El 19 y 20 de abril se llevó adelante Encuentro Feminista Internacional organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo (FRL), con sede en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. En el evento titulado “Radicalizar la democracia: estrategias feministas ante la nueva derecha” constó de más de 20 paneles sobre diversos temas, donde debatieron referentes de diversas organizaciones feministas, con militancia política, sindical, social en diversos ámbitos.
Reproducimos a continuación la participación de Cecilia Mancuso de Pan y Rosas, investigadora en temas relacionados a la violencia de género en la Universidad de Comahue. Estuvo en el panel “Ni Una Menos: Violencia de género” junto a Mercedes Trimarchi (Isadora), Mariela Solesio (Plenario de Trabajadoras), Jose Kelly (La Cámpora), Rayen de los Santos (Movimiento Evita) y Eugenia Bulacio (Ciudad Futura). Se pusieron en común experiencias y recorridos en el abordaje de la violencia de género, la prevención y las posiciones posibles frente al punitivismo.
Debates feministas: violencia de género
No se puede empezar sin abrazar fuerte a nuestras universidades públicas, en este momento en el que están siendo atacadas por el gobierno de Milei, con ajustes brutales que ponen el peligro su funcionamiento y también con sus definiciones ignorantes en las que las describe como centros de adoctrinamiento. Pero en todo el país se levanta la comunidad universitaria demostrando su resistencia a este ataque, así que redoblar la invitación a ganar las calles el próximo 23 de abril en todo el país, por la triplicación del presupuesto y los reclamos salariales de la docencia y no docentes, y hacer llegar un saludo para el Comahue de donde vengo que está demostrando su memoria y su tradición de lucha en defensa de la universidad.
Nos solidarizamos con las reconocidas intelectuales feministas Nancy Fraser, Judith Butler y otres intelectuales y referentes políticos, incluso de origen judío, censurados en Alemania y otros países por expresar su solidaridad con Palestina.
También manifestamos nuestra solidaridad con las mujeres y todo el pueblo palestino, víctima del genocidio del Estado de Israel.
Esta claro para todas nosotras que en Argentina gobierna un presidente que niega la violencia contra las mujeres. El propio Milei, pero también sus voceros y representantes, reproducen por todas las vías de comunicación gubernamentales esta idea medieval, ya superada por la lucha del movimiento de mujeres y diversidad cuando llenamos las calles al grito de NI UNA MENOS de que no existe la violencia machista y menos aún las brechas estructurales de desigualdad que atraviesan cada ámbito de nuestras vidas. Es decir, es una ideología reivindicativa del estado. Y por si eso no fuera suficiente, despliega otra maniobra ideológica, al despolitizar el contenido de la violencia machista y convertirla en un “delito”, uno más entre otros.
Si se tratara de un delito, como otros, como robar un auto a mano armada o matar a una persona en un asalto, entonces se pierde de vista las causas estructurales, las raíces de esa violencia en una sociedad patriarcal que queremos transformar de raíz.
Pero este intento por convertir una de las manifestaciones del machismo en un delito penal, que es funcional al discurso de Milei y los libertarios contra el feminismo, no surgió ahora. Es el resultado de un largo proceso, en el que incluso ciertas miradas punitivistas feministas, también participaron. Y por eso, me gustaría puntualizar en esta transformación de la lucha contra la opresión a miradas con foco en la violencia, debate que es pertinente entre quienes intervenimos y militamos en el movimiento de mujeres y diversidad.
En la década del 70, como bien señala la jurista italiana Tamar Pitch, la noción de opresión - contra las mujeres- era una categoría central del lenguaje político de la izquierda, que fue tomado por el feminismo para definir la situación que vivian las mujeres en terminos de desigualdad, discriminación y subordinación, como problema estructural.
Eran tiempos de politización de la vida cotidiana como práctica del feminismo que cuestionaba mandatos de maternidad y cosificación. La opresión era entonces lectura de una situación de desigualdad profundamente estructural bajo el capitalismo y una postura política de la lucha del feminismo, en términos de emancipación para las mujeres pero para el conjunto de la humanidad. Como bien señala Catalina Trebisacce, “En la década del ’70 denunciar violencias no tenía ese sentido, porque la violencia era también una herramienta de transformación”
Sin embargo, en la década del 80 y con el triunfo del neoliberalismo se produce un desplazamiento de esta idea de OPRESIÓN hacia el de VIOLENCIA. Aparece lo que Pitch, Trebisacce y otras autoras, señalaron como la estrategia más exitosa para la batalla política en esta nueva era neoliberal: la LENGUA DEL DERECHO.
El término violencia unifica y reduce el entramado complejo de discriminación, desigualdad y subordinación; y la traducción de demandas a la lengua del derecho reconfigura esas reivindicaciones históricas que tenían como norte el cambio social (porque entendían al patriarcado como sistema cultural funcional al capitalismo) a la producción legislativa como meta principal.
En el trabajo que desarrollamos junto a mis compañeras del Comahue, señalamos que la producción legislativa en materia de género, es una de las tomas de posición privilegiadas del Estado frente a un conflicto social o socialmente problematizado.
No es casualidad, entonces, que de la mano del neoliberalismo, desde la década del 80 en adelante se hayan producido importantes cambios institucionales y sanción de leyes vinculadas a demandas de reconocimiento y derechos civiles, pero también, de criminalización y castigo (que no pueden ser más que individualizados), para quienes reproducen explícitamente comportamientos acordes a la opresión, subordinación y discriminación sociales que siguen existiendo de los nuevos sujetos que el derecho comienza a reconocer.
El hito en este fenómeno es la sancion de la ley 26485, la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en ámbitos en que se desarrollen sus relaciones interpersonales: porque 1) extiende la concepción de violencia a una amplia gama de situaciones que exceden lo “privado”, 2) considera que es responsabilidad del estado “tomar cartas en el asunto”.
Si vemos los datos producidos por la profesora Emilia Alfieri en Argentina la producción legislativa en materia de género aumentó un 800% entre los años 2009 y 2019, si comparamos con la década de 1980. Pero acá va lo interesante: un 40% de esta legislación, responde al derecho penal; un 24% a derechos civiles; un 21% a prevención de violencia de género, 9% a salud y 6% a derechos laborales.
Esta noción de punitividad que describe Moira Perez, habla de un sistema de creencias y prácticas basadas en la idea de que el castigo es un medio adecuado para la resolución de conflictos (Pérez, 2021). Esta construcción no surge de la nada.
Estas respuestas no solo son impotentes frente al problema estructural de la violencia de género sino que profundizaron las demandas de criminalización frente al problema: “la criminalización refuerza la individualización de la atribución de responsabilidad” Con esto quiere decir que la responsabilidad penal es una responsabilidad PERSONAL: imputar el problema a individuos claramente identificables con la consecuencia de que solo estos se volverán responsables del problema. El contexto social, político y cultural en el cual el problema ocurre y es percibido, tiende a desaparecer en el trasfondo (...) la criminalización, mientras legítima el problema como de interés universal, individualiza la responsabilidad por él” (Pitch p. 137).
Especialmente en la militancia feminista, tenemos que ser conscientes de que este proceso, despolitiza y sobre todo se exculpa a la sociedad capitalista, el Estado, etc. como legitimadores de esa violencia. Y he aquí dos consecuencias inmediatas:
por un lado, si toda expresión de machismo ES violencia de género en términos de tipificación penal, pierde especificidad la violencia machista (su origen, sus causas, sus responsables principales)
por el otro, si la opresión se puede ir combatiendo mediante la traducción de las demandas a la lengua del derecho, codificándola y penalizando según el tipo, todas las violencias posibles en las que se expresa el machismo, se crea la ilusión de que el patriarcado caerá (incluso aunque persista el capitalismo como modo de explotación de la mayoría de la humanidad)
No es posible desarrollar acá el trabajo que venimos realizando en Neuquén junto a mis compañeras de la UNCO, pero si compartirles que a partir del trabajo de campo que estamos realizando, pudimos construir tres elementos en relación al problema de la violencia machista que son resultado del análisis sobre la aplicación de las leyes 2785 y 2786 de violencia de género vigentes en nuestra provincia, aunque seguramente sean de utilidad para pensar en otros lugares.
La falta de presupuesto, es una constante en los gobiernos: existen decenas de programas pero después es inviable garantizar medidas paliativas elementales y una política que ayude a todas las mujeres en situación de violencia que acuden en busca de ayuda a salir del círculo violento con trabajo y vivienda (para garantizar su independencia económica), escolaridad para sus hijxs.
Neuquén es la provincia récord de recaudación por Vaca Muerta y en 2023 fue tristemente récord en tasa de femicidio seguida por Chaco.
La inflación legislativa, en sintonía con lo que mencionamos, la idea de que frente a cada nuevo femicidio o expresión de violencia machista de lo que se trata es de sancionar una nueva ley, que se promete más efectiva que la anterior, sin haber reparado en el cumplimiento siquiera de la legislación anterior.
Por último, en sintonía con el avance del punitivismo, el castigo como respuesta. Tamar Pitch se pregunta “¿Qué torna a la justicia penal como solución más atractiva y o más accesible que otras soluciones?” Lo que se pretende “efectivo”, frente a este problema estructural que no se podrá resolver mientras vivamos bajo el capitalismo es que haya una ley que castigue el comportamiento. Es decir, “Construir un problema en términos de delito y presentarlo como una la respuesta más adecuada, pero como se pregunta Pitch, (¿Adecuada con respecto a qué objetivos? p. 135)
Una discusión estratégica en el movimiento de Mujeres
Por estos motivos, una tarea importante para cualquier movimiento feminista que se reivindique emancipador, es reconstruirse como movimiento político transformador, que ponga el foco en que la denuncia a cada situación de violencia debe ir de la mano de la pelea por tirar abajo el capitalismo.
Por eso, no hay para nosotras posibilidades de radicalizar esta democracia de y para la clase dominante, garante de la desigualdad y la explotación capitalistas. En el camino de arrancar al estado la mayor cantidad de derechos, y en el caso de la violencia de género, de todas las medidas preventivas y paliativas posibles, el norte del feminismo socialista que nosotras levantamos, se propone construir una herramienta de transformación revolucionaria.
Pelear en defensa de cada derecho conquistado, pelear por la emergencia en violencia de género cómo una necesidad imperiosa que no naturalice la realidad que viven millones de mujeres y que se vea como problema público pero también político, no es SOLO un problema de las mujeres.
Unidad del feminismo con la clase trabajadora, en defensa de los puestos de trabajo, una mujer sin trabajo es una mujer sin sostén para sus hijos, sin independencia económica; pelear por las jubilaciones, por la garantía de ingresos suficientes para subsistir. Por eso, si el ataque aparece fragmentado, la tarea también del movimiento de mujeres es ser parte de esa unidad en la lucha, propiciando el debate estratégico. Y también es la pelea porque la clase trabajadora considere como propia la lucha por la emancipación de cualquier opresión. Las comisiones de mujeres en los lugares de trabajo o que surgen a partir de conflictos, como ahora los despidos, son interesantes experiencias en ese camino.
Esa tarea no podemos pensarla en soledad, porque no se trata solo de defender derechos o conquistar nuevos, tiene que ser la construcción de una estrategia común, junto a la clase trabajadora y la juventud que se levanta en todo el mundo contra la guerra, las injusticias y las opresiones; y no puede detenerse en los límites de la democracia burguesa: la debe cuestionar, transformar esta sociedad de raíz y construir el socialismo. Retomando la apertura de las jornadas, no queremos una democracia con explotación, sino una sociedad verdaderamente igualitaria y libre de explotación y opresión, para el conjunto de la humanidad.
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