En diciembre de 2023, aunque escrito antes de la definición de las elecciones presidenciales, aparecía el libro Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? Un trabajo coordinado por Pablo Semán. Allí se intenta explicar los orígenes del movimiento liberal libertario, su apoyo entre importantes sectores de la juventud y sus posibilidades. Aquí, retomamos estas elaboraciones a la luz de los primeros meses del gobierno de Javier Milei.
Si antes del balotaje todos intentaban entender qué era el movimiento libertario, y de dónde había salido, el triunfo de La Libertad Avanza (LLA) y sus primeros meses de gobierno han modificado la agenda. Lejos del utopismo anarco-capitalista o ultra neoliberal de los orígenes, emergió la real politik, el sistema de alianzas (especialmente con el PRO) y sus primeras derrotas políticas (la caída de la Ley Ómnibus en el Congreso, que obligó a continuar el ajuste por otros medios). El discurso anti casta, por otra parte, se convirtió en una práctica anti jubilados, anti protesta, anti derechos humanos y laborales, o anti popular en general.
Pese al transcurso acelerado del tiempo, desde diciembre de 2023, fecha en la que apareció Está entre nosotros… el libro mantiene su vigencia. El trabajo realizado junto a Sergio Morresi, Martín Vicente, Melina Váquez, Ezequiel Saferstein y Nicolás Welschinger, permite una perspicaz entrada al mundo libertariano y a los contextos que le dieron origen a través de un análisis situado.
Con un abordaje tanto histórico y sociológico como antropológico, los autores se proponen analizar la radicalización de las posiciones de derecha, sus vínculos con la juventud, la forma en la que llegan a ella y, finalmente, la manera en la que consiguen el resultado favorable del frente LLA en las elecciones del año 2023. Sin proponer aproximaciones miméticas de Javier Milei en relación a líderes ultraderechistas internacionales, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, la exotización tampoco forma parte del cuerpo analítico. Más bien, “continuidad y novedad” forma parte del entramado político, donde la tradición de las derechas argentinas se combinan con elementos novedosos.
El libro se estructura a partir de una introducción y cuatro capítulos escritos por los diversos autores. Éstos, desarrollan sus propios argumentos y pueden ser leídos de manera independiente, manteniendo una fuerte coherencia y complementariedad entre sí. Mientras el primer apartado contribuye a una mirada histórica de las derechas en la Argentina, el segundo y tercero se concentran en diversos aspectos de lo que denominan la “batalla cultural”, tanto en el terreno organizativo como de la circulación de sus ideas en medios, redes y publicaciones impresas. Finalmente, el último capítulo estudia la confluencia entre lo que los autores denominan como una “juventud mejorista” y la ultraderecha.
Para explicar estos fenómenos, desde la introducción, el libro identifica una serie de condiciones sociales e históricas que actuarían como determinaciones. En primer lugar, se refiere a las condiciones socioeconómicas: Los picos de pobreza con retrocesos circunstanciales al menos desde El Rodrigazo de 1975, el estancamiento o caída del PBI, la informalidad en el trabajo, el empobrecimiento de las clases medias y el aumento de la cantidad de asalariados pobres pese al pluriempleo creciente. Otras condiciones habrían sido, el papel desempeñado por las nuevas formas de interacción digital, como alternativa a los tradicionales cara a cara o incluso a los medios masivos de comunicación. La mutación del vínculo entre Estado y sociedad, cada vez más compleja y problemática, el cuestionamiento sucesivamente mayor al peronismo y el desarrollo de un “individualismo realmente existente” que busca el progreso del sujeto a la vez que se reconoce como integrante de un determinado colectivo social. Finalmente, se reconoce a la pandemia como otro de los elementos determinantes, dado que ésta amplificó el desencuentro entre un Estado, al que se pasó a observar y discutir sus capacidades de cuidado, así como las de daño, y la sociedad.
A continuación, retomamos los principales argumentos desarrollados en los capítulos del libro. Finalmente, intentamos reparar en las fricciones entre la campaña electoral, el desarrollo organizativo, la relación con la juventud y el discurso libertariano, con sus primeros meses en el ejercicio del gobierno.
Entre la fusión de tradiciones y la “batalla cultural”
En primer lugar, el libro se detiene en el debate sobre si es posible hablar de una nueva derecha. El capítulo uno, “Rayos en cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en la Argentina”, escrito por Morresi y Vicente, realiza un recorrido histórico por las derechas argentinas, con la intención de llegar a la formación y consolidación del Partido Libertario. Asimismo, se presentan puntos de inflexión que marcaron a una sociedad atravesada no únicamente por una crisis socioeconómica, sino también de representatividad. En este punto, la pandemia es uno de ellos: por un lado, la oposición a las medidas sociosanitarias eran el objetivo de aquellos que argumentaban que se iba contra las libertades individuales o los efectos económicamente negativos; por el otro, oponerse a la cuarentena era, al mismo tiempo, posicionarse contra la “casta”, siendo este no sólo el gobierno de Alberto Fernandez, sino también un amplio abanico de políticos y dirigentes que eran señalados como responsables de la situación que se atravesaba, incluidos miembros del PRO.
El ingreso a la política de Javier Milei presentaba una propuesta “populista de derecha”, siguiendo los lineamientos de Rothbard. Así, se presentaba un movimiento de llegada amplia a las masas, con un tono “disruptivo”, que transmuta los medios de comunicación dominantes y las élites intelectuales, con el fin de posicionar a las masas contra aquellos que las están oprimiendo. Sin duda, un matiz diferenciado del elitismo de la derecha tradicional. Este punto se entrecruzó no sólo con las posiciones anti-cuarentena, sino también anti-aborto, anti-comunistas, anti-kirchnerismo (aunque no necesariamente anti-peronistas, pues se reivindica el gobierno menemista), anti-keynesianismo, entre otros.
Por otra parte, Morresi y Vicente realizan un recorrido por las influencias intelectuales tomadas por Milei. En este entramado, Friedrich Hayek se posiciona en un lugar capital: la “batalla cultural” contra la formas de pensar anticapitalistas era base para que sea factible el cambio político. Desde posicionamientos pro-mercado hasta militancia anti-feminista, el horizonte cultural se convertía en un momento necesario para avanzar en la batalla electoral. Sin embargo, aunque el escenario no estaba dado desde el punto de vista de Hayek, la lectura de otro referente intelectual, Rothbard, implicó una redefinición de la estrategia: limitarse a lo cultural se volvía limitado. Es aquí donde un posicionamiento político dentro del “populismo de derecha” permitiría desplazar a las derechas más tradicionales, aunque el fusionismo no terminó siendo descartado.
Distintas variantes de derecha, liberales clásicos, religiosos, libertarios, ateos, entre otras identificaciones confluyeron en el paraguas de LLA. Lo que los une es el “liberalismo” entendido bajo la fórmula propuesta por Alberto Benegas Lynch (h): “El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo bajo el principio de no agresión y defendiendo el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”.
En el segundo capítulo, titulado “Los picantes del liberalismo. Jóvenes militantes de Milei y “nuevas derechas”, de Vázquez, se pregunta cómo se construye un militante de Milei. Como base, plantea que hay una diferencia entre este y los militantes de la derecha mainstream, encarnada en el PRO: los primeros reivindican ser un partido nuevo, con base militante joven. Asimismo, esta juventud no es “cheta”: se reivindica ese carácter popular, frente a un PRO aburguesado.
Una trama de vivencias marcadas por la ampliación de políticas públicas impulsadas desde los gobiernos kirchneristas (como la ampliación del derecho al voto a jóvenes mayores de 16 años o políticas educativas), la apropiación del discurso meritocrático y emprendedor exacerbado durante el gobierno macrista, así como las expresiones anti-piqueteras y anti-”planeras” asociados, la cuarentena y su puesta en evidencia de los privilegios de la “casta” (como las vacunas VIP), marcaron experiencias apropiadas por una juventud cuyas expectativas socio-económicas se vieron vaciadas.
Un punto central en la estrategia de Milei parece ser, o al menos así lo presenta dicho personaje y su círculo libertario, la “batalla cultural”. Las disputas sobre el sentido del mundo, son esgrimidas por militantes y dirigentes, quienes proponen una relectura de Gramsci en clave de derechas. Un punto central en la argumentación de Vázquez es la experiencia generacional que articula prácticas político-culturales de los grupos jóvenes de derecha. Se fue conformando una “(contra)cultura” que modela trayectorias, que es apropiada masivamente y, a veces, supera la dirigencia de un partido. Por citar unos pocos ejemplos, la utilización de la consigna don’t tread on me, la exaltación de la figura de Alberdi, el uso de símbolos nuevos como la motosierra, la resignificación de la estética rockera con la musicalización de eventos masivos, el discurso de la dolarización, la “incorrección” política… Son todos elementos que articulan sentidos de pertenencia y sin los cuales la “batalla cultural” no puede ser entendida.
El capítulo tres, “Entre libros y redes: la ‘batalla cultural’ de las derechas radicalizadas” de Saferstein, describe cómo se llevaron a cabo una serie de iniciativas disruptivas que abarcaban soportes tan variados como libros o contenidos digitales. Un proceso que pasó de los pequeños núcleos de la derecha más rancia y tradicional, entre los que se encontraban defensores de los genocidas, a conquistar el mainstream cultural y político.
Para el autor, las dinámicas de lectura, las formas en que se realizó la apropiación de los contenidos en circulación y la discusión de libros, son una muestra del carácter performativo de la “batalla cultural”. Dado que los usos que hacían los jóvenes respecto de los materiales a su disposición, como el vínculo que establecen con ellos, permitieron determinadas formas de pensar y de actuar. Desde facilitar la formación política hasta conformar un elemento probatorio o fuente discursiva a la hora de militar. En este sentido, el resultado fue el desarrollo de un movimiento cultural y político dinámico. En la pelea por un nuevo sentido común, los artefactos culturales mencionados permitían materializar, sistematizar y transmitir ideas y discursos, vínculos, identidades y, en definitiva, construir una sociabilidad política.
Del rechazo de los jóvenes a la decadencia, a las “ideas de la libertad”
Si bien el fenómeno de ligazón entre la ultraderecha de Milei y la juventud es un aspecto que cruza a Está entre nosotros, es en el cuarto capítulo, “Juventudes mejoristas y el mileísmo de masas. Por qué el libertarismo las convoca y ellas responden”, donde se aborda más frontalmente. Aquí, Semán y Welschinger recorren un itinerario que va desde la frustración de la juventud ante la situación del país en los últimos diez años, hasta la formulación de un horizonte de mejoras que confluye con las derechas y, especialmente, con LLA.
Basado en la realización de más de cien entrevistas cualitativas, biográficamente orientadas a jóvenes del AMBA, el estudio parte de comprobar la existencia de una crítica extendida al “estado del Estado”. Para los autores, quedaba en evidencia el bloqueo del universo simbólico del peronismo, más allá de lo territorial o electoral. Así, los entrevistados se referían con naturalidad y fluidez a sus deseos, proyectos, desafíos y obstáculos a partir de categorías basadas en la experiencia individual en el mercado. Por otra parte, compartían como denominador común ser parte de una generación atravesada por el estancamiento económico y los malestares de la pandemia, a la vez que se sentían seducidos por el discurso libertario.
Para entender este fenómeno, los autores parten de la premisa de que a la ideología se adhiere desde la experiencia. En consecuencia, buscan evidenciar las posibles conexiones entre las vivencias de los jóvenes que trabajan y sus posiciones políticas electorales. Lo que encuentran son una serie de parámetros compartidos en los que destacan la búsqueda de una “optimización del yo” apoyada en la autoayuda para alcanzar mejores rendimientos laborales, físicos y emocionales, y una valoración positiva centrada en la figura del emprendedor tanto en lo económico como en lo moral, asociado a la superación personal.
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Entre los discursos de los sujetos, también aparece el rechazo a lo que consideran “los derechos que empobrecen”. Un repudio a las regulaciones de una creciente economía informal que es descubierta como un mundo de posibilidades a la vez que se denosta la humillación de recibir dinero estatal para sobrevivir, un plan o un empleo público. Dicho posicionamiento, tuvo un fuerte impulso a partir de la experiencia de tener que salvarse a sí mismo y sin ayuda del Estado, desde su punto de vista, ante la pandemia. Momento en el que florecieron todo tipo de emprendimientos, desde las aplicaciones de reparto hasta la venta o reventa de productos mediante el uso de redes sociales. En este sentido, los autores se refieren a la cristalización de una “juventud mejorista”. Un estrato que cree en el progreso personal, aunque pueda ser módico, a partir del esfuerzo personal y del mercado. Se lo identifica como un modelo ideológico consciente pero no explícito, que resiste y dialectiza a las ideologías que convocan “desde arriba”, ya sean reaccionarias, liberales o progresistas.
Para Semán y Welschinger, el éxito electoral de LLA no se basa ni en la potencia, la originalidad, el carácter disruptivo, ni las características extraordinarias del emisor. Por el contrario, se trataría de un fenómeno en el que amplios sectores de la juventud pueden ser convocados como emprendedores o héroes del mercado, a partir de haberse constituído como tales. Sin embargo, se reconoce que la idea de bien público no está puesta en cuestión entre los entrevistados, al menos en abstracto. Lo que aparece es una crítica del “estado del Estado”, que va desde la salud pública y el transporte hasta la seguridad. Elementos que aportan a un sentimiento de impotencia y a una visión decadentista del país en oposición a sus posibilidades.
Las ideas de la libertad aparecen vinculadas a la necesidad de liberar las energías del trabajo de las regulaciones y trabas del Estado. Se busca garantizar la posibilidad de emprender con las propias fuerzas para forjar cada uno su propio destino. De esta manera, según los autores, se retroalimenta la relación entre las “juventudes mejoristas” y LLA. Respecto a la economía, este proceso se da desde la crítica de la inflación y a una mímica del Estado a la que se le suma la mímica del peso. En este sentido, la dolarización como posible solución a la estanflación, responde a una demanda juvenil de previsibilidad y futuro.
En síntesis, la afinidad entre los jóvenes y la performance de la derecha libertariana, se fundaría en experiencias que se vienen generalizando tras una década de estancamiento económico y el fracaso de las dos grandes coaliciones políticas nacidas luego del 2001. Su éxito, recogería tanto los efectos de la prédica dogmática como el crecimiento de los cuadros que podrían darle estructura al movimiento. Por otra parte, están las consecuencias de un proceso social que ya antes le había dado el triunfo a Macri y que ahora viene a consolidar y ampliar a la “derecha radical”.
El relato en contraste
Está entre nosotros, describe a LLA como un liderazgo y organización política de la derecha radical que resulta de un fusionismo de identidades previas, pero que a la vez crea una imagen renovada. Es considerada una fuerza que logra poner en pie una suerte de “derecha popular”, superando la endogamia de proyectos anteriores. La vinculación entre su proyecto político y la situación de malestar económico y descreimiento político lograba canalizar la protesta contra el presente pero proponiendo un proyecto neoliberal radicalizado. En este sentido, el libro, realiza importantes contribuciones a la comprensión del fenómeno de LLA.
Visto en perspectiva, el triunfo electoral de Macri en 2015, fue un adelanto del nuevo desembarco de las derechas en la Argentina. En este sentido, Milei apareció como una versión radicalizada que se veía venir ante la creciente bronca con los sucesivos fracasos económicos del peronismo-kirchnerismo y Juntos. De todos modos, aún cabe la pregunta ¿qué tan sólida era realmente la base electoral que le permitió a LLA obtener el 55,65% de los votos? Si bien es cierto que existía, y existe, un sector que lo respaldaba ideológicamente, no es menos cierto que el denominado “voto bronca” motorizó un amplio grupo del electorado. Fernando Rosso [1] , por ejemplo, ha expresado sus dudas respecto de un desplazamiento ideológico masivo de la sociedad argentina hacia la derecha. Más que una fórmula estanca, habría que atender a las dinámicas fluctuantes que nos presenta una coyuntura incierta. Los distintos discursos anti-regulacionismo, anti-estatales, ¿se deben tanto a un cambio ideológico como a un hartazgo ante el estancamiento crónico? Además, como ha sido reflejado en distintos estudios, está extendida la idea de que la casta es el otro, o de que el ajuste es sobre los demás. La realidad es que el proyecto de Milei representa un “plan de guerra” contra los trabajadores y el pueblo. Las condiciones materiales de la experiencia con LLA en el poder, pueden poner en cuestión sus propias bases de sustentación.
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Por otra parte, es menos explorado el factor internacional, donde se combina una oleada de nuevas derechas, representadas por Trump y Bolsonaro, y un intento de ultra neoliberalismo a destiempo, sin las condiciones materiales que le dieron origen. Si bien toman muchos slogan y políticas de figuras como Thatcher, la hegemonía neoliberal que la sustentaba, desde 2008 no es más que un “neoliberalismo zombie”. Para los casos latinoamericanos, donde hubo gobiernos más abiertamente neoliberales como en Chile o Colombia, éstos terminaron con fuertes estallidos sociales. En otro orden, la acción deliberada de sectores del empresariado criollo para impulsar la figura de Milei, es otro de los elementos que cabría profundizar. Más allá del sector editorial que se menciona, recientemente La Cámara Nacional Electoral, por ejemplo, ha advertido de gastos no declarados, invertidos en publicidad [2] , y fue de público conocimiento la extensa estadía de más de 2 meses del presidente electo en un hotel de la desarrolladora IRSA de Eduardo Elsztain, además del importante espacio mediático cedido por los grandes grupos de comunicación.
Desde nuestro punto de vista, este análisis debemos complementarlo con una estrategia para luchar por otro sentido común y por una salida real en beneficio de los de abajo. Lo que podemos entender como una “crisis orgánica”, es decir, una crisis de representación política ante el fracaso de un proyecto burgués, puede dar lugar a cambios bruscos de la situación política y a cambios en la forma de pensar. Como dijera Gramsci [3], cuando estas crisis se manifiestan, las situaciones se tornan delicadas, dado que abren el camino a soluciones por la fuerza o la intervención de “fuerzas oscuras”, representadas por personajes providenciales o carismáticos. Pero también pueden dar lugar a la actividad de ciertos sectores de masas, que mediante sus caóticas reivindicaciones pongan en cuestión aspectos del funcionamiento del sistema.
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En los primeros meses desde la asunción de Javier Milei, la experiencia vital de los simpatizantes y votantes de LLA no ha logrado distanciarse demasiado de lo ocurrido en los últimos diez años. Si bien parte del personal político que ejerce el gobierno es nuevo, figuras como las de “Toto” Caputo o Sturzenegger vienen de gobiernos previos, incluso al de Macri, cuyas trayectorias se remontan a la época de De la Rúa. Lo mismo sucede con Patricia Bullrich, ex presidenciable de Cambiemos, o la de Daniel Scioli, ex presidenciable kirchnerista-peronista. La “casta de los políticos ladrones” empieza a ser metabolizada a partir de todo tipo de dificultades para mantener ciertos niveles de gobernabilidad. Las contradicciones abundan, mientras que la economía, lejos de despegar, por ahora se hunde aún más.
Más allá de las promesas de “luz al final de un túnel”, en los sectores menos ideologizados de la base mileísta, el malestar se hace presente y comienza a retroceder en las encuestas [4]. ¿Hay posibilidades de tener éxito económico en lo personal mientras la economía se hunde? ¿Cómo podría reaccionar el emprendedurismo a una caída abrupta del consumo como subproducto de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios o el aumento del desempleo? Por otra parte, los datos de pobreza [5] crecientes, cerca del 60% según la UCA, encienden las alarmas. Cada vez son más aquellos que no llegan a fin de mes, que terminan pagando en cuotas las compras en el súper, o que abandonan las escuelas o universidades desfinanciadas. Estos hechos, que afectan al conjunto de la sociedad, también lo harán con los sectores populares que votaron a Milei buscando un cambio.
La experiencia en el poder de LLA, en la medida que sus políticas en favor de las grandes multinacionales y los organismos de crédito, como el FMI, termine por arruinar en el largo plazo, aún más, la maltrecha economía, posiblemente desarrollará nuevas experiencias vitales opuestas al ultra neoliberalismo. El peronismo y el kirchnerismo, por ahora, se muestran como espectadores con voluntad de garantizar gobernabilidad, por lo que hoy no son una alternativa real (más que en el terreno electoral) al mileísmo y su ataque en curso.
Ante esta situación, se comienza a poner en pie un movimiento de resistencia desde abajo que tuvo distintas expresiones. Los cacerolazos autoconvocados, la afluencia masiva al paro convocado por la CGT, las asambleas barriales y las manifestaciones contra la Ley Ómnibus, en las que la izquierda tuvo una fuerte presencia, fueron algunas de las maneras en las que se expresó el sector que ya se había opuesto a Milei en las elecciones. El crecimiento de la conflictividad social, de la lucha de clases, ante la caída de los salarios, cierre de empresas, o el aumento del desempleo, puede ser un factor que ponga en cuestión el proyecto mileísta. Más allá de las experiencias individuales de los sujetos, en decenas de barrios, fábricas, oficinas, escuelas y facultades, se comienza a tramitar la vivencia bajo un intento de ultra neoliberalismo. Lejos de una visión estática de la realidad, hay que ver cómo impacta el contraste entre el discurso libertariano y la realidad.
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