Trece años han pasado desde la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, hecho que marcó el comienzo de una crisis económica internacional de magnitud histórica, que puso en jaque al orden neoliberal construido durante las décadas previas.
Jueves 16 de septiembre de 2021 00:16
Iniciando con el estallido de burbujas financieras, la crisis pasaría rápidamente a expresarse en el terreno de la economía real. Luego de su primera manifestación en Estados Unidos, su epicentro se trasladaría a la Unión Europea, para repercutir después en el resto del mundo.
Desde entonces, la política de los distintos gobiernos alrededor del mundo fue descargar la crisis sobre el pueblo trabajador, mediante endeudamiento público para rescatar a banqueros y empresarios, ajustes al gasto social, privatizaciones, despidos, paros técnicos y otras medidas pro patronales, todo para amortiguar el golpe y evitar escenarios más catastróficos, como el de la Gran Depresión de los años 30 del siglo XX.
Así, mediante la gestión de la crisis, lo que consiguieron los capitalistas fue la llamada Gran Recesión, con bajos índices de crecimiento y débiles signos de recuperación que no terminaron de concretarse.
Sin haberse superado del todo el periodo previo, para finales de 2019 ya se preveían nuevos nubarrones económicos, y entonces llegó la pandemia, que aceleró y profundizó esas tendencias, con respuestas similares por parte de los gobiernos, nuevas políticas de rescate empresarial y durísimas consecuencias para la clase trabajadora y el pueblo pobre.
Nuevos fenómenos políticos
A trece años de Lehman Brothers, sus consecuencias económicas y sociales han dado lugar al surgimiento de nuevas formas de pensar, procesos de polarización y novedosos fenómenos políticos alrededor del mundo, tanto a izquierda como a derecha.
Por derecha, vimos por ejemplo el Brexit y el surgimiento de nacionalismos xenófobos en Europa. En Estados Unidos, el ascenso de Donald Trump con su “América first”, que se tradujo, por ejemplo, en la ruptura de varios acuerdos multilaterales, un endurecimiento de su política hacia Latinoamérica y una agudización de la disputa con China por la supremacía tecnológica, bajo la forma de una guerra de aranceles.
En América Latina, durante este periodo llegó a su fin el primer ciclo de los llamados progresismos, con el golpe institucional en Brasil que condujo a la llegada de Bolsonaro al poder, la vuelta de la derecha con Macri en Argentina y el golpe de Estado en Bolivia, por mencionar algunos de los procesos más importantes.
Por izquierda, surgieron formaciones neorreformistas como Syriza en Grecia, cuyo gobierno al servicio de la troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea, Banco Central Europeo) dio paso a la llegada de la derecha al poder. Por su parte Podemos, en el Estado Español, también mostró sus enormes límites y terminó integrándose a un gobierno de coalición con el imperialista y pro monárquico PSOE.
En América Latina, la continuidad de la crisis económica y la inestabilidad política sobre la que se asentó la derecha, dieron paso a la vuelta de la centroizquierda en Argentina con Alberto Fernández, al triunfo electoral del MAS en Bolivia o a fenómenos como el ascenso de López Obrador en México y de Pedro Castillo en Perú, configurándose de conjunto una suerte de reedición tardía -y con mayores elementos de continuidad con el pasado- del “progresismo” latinoamericano.
En Estados Unidos, luego del asalto al Capitolio durante los últimos días de la administración Trump, Joe Biden asumió la presidencia generando ilusiones de cambio en amplios sectores, avanzó con medidas de contención de la crisis, como paquetes billonarios de ayuda a familias y empresas, y con una importante inversión en infraestructura. Sin embargo, su “luna de miel” terminó abruptamente el pasado 15 de agosto, con el regreso de los talibanes al poder en Afganistán luego de 20 años de ocupación imperialista, lo que pone en cuestión el papel de los Estados Unidos como policía del mundo, además de conducir a un escenario de mayores tensiones con potencias como China y Rusia.
Nuevos ciclos de lucha de clases
Íntimamente ligada a la dinámica política del mundo post Lehman, la lucha de clases también ha entrado en escena recorriendo países y continentes.
Un primer ciclo de ascenso de la lucha de clases estuvo marcado por la Primavera Árabe en el norte de África y el Medio Oriente, con su expresión más desarrollada en Egipto, en donde emergió un proceso revolucionario que fue contenido, desviado y finalmente aplastado por la contrarrevolución. En otros lugares, como Siria, el proceso se transformó en una guerra civil reaccionaria, con la intervención el imperialismo norteamericano por un lado y Rusia, como potencia regional, por otro.
La influencia de los levantamientos en el mundo árabe dio lugar a fenómenos como el de “los indignados” en el Estado Español, que se extendió a otros países. También durante este periodo se desarrollaron otros importantes movimientos de masas como el de la “juventud sin miedo en Chile”, la ocupación de la Plaza Taksim en Turquía, la “revolución de los paraguas en Hong Kong”, el movimiento “passe livre” en Brasil, Occupy Wall Street en Estados Unidos, la “primavera del maple” en Canadá o el #YoSoy132 y posteriormente el movimiento por Ayotzinapa en México.
A partir del 2019, la irrupción de los “chalecos amarillos” en Francia marcó el inicio de un nuevo ciclo de lucha de clases, en muchos casos a pesar de la pandemia, con revueltas y rebeliones desde el extremo oriente en Hong Kong hasta Irán, Irak y Líbano en el medio oriente, pasando por la resistencia al golpe militar en Myanmar; junto a otros procesos como las grandes huelgas en la India, levantamientos en Argelia o la reactivación del movimiento independentista catalán.
En América, este segundo ciclo se ha expresado con procesos tan importantes, aunque contenidos y desviados, como la rebelión en Chile contra 30 años de neoliberalismo, la lucha en Ecuador contra el aumento de los combustibles, la resistencia al golpe en Bolivia o la revuelta de la juventud colombiana, hasta llegar al movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, con repercusiones internacionales.
A trece años de la caída de Lehman Brothers, una de las lecciones más importantes para la clase trabajadora y los pueblos oprimidos es la necesidad de construir partidos revolucionarios -como parte de la lucha por poner en pie una internacional de la revolución socialista- que organicen a la vanguardia de los trabajadores, las mujeres y la juventud, apostándose por la auto organización independiente de las masas, para pasar de la resistencia, las rebeliones y las revueltas a la apertura de procesos revolucionarios, que abran el camino hacia la victoria sobre los capitalistas y sus Estados, que sólo tienen para ofrecer mayor explotación, miseria, guerras y la destrucción del planeta.