciones artesanales, que luchaban por la defensa de sus gremios y profesiones, sin plantearse la lucha contra la clase dominante. Su nombre viene de la idea de protección mutua y la creación de empresas obreras. Esta concepción predominó en las actividades de los trabajadores de los talleres y de las fábricas textiles durante este periodo.
Las ideas del anarquismo y el socialismo utópico llegaron a México en febrero de 1861 con el arribo de Plotino Rhodakanaty de España, quien era anarquista. Él era seguidor de Fourier y discípulo directo de Proudhon, provenía de una familia acomodada y de un ambiente de agitación y politización de las luchas obreras del otro lado del Atlántico. Aprovechó las concesiones que el gobierno mexicano otorgaba a los extranjeros para alentar la inmigración europea. De esa manera Rhodakanaty se estableció con la intención de fundar colonias agrícolas según el modelo de su ideología, las cuales fueron un rotundo fracaso.
Como el revolucionario griego era un hombre educado y con estudios universitarios, llegó al Colegio de San Ildefonso para ser profesor, donde logró reunir a un grupo de estudiantes para discutir de filosofía y oponerse en primer lugar al positivismo, que se enseñaba de manera oficial por el régimen liberal como expresión por excelencia de la visión burguesa de la ciencia. A este círculo pertenecían personajes como Francisco Zalacosta, Santiago Villanueva y Hermenegildo Villavicencio, quienes serían los primeros anarquistas mexicanos.
El trabajo político de Rhodakanaty lo llevó a publicar la Cartilla Socialista, a fundar la organización La Social y a agrupar de forma clandestina a obreros y campesinos en la Ciudad de México y territorios aledaños, con el fin de oponerse al orden liberal que permitía que los patrones impusieran a los trabajadores brutales condiciones de explotación asalariada. Sus ideas no se difundieron masivamente entre la población sino en pequeños grupúsculos, que posteriormente dotarían de fuerza intelectual al movimiento.
La huelga de la Fama Montañesa
Los miembros de La Social participaron en diversas actividades disidentes que no serán mencionadas aquí, ya que este artículo busca centrarse en el proceso de huelga de la Fama Montañesa. Tras las distintas derrotas del movimiento obrero, el ala moderada de los anarquistas decidió hacer trabajo político en aquella fábrica. Así Villanueva (quien era conciliador con el gobierno de Juárez), Villavicencio y Rafael Pérez León se lanzaron a la fábrica textil para crear una asociación mutualista. Esta jugada tuvo tanto éxito que muchos de los obreros acudieron a afiliarse, y junto con ello lograron constituir la Unión Mutua de Tejedores del Distrito de Tlalpan, agrupando a trabajadores de otras fábricas como Contreras, de La Abeja, Tizapán.
Este hecho impulsó al movimiento obrero a reactivarse. Por ejemplo, poco tiempo después de la fundación de estas nuevas sociedades mutuas los trabajadores de la sastrería y la sombrerería volvieron a organizarse. Rhodakanaty aprovechó el ambiente para hacer propaganda socialista y para evitar junto con Zalacosta que Villanueva, en su actitud conciliadora, quisiera pactar con el Estado.
Este movimiento inició el ocho de julio de 1868 cuando los obreros de la Fama declararon la huelga, y el 15 de julio se anunciaba su victoria. Con ella lograron condiciones de trabajo superiores como lo fue la conquista de mejores sueldos y menos horas de trabajo, pero todo con una perspectiva mutualista (de no tomar el poder ni crear organizaciones centralizadas). Sin embargo, no deja de ser relevante que esta fue la primera huelga triunfante de la Ciudad de México, la cual puso un gran ejemplo a los trabajadores de que se podía vencer, donde Villanueva se consolidó como su principal dirigente a pesar de sus intenciones de pactar.
Estas incipientes corrientes dieron origen a una de las primeras revueltas expresamente anticapitalistas de la historia, la cual fue dirigida por Julio López Chávez (o Julio Chávez López), discípulo de Rhodakanaty en el Club Socialista de Chalco. Además, contaban con otra organización llamada Grupo de Estudiantes Socialistas, con la que consolidaban la inserción de las ideas del socialismo utópico y el anarquismo entre algunos miembros de las capas ilustradas.
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