Lo que para muchos iba a ser una “fiesta peronista” se terminó convirtiendo en una de las peores matanzas de la historia reciente. ¿Qué pasó en la “masacre de Ezeiza?
Claudia Ferri @clau.ferriok
Lunes 19 de junio de 2023 00:13
El 20 de junio de 1973 no fue un feriado más en Argentina. Perón había elegido ese día para retornar al país definitivamente, después de 18 años en el exilio. Cerca de un millón de personas fueron a recibirlo a Ezeiza, donde se había montado a algunos kilómetros del aeropuerto, un enorme escenario.
El contexto en el que el líder peronista volvía al país era bastante tenso. Se daba un movimiento obrero y estudiantil insurgente, con influencia de ideas de izquierda, desde el Cordobazo de 1969. Que cuestionaba el orden adentro y afuera de las fábricas, que había tomado fábricas y hablaba de revolución. Organizado en el peronismo combativo y con la izquierda. También estaba la lucha armada que seguía activa desde el asesinato de Aramburu en 1970. En definitiva, una época muy revulsiva no solo en Argentina, sino que se daba en la mayor parte del mundo también.
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Ese 20 de junio, hacía menos de un mes que se habían realizado las elecciones con enormes expectativas, luego de siete años de dictadura. Con el 49% de los votos triunfó Héctor Cámpora, uno de los delegados de Perón en Argentina durante su exilio.
En Ezeiza iban a medirse las fuerzas que estaban enfrentadas en dos grandes sectores dentro del movimiento peronista: por un lado la izquierda peronista que eran la Tendencia y Montoneros, que eran los mayores convocantes y tenían peso en el nuevo gobierno y buenas relaciones con el “tío” Cámpora. Por el otro lado, la derecha peronista y la burocracia sindical.
La seguridad del acto estaba a cargo de esta última. No se nombró a ningún representante del “ala izquierda” lo que significaba todo un mensaje político. Entre los organizadores del acto estaban Rucci y Lorenzo Miguel por la CGT, la neofascista Norma Kennedy, Abal Medina que tenía buenas relaciones con todos los sectores. Nadie de la Tendencia estaba invitado. Ya esto era todo un mensaje político. Otro mensaje fue la designación como jefe del operativo de un reconocido peronista torturador y anticomunista como el Teniente Coronel Jorge Osinde que además tenía un cargo “simbólico” en el Ministerio de Bienestar Social de Lopez Rega como secretario de Deporte y Turismo.
A su regreso, la orden era que desde el palco Perón sólo viera a la Juventud Sindical. Verbitsky cuenta en Ezeiza, una de las mejores investigaciones acerca de los hechos, que “Los ocupantes del canal 7 de televisión, en la Capital Federal, ordenaron en nombre del teniente coronel Jorge Osinde y de Rucci que sólo debían verse en la transmisión los carteles de los sindicatos y que no se realizarían encuadres del presidente Cámpora.”
Los primeros disparos empezaron a la mañana temprano pero fue alrededor de las dos de la tarde, cuando las columnas de la regional sur de la Tendencia se acercaron al escenario, que empezaron los de seguridad desde allí a disparar “seguridad” a las multitudes.
Fueron horas de balaceras, de corridas, de “cuerpo a tierra” y de desconcierto porque la mayoría no sabía que estaba pasando. Las ambulancias del Ministerio de Bienestar Social que se movían por el predio trasladaban armas y matones que disparaban a mansalva. Mientras esto ocurría el conductor Leonardo Fabio gritaba desde el palco con micrófono en mano y fueron soltadas cientos de palomas que se había planificado lanzar cuando hablara Perón como símbolo de “paz social”. Un cuadro dantesco.
Según Verbitsky cerca de tres mil personas custodiaban el palco. Hombres de la Juventud Sindical, del Comando de Organización, de la UOM y del SMATA que usaban un brazalete verde para identificarse. También ex agentes de la policía y las Fuerzas Armadas. Un tema poco tratado, pero que debería tomarse como líneas de investigación es el rol que jugaron los mercenarios franceses en la represión de ese día si, como señalan testimonios de personas que estuvieron presentes, desde las ambulancias se veían hombres, vestidos como grupos comando, que entre ellos hablaban en francés. Militares entrenados en técnicas antisubversivas que habían combatido en Indochina y Argelia, y que exportaron al mundo sus conocimientos desde mediados de los años 50; estuvieron presentes en la “fiesta peronista”.
Hubo secuestrados que fueron trasladados y torturados en el Hotel Internacional de Ezeiza, base operativa de los grupos armados. Una revista peronista entrevistó pocos días después a algunas de las personas que habían sido torturadas. Un trabajador del Astillero llamado Alberto Formigo dijo que lo secuestraron y cuando llevaron al hotel “me empezaron a dar nomás, de entrada. Me pegaron con manguera con fierro por dentro, viste, con plomo y con cadenas y con palos. Me preguntaron quien me había mandado. Yo le decía que era de la Juventud Justicialista y no querían entenderme” (El Descamisado N° 8 10/07/1973). El testimonio de Dardo José González fue en el mismo sentido: “Me interrogaron sobre si participaba en alguna organización y de cosas que no tenía ningún conocimiento. Hasta me decían zurdo, de izquierda [...] Dos eran los que me pegaban: uno estaba armado, sentado sobre la cama, y otro me torturaba”´ (Ídem).
La derecha y los grandes medios culparon a la Tendencia y a los “guerrilleros” diciendo que habían planeado un atentado contra Perón y que lo que hubo fue un enfrentamiento, todo sin pruebas. Los hechos muestran que en realidad fue una emboscada de la derecha peronista para golpear a Cámpora que renunció 23 días después de los hechos y reducir la influencia de la Tendencia. Pero también para atacar y aniquilar al movimiento obrero combativo y antiburocrático.
Fue el "bautismo de fuego" de la derecha peronista. La antesala de lo que vendría después con la Triple A, que era la banda de matones sindicales y ex agentes de las fuerzas financiada por el Estado, y creada por Perón, que asesinaba a delegados peronistas y de izquierda y a opositores políticos. Hizo su aparición pública unos meses después. El mismo Ministerio de Bienestar Social que financió los operativos en Ezeiza, sería el mismo que luego armaría y organizaría la Triple A.
Perón llegó al país finalmente aquel día pero no aterrizó donde lo estaban esperando sino que fue directo a la base aérea de Morón.
En esta situación ¿para qué volvía? Aunque en el exilio había radicalizado su discurso para los muchos jóvenes que los seguían en Argentina, Perón no volvía para encabezar la liberación nacional, ni la "Patria Socialista" como decían Montoneros, menos a hacer una revolución. Venía a contener a toda esa fuerza insurgente, obrera y popular; a ponerla en orden. Los que le hicieron el golpe en 1955, esta vez lo querían de vuelta.
Desde que llegó al país se ubicó abiertamente del lado de la derecha peronista. El 21 de junio habló públicamente. Primero dijo el famoso apotegma peronista “del trabajo a la casa, de la casa al trabajo”, o en otras palabras, llamar a desmovilizar. Después condenó a supuestos “infiltrados” del movimiento compartiendo el mismo discurso que la derecha y que los militares, que decían que el enemigo “subversivo” estaba infiltrado en la sociedad. Algo que habían aprendido de las fuerzas francesas.
Montoneros excusaba las decisiones de su líder diciendo que estaba cercado, que no sabía bien qué pasaba pero según muchos periodistas y propios colaboradores de Perón, sabía todo lo que pasaba y se mantenía muy bien informado.
La “masacre de Ezeiza” fue el “bautismo de fuego” de la derecha peronista. Por un lado golpeó al sector aliado de Cámpora, quien tuvo que renunciar veintitrés días después de la matanza. Por el otro, se vieron acciones armadas y coordinadas de grupos paraestatales que meses después se volvieron mucho más frecuentes con la Triple A. Fue una muestra contundente de lo que Perón venía a hacer en su tercera presidencia que comenzaría tres meses después.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.