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Red Internacional
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Tribuna abierta. Adorni, tan lejos de la política y tan cerca de Franco

Decía Borges que la historia es circular y por eso solemos vivir más o menos lo mismo y tenemos la impresión de que los hechos se repiten. Es muy difícil contradecir a Borges y más cuando, de vez en cuando, comprobamos que tenía razón.

Lunes 16 de diciembre de 2024 09:13

Cuentan que el dictador fascista Francisco Franco, por la gracia de Dios y desgracia de los españoles, caudillo de España durante 40 años, después de un golpe de Estado a la segunda república, ayudado por Hitler y Mussolini, despreciaba la política y a los políticos.

Manuel Adorni, vocero del gobierno de Milei, por la gracia de Karina a quien le pidió el puesto, también desprecia la política y a los políticos a pesar de ser, de hecho, un político. Para decirlo de otro modo, un vocero de un gobierno es alguien que desarrolla una tarea política, le guste o no, lo sepa o no. No solo de sanata y de mentiras vive el hombre. El gobierno de Milei tiene una clara ideología política, aunque tal vez aquí encuentre Adorni una rendija por donde filtrar su desconocimiento.

Es posible que ignore su labor política ya que su jefe piensa (es una manera de decir) que es un líder mundial del neofascismo, es decir un antipolítico, un abanderado histórico del anarco-liberalismo, un héroe batallador contra el comunismo inadvertido por los demás, pero presente en todo el mundo ante el descuido de los gobernantes incautos. Cree Milei que es una especie de virrey del imperio estadounidense, sabiamente aconsejado por el perro Conan que, desde el cielo, hace de intermediario de Dios.

Supone Milei y por lo tanto Karina y por consiguiente Adorni, que el asunto se reduce a aplicar fórmulas del liberalismo económico caiga quien caiga y que el hecho de que solo caigan los de abajo y suban los de arriba es una consecuencia de los cien años de socialismo que soportó Argentina.

Por eso al subjefe del gobierno, alentado por la jefa Karina en la sombra, le importa tres carajos (según sus democráticas palabras) lo que aprueben o dejen de aprobar los políticos en el Congreso. Si no le gusta los veta o compra voluntades indecisas y a otra cosa. En estos casos ya se encarga Adorni de explicar que la democracia consiste, precisamente, en que el emperador fascistoide ningunee al poder legislativo e insulte a quien quiera y cuando quiera. Además cree Adorni que celebrar en un asado con los legisladores pelucas reversibles por hambrear a los jubilados, es un hecho democrático y muy liberal.

Los políticos no entienden, dice Adorni, que los tiempos han cambiado y la vieja política de los tres poderes ya es un mal recuerdo. Que ya no se lleva y si no miren a Trump, a Bolsonaro, a Meloni, a Ayuso y tantas otras y otros defensores de las bondades del fascismo, que vuelve a estar de moda.

Miren a Bullrich cómo ha modernizado las manifestaciones que ahora tienen que marchar por la vereda, civilizadamente o a la cuádruple ministra Petovello que sigue guardando los alimentos para los necesitados en los galpones de la nueva democracia.

Ya lo dijo el legislador-empresario Ramiro Marra, que ve el futuro como nadie, y adelantó que los hambrientos tendrán que tener un poco de paciencia, porque los resultados de estas medidas económicas de las fuerzas del cielo, se verán dentro de 40 años en su pleno esplendor. Si Gardel dijo que 20 años no es nada, 40 vienen a ser el doble de nada.

Y los que no tienen esa mínima paciencia que no se quejen cuando las fuerzas policiales, no las del cielo, las de la tierra, les hagan entrar en razones a palos y gas pimienta, sean jóvenes o viejos, hombres o mujeres, adultos o niños. Todos son iguales ante la ley de la sagrada represión.

Pero me fui del tema. Quería decir que el fascista Franco, cuando uno de sus ministros se quejaba de las vicisitudes de su cargo, le dijo con esa vocecita de flauta desafinada que tenía: haga como yo, no se meta en política.

Adorni, quizá sin conocer esta anécdota, repite cada tanto, algo parecido: yo no soy político, a mí no me gusta la política.

La historia vuelve a repetirse, decía Borges y dice un tango. Lo que no dice ningún tango y sí la historia, es que el pueblo argentino sabe el modo de sacarse de encima a estos tipos, por más poderosos e inmunes que se crean. Y lo volverá a hacer.