En las redes sociales y medios de comunicación, ha generado una fuerte polémica la manera en la que AMLO se ha referido a estos medios, ¿qué hay detrás de esta disputa?
Miércoles 1ro de diciembre de 2021
Quienes anteriormente compartían la crítica a la derecha gobernante, medios y periodistas identificados con el progresismo y con la crítica al modelo neoliberal, hoy pareciera que escalan en la confrontación con el presidente. ¿Por qué AMLO descalifica a sus antiguos aliados?
La corrupción que no se va
Proceso, Aristegui Noticias, Contralínea y otros medios que no se han integrado de lleno a la 4T, han señalado prácticas de corrupción en distintos niveles de gobierno y en funcionarios del actual gobierno.
Ante ello, la política de AMLO, al igual que lo ha hecho con ecologistas, feministas y otros sectores ha sido la de señalar a cualquier periodista crítico como contrario al interés del pueblo, el cual sería el que su movimiento y su gobierno defienden.
Así ocurrió por ejemplo con Julio Astillero cuando tuvo que ir a la mañanera a argumentar y desnudar la manera en que se estaban otorgando 1,805 hectáreas de un terreno que tenía protección ambiental en San Luis Potosí a grupos empresariales, algo que AMLO había descalificado.
En esta ocasión, el señalamiento de que Aristegui nunca habría estado del lado del pueblo y la descalificación a un medio como Proceso (históricamente vinculado a posiciones de centro izquierda), ha cimbrado las redes, pues precisamente son los lectores y el público de estos medios, quienes, en gran medida representan la base social del obradorismo. Al menos del llamado “obradorismo crítico”.
La investigación que detonó estas declaraciones dan cuenta del manejo corrupto del programa Sembrando Vida, revela que la finca de cacao “El Rocío”, propiedad de los hijos del presidente, recibe beneficios de dicho programa a través del vínculo que existe entre ellos y el director técnico del programa, Hugo Chávez Ayala.
La respuesta de AMLO, no solamente que le da impulso al ataque de la derecha del PRIAN, sino que mina su apoyo dentro de la intelectualidad progresista y las clases medias que siguen estos medios.
La corrupción lejos de terminar, se mantiene en la nueva administración, y es que, más allá de las buenas intenciones de algún gobernante, la corrupción es estructural a la administración del Estado capitalista y se vincula con el ansia de ganancia empresarial que rige el sistema.
AMLO: conmigo o contra mi
Desde La Izquierda Diario, hemos abordado como el gobierno de López Obrador mantiene características de lo que en la teoría marxista se conoce como “bonapartismo”, un gobierno donde un líder carismático busca imponerse sobre el conflicto de clase inherente a la sociedad capitalista, llevando muchas veces a la implementación de medidas que cercenan las libertades democráticas en pos de la “defensa del pueblo”.
Este "bonaparte" es a su vez, en las sociedades latinoamericanas y especialmente en México, garante de mantener la subordinación del país a Estados Unidos, el país imperialista por excelencia que mantiene su dominación a sangre y fuego, o a partir de someter gobiernos "amigos". De este modo, se desata una dinámica donde, desde un discurso y una retórica que pone por delante a las clases populares, se mantiene la supeditación el imperialismo y la dependencia estructural, ocupando la represión ahí donde es necesario.
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En el caso de AMLO, el nivel de popularidad que mantiene, sobre todo dentro de sectores populares hartos de la hipocresía y el cinismo de la derecha del PRIAN, o que se han visto beneficiados por algún programa social, le lleva a confrontar con medios que en otros momentos elogiaba.
Sin duda, este choque es resultado de la incapacidad del ejecutivo de lograr terminar con la corrupción aún en su círculo cercano, incluso dentro de su familia, así como de la soberbia de un gobernante que se siente fuertemente respaldado por sectores amplios de la sociedad.
No obstante, este conflicto abre la discusión respecto a que los problemas más importantes que atraviesa el país, como lo es la corrupción, no se han solucionado, siendo AMLO y Morena incapaces de terminar con los negociados que emanan de la administración estatal, y es que, los socialistas tenemos claro que solamente un gobierno de y al servicio la mayoría trabajadora (no como hoy que se gobierna al servicio de los empresarios), podrá terminar realmente con la corrupción.
Mientras tanto, hay que defender a periodistas, líderes comunitarios, feministas, dirigentes obreros, ecologistas y a todo aquél que cuestione a la 4T por izquierda, enfrentando a aquellos que aplauden sin pensar cualquier medida y declaración del presidente, así sea hablar contra los mismos que antes apoyaba, o incorporar a derechistas como Manuel Espino a las filas de Morena.
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