Una elección que golpea al gobierno formado por la alianza entre los demócrata cristianos y la socialdemocracia. El voto de la juventud y la sorpresa de los Verdes.
Martes 28 de mayo de 2019 10:44
Para la Gran Coalición (“GroKo”), el gobierno formado por la alianza entre los demócrata cristianos y la socialdemocracia, la noche de las elecciones fue un horror: tanto la “Unión” (el bloque CDU/CSU de Merkel) como el SPD (Partido Socialdemócrata) han tenido el peor desempeño de su historia en elecciones nacionales. Los Verdes (“Grüne”) están experimentando un ascenso meteórico, especialmente entre la juventud. Die Linke (“La Izquierda”) quedó relegada a los márgenes. Es necesario un debate de estrategia.
15,8 por ciento: Nunca antes en la historia de la República Federal de Alemania el SPD había obtenido un resultado peor en una elección nacional. Una caída de dos dígitos (11,5% menos) en comparación con 2014. Pero incluso el partido se derrumbó 4,7% en comparación con las elecciones al Bundestag (Parlamento nacional) de 2017, en las que el SPD ya había logrado su peor resultado hasta el domingo pasado.
La Unión también subestima sus resultados, que son los más bajos de su historia, obteniendo un 28,9 por ciento, es decir, una caída de 6,4 % en comparación con 2014, y de 4,1% menos respecto a las elecciones al Bundestag de 2017, cuando sacaron 33,0 por ciento.
La Gran Coalición fue castigada una vez más por sus políticas antiobreras y antiambientales. El resultado es una pesadilla para ellos: casi 18 % de pérdida en comparación con 2014 (y 8,8 % menos en comparación con las elecciones al Bundestag); nunca antes los dos grandes (y antiguos) “partidos populares” habían caído tan bajo a nivel nacional.
Dos resultados regionales ilustran la crisis de la GroKo: como resultado de las elecciones regionales en Bremen, el SPD debe renunciar por primera vez en 73 años -es decir, desde que existe el parlamento local- a su posición como el partido más fuerte. Incluso los últimos bastiones de la socialdemocracia se están desmoronando enormemente.
En Brandemburgo y Sajonia, por otra parte, la CDU perdió el primer lugar a manos de la AfD (“Alianza por Alemania”, populistas de extrema derecha), que logró el 25,3 por ciento en el conjunto de Sajonia, llegando a más del 32 por ciento en algunos distritos de esa región. Los resultados en el Este de Alemania son, en particular, un mal presagio para el futuro de la Gran Coalición, ya que entre septiembre y octubre se celebrarán elecciones en Brandemburgo, Sajonia y Turingia. La posición particularmente desacreditada de los partidos tradicionales del Este de Alemania se hace más visible si comparamos estos resultados con lo que obtuvo la AfD a nivel nacional, que se mantuvo estable obteniendo un 11 %,.
La GroKo tuvo un desempeño particularmente malo entre los jóvenes. Entre los que votaron por primera vez, la Unión y el SPD solo cosecharon un 18 por ciento; la mitad de los votos que los Verdes.
Resultados entre los votantes primerizos:
Jeder dritte Erstwähler in Deutschland hat grün gewählt, jeder zehnte die Satirepartei. #europawahl2019 #ep2019 pic.twitter.com/iNTg0KnGBG
— Weltspiegel (@Weltspiegel_ARD) 26 de mayo de 2019
El gobierno federal está profundamente desacreditado. Dentro de la Unión CDU/CSU continuará la disputa sobre qué dirección darle a la misma. Hay dos grupos de lobby dentro de ella, la Werte-Union (“Unión de los Valores”), fundada en 2017 para difundir ideas conservadoras, y la Mittelstands-Union, la asociación de medianos empresarios afiliada al partido socialcristiano de Bavaria (CSU), que exigen un nuevo giro a la derecha, y desde hace algún tiempo reclaman la dimisión de Angela Merkel como primera ministra. Pero también hay un sector de la dirección de la CDU que critican, según un documento interno, el “claro distanciamiento” de este partido con los jóvenes. Lo particular de las elecciones en la parte oriental de Alemania es que aumentarán la presión sobre el gobierno: si la AfD puede repetir los resultados de las elecciones europeas y ganar en los comicios parlamentarios regionales de Brandemburgo y Sajonia, los días de Angela Merkel podrían estar contados.
Al mismo tiempo, la Unión está intentando relativizar su derrota: como sigue siendo el partido más fuerte, apuesta a que su principal candidato, Manfred Weber, se convierta en Presidente de la Comisión Europea. A pesar del claro mensaje de los votantes, se trata de una posibilidad real: la Comisión Europea no se elige por voto directo. Así, la nueva composición de la Comisión Europea, (posiblemente con Weber como presidente) podría significar un paso más hacia la subordinación de la UE a los intereses del capital alemán y, por lo tanto, un mayor aumento de las fuerzas centrífugas.
En lo que respecta al SPD, ¿debe dimitir Andrea Nahles, la presidenta del partido? Aunque muchos de los principales políticos socialdemócratas niegan que se haya vuelto a abrir este debate, Nahles emergió, tras la debacle de las elecciones al Bundestag de 2017, como una “renovación”, pero ahora debe hacerse cargo de todo este desastre junto con Katarina Barley, cabeza de la lista del SPD de estas elecciones. En un documento, Ralf Stegner (uno de los cinco vicepresidentes del partido) y Kevin Kühnert (presidente de la Juventud), ambos de la llamada ala izquierda del SPD, exigen cambios sustanciales, pero tampoco proponen retirarse de la Gran Coalición, sino que dicen: “La GroKo debe cumplir su cometido si ha de perdurar”. Reclaman “que se critique más al capitalismo”, pero cuando se les pregunta concretamente, ¿hay que continuar en la Gran Coalición o no?... simplemente hacen agua. Por lo tanto, no es de esperar, por el momento, que el SPD vuelva a salir del pozo en el que se encuentra.
Euforia Verde y politización de la juventud
Los grandes ganadores de las elecciones son los Verdes: por primera vez en una elección nacional quedan en segundo lugar. Se han beneficiado sobre todo de dos acontecimientos: en primer lugar, del creciente debate sobre el cambio climático y, sobre todo, del apoyo de los jóvenes votantes (el 36 por ciento de los que votan por primera vez) y de las grandes ciudades (algo menos del 28 por ciento en Berlín); pero también del descrédito del SPD y de la creciente posición de los Verdes como alternativa de coalición. Es significativo que los Verdes no hayan descartado apoyar la elección de Weber como Presidente de la Comisión Europea. El sorprendente aumento del número de votantes en un 13 % (en comparación con 2014), llegando a un 61% en total, también ayudó sobre todo a los Verdes.
Los Verdes obtienen votos porque muchos los ven como representantes de la renovación ecológica, aunque son “radicales de mercado” que apoyan a la UE del capital y como respuesta a la devastación del cambio climático simplemente plantean que el costo lo paguen los trabajadores y los pobres, como, por ejemplo, con su propuesta de un impuesto a las emisiones de dióxido de carbono contra los consumidores (!). Y aquí debemos recordar quiénes son los Verdes: son responsables de la guerra aérea contra Serbia, con el uso de munición de uranio, la primera guerra librada por Alemania desde Hitler. No remplazaron ni el carbón ni la energía nuclear cuando gobernaron, pero introdujeron la reforma laboral de la mano de la ley Hartz IV. La idea de los Verdes se choca con la realidad y, por lo tanto, a largo plazo no serán una representación estable de la juventud. Por último, los Verdes desprecian a los jóvenes migrantes. Se oponen agresivamente a la solidaridad con los palestinos y fetichizan al Estado y a la supuesta “integración”, que en realidad significa asimilación.
Por un lado, los jóvenes percibieron claramente la elección como un plebiscito contra la Gran Coalición y contra la política de los partidos tradicionales, algo que a la vez no lo expresan con un voto a la AfD. Se trata de una politización progresiva de la juventud, que no solo es puramente electoral, sino que también incluye formas más radicales de acción y lucha, como los Fridays for Future. Al mismo tiempo, es significativo que los Verdes sean percibidos como una alternativa, aunque en realidad solo proponen una renovación ecológica del capital imperialista alemán. Esto demuestra sobre todo que la izquierda (radical) no consigue ofrecer una alternativa real.
Un ejemplo de ello es cómo el lema de las recientes manifestaciones de los Fridays for Future fue “La elección de la UE es la elección del medio ambiente”. Aunque, oficialmente, no se llamó a votar a nadie en particular, el predominio de los Verdes era claro, lo que también se reflejó en los ya mencionados resultados electorales entre los jóvenes. En las huelgas ambientales entre los estudiantes, sin embargo, las consignas anticapitalistas también son populares; en Múnich, por ejemplo, hay potentes bloques anticapitalistas. Sin embargo, no tienen representación política en el régimen porque Die Linke rechaza un programa anticapitalista. En cuanto al “consumo responsable”, es el dominio de los Verdes, y la izquierda sale perdiendo. Por el contrario, la palabra clave para un programa obrero en relación al cambio climático es “expropiación”. El modo de producción capitalista no es para nada popular, el mantra de la falta de alternativas del neoliberalismo está desapareciendo, y el socialismo empieza a dejar de ser mala palabra.
Debacle de Die Linke frente a la crisis de la UE
Lo poco que se percibe a Die Linke como una alternativa se refleja en el resultado de las elecciones: 5,5 por ciento, el peor resultado en elecciones nacionales desde su fundación en 2007. Entre los jóvenes, Die Linke logra un resultado algo mejor (8 %) y está levemente por delante del SPD, aunque es superado por “Die PARTEI” (“El Partido”), un autodenominado “partido sátira” fundado por los editores de una revista humorística, que parodia a la política.
Sin embargo, Die Linke no pudo capitalizar la decadencia del SPD, que viene desde hace años, pero que dio un salto en esta elección, mientras el gobierno se está desacreditando cada vez más, y especialmente el SPD se está desintegrando, y en la opinión pública se está discutiendo sobre la expropiación y el socialismo, (como ocurre con la campaña actual contra las empresas que especulan con la vivienda o las declaraciones del dirigente de la juventud socialdemócrata sobre el socialismo). Pero Die Linke -una vez más- no se ha beneficiado en absoluto del 11,5% de votos que se han ido del SPD, e incluso ha perdido casi 2 % en comparación con 2014.
Die Linke prácticamente no es visto como una alternativa a los partidos tradicionales por nadie (con la excepción de algunos bastiones tradicionales en el Este, que retroceden cada vez más). Si no pierde ante la AfD, pierde ante la abstención de voto o ante Die PARTEI.
En vista de la profundización de la crisis de la UE, el continuo aumento de las fuerzas de derecha en toda Europa, la creciente catástrofe climática y los nuevos fenómenos de politización, especialmente entre los jóvenes, la izquierda (radical) podría y debería presentar una alternativa radical hoy en día: ni el culto a la UE del capital ni el retorno a los idilios del bienestar nacionalista, ni una utopía del “capitalismo verde” ni la negación del cambio climático, sino una perspectiva internacionalista y anticapitalista de una Europa muy diferente en beneficio de la gran mayoría de la población.
Un fenómeno similar al de Alemania también se pudo ver en Francia, en el Estado Español o en Grecia: las variantes neorreformistas, antes tan publicitadas, que -como varias alas de Die Linke- o bien aplicaron ajustes en el gobierno (Syriza), fomentaron ilusiones reformistas en la administración del Estado y de la UE (Podemos) o propusieron una salida nacionalista a la crisis de la UE (La Francia Insumisa), también fueron castigadas en estas elecciones: Podemos perdió masivamente en el Estado Español y perdió sus ciudades más importantes en las elecciones municipales, La Francia Insumisa quedó reducida a la insignificancia en el duelo entre Le Pen y Macron (que Le Pen ganó por estrecho margen, convirtiendo a la ultraderecha del Rassemblement National en el partido más fuerte), y Syriza se estrelló contra Nueva Democracia, razón por la cual el Primer Ministro Alexis Tsipras convocó a nuevas elecciones.
Las aplastantes victorias de la ultraderechista Lega de Matteo Salvini en Italia y el recién fundado Partido Brexit contra los laboristas y los conservadores británicos hacen el resto para demostrar la continuidad de la crisis de la UE.
Ante esta situación, es necesario un debate estratégico urgente: es evidente que no basta con la apelación a “Europa” como valor abstracto o con proponer reformas tibias. Obviamente, tampoco es una solución contra el ascenso de la derecha copiar las políticas nacionalistas y racistas de la derecha. Lo que se necesita es un cuestionamiento fundamental de la UE desde la izquierda y, al mismo tiempo, una respuesta anticapitalista convincente a la catástrofe climática. Y rápido, porque tanto la desintegración de la UE como la catástrofe climática son cada vez más graves. Así que ya es hora de construir una fuerza alternativa que proponga una Europa de las y los trabajadores, las mujeres, las y los jóvenes y migrantes, con un programa de emergencia contra la crisis climática y la escasez de vivienda y por la nacionalización bajo control de los trabajadores, una clara perspectiva anticapitalista, antirracista, feminista y socialista.
Traducción: Guillermo Iturbide.