Durante su discurso en el Coloquio Idea, el presidente Fernández tomó los pedidos de los empresarios y habló de "capitalismo solidario". Pero estos le pidieron más: aunque suben la pobreza y la desocupación quieren más guerra contra el pueblo trabajador.
Jueves 15 de octubre de 2020 08:42
En un marco en el que crecen fuertemente la pobreza, la desocupación y se deterioran las condiciones de vida de las masas con una inflación que repunta y la amenaza de una nueva devaluación que ataque más aún los ingresos populares, el presidente Alberto Fernández fue al coloquio de IDEA a hacer promesas a los poderosos del país.
Aun así, en el chat del evento se expresó que buena parte del empresariado es opositora al Gobierno nacional y le pide más ataques aún contra los trabajadores y el pueblo, a pesar de que durante estos meses se siguió pagando fortunas al capital financiero internacional y se dejaron intactos los intereses de los grandes poderosos (incluso con retrocesos como Vicentin) mientras millones caían en la miseria.
Se leyeron en ese chat demandas de rechazo al escaso y tardío impuesto a las grandes fortunas (que deja intactos por ejemplo a los bancos o las privatizadas, grandes ganadoras del macrismo), por menor intervención del Estado, más ajuste y más separación de Cristina Kirchner.
En este marco, además la burocracia sindical, alineada en casi su totalidad con el Frente de Todos, deja pasar todos los ataques.
Al principio de su discurso Alberto Fernández le echó la culpa de la crisis social y económica a la pandemia. Dejó en claro, también, que para él todos perdieron por igual. Aunque no reparó en el hecho de que las y los trabajadores vienen sufriendo inflación, despidos , suspensiones y salarios totalmente atrasados mientras que los bancos tuvieron ganancias récord durante todo el año y grandes empresarios, como Galperín de MercadoLibre o los dueños de laboratorios, vienen incluso superando sus ganancias del año pasado.
Siguiendo con la misma temática, Fernández justificó las medidas para sortear la pandemia y afirmó que durante la cuarentena se "fortaleció el sistema de salud, duplicando la cantidad de camas de Terapia Intensiva" y volvió a tomar el mismo discurso de estos días contra la pesada herencia macrista, que nadie puede discutir.
En este punto, lo que estuvo ausente de todas formas, fue que si bien en algunos puntos sí resistió hasta el momento el sistema de salud, en provincias como Jujuy, Río Negro, Neuquén o Mendoza el mismo está en situación crítica. Alberto Fernández, sin reconocer esto, tampoco explicó porqué durante la primer mitad del año se desembolsaron más de 5.000 millones de dólares en pago de deuda externa y no fueron a fortalecer realmente todo el sector salud a nivel nacional.
Más adelante en su alocución, el presidente volvió a insistir en su particular concepto de "capitalismo solidario" que -en sus palabras- nada tiene que ver con la especulación financiera sino con el sector que produce.
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Esta idea, ya repetida por Fernández en otras ocasiones, contrasta con la realidad misma. Los bancos son (y fueron) los grandes ganadores de siempre. Tanto en los cuatro años macristas, como al principio de la presidencia del FDT y durante estos largos meses de cuarentena. Hasta julio, la banca privada ganó 103.000 millones de dólares, mientras que la industria en el mismo período, retrocedió un 7,1%.
A continuación, el presidente reivindicó el rol del trabajo del Estado en conjunto con los empresarios y despejó cualquier duda (si es que había) de que el es un fiel defensor del capitalismo y del mercado. Para justificar esto, aunque no necesita explicar más, se refirió a los beneficios que significó para los empresarios el programa ATP, que no sólo salvó a los grandes capitalistas de pagar salarios que salieron de las arcas del Estado, sino que también muchos gerentes millonarios lo cobraron. El caso quizás más escandaloso (aunque no el único) fue el de Clarín, que es una multinacional insospechada de tener problemas financieros.
Promediando el discurso, Fernández habló sobre las marchas de la oposición de derecha y más en general de las marchas opositoras, diciendo que "alteran la convivencia democrática". Acá es necesario remarcar, de todas formas, que estos sectores derechistas no fueron ganando en número y exposición mediática porque sí.
Mucha de la responsabilidad recae en el propio Gobierno que cedió ante cada reclamo de los poderes fácticos como cuando retrocedió con la expropiación de Vicentín o cuando le entregó todo a la policía bonaerense después del matonaje y sus provocaciones, incluyendo apersonarse en la Quinta de Olivos armados.
Ya en el final de su larga exposición, Alberto les habló sin tapujos a los empresarios para que estén tranquilos que él va a cuidar sus ganancias, sus intereses y sus inversiones.
De conjunto, el discurso del presidente fue todo lo que los grandes empresarios querían escuchar. Las reivindicaciones populares estuvieron prácticamente ausentes, y la palabra Guernica no apareció una vez, aunque se haya referido a la obra pública.
En el último tiempo el Gobierno viene de consensuar el ajuste con el FMI, darles beneficios a los sojeros con bajas de retenciones y darle rienda suelta a la especulación financiera.
En cambio, para las y los trabajadores y sectores populares, tiene una actitud cada vez más represiva con las familias que piden un techo para vivir, a los jubilados y las jubiladas les sigue recortando, mientras sigue adelantando que recortará el IFE y ayuda social en el presupuesto del año que viene.
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