Desde la asunción del gobierno de Javier Milei ha sido inevitable la comparación con el de Carlos Menem (1989-1999). Esencialmente por el parecido de su plan económico neoliberal que incluye la reducción de los gastos del Estado, las privatizaciones de las empresas estatales que aún quedan, el pago riguroso de la deuda externa, la relación estrecha con los grandes empresarios locales y capitales extranjeros y las “relaciones carnales” con el imperialismo norteamericano.
Aquí tratamos de comparar algunas similitudes y diferencias de estos gobiernos en los ataques a los trabajadores y el pueblo, la respuesta de éstos y el rol cumplido por las organizaciones sociales y políticas, especialmente los sindicatos y el PJ, con el objetivo de sacar la mayor cantidad de lecciones posibles dejadas por esa experiencia como herramientas para el presente.
El contexto de la ofensiva menemista
La ofensiva neoliberal del menemismo en los 90 fue precedida por una serie de derrotas o empates entre las clases sociales que se desarrollaron en Argentina especialmente después de la crisis económica internacional de 1987.
Ya en 1985 el gobierno de Alfonsín se venía desgastando tras declarar la “economía de guerra” y crear al devaluado “austral”. La inflación y el aumento de la pobreza seguían creciendo, dando un salto en 1987. El gobierno estará tironeado por el FMI debido al atraso de pagos, por los militares genocidas que se amotinaban para no ser juzgados, y por los trabajadores con las paros generales llamados por la CGT unificada bajo la dirección de Saúl Ubaldini (que estaba prestigiado por su lucha contra la dictadura) que recorrieron especialmente 1985-1987. Ubaldini ayudó a descomprimir las primeras crisis de Alfonsín y, a su vez, permitió al peronismo recuperarse de su crisis post dictadura. Recuperación plasmada desde 1985 en la Renovación Peronista de Antonio Cafiero, aunque luego de un relativo papel opositor, desde el levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987 será el sostén de Alfonsín. En octubre de ese año la Renovación Peronista ganó las elecciones legislativas y Cafiero la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Como gobernador aplicó el plan de privatización de DEBA (electricidad de PBA) y enfrentó a los docentes provinciales en su reclamo de salario.
A principios de 1988 los reclamos económicos y contra los intentos privatizadores del ministro Terragno dan un salto: la histórica huelga docente cuenta más de 40 días por aumento de salarios, con marchas enormes, asambleas y festivales (el llamado “Maestrazo”); al mismo tiempo, se da la lucha de los Telefónicos contra la privatización con asambleas de miles de trabajadores, paros y marchas mientras también luchaban los estatales provinciales.
Los docentes eran dirigidos mayoritariamente por la CTERA (ubaldinista) y los telefónicos por FOETRA (en ese momento por el “moderado” Guillán). Los estatales estaban dirigidos por ATE (ubaldinista) y UPCN (gordos). Quizás este fue un momento clave ya que, de surgir una coordinación entre los distintos sectores en lucha para imponer a la CGT la huelga general se habría podido frenar la posterior resolución a la crisis por parte de la burguesía y el imperialismo norteamericano. En contra de esta posibilidad jugaron un rol clave los sindicatos tomando medidas inconsultas, con asambleas “informativas”, coartando cualquier organización democrática, negociando a espaldas de los trabajadores, negándose a elevar la lucha de su carácter corporativo, dividiendo por provincias, partido, localidad, desgastando la lucha. La CGT llama a un paro general aislado y pasivo para el 14 de abril. En mayo la burocracia levanta la huelga docente con una conciliación obligatoria dictada por el mismo Estado al que los docentes le pedían el aumento salarial y al que Alfonsín respondía “No hay plata”.
En Telefónicos, SEGBA, ferrocarriles y otras empresas estatales comenzaba el desmantelamiento que implicaba una degradación de los servicios prestados y las campañas a favor de que una privatización los haría “más eficientes” creando una mayor adhesión, sobre todo de la clase media, a estos planes. Pero el plan de Terragno y Megatel para la privatización de telefonía no funcionó en gran parte por la resistencia de los trabajadores y a pesar de la dirección burocrática de Guillán.
El Plan Primavera de Alfonsín de agosto de 1988 fue el primero de un plan de carácter más neoliberal de reducción del gasto público, apertura de la economía, pago de la deuda, nuevos intentos de privatizaciones de ENTEL, Aerolíneas Argentinas, etc. Ubaldini llamó al último paro general al gobierno de Alfonsín en septiembre. Menem le gana en octubre a Cafiero las internas del PJ por la candidatura presidencial y desde entonces la principal campaña de la burocracia y el PJ será de que con Menem “habría un 1989” y que salvaría a los trabajadores de esta crisis con un “salariazo” y la “revolución productiva”. El Plan Primavera fracasó pero una serie de hechos fueron derechizando la situación, especialmente a la clase media. En enero de 1989 con el copamiento del regimiento de La Tablada, la creación del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), la creciente devaluación de la moneda, la hiperinflación, la campaña a favor de las privatizaciones, la estigmatización de los pobres, fueron creando una polarización hacia la derecha también reflejada en el crecimiento partidario y universitario de la UCD. Cuando se producen los saqueos por hambre a los supermercados en mayo, Alfonsín (apoyado por Menem) decreta el estado de sitio y reprime los saqueos asesinando a 14 personas. Ubaldini y la CGT no solo no llaman a ninguna medida frente a esta represión sino que firman un documento junto a la UIA dando una tregua y su apoyo a la candidatura de Menem. El peronismo y la burocracia sindical fueron los que le dieron la gobernabilidad y la fortaleza política necesaria a la burguesía y el imperialismo para que pasen a una nueva y mayor ofensiva.
La ofensiva neoliberal de 1989 a 1993
La crisis del gobierno de Alfonsín se acelera y Menem asume en julio del 89 después de ganar las elecciones anticipadas de mayo a la UCR con el 47% de los votos. Además de los votos gobierna 20 provincias, tiene mayoría en las cámaras legislativas, el apoyo de la mayoría de la burocracia sindical y de los empresarios nacionales (Bunge y Born, Amalita Fortabat, Paolo Rocca, etc) e internacionales como el Citibank. Y contará por un tiempo con fuertes ilusiones de las masas.
La caída del muro de Berlín en 1989, la restauración del capitalismo en los ex Estados obreros burocráticos que culminaría con la caída de la URSS en 1991, la campaña ideológica que resaltó el triunfalismo del capitalismo sobre el “socialismo”, la muerte de la clase obrera, la guerra de EE.UU. contra Irak, las “relaciones carnales” de Menem con EE.UU. al mismo tiempo que continuaba con la campaña de desmalvinización (ya impulsada por Alfonsín) reforzaron la conciencia de la imposibilidad de enfrentar al imperialismo. Es decir, había una situación nacional e internacional muy favorable para la aplicación del plan neoliberal de Menem.
Un sector de la burocracia sindical apoya abiertamente a Menem como Jorge Triaca (padre) que fue su ministro de Trabajo, Luis Barrionuevo o Lorenzo Miguel (dirigente de la UOM, el gremio “testigo” de la época) que está a favor de una “flexibilización laboral”. Este sector dirigía especialmente los sindicatos del movimiento obrero industrial privado que estaban sufriendo la recesión, los despidos y la desocupación. Allí hubo resistencia pero totalmente aislada. Otro sector dirigido por Ubaldini, después de llamar a confiar y votar a Menem y firmar una tregua por dos años, se muestra opositor al gobierno pero para dirigir y contener las luchas. Como lo hicieron en 1988. Entre ellos están Esquivel (FOETRA), De Gennaro (ATE), Mary Sánchez (Docentes), Palacios (UTA).
Apenas asume Menem anuncia las primeras privatizaciones: Entel en septiembre de 1989, luego Aerolíneas Argentinas. Recién en marzo de 1990, Ubaldini llama a una concentración en Plaza Congreso conocida por su respuesta al reclamo de una “huelga general” con “lo haré… en el momento oportuno”. Las luchas fueron entregadas una por una gracias a dirigentes como el telefónico ubaldinista Esquivel que después de maniobrar los paros, grandes movilizaciones y las enormes asambleas que se venían haciendo logró levantar la lucha. Los colectiveros también lanzan un paro nacional pero el dirigente de la UTA Palacios lo llevó al desgaste. Mientras tanto la hiperinflación desatada entre diciembre del 89 y marzo del 91 fue el 3000%, un golpe brutal a los trabajadores y al pueblo. En diciembre de 1990 Menem se siente fortalecido con la derrota de Entel y otros lugares donde dirigía el ubaldinismo y lanza una fuerte ofensiva con la flexibilización laboral y para limitar el derecho de huelga contando con el apoyo de Lorenzo Miguel (UOM). Los despidos del Estado en muchos casos se dieron por “retiros voluntarios”, jubilaciones anticipadas, “cursos de capacitación” o “acciones” de una empresa o sociedad minoritaria estatal que desaparecerían. Pululan los despedidos que se convertían en taxistas y kiosqueros que aumentaron la precarización del empleo y la desocupación.
Entre 1990 y 1991 se darán la mayoría de las luchas contra las privatizaciones en ferrocarriles (FF. CC.), Aerolíneas Argentinas, YPF, SEGBA (electricidad), Petroquímica Mosconi, Hipasam, Astilleros, Altos Hornos Zapla. Hubo una gran resistencia donde surgieron asambleas vecinales contra los tarifazos, la Coordinadora de Jubilados, la Intersindical de Santa Cruz (Río Turbio, estatales, docentes, Luz y Fuerza, SUPE). En FF. CC., ya en marzo de 1990 surgió un Comité de Enlace y la Coordinadora Intersindical Ferroviaria, aunque en general eran entre sectores del mismo gremio y con reivindicaciones particulares. Se luchaba contra la privatización, contra los despidos o por el aumento de salarios de tal o cual empresa, o de un gremio a nivel nacional. Nuevamente había una gran posibilidad de que se coordinasen todas las luchas. Pero con muy poca oposición (ver más abajo: El rol de la izquierda) la burocracia mantuvo la tregua nacional con Menem y logró que las luchas se mantuvieran en los reclamos específicos y sin un plan de lucha generalizado para enfrentar el plan de conjunto.
En Ensenada, los cuerpos de delegados y las Comisiones internas de Astilleros Río Santiago (la única empresa en que los trabajadores impidieron la privatización), Petroquímica Mosconi y Propulsora lanzan un llamado a otras fábricas importantes de la zona para enfrentar juntos las privatizaciones y realizan un enorme acto en la zona. En Chubut y Jujuy también surge la coordinación para enfrentar el plan de los gobernadores y el gobierno nacional.
Menem lanza el Plan de Convertibilidad de Cavallo y apoya a la “Guerra del Golfo” de Bush (padre) con el envío de dos buques de la Armada. EE.UU. derrotará a Irak en abril del 91. Ese año las elecciones legislativas ya muestran cierto desgaste de Menem pero habrá un acuerdo de gobernabilidad entre el PJ y la UCR.
En 1991 se realizan las mayores luchas en los FF. CC. (con la simpatía de la población), Banco Nación, docentes, SOMISA. Hay una oleada de cierres y despidos. El gobierno lanza un proyecto de arancelamiento de la universidad y transferencia de los costos de la Educación de Nación a las provincias. Entre 1991 y 1992 se privatiza Somisa (hoy Ternium Siderar, en manos de Techint-Rocca) con la colaboración de Lorenzo Miguel y Naldo Brunelli. Las luchas contra las privatizaciones siguieron hasta fines del 92, como la segunda huelga en los FF. CC. Habrá movilizaciones multitudinarias de docentes, estudiantes y padres en defensa de la educación pública. Pero bajo la dirección de la CTERA y la Franja Morada (UCR) se terminan desgastando y la Central ubaldinista recién llama a su primer paro general en el gobierno de Menem en noviembre, cuando habían pasado la mayoría de las privatizaciones, los despidos, se habían cerrado fábricas, había aumentado la desocupación y la pobreza. La excepción a las derrotas fue el Astillero Río Santiago donde a pesar del rol dirigente de ATE, los trabajadores discuten en asamblea y sostienen el cuerpo de delegados para buscar la coordinación con otras fábricas y empresas de la zona y el apoyo de la población.
Al retirarse Ubaldini “a la política” (se presenta como candidato en 1991), la CGT llama en 1992 a un Congreso Unificador y pasa a ser dirigida por un quinteto de los gremios Luz y Fuerza, Smata, Unión Ferroviaria, UOM y Correos. En mayo un sector que rompe con la CGT realiza un Encuentro y en noviembre funda la CTA con Víctor De Gennaro (ATE), Mary Sánchez (CTERA), la Federación de Vialidad Nacional, la Asociación de personal de Ferrocarriles, la Federación Judicial Argentina, Pedro Wasiejko (SUTNA), Alberto José Piccinini (CGT-Villa Constitución), Edgardo Quiroga (CGT-San Lorenzo) entre otros y que hará su primer Congreso en 1996 en el Luna Park. La mayoría de estos sindicalistas surgidos en los 80 fueron los que llevaron a la derrota a la resistencia de los 90. Como Víctor De Gennaro de ATE que llamó a un Comando Unificado de las luchas formado por los “cuerpos orgánicos” mientras Abdala (su dirigente más reconocido) era parte de la Comisión de Privatizaciones en Diputados.
En 1993 todavía seguía la ofensiva menemista sobre la educación con la Ley Federal de Educación que llevó a la descentralización (provincialización/municipalización) de las escuelas, cierres de cursos, etc. y la ofensiva con la privatización de la jubilación.
En diciembre de ese año se produce el primer estallido provincial, el Santiagueñazo, que preanuncia un nuevo ascenso de las luchas.
En el 94 Menem y Alfonsín firmarán el Pacto de Olivos con el objetivo de acortar los mandatos presidenciales a 4 años y otras modificaciones restringidas o reaccionarias. Las luchas se generalizan y en agosto del 94 el MTA (ruptura de Hugo Moyano con la CGT) y la CTA llaman a un paro general. En el 95 estalla una nueva crisis internacional a partir de los problemas de la balanza de pagos México (el llamado “efecto Tequila”). En noviembre-diciembre estallan las huelgas en Francia contra las reformas neoliberales a la Seguridad Social. En Argentina, entre abril y junio, el movimiento estudiantil se levanta contra la Ley de Educación Superior, tomando facultades y con grandes movilizaciones; no logra impedir la aprobación de la ley aunque esta no puede ser completamente aplicada. En el 96, el Cutralcazo protagonizado por los desocupados dejados con la privatización de YPF, inauguran los piquetes y un movimiento de resistencia que culminará con las jornadas de diciembre de 2001 y la caída del presidente De la Rúa.
El rol de la izquierda
El partido más significativo en esos años era el viejo MAS. Dirigían ATSA Capital (en un frente con una dirigente ubaldinista y el PC) y la UOCRA Neuquén desde los 80. Tenían un importante peso en telefónicos (500 entre militantes y simpatizantes incluyendo varios delegados), centenares de docentes en todo el país, bancarios, estatales en numerosas dependencias, comisiones internas de fábricas en el AMBA y el resto del país.
Desde las elecciones de 1989, producto de un frente con el PC, entra Luis Zamora como diputado nacional, haciéndose muy conocido por su apoyo a las luchas y sus declaraciones televisivas. Pero como ellos mismos admitieron en un documento interno “Balance de la huelga telefónica y de la actuación del partido” de septiembre de 1990, desde 1988 venían teniendo una visión nacionalista del país subestimando el rol restauracionaista del estalinismo (aunque no por ello rompieron su frente electoral con el PC en Izquierda Unida). Y también admiten haberle hecho seguidismo a la dirección ubaldinista de los sindicatos y que, centrándose en la campaña electoral, no se estaban construyendo en lo que llamaban “bastiones” (las empresas públicas o privadas donde tenían peso sobre todo sindical). Según este documento, este seguidismo se dio en la huelga telefónica donde, teniendo la fuerza suficiente, no le disputaron la dirección de la lucha y el gremio a Esquivel, aceptando sus maniobras para no hacer asambleas por sector, para que los plenarios no fueran representativos y con mandato, sin enfrentar su política que condujo a levantar el paro.
Aunque este documento no saca las conclusiones de que este seguidismo se dio en gran parte por continuar con la política de “nuevas direcciones” de los 80 donde hicieron frentes en los sindicatos con sectores ubaldinistas o influenciados por éste sin diferenciarse políticamente. Esto sucedió particularmente con la burocracia de ATE. En el caso de Ubaldini el documento citado plantea que no le exigían continuamente la convocatoria a la huelga general y que en la enorme movilización que nombramos anteriormente de marzo de 1990 fueron a gritarle a Ubaldini “Asamblea Constituyente” y no huelga general como la mayoría de los presentes. En mayo de 1990, le vuelven a ceder ubicándolo en un supuesto frente anti Menem que llamaba a la Plaza del NO (aunque tampoco sacan las conclusiones de que no había “dos veredas” como afirmaba Menem).
En el caso del conflicto docente de 1988 el seguidismo se dio a través de una política alternativista creando un frente sindical en Capital Federal con un sindicato dirigido por un radical (Arizcuren) que ni siquiera se encontraba en el país. Siendo muy críticos con la dirección mayoritaria de la CTERA y el SUTEBA (Garcetti-Mary Sánchez) no le disputaron la dirección, ni en su programa y su política corporativista ni en sus métodos burocráticos ni enfrentando el mecanismo de conciliación obligatoria con el que se levantó la huelga.
Es en ese momento que se produce la primera ruptura del viejo MAS que dará origen al actual PTS con la mayoría de la juventud y la regional La Plata, donde se encontraba el equipo obrero del Astillero Río Santiago que tuvo un gran papel en la lucha contra la privatización diferenciándose de la política de ATE.
En FF. CC. durante las huelgas de 1990, 91 y 1992, "[el MAS] dirigía o codirigía cinco seccionales de La Fraternidad (Temperley, Kilo 1, Kilo 5, Escalada y Tolosa) y también codirigía un par de seccionales del gremio de Señaleros. El ubaldinista Caminos utilizaba el prestigio alcanzado como uno de los principales dirigentes de la Comisión de Enlace para librar su interna en la conducción de La Fraternidad (...) [El MAS] no levantará la perspectiva de lucha contra la privatización (adaptándose a los reclamos sindicales) ni tampoco impulsaba comités de usuarios para afianzar la unidad obrera y popular que solo podía hacerse identificando a los usuarios con la lucha contra la privatización donde se verían afectados. Solo se limitaba a llamar a apoyar el fondo de huelga. Ante el cierre de estaciones se limitaba a realizar actos donde el centro estaba puesto en la movilización de su militancia. Esta política fue desastrosa sobre todo en la huelga de 1992 cuando el gobierno se jugó con todo a poner en contra a los usuarios del FF. CC.". (A 29 años de las huelgas ferroviarias que desafiaron a Menem)
ATSA Capital y la UOCRA Neuquén fueron atacados por la burocracia oficialista. Pero se negaron a llamar a su defensa para ponerlos a disposición no solo de la resistencia en sus gremios (en Sanidad se estaban concentrando y cerrando grandes establecimientos donde el MAS dirigía las comisiones internas de los hospitales Italiano, Israelita, Francés, el sanatorio Antártida y varios laboratorios) sino de la lucha general contra el plan del gobierno.
Tampoco fueron una alternativa a Brunelli que entregó a los trabajadores de Somisa con sus llamados a la calma mientras el gobierno militarizaba la fábrica. Tampoco lo fueron frente al dirigente bancario Zanola, aunque dirigían la interna del Banco Nación y de otros importantes bancos.
En todos los casos se separaba la lucha sindical (contra la burocracia) de la política (contra el plan del gobierno). De conjunto no lucharon por la democracia sindical ni para que surgiera la autoorganización ni por coordinar el conjunto de las luchas para quitarle la dirección de las organizaciones obreras e imponer un plan de lucha que tome todas las reivindicaciones dentro del objetivo de derrotar el plan menemista.
Políticamente el MAS realizó su IV Congreso en 1990 llamando a un “partido único de la izquierda” (incluido el PC). En el 91 se empiezan a manifestar diferencias alrededor de cómo ganar las supuestas rupturas que se estaban produciendo con el peronismo (por decepción con el menemismo). Un sector mayoritario plantea como “táctica” los frentes más amplios y otro, que aparece como más sectario, la política de “Venga al MAS”. En 1992 el primer sector rompe formando el MST junto a Zamora, que todavía era diputado.
También rompieron otros grupos más pequeños. Y luego, romperán Zamora (en 1997 con el MST luego de ser su candidato en 1995 y en 2001 se define por el autonomismo) e Izquierda Socialista (2006) con el MST.
Algunas conclusiones para la actualidad
Hemos visto cómo en la ofensiva neoliberal fue clave el rol de los partidos, empezando por el peronismo (ya sea como contenedor o como aplicador de los planes) y su brazo sindical. Cómo entre las burocracias sindicales más oficialistas o más opositoras dividieron al movimiento obrero industrial del estatal, a las empresas estatales entre sí, a éstas de los docentes, de los estudiantes, a todos de los desocupados y hambrientos.
Para ello fomentaron las ilusiones electorales, los pactos y las treguas. La burocracia mantuvo los conflictos aislados, desgastándolos con medidas que no formaban parte de un plan de conjunto e impidiendo la coordinación entre ellos (interviniendo de forma indirecta en los casos que surgían).
La izquierda, a pesar de tener una importante influencia en la mayoría de los sectores afectados, no tuvo una política independiente de la burocracia, especialmente de la que se decía opositora. De haberla tenido, es probable que no hubiera podido impedir las derrotas, pero habría quedado una vanguardia formada en cómo enfrentar las maniobras burocráticas y elevar las luchas al terreno político.
El plan de Milei es en cierta forma más generalizado que el de Menem, atacando no solo a los estatales y a los trabajadores, sino también a la Cultura y al movimiento estudiantil. Por ello quizás la resistencia se da a poco de asumir el gobierno. La CGT ya tuvo que llamar a un paro general y movilización y anuncia uno nuevo para mayo que, sin embargo, no son parte de ningún plan de lucha serio para derrota el plan de Milei, mientras, por otro, obliga a los sectores atacados de la clase trabajadora a batirse en luchas separadas por gremio.
Las lecciones de los 90, plantean entre otras cosas, el carácter fundamental de desarrollar una política independiente de la burocracia y el peronismo. Ya sea en el terreno de la autoorganización, la democracia sindical, la coordinación, como el impulso de acciones que superen el corporativismo y lleven a la unificación de todas las luchas en la perspectiva una huelga general para derrotar el plan económico de Milei y sus aliados, sus decretos y leyes, así como un programa que de una salida favorable al pueblo trabajador y le haga pagar la crisis a los que, ayer como hoy, la provocaron: los grandes empresarios y el FMI.
Fuentes utilizadas
Los periódicos Solidaridad Socialista (MAS) 1985-1992, Avanzada Socialista (PTS) 1988.1991, Rebelión de los Trabajadores (PTS) 1991-1993 (archivos en papel y digitalizados del CEIP León Trotsky). Balance de la huelga telefónica y de la actuación del partido, Comité Central del MAS, 26/9/1990.
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