En medio de la huelga nacional aceitera de este año, un equipo de La Izquierda Diario + salió a buscar la respuesta a esa pregunta. Te lo contamos en un informe audiovisual con las voces de los protagonistas, impactantes imágenes y mucha data.
Sábado 23 de noviembre de 2024 23:15
Desde la ruta al río, pasando por las grandes aceiteras y sus puertos privados, nos encontramos con el complejo oleaginoso más poderoso del mundo. Una cosa es haberlo leído, otra es meterse dentro del monstruo. Una cosa es escuchar los impactantes números de las exportaciones o las polémicas por la “liquidación de divisas”, otra es acercarse a ese circuito que une campos sojeros, megaplantas que meten sus tentáculos en el Paraná y llegan hasta la Bolsa de Chicago, donde se termina decidiendo cuánto te cuesta comer.
Si uno se guía por los carteles en el frente de las fábricas, no quedan dudas de quiénes son los dueños del oro verde. Los logos de Cargill, Dreyfus, Bunge, Cofco lo dejan claro. Por las dudas, los mensajes también están escritos en inglés, francés o chino.
Los datos que habíamos anotado antes de salir se convertían en una escena impresionante.
Pero en el mismo momento que comenzamos el recorrido, el gigante se arrodillaba. La cámara empresaria tiraba la toalla arriba del ring. “Les pedimos que recapaciten” lloraba su vocero ante los medios nacionales. Iban 7 días de barcos varados, camiones estacionados, playas vacías, máquinas en silencio. Un delegado aceitero le respondía. “Juegan con nuestras necesidades pero les duele no poder producir. La huelga muestra quién genera la riqueza”.
Había que volver a la pregunta original. ¿Quién manda?
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El recorrido entre el megapuerto de Cargill en Villa Gobernador Gálvez y la planta de Renova en Timbúes, lleva casi 70 kilómetros. Es un resumen extraordinario de la irracionalidad capitalista.
A cada paso, un contraste.
De un lado, la moderna planta de Renova, que se jacta de tener la mayor capacidad de “crushing” del mundo. Puede procesar 38 mil toneladas en solo un día. Del otro, el precario asentamiento de las familias pescadoras. Un hombre rema hasta la costa. Antes de bajarse del bote cuenta sábalos y dorados. Se queja del polvillo de cereales y saluda antes de meterse en el monte.
De un lado, los lujosos edificios de Puerto Norte. Cuando cae el sol la gente bien se mete en los gimnasios con vista al río o sale a trotar por la costanera rosarina. Del otro, en el mismo atardecer, miles entran a sus barrios y villas después de laburar todo el día por dos mangos. Aunque no sigan al Indec, hace rato que saben con certeza que la pobreza no para de crecer.
De un lado, los aceiteros en huelga discuten si aceptan la conciliación obligatoria mientras cocinan. Los cronistas pueden dar fe que ahí se comen los mejores choripanes y el mejor arroz con pollo de la zona. Del otro, las mozas terminan de acomodar el banquete que se servirá en los festejos de los 140 años de la Bolsa de Comercio de Rosario. Mariscos, canapés y champagne. Hoy viene Milei.
El equipo de LID + llega a la Bolsa a conocer la otra campana. El personal de seguridad no quiere saber nada con la visita. Prometen una entrevista más tarde. En vez de aparecer la vocera, se juntan en la puerta más hombres de negro.
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Los delegados aceiteros se toman tiempo para charlar. ¿Por qué es la huelga? ¿Por qué el salario básico para uds es de un millón y medio de pesos? ¿Cuáles son esas “9 necesidades” de las que hablan?¿Cuándo arrancaron con esto? ¿Cómo ven a la CGT? ¿Y al país?
A veces sentimos que un dato, una entrevista, nos acerca a la respuesta. “Esto es lo que genera la huelga. El poder obrero se ve representado acá. Somos los que producimos la riqueza y los que producimos las ganancias” dice uno, en medio de una playa donde las palomas reemplazaron a los camiones. “La huelga es para hacerlos entender que la riqueza la generan los trabajadores, con la fuerza del trabajo”, dice otro. Un obrero “de base” quiere hablar ante la cámara. “Sin la compañera de limpieza las máquinas se traban por el polvillo. Pero aunque vengan todos los jefes no puede funcionar. Sin nosotros no funciona”.
Las charlas van dejando hilos que hay que tirar, seguir. Un periodista que tiene buena llegada al “agronegocio” nos ayuda a entender la dimensión del negocio, cómo se mezclan los granos con las finanzas, los afectos de los sojeros por los distintos gobiernos. Dato mata relato.
Otras charlas “nos mandan” a revisar los archivos. La histórica huelga del 2015, que duró 25 días. La del 2020, que duró todo diciembre y terminó después de la Navidad.
“Lo importante es que todo queda registrado en la memoria de cada compañero”, dice un aceitero. Esa memoria ayuda a ampliar el foco y entender todo. O casi.
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Con esos testimonios, el archivo, las investigaciones, vamos armando la crónica. Hay mucho material. Hay que cortar y luego reconstruir. ¿Cuál es la frase que mejor explica la huelga? ¿Quién cuenta mejor cómo se organizan? ¿Cómo explicamos qué son las “posiciones estratégicas”? ¿Cómo transmitir el odio que generan esos contrastes, esos banquetes al lado de tanta hambre? ¿Cómo sumamos nuestra opinión?
Y otras discusiones: cómo lograr que las imágenes, las frases, el relato, la música, te atrapen en esa historia, en esos debates. Romeo Guerra le mete cine.
En medio de la edición, la policía de Santa Fe se lleva preso a uno de los protagonistas de nuestro relato. El maestro Franco Casasola, delegado del gremio docente y militante del PTS, es perseguido junto a otros referentes de ATE y AMSAFE por movilizarse contra el ajuste del gobernador Pullaro.
Los aceiteros nos dan otra razón para continuar el informe: paran las plantas por la libertad de los presos políticos y contra la criminalización de la protesta.
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Cortemos acá. Porque la respuesta a aquella pregunta está en el video. Es una respuesta abierta, es cierto. La huelga general muestra quien mueve ese gigante y quien puede paralizarlo. Pero no resuelve la discusión. La realidad del Gran Rosario está ahí como un cachetazo doloroso para recordarnos el enorme poder social y político de las grandes cerealeras.
Y la respuesta, además, abre otras preguntas. ¿Cómo utilizar esas fuerzas, esas posiciones estratégicas, para contagiar a otros sectores? ¿Cómo puede ayudar, el triunfo aceitero, a unir a todos los que son golpeados por el plan económico, hasta derrotarlo totalmente? ¿Cómo terminar con el hambre de nuestras infancias y que todo el pueblo trabajador pueda acceder, de mínimo, a esas “9 necesidades”?
Ese quizás es el principal objetivo de este material. No solo mostrar las luchas obreras o darles voz a quienes desafían semejante poder. Desde La Izquierda Diario, desde el PTS, queremos que sirva para nutrir el debate sobre la potencialidad de la clase trabajadora.
La única que, así como mueve el mundo, puede ponerle un freno de emergencia a la barbarie a la que nos llevan los capitalistas. Y la que puede reorganizar el país y el mundo, desde abajo, para que ese gigante, esa tecnología, esos alimentos, estén al servicio de toda la humanidad.
Realización: Romeo Guerra, Lucho Aguilar, Javier Brat, Facundo Durán, Lucho Lucero
Edición: Romeo Guerra
Cámara: Javier Brat
Dron: Manu Carames Habichayn y Martín Cossarini
Sonido: Andrés Perugini y Matías Galli
Archivo de imágenes: Federación Aceitera, La Izquierda Diario
Agradecimientos: a la militancia del gremio aceitero, a los pescadores de Gálvez, a Dolores Contreras y todos los que aportan a sacar a la luz esta historia
Entrevistados: Mariano Galíndez, Daniel Yofra, Martin Morales, Marco Pozzi, Carlos Valles, Franco Casasola, Octavio Crivaro.