Después del debate acerca de la promoción de la canción Puta de Jimena Barón, la guionista Carolina Aguirre volvió a agitar las redes sociales con su “retirada” del feminismo. ¿Sororidad es no discutir?
Celeste Murillo @rompe_teclas
Viernes 14 de febrero de 2020 08:53
La guionista Carolina Aguirre anunció en Instagram que se “retiraba” del feminismo. Después de intervenir en el debate desatado por la promoción de la canción “Puta” de Jimena Barón y criticar la postura regulacionista de la cantante, Aguirre se quejó de las discusiones, ataques y dijo que ella “no necesitaba al feminismo”.
En su descargo, Aguirre dice, “Yo no estoy precarizada y tengo el trabajo de mis sueños. Yo gano como un hombre. Yo salgo primera en la lista de columnistas de un diario encima de los tipos. Yo a un tipo que me pega le destruyo la vida, no vivo aterrada. Yo no necesito el feminismo”. Es una buena noticia para Aguirre tener el privilegio de pertenecer a una minoría de mujeres que no sufre los problemas de la mayoría, que son trabajadoras, jóvenes y pobres.
Y no es la primera ni la única mujer en el mundo que dice que no necesita al feminismo porque “ya tiene todo”. Pero quizás su “retirada” del feminismo tenga más que ver con eso que con los debates en redes sociales. Ningún movimiento contra la opresión está relacionado con las necesidades individuales de una persona, sino con cuestionar y luchar contra prejuicios e injusticias de sociedades que ostentan el nombre de democracia pero degradan a sectores de la población por su género, su etnia, su sexualidad o su identidad.
No se trata de que gradualmente haya más mujeres que puedan ascender en las jerarquías reservadas a los varones, sino de desarmar los cimientos que sostienen la opresión de la mayoría, aun cuando una minoría sea parte de las elites políticas, esté en lugares de poder y comparta privilegios masculinos. No es que eso no sea feminismo, es un tipo de feminismo (liberal), que se transformó en estándar cultural y discurso político compatible con las democracias capitalistas.
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El feminismo no es homogéneo, tampoco es prolijo o, mejor dicho, tiene todas las desprolijidades de un movimiento social vivo. Es muy conveniente utilizar prejuicios machistas y opinar que las mujeres que discuten son agresivas y no, por citar solo un ejemplo, las formas de dirimir la interna del sindicato de choferes de colectivos. De hecho, varios saludos de simpatía con la “retirada” de Aguirre tienen más que ver con oponerse al feminismo o sus cuestionamientos que a solidarizarse con ella.
Aunque no siempre sea visible, al interior del feminismo hay corrientes políticas e ideológicas diferentes y se discute mucho. Cualquier persona que haya participado de asambleas, charlas o reuniones lo sabe. Por otro lado, muchas discusiones en redes sociales suelen tener más repercusión en medios de comunicación que en los barrios, los lugares de trabajo, los colegios o facultades. No quiere decir que sean temas más o menos importantes.
Las redes sociales son el ámbito donde suceden muchas discusiones con repercusión reciente. Las redes tienen un papel importante (basta recordar el hashtag #NiUnaMenos) y son parte de la conversación política, pero a veces también pueden obturar debates. ¿Cómo? Limitando las posturas posibles a favor y en contra, centrándose en las personas y menos en las ideas, reproduciendo prejuicios, cosas que pasan en las discusiones en general pero se intensifica en las redes. También pueden recortar debates que son vitales (por ejemplo, la deuda externa que negocia el gobierno con el FMI o el ajuste de las jubilaciones, que todas sabemos que afectan mayoritariamente a las mujeres) y dar un lugar sobredimensionado a otros.
Sororidad y debates más allá de los clics
Los medios de comunicación hacen su parte y reproducen hasta el hartazgo cualquier debate que no moleste demasiado pero alimente los clics, porque para ellos en definitiva se trata de un negocio. La guionista dice, “me expulsaron, me asustaron, me espantaron, me enfermaron la vida. Y están incluidas muchas feministas que se la pasan haciendo comentarios mentirosos, faveando insultos gratuitos”, dijo.
En las discusiones intensas en redes sociales acerca de Jimena Barón hubo banalizaciones, acusaciones cruzadas e insultos, se polarizaron y ridiculizaron posturas. Nada de eso ayudó al debate sobre la prostitución, que tiene décadas en el movimiento feminista y con relevancia y vigencia indiscutibles. Reducir el debate solo dos posturas posibles, abolicionismo o regulacionismo, dificulta reflexionar y discutir los problemas sociales que se multiplican alrededor de la prostitución. No existen soluciones sencillas ni respuestas fáciles a las preguntas que surgen alrededor de la práctica de la prostitución. En ese sentido, La Izquierda Diario publicó un dossier con la intención de ampliar los debates sobre esas preguntas.
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En esta como en otras discusiones, quien no adhiere a las dos posturas únicas recibe críticas de ambos lados, que tampoco tienen posturas homogéneas, no existen programas “oficiales” del abolicionismo ni del regulacionismo. Y no ninguna de las posturas en debate debería ir en detrimento de los derechos que exigen las personas en situación de prostitución, o de la defensa ante las represalias que sufren quienes se organizan o el hostigamiento de las fuerzas represivas. Existen otras formas de debatir, también de reflexionar y volver a poner en debate las conclusiones.
En medio del debate sobre la prostitución y Jimena Barón se utilizó el argumento de la sororidad, según el cual discutir entre mujeres no ayuda a las mujeres. En realidad, la sororidad se refiere a la solidaridad entre las mujeres en las sociedades patriarcales, al margen de que no es un concepto ni absoluto ni indiscutible. De hecho existen muchos debates: ¿la sororidad trasciende las clases sociales? ¿Es sorora la gerenta de una empresa con las trabajadoras? ¿Contrastar programas y pelear por ideas políticas en el movimiento de mujeres es poco sororo? La realidad es que las discusiones son inevitables, como en cualquier movimiento político. Y el feminismo, al ser un movimiento donde conviven diferentes programas e ideas políticas, perspectivas de clase, no está exento.
Judith Butler en su conferencia en la Universidad Nacional Tres de Febrero en 2019, se refirió a las potencialidades del movimiento en Argentina y dijo, “me gusta la figura de la marea, porque es dinámica, resiste y tiene un futuro impredecible”. Hay algo interesante en ese concepto, que se instaló para hablar del movimiento por el aborto legal en nuestro país, que remite no solo a la fuerza de la movilización sino también a lo que deja cuando se retira momentáneamente. La marea verde puede haberse retirado de la calle luego del rechazo en el Senado del proyecto de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, pero su impacto dejó debates abiertos, polémicas y reflexiones que resurgen.
Hoy, cuando vuelve a abrirse la discusión sobre el aborto legal, cuando se ponen en movimiento los sectores conservadores contra cualquier conquista en materia de derechos, muchos debates vuelven a la superficie. Discusiones en los medios, la persistencia de la la negativa de derechos elementales, la misoginia en la política (que sobrevive a los cupos y nombramientos particulares), las publicidades machistas, la homofobia y la transfobia, todo es materia de cuestionamiento y es una buena noticia. Todo lo que estaba naturalizado ya no lo está. Eso es lo que más incomoda del feminismo y el movimiento de mujeres, especialmente cuando tiene que ver con los problemas de la mayoría de las mujeres, esos que Carolina Aguirre no tiene. No es momento de silenciar ningún debate.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.