Este primer año del gobierno de la Cuarta Transformación, los trabajadores protagonizaron importantes luchas en todo el país, expresión de que buscan un cambio en sus condiciones laborales y salariales.
Domingo 1ro de diciembre de 2019
Este domingo primero de diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador entregará su primer informe de gobierno. El gobierno llega a este punto gozando todavía de un importante apoyo popular, el cual es resultado de las expectativas generadas desde la misma campaña electoral, en la cual millones de personas consideraron que el MORENA y su candidato podían ser una alternativa al neoliberalismo.
El discurso de AMLO en ese sentido fue acompañado de algunas medidas políticas, presentadas como una “ruptura con los gobiernos del PRIAN”, como es la lucha “contra la corrupción”, así como el despliegue de programas de apoyo a la juventud y a los adultos mayores
Sin embargo, este primer año estuvo también marcado por la continuidad, en aspectos centrales, de las políticas impulsadas por las administraciones previas. La “austeridad republicana” lejos de tocar el bolsillo de los altos funcionarios, se ha traducido en el despido de miles de trabajadores estatales, topes salariales por debajo de la inflación y recortes a cultura, ciencia y educación, la continuidad de la militarización del país con la Guardia Nacional, las negociaciones para aprobar el T MEC, que por pedido explícito del partido republicano fue aprobada la reforma laboral como requisito indispensable.
Es en este panorama que los trabajadores han salido a luchar ya sea bajo las expectativas de lograr cambios que reviertan los duros ataques de los anteriores gobiernos o de manera defensiva, frente a los aspectos más reaccionarios de la política obradorista.
Desde el corazón de la maquila en Matamoros
A inicios de año y como parte de las promesas de campaña, el gobierno obradorista impulsó un aumento del salario mínimo en la frontera norte del país. Esto representó un aumento objetivo para una minoría de los trabajadores, ya que el grueso gana más que el salario mínimo.
Sin embargo, la patronal vio en este decreto la oportunidad de golpear las prestaciones laborales de los trabajadores: aceptaron el aumento salarial a cambio de no pagar los bonos anuales que los trabajadores de la maquila reciben año con año.
Esta negativa patronal, en el marco del decreto de aumento salarial y con más confianza de salir a luchar que en otros sexenios, se tradujo en una huelga que como chispa en pradera seca se extendió en horas por todo Matamoros, Tamaulipas.
En un par de días ya estaban paralizadas 90 fábricas: entre 40mil y 90mil obreros de la maquila en paro.
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Esto fue una enorme muestra de las tendencias a la centralidad del proletariado industrial y la recuperación de los métodos clásicos como el paro, la huelga y la movilización de miles de trabajadores, un estallido que tomó por sorpresa al gobierno de Morena encabezado por Francisco García Cabeza de Vaca, a la patronal y a la burocracia sindical de la Confederación de Trabajadores de México.
Las demandas centrales de los obreros fueron claras: no represión a ningún trabajador que participe del movimiento, un aumento salarial de 20% y un bono anual por 32mil pesos, nacía el movimiento 20/32.
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La masividad del movimiento tuvo tendencias iniciales de organización desde la base, dónde los delegados y el aparato de la burocracia sindical se vieron rebasados y obligada a retomar el emplazamiento legal a huelga.
En esta lucha, las obreras jugaron un rol fundamental, siendo la mayoría del movimiento y teniendo roles activos de principio a fin en la lucha. El movimiento rápidamente se convirtió en una hidra. Primero cincos paros por el 20-32, se convirtieron en huelga, luego pasó a 45 empresas y al poco tiempo a 35 más, sumando 90 empresas. Cuando la patronal pensaba que negociar detendría el movimiento éste se extendió y llegó a Coca Cola, Blanquita, Vakita, S Mart, guarderías.
El enfrentamiento con la burocracia sindical abrió una discusión en torno a las perspectivas de recuperar las organizaciones obreras, así como un debate respecto a la política para el desarrollo de la lucha en Matamoros, particularmente con la política impulsada por la abogada Susana Prieto sobre la creación de un nuevo sindicato.
La lucha terminó en una victoria parcial, en la que si bien se consiguieron las demandas económicas, sin embargo, la patronal avanzó con el despido de más de 5mil obreros activos en el conflicto. Pese a esto, la lucha obrera cambio el estado de ánimo de los trabajadores de la zona y que seguramente contagió a miles de obreros industriales en el norte del país.
Los trabajadores universitarios toman la bandera
No terminaba el movimiento 20/32 en la frontera norte cuando los trabajadores de 6 universidades decidieron irse a huelga, en respuesta a un aumento salarial fijado por el gobierno de la Cuarta Transformación por debajo de la inflación.
Es así que los trabajadores universitarios irrumpen con fuerza en la escena política nacional con un claro mensaje desde las universidades: basta de salarios de miseria y alto a la precarización de las condiciones laborales.
Nuevamente con las mujeres trabajadoras al frente de las huelgas, comenzó una incipiente coordinación de los sindicatos en lucha para impulsar movilizaciones en común.
Sin embargo, estas huelgas, producto de las lejanías entre cada universidad, enfrentaron una cara más dura del gobierno federal. El cual, a través de distintas instituciones, presionó a los sindicatos.
La coordinación inicial entre las direcciones sindicales fue formal, burocrática y evitó la confluencia de la base trabajadora, lo cual propició levantamientos desordenados de las huelgas, perdurando centralmente la huelga de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Hacia el 1 de mayo el presidente recibió a todas las direcciones sindicales, incluso a las priistas de la CTM, pero como un mensaje contundente dejó fuera a miles de familias de la UAM y a su representación sindical, todo mientras se tomaba fotografías junto a María Luisa Alcalde y Carlos Aceves del Olmo, secretario general de la CTM.
Diputados del Morena de la Ciudad de México sugirieron la intervención directa del Estado para levantar la huelga. Tras tres meses de huelga, los trabajadores de la UAM no pudieron conquistar sus demandas salariales y consiguieron solamente algunas demandas internas.
El triunfo de esta no fue posible, en el sentido de que se resolvieran íntegramente las demandas del movimiento, fundamentalmente porque los sindicatos democráticos no realizaron una campaña de solidaridad activa como fue el caso de la Unión Nacional de Trabajadores, la Nueva Central de Trabajadores y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación como el paro laboral en solidaridad para obligar a la patronal a ceder a los reclamos de los huelguístas.
El resto de sindicatos levantaron de una manera similar. Pese a la derrota parcial sufrida, miles de trabajadores universitarios realizaron una cruda experiencia frente al gobierno obradorista. Esto abre el camino para sacar valiosas lecciones que deben ser revisadas en el marco de los nuevos emplazamientos a huelga por demandas salariales y contractuales, como parte de preparar una pelea en mejores condiciones, apostando a la unidad en la lucha, con independencia y sin ninguna confianza en el gobierno y sus instituciones, y la coordinación con el conjunto de los trabajadores de la educación, en particular el magisterio combativo que, en los años previos, a mostrado sobradamente su capacidad de lucha.
Los trabajadores estatales contra los recortes y despidos.
El plan económico del gobierno obradorista contemplaba programas asistencialistas que no podían ser puestos en marcha sin un adelgazamiento del Estado, esto implico el despliegue de un discurso contra los “aviadores” para justificar el inicio de despidos masivos en distintas dependencias estatales como el SAT, la SEMARNAT, el DIF, la Secretaría de Cultura, Notimex, entre otras dependencias.
El gobierno se valió de la precarización laboral y del control charril de los sindicatos estatales para dejar en la calle a miles de trabajadores precarios que de un día para el otro quedaron sin sustento para sus familias.
Estas condiciones laborales y sindicales propiciaron una lucha espontánea de los trabajadores estatales que impulsaron paros, bloqueos, asambleas y movilizaciones.
La brutalidad de las cifras que proyectan el despido de más de 227mil trabajadores estatales, cuatro veces los despidos de Luz y Fuerza del Centro. Una operación que si bien tuvo la refracción de miles de trabajadores que en distintos Estados pelean contra los recortes y despidos, dicha política sigue y seguirá vigente durante el sexenio, lo que no descarta que veamos movilizaciones durante los próximos meses.
La propia lucha, ha arrojado sus primeras conclusiones para fortalecer la misma: la necesidad de la unidad entre trabajadores precarios y basificados y la democratización de los sindicatos estatales.
En este marco, la campaña Queremos trabajo digno ha tomado relevancia, no sólo por el despido de 3 mujeres que impulsan la campaña, una de ellas (Alejandra Sepúlveda) embarazada, quienes han peleado por abonar a la perspectiva que arriba planteamos, peleando en cada espacio que los sindicatos que se reclaman democráticos para que estos asuman como suya la perspectiva de la lucha contra la austeridad republicana y por la basificación de los trabajadores precarios, así como la coordinación entre los distintos sectores en lucha.
Luchas obreras por todo el país
A este panorama habría que agregar las luchas que dieron otros sectores de trabajadores, como el paro de Coca Cola en cinco centros de distribución en la zona metropolitana del centro del país contra la precariedad laboral y el paro en Corona, la cervecera más grande del país.
Una lucha que inició el año fue el paro indefinido de La sección XVIII del magisterio michoacano, bloqueando las vías férreas de la zona industrial y dando un duro golpe a las principales industrias que fueron imposibilitadas de movilizar sus mercancías.
¿Vamos a lo que resta de un sexenio sin contradicciones?
El gobierno obradorista llega tarde a un escenario económico internacional signado por la crisis económica, en la que la posibilidad de responder a las aspiraciones populares está condicionada por el factor económico.
El gobierno está flanqueado por una tendencia a la recesión que está por definirse en los próximos meses, de esto dependerá en gran medida a qué velocidad y que tan profundo tendrán que ser los recortes al gasto público, lo que podría acelerar la lucha de los trabajadores estatales y sin duda dinamizar al gremio universitario que se mantiene con movilizaciones cada vez más frecuentes.
Si bien el gobierno basa su fortaleza en las ilusiones de millones que lo ven como una alternativa al neoliberalismo, justamente las expectativas existentes, en un contexto latinoamericano marcado por la emergencia de revueltas y rebeliones de masas, puede empujar nuevos procesos de resistencia obrera y popular, donde tendrán mucho que decir los trabajadores que han protagonizado luchas en los años previos, desde las y los obreros de las maquiladoras, hasta el magisterio combativo.
Es en este marco que los trabajadores tenemos que asimilar las principales lecciones de estas valiosas luchas y prepararnos para un futuro en el que es probable que tengamos que salir a luchar más temprano que tarde, para lo cual es fundamental construir una gran organización obrera, socialista y revolucionaria.
Es en esta perspectiva que es necesario levantar agrupaciones clasistas dentro de los sindicatos que peleen por recuperar los sindicatos, echando a la burocracia sindical, para que los trabajadores sean quienes decidan sobre el rumbo de sus luchas, con plena independencia política del gobierno y los partidos del congreso y que planteen una ruta combativa frente a los ataques. En esa perspectiva surge la red de agrupaciones clasistas que agrupan a Desde las Bases STUNAM, Desde las Bases Telefonistas, Nuestra Clase (agrupación magisterial), Altavoz (agrupación en estatales) y Contracorriente SITUAM, a la cual te invitamos a sumarte.