En los comienzos del milenio, la banda marplatense Dios los Cría publicó por su cuenta un álbum emblemático que la empujó a Buenos Aires. El recuerdo de los músicos y su reencuentro en cuarentena.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Lunes 28 de diciembre de 2020 15:58
Tapa del disco Dios.com del año 2000.
Un Cristo azulado con espinas de metal, los ojos rojos y la mirada amenazante en un entorno digital: en el 2000, cuando el rock argentino atravesaba una transición entre ídolos viejos y un futuro incierto a las puertas de un nuevo mundo tecnologizado, desde Mar del Plata surgió una portada inolvidable para todo aquel que compró Dios.com. Dios los Cría, grupo formado a principios de los ’90 y criado durante toda esa década en la ciudad balnearia, cerraba el milenio con una obra suprema: grandes canciones y letras que, a la distancia, aportan también una mirada a ese cambio de época y el advenimiento un siglo digitalizado.
Melodías atractivas, estribillos poderosos, rítmicas sólidas y una poética fina pero estridente. Dios.com es de esos discos que hacen envidiar a quienes aún no lo conocen: aún tienen la posibilidad de conmoverse en esa primera escucha donde todo está por descubrirse. Los que ya lo tienen y los que ahora lo buscarán coincidirán en lo mismo: hay ahí una gema oculta de la historia del rock argentino.
Dios los Cría continuó su carrera durante quince años más y siguió creando discos notables, cada cual con su personalidad distintiva: el denominado Álbum blanco, sin nombre, editado por la multinacional EMI, la poderosa experiencia de Justo cuando nos estábamos quedando sordos y El sonido de lo inevitable, publicado de manera gratuita y únicamente en la red, prescindiendo del formato CD.
Pero Dios.com fue una huella muy profunda en el momento exacto en el que el planeta avanzaba entre la globalización post-Berlín y la paranoia por el Y2K, un virus que (a diferencia del Covid, aparecido de golpe y sin tocar la puerta) fue largamente preanunciado, pero murió como fake. En ese entonces era común que los medios hicieran para diciembre una encuesta anual sobre los hitos del año. Y, para sorpresa de los mismos marplatense, varios músicos y periodistas de alcance nacional lo eligieron como “Disco del Año”, o bien a Dios los Cría como “Banda Revelación”.
Los pasos de Dios
El primer trabajo discográfico, de 1996, lleva el nombre de la banda y tiene un Cristo en la tapa, pero en tono ocre y mirando hacia abajo. La repetición de la iconografía le dio un sentido de trilogía a ese álbum, Dios.com y el siguiente, que no tiene nombre y se lo conoce como El álbum blanco de Dios porque tiene bañado en ese color a Jesús en otra versión (aunque nuevamente con la mirada gacha).
El material debut fue producido por Tweety González y publicado por un sello aliado a la multinacional Polygram, sin embargo, el sonido logrado les dejó gusto a poco y tampoco tuvo la repercusión esperada. La conexión con Buenos Aires quedó reducida a intercambios con bandas (como Caballeros de la Quema o Vetamadre) y algunas teloneadas a grupos extranjeros, quizás el recuerdo más apreciado. “Con Héroes del Silencio, en Obras, la producción separó los camarines con unos cartones, pero ellos los rompieron y trajeron botellas de champagne”, recordó pocos meses después el guitarrista Hugo D’Intino. “También fuimos soportes de The Cult en Mar del Plata, nuestra ciudad, y fue muy loco, porque un año antes los habíamos visto en River, como espectadores, y ahora conectamos con ellos”. Ya con Dios.com bajo el brazo, Zeta Bosio tocó algunas canciones como invitado en un festival porteño y pegaron mucha onda con el baterista Chad Smith antes de telonear a los Red Hot Chili Peppers en River.
Como sea, a diferencia del primer disco, la banda decidió editar Dios.com decidió por su propia cuenta: los músicos, su manager y un grupo de amigos y conocidos que colaboraban. La primera parte del álbum, por ejemplo, se grabó en una quinta prestada sobre la ruta 88, camino a Batán. La corona que tiene el Jesús representado por Pato Duhalde en la tapa es de alpaca y la realizó manualmente el propio D’Intino, quien en ese entonces hacía chapa y pintura y se daba maña con las artesanías. Y la foto se hizo durante una larga trasnoche en un estudio de maquillaje de una amiga al fondo de Mar del Plata, cerca de la vieja calle 180 (hoy Arturo Alió), que terminó con Duhalde tomando un café con leche ya de mañana en una estación de servicio ante la mirada azorada de otras gentes: no pudo sacarse el maquillaje y todavía tenía la cara barnizada en azul.
Dos años antes habían sacado una edición limitada de 500 copias con versiones en vivo del primer disco, más temas nuevos a modo de anticipo (como “El perro”, “Bananero”, “Quemar” o “El pastor”). Y una vez que Dios.com fue publicado de manera autogestionada con plata propia (y mucha imaginación para resolver detalles), adquirió mejor dinámica que el predecesor. Eso los motivó a presentarlo con una puesta en escena que incluía visuales desde pantallas en La Subasta, una extinta sala de la calle Güemes. Mar del Plata había aparecido llena de stickers que decían “Dios.com ya sale”. Tuvieron que agregar una función más.
Dios los Cría empezó a crecer en el circuito local, entonces pródigo de bares y boliches, además de un público dispuesto a escuchar ofertas y pagar entradas. En esa vorágine llegaron a meter dos mil personas en Gap, la vieja disco Go! de Avenida Constitución por la que tantas bandas nacionales habían pasado en los ’90.
Los bríos, naturalmente, volvieron a motivarlos a sembrar en Buenos Aires. Dios los Cría recorrió la ruta 2 tantas veces como fue necesario y desde el minuto cero del disco, terminado de grabar en el estudio porteño Panda bajo las órdenes del experimentado ingeniero Eduardo Herrera (quien ese año mezcló en Nueva York Momo sampler, último álbum de Los Redondos).
Si bien el disco es impecable durante los 47 minutos que van del tema uno al once, el hit o caballito de batalla de Dios.com fue “Mística”, una balada polenta que nombra al agua, al mar y al viento. Un producto marplatense de exportación en el que el grupo invirtió para hacer un video, con gran resultado: en un momento se hizo costumbre verlo en canales de música como Much Music o CM.
Búsquedas e influencias
“En los últimos tiempos, el rock argentino es como que perdió una posición de privilegio que tenía. Me parece que cayó en una absoluta obviedad, como la de hacer canciones para que las canten las hinchadas de fútbol. Hace tiempo que no compro discos. Y si me pusiera no como músico, sino como consumidor, Dios los Cría es lo que compraría”, le confesaba el cantante Pato Duhalde a un fanzine en diciembre de 2000, hace exactamente veinte años.
Sin embargo, reconocía que “por naturaleza, es lógico que te influencies de algo que te gusta. No quiero decir que tengas que copiar: influencia es influencia, no Cut and Paste”. Originalmente el grupo se había impregnado de “Pearl Jam, The Cult, U2, y también la música negra, el rock de los ‘70s, el rock sinfónico, los Red Hot Chilli Peppers, Stone Temple Pilots”. Pero, para ellos, esa bajada había quedado demasiado expuesta en el primer disco. “Entonces nos planteamos buscar una personalidad más marcada como banda”.
Durante el proceso de creación de Dios.com, Duhalde explicaba que “aplicamos elementos de otro tipo de músicas, como el acid jazz o cosas electrónicas. Y también tomamos referencias de David Bowie, Prodigy y Marilyn Manson, por citar algunas”.
Pero el valor agregado de las canciones -cada una con sus ropajes, armonías y acordes que ya fueron hechos alguna vez por alguien- fue la sociedad creativa entre D’Intino y Duhalde. El guitarrista se animaba a explorar sonidos, texturas y climas con distintos efectos y hasta con distintas guitarras, logrando de todo eso un código sonoro propio. Y Pato tallaba la fuerza poética con una pluma que merece lugar en el Olimpo del rock criollo. “Nuestra postura es la de lograr canciones con un contenido que no solo sea de crónicas sobre lo que pasa, sino principalmente sobre lo que nos pasa, los factores humanos que nos atraviesan más allá de las circunstancias a nivel social y todo eso que hoy es así, pero dentro de dos años puede ser asá”.
La última línea, dicha en diciembre de 2000, fue casi profética: Alejandro Duhalde, que nada tiene que ver con Eduardo, jamás imaginaría -en pleno delarruísmo- que dos años después el otro Duhalde sería presidente (y de la forma en que llegó a serlo). Ni tampoco estaba en su pensamiento a mediano-largo plazo la decadencia del CD como formato de venta y consumo, lo cual los terminaría convirtiendo una década más tarde en la primera banda argentina lanzada completamente a la digitalización gratuita de su música, desarrollando sus propias plataformas (con una app para celulares incluida) antes de la explosión comercial de Spotify. Efectivamente, lo que hoy es así, mañana puede ser asá.
Once para siempre
De entrada, el disco impone autoridad con “Slide”, una canción densa y pesada que obliga a subir el volumen y que, con el tiempo, dejó la primera frase llevada a una bandera por su público: “La sigo bebiendo hasta la última sed”. Tras eso, el primer “clásico” del disco: “Solo lo mejor”, un tema épico que va inscrescendo entre la guitarra de D’Intino y las voces de Duhalde sobre una atmósfera atrapante.
Luego de eso sigue el existencialismo bañado en distorsión de “Ríe”, la acidez antievangelizadora en el “El pastor” (donde letra y música van subiendo como en una oración de misa) y la intensidad de principio a fin de “El perro” para llegar a “Mística”, vórtice musical de Dios.com y la canción más difundida del disco. Si el álbum hubiera sido un vinilo, “Mística” era el primer tema del lado B, una ubicación que las discográficas de los ’80 reservaban para canciones que prometían.
Por último, el tramo final de cinco canciones que van desde la crítica social de “Bananero” a la furia de “Mala suerte”, pasando por “Indio” (que casi queda afuera porque no lograban encontrarle la vuelta a la introducción del tema). Y, para el cierre, “Quemar”, una hermosa balada en la que (como en “Malo”) se luce el guitarrista Hugo D’Intino en todo su esplendor de arreglos y detalles con sutileza, pero carácter. De esos que entran lateralmente, pero terminan en golazos mientras Duhalde susurra: “Ya fui mosca y ya fui miel, ya fui piedra o cascabel… siempre hay algo más que quemar”.
La vuelta en cuarentena
El lanzamiento fue un hito para el rock marplatense y su escena doméstica, también para el rock argentino (con un disco de excelencia generado en el interior). Y, en otro sentido, para la misma banda. No sólo porque le abrió nuevos caminos, otro público, viajes a Buenos Aires y participación en festivales importantes (como el entonces incipiente Cosquín Rock, entre otros). Sino también por una sucesión de partidas de músicos inmediatas a la salida del álbum: el baterista Leo Parín fue reemplazado por Mariano Mendoza -quien ya venía trabajando con la banda en la parte técnica- y, poco después, el bajista Marcelo Onofri le dejó su lugar a Tarugo Martínez. Esa nueva formación duró más de diez años, fue la que más shows hizo en nombre de Dios los Cría, grabó dos discos de estudio y uno en vivo con la presentación de Tecnópolis en octubre de 2011.
Ya sin Hugo D’Intino desde hacía unos años (con Tony Torres y Leo Pino a dos guitarras en su reemplazo), Pato Duhalde decidió ponerle un punto a Dios los Cría. Un punto y aparte, porque algunos de sus exintegrantes se reencontraron eventualmente sobre un escenario y en distintos formatos para recordar aquellas viejas canciones.
Pero la cuarentena, con su expansión de comunicaciones virtuales y el aniversario número veinte de Dios.com, conjugó para un épico reencuentro por Zoom en octubre de 2020. Estaban los músicos que grabaron el disco, los que ingresaron pocos meses después, el entonces manager Juan Pablo Mendoza y el periodista Fernando Fauszleger, organizador y moderador de la charla evocativa. Durante más de dos horas, y ante la presencia de un numeroso público, recordaron paso a paso cómo Dios.com pasó de ser una idea a un disco de culto que dejó su marca para siempre.
Algunos siguen en la música (Pato Duhalde con 99 Monos, el guitarrista con Apertivo D’Intino, incluso Tony Torres y Leo Pino en M3r0). Entonces llegó el momento en ese Zoom donde alguien les preguntó si volverían a juntarse. “Siempre tenemos la ilusión de que se alineen los planetas y volver a hacer una fecha como para rememorar alguna cuestión, aunque la nostalgia se va canalizando por medio de cada uno de nuestros proyectos”, desarrolló Hugo. Pero aclaró: “En ningún momento perdimos el contacto entre nosotros. Como esos amantes que se reencuentran, se dará cuando se tenga que dar”.