La crisis de la pandemia del covid-19 golpea a este mundo sin compasión ni diferencia, absolutamente a todas las capas de una sociedad moderna que se creía invulnerable. Pero, especialmente, golpea a la clase trabajadora.
Miércoles 15 de abril de 2020
Cada rostro de cada muerte disemina la realidad brutal en un contexto social mejorable, donde el individuo concluye su análisis desde una lógica de miedo a ser arrastrado por este virus hasta lo incontrolable.
Hay razones objetivas para pensar en la escasa importancia, hasta hoy, de cuidar este nuestro planeta con planes y estrategias más allá de los recursos agotables y planes de consumo en rentabilidad o pérdida.
Hoy nos vemos abocados a cuestionar esa parte irredenta de conquista a todo aquello por arañar y ponernos manos a la obra para sacudirnos ese adulterado concepto de felicidad que conduce al acaparamiento y consumo absurdo, provocando un desorden en el equilibrio necesario del ritmo del planeta, a nivel biológico, cultural, social, natural y productivo.
Una inercia de grupo, de tribu, de comunidad, aparece en cada momento complicado de la historia y se activa desde esa fuerza innata del ser humano para defenderse, en contradicción con ese ser individual moderno.
Amazon, en su lugar privilegiado como multinacional líder del comercio electrónico, desata su locura comercial con dinámicas vanguardistas y establece su rasgo insaciable en un servicio impecable… pero para satisfacer los deseos de consumo irracional y desmesurado en este contexto de pandemia.
El ritmo de Amazon es ajeno a todo lo demás. Mientras el mundo tiembla ellos ni parpadean. La necesidad del beneficio enroca con la ecuación de deshumanización de sectores productivos modernos basados en modelos matemáticos, con roles que no contemplan personas sino algoritmos que acatar y reglas de mercado.
En concreto en el almacén de Amazon MAD-4 de San Fernando de Henares, la gestión desde los primeros casos de Covid-19, fue mirar hacia otro lado e improvisar en la toma de medidas que garantizaran la seguridad y la salud de las y los trabajadores. El objetivo ha sido coartar información y que afecte lo mínimo posible al normal funcionamiento, sin valorar ni entender el grado de gravedad al que estábamos expuestos, ya no solo en el almacén, sino en medio mundo.
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El miedo funciona de un modo muy particular en el ser humano activando comportamientos animales e irracionales que en circunstancias normales quedan solapados inconscientemente.
Con la crisis llamando a las puertas de MAD-4, el pánico se fue apoderando de la plantilla y las dudas sobre la marcha de la evolución de la pandemia dejaron a la vista la acción individual y conductas de huida hacia adelante ante los problemas. Los primeros que se cuidaron de aparecer por el almacén fueron precisamente los que tenían condiciones blindadas o mejorables comparados con la mayoría, como gran parte de los jefes, el sector de oficinas y lamentablemente también del comité.
Desde el primer día de trabajo después de los primeros casos la empresa asume que el control de la situación no corre peligro. Ofrecen información de los infectados aislados y permiso no retribuido, vacaciones o horas flexibles a aquellos que se consideren de riesgo.
Los representantes de las y los trabajadores, sin embargo, no coordinan ninguna medida de presión lo suficientemente importante para garantizar de manera clara desde un primer momento la integridad de la plantilla. El cierre preventivo como proclama se diluía con un comité haciendo aguas con dimisiones, bajas, cuarentenas y poca responsabilidad. El doble argumento del cierre para con las y los trabajadores o el cumplimiento del protocolo de seguridad para la empresa, se consumó como estrategia de trabajo de la sección operativa y la otra parte actuando, supuestamente, en forma telemática.
Las demandas interpuestas a Inspección de Trabajo dieron con medidas como toma de temperatura, señalización de pasos, grupos de limpieza, etc., que Amazon asumió con total normalidad desde su condición de parte corporativa y con la garantía de que, su posición congruente a los requerimientos de inspección, jugaban a favor de sus intereses.
Cada denuncia, sin embargo, se articulaba “desde la frontera”, con delegados de prevención firmando informes desde casa, ni aparecieron por los puestos ni corroboraron in situ las necesidades objetivas a atender sanitariamente hablando, siendo imprescindibles en un momento como este. Los trabajadores desde la exigencia fuimos los que pusimos las medidas de protocolo sobre la mesa enfrentándonos a los jefes y responsables de turno.
Mientras todo esto pasaba la dirección seguía a su ritmo y forma, con aumentos de volumen de trabajo de hasta un 20%. Al mismo tiempo que implementaba medidas “populistas” como aumento de 2 euros la hora de trabajo, aplazamiento de horas verdes (15 minutos de bocadillo que se debe por nuevo convenio), 5 minutos más para el break, subida de hasta 120% horas extras, entrada de móvil al almacén, etc.
Cada paso dado por la parte del comité se ha hecho considerando la “legalidad” como única premisa para justificar que se ha hecho todo lo posible, sin ser responsable ninguna sección sindical. Pero en este drama la plantilla que cada día ha ido a trabajar sin medidas de protección son sin duda los más vulnerables, obedeciendo a la inoperancia de decisiones que lamentablemente han estado muy por detrás de lo que necesitamos. Lo que hacía falta, por el contrario, era plantear medidas de fuerza coordinadas y sin improvisar, que fueran articuladas con el respaldo de las y los trabajadores como paradas, sentadas, concentraciones, protestas, huelgas.
Ese concepto tan usado de clase obrera, como fuerza productiva unida con idénticas necesidades, se rompe en una lógica burocrática por parte de gran parte del comité que no ayuda a responder a esta crisis a la altura de las circunstancias ni a unir nuestras filas para enfrentar el despotismo de la empresa. Porque si la mayoría de la plantilla fija estamos sufriendo esta situación, aún peor están las compañeras y compañeros eventuales desprotegidos ante nula representación y cobertura legal en esta situación. Los compañeros/as greens (eventuales) no pueden desafiar a la empresa ni responder con derecho, ya que en los hechos son “trabajadores de segunda” y no están en igualdad de condiciones.
Ahora con el Real Decreto del Gobierno y la “vuelta al trabajo”, Amazon vuelve a ganar, considerando como actividad esencial y justificando de paso la normalidad en la venta de todo tipo de artículos, aunque no fueran de primera necesidad.
Las y los trabajadores, desde nuestra conciencia, debemos articular mecanismos representativos para responder a esta situación, como Comités de Seguridad y Salud, independientes de la empresa que sólo se preocupa por sus beneficios, en los que comencemos a tomar en nuestras manos la resolución de esta crisis. Nosotros somos los que nos relacionamos con nuestro trabajo y sabemos nuestras necesidades más que nadie. Al mismo tiempo, las y los representantes sindicales en el comité tienen que cambiar radicalmente su actitud y ponerse al frente de esta batalla. Porque a diferencia de lo que dice el Gobierno, que de esta salimos “entre todos”, buscando subordinarnos a los intereses de las patronales como si fueran los mismos que los nuestros, de esta salimos si unimos nuestras propias filas, las de la clase trabajadora. O avanzamos por este camino o Amazon (y el capitalismo, con su estela de explotación, consumismo, individualismo y alienación), saldrá reforzada de esta gigantesca crisis.
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Hay un concepto de humanidad más allá de la codicia y la abundancia que se hace necesario representar en cada trabajador en el día a día para dar respuesta a comportamientos aburguesados que no se corresponden con un papel fundamental en la lucha y los retos que tenemos por delante, ya no solo como clase, sino incluso como especie.