Siempre que escucho hablar a una persona sobre la importancia de “tolerar” la diversidad y aprender a compartir espacios y momentos con aquellos que son diferentes, pienso en lo mucho que aún tenemos que trabajar los seres humanos para lograr entender nuestra propia diversidad.
Martes 18 de octubre de 2016
Indudablemente me viene a la cabeza el recuerdo del avance y posicionamiento nazi en Europa y la forma como el resto de los países a su alrededor “toleraron” los abusos y crímenes de lesa humanidad que se estaban cometiendo frente a sus ojos; no sólo contra los judíos, también contra latinos, negros, homosexuales y comunistas.
O bien los actos de pedofilia y abuso sexual cometidos por Marcial Maciel contra muchos niños (depositados en sus manos por madres, enajenadas por una institución que explota la necesidad de muchos por creer en algo o alguien superior ante la imposibilidad humana de explicarse la mayoría de las cosas que suceden a su alrededor). “Tolerados” tanto por las estructuras familiares, como por la institución religiosa en su conjunto.
Hablar bajo la lógica de la “tolerancia” es ser cómplice del discurso construido desde un espacio hegemónico de poder, para justificar los miles de abusos y agresiones que se cometen cotidianamente contra quienes no nos apegamos a las estructuras y normas establecidas autoritariamente por aquellos que nos “toleran”.
Simplemente recordemos el origen etimológico de la “tolerancia”:
Del latín “tolerans” gen. “tolerantis” que es ppa. de “tolerare” – “soportar, cargar, tolerar”, emparentado con el verbo “tollere” – “levantar” (cf. it. “togliere” – “quitar”, o fr. ant. “toldre”, ct. “tolre”, esp. ant. “toller”), de raíz indoeuropea *tel-, *tol “soportar, tolerar”, de donde proviene el nombre del titán de la mitología griega Ἄτλας – “Atlas”, quien luego de perder la lucha en la titanomaquía fue castigado para “cargar” o “soportar” (tlénai) el cielo sobre sus hombros. También está emparentado con el lat. “tuli”, tiempo perfecto de “ferre” – “cargar” y con el germ. “þul-ae” – “soportar, tolerar”, como en got. “þulan”, ang.saj. “þolian” y al. moderno “dulden” – “tolerar”. (Etimología de la palabra tolerancia. Consultado el día 12 de octubre de 2016)
Asimismo, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos dice que la tolerancia es “la acción y efecto de tolerar”, como primera definición; sin embargo en el resto de sus acepciones nos encontramos con lo siguiente:
1. tr. Sufrir, llevar con paciencia.
2. tr. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.
3. tr. Resistir, soportar, especialmente un alimento, o una medicina.
Y en último lugar, como no queriendo la cosa:
4. tr. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Por un lado “tolerar” proviene de la noción de soportar o cargar, por el otro tiene que ver con sufrir, permitir algo ilícito o bien, resistir y/o soportar.
Cuando soportamos, cargamos, sufrimos o “toleramos” algo, regularmente lo hacemos sin el deseo o disposición por ello. Pensar en la tolerancia como elemento de relación social con aquellos que no son lo que quisiéramos que fueran o a lo que estamos acostumbrados a ser, sólo nos lleva a construir encuentros desde la exclusión y mutuo rechazo.
Según la mitología griega “tolerar tiene relación con el nombre del titán Atlas, quien fue derrotado y tuvo que soportar el peso del mundo en sus hombros.
Las lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis, intersexuales; no necesitamos que el mundo nos cargue como un castigo por no habernos podido derrotar y tampoco estamos dispuestos a cargar a nadie en este proceso de construcción de un mundo disidente y revolucionario.
Basta de “tolerarnos” los unos a los otros; de reproducir acciones homofóbicas, racistas y discriminadoras dentro y fuera de nosotros. Necesitamos entender que el problema de la discriminación no pasa por exigir que el sistema político y económico imperante nos dote de espacios para el consumo y la mutua segregación; sino en luchar cotidiana y constantemente por destruir al capitalismo (en cuya génesis y principios se sustenta el patriarcado heteronormativo y todas las formas de explotación). De lo contrario, seguiremos reproduciendo las acciones de homofobia, lesbofobia y transfobia que tan bien hemos aprendido de aquellos a quienes reclamamos espacios de poder.
La sexualidad es un acto político y la verdadera política es aquel momento en que una reivindicación específica no es simplemente un elemento para la negociación de intereses, sino que apunta a algo superior; empezando a funcionar como una condensación metafórica de la completa restructuración de todo espacio social.
La homofobia existe principalmente en quienes no están dispuestos a aceptar su propia diversidad, aun cuando han salido del “closet social” pero no se han despojado de la culpa por ser diferentes; intentando reducir las opciones de expresar, de ser, de vivir. No somos diferentes, somos diversos igual que todos los demás: los estigmatizados, los criminalizados, los patologizados. Desmantelemos los discursos que afirman, fortalecen, justifican y legislan la opresión.
Las lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis, intersexuales, lo que menos necesitamos es ser incluidos en las filas de una “tolerancia” maquillada de indiferencia, miremos hacia la construcción no capitalista y patriarcal. Hoy es un día en que tenemos que luchar principalmente contra la discriminación y homofobia interiorizada entre la llamada comunidad LGBTTTI, dudando del sustantivo comunidad y preguntándonos sobre quiénes la integran-; pues si no logramos quitarnos las cadenas de la vergüenza y deseo por la aceptación, nunca podremos verdaderamente ser otros y seguiremos siendo los mismos que discriminan porque aquellos no son lo que esperamos sean.
Los medios de comunicación y las instituciones del Estado mexicano y la Iglesia –especialmente católica- entre otras; se encargan de reproducir un discurso que impide la integración de éstos mundos, contribuyendo a que la homofobia se albergue en las mentes y los corazones de quienes han visto la diferencia como el elemento más innato de la discriminación.
Debemos luchar sin reparar, en apoyar al pensamiento marxista que no se basa en la obvia diferencia de géneros, tal como pretende la sociedad heterocentrista y homofóbica; cuestionando la posición binaria: masculino/femenino, bueno/malo, normal/patológico, homosexual/heterosexual. No es tolerancia, es respeto; dignidad, lucha y respeto.
Por un mundo donde quepan muchos mundos. No más sangre, desapariciones y secuestros a manos del Estado y su milicia. Alto a la guerra contra la población. Justicia para las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez y todo el país. No a Peña Nieto, asesino, represor y homófobo. ¡Por las luchas que dignamente caminan hacia la destrucción de este sistema capitalista!