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Red Internacional
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CUENTA PRESIDENCIAL. Análisis crítico de Pan y Rosas ante Cuenta Pública del Gobierno

Análisis crítico del discurso de Michelle Bachelet en la Cuenta Pública del 21 de mayo, bajo la perspectiva del feminismo revolucionario que impulsa la agrupación Pan y Rosas Teresa Flores.

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Gaba La Izquierda Diario Antofagasta

Martes 31 de mayo de 2016

“Chile país de progreso, donde su gente puede vivir en libertad y aspirar al bienestar…”

De esta manera, comenzó el discurso de la presidenta de la Nueva Mayoría, a dos años de su mandato. Es irrisorio que la Presidenta hable de libertad y bienestar, cuando un 50% de los trabajadores/as gana menos de $305.000 mil, siendo las mujeres trabajadoras las más golpeadas con trabajos precarios, con una brecha salarial del 30% y siendo el 70% del total de subcontratados. Cuando somos las mujeres y las niñas las encargadas del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos, dedicando cuatro horas diarias a este trabajo doméstico no reconocido. Vivimos en un país donde no tenemos derecho a la vivienda, educación, salud, al aborto, incluso a organizarnos, ya que somos perseguidos por las patronales, como hoy lo viven diversas profesoras, luchadoras del movimiento docente, a lo largo del país.

Luego la mandataria señalaba “Chile es un país muy desigual con prejuicios y estereotipos hacia las mujeres” . Una crítica cierta, pero contradictoria a la hora de analizar las acciones que ha realizado el gobierno de la Nueva Mayoría para erradicarla. Para ello, analicemos diversas problemáticas relacionadas con la violencia de género. Frente a los 20 casos de femicidios, con una brutalidad cada día más impactante, las medidas actuales del gobierno con el Sernam, son la reparación psicológica y las casas de acogida.

Lo primero, se trata de atenciones psicológicas dadas por un par de meses, donde principalmente se les enseña que son dueñas del mundo, empoderándolas, pero sin considerar medidas concretas que resuelvan el problema de fondo, el cual es que solas deben mantener y alimentar a sus hijos, muchas veces sin recibir las pensiones alimenticias por no pago del padre, sin un trabajo seguro, sin estudios u oficio. Es por esto, que una vez enfrentadas a la vida cotidiana, se ven envueltas en una precariedad insostenible, por lo que muchas de ellas se ven sometidas a regresar nuevamente con sus agresores.

Con respecto a las casas de acogida, popularmente no se conoce mucho de ellas, algunos dirán que se debe para mantener en secreto a las víctimas. Por ello, he acudido a Maria Victoria Sandoval, quien trabajó siete años con mujeres que vivían violencia en la pareja, para que nos cuente sobre su experiencia con estas casas:

“Las casas de acogida me dan mucha indignación, puesto que son verdaderas cárceles y así lo pude ver en varios casos. Recuerdo uno en particular, de una mujer con su bebé de ocho meses, ubicados en la casa de acogida cerca de Estación Central, donde se supone que ambos estarían en óptimas condiciones. Sin embargo, al estar ahí el escenario fue totalmente distinto, me contaba que su bebé necesitaba un alimento especial, pero para su sorpresa el que habían comprado tenía tres meses de vencimiento. La respuesta del Sernam fue porque salía más barato, obligándola a que le diera este “alimento” a su bebé. Esa casa era como una prisión, tenía una primera parte que era la entrada, luego un patio, una reja y al fondo estaban las piezas, tenían horario para levantarse, horario para comer, lavar, etc., y la atención psicológica que les daban era una vez al mes. No las dejaban salir, ni comunicarse con nadie, y sólo en algunos casos específicos lo hacían por una ventanilla. Nunca olvidaré a esta mujer que me decía que había salido de una tortura, donde un hombre le pegaba, para meterse en otra, finalmente se salió de la casa de acogida, frente a lo cual el SERNAM le respondió que no volviera nunca más porque ni siquiera la iban a atender”.

Por otro lado, frente a la falta de educación, a los embarazos adolescentes no deseados, los acosos, abusos e incluso violaciones al interior de liceos y escuelas, el Gobierno responde con una educación de mercado, sexista y heteronormada. Con una educación sexual básica sin perspectiva de género.

Ahora bien, con respecto a las acciones realizadas frente a la discriminación de la diversidad sexual, como el Acuerdo de Unión Civil, en palabras de la Presidenta, para "Reconocer nuestra diversidad supone también fortalecer las libertades personales para que cada persona viva, ame y se exprese sin temores ni prejuicios”, hay que preguntarse que si esto es así, por qué no tenemos derecho al matrimonio igualitario, a una identidad de género y adopción de hijos/as.

O frente a los problemas laborales de las trabajadoras y trabajadores, su respuesta fue el proyecto de reforma laboral, que beneficia mayoritariamente al empresariado, donde las mujeres somos nombradas para estar presentes en la comisión negociadora, pero sin decir nada al respecto de la brecha salarial, la subcontratación, los derechos maternales efectivos, puesto que incluso en ese punto somos tremendamente discriminadas.

Incluso frente al aborto clandestino, donde son mayoritariamente las mujeres trabajadoras, estudiantes y pobres las que se ven con complicaciones, que incluso derivan en muerte, el Gobierno propuso un proyecto de aborto terapéutico en tres causales, que sólo responde al 5% del total de los casos, pero que ni siquiera fue mencionado en la cuenta pública.

Como vemos, las medidas que ha tomado el Gobierno y el Estado son ineficientes. Y su mensaje por tanto, para todas las mujeres y la diversidad sexual es claro, seguiremos siendo entendidas como la “propiedad” de un otro, seguiremos siendo oprimidas, explotadas, incluso mutiladas.

“Si Chile quiere ser un país cohesionado y desarrollado tiene que incorporar el aporte de la mujer en todos sus espacios, y tiene que evolucionar culturalmente para dejar atrás los estereotipos que desvalorizan a las mujeres”.

El cambio cultural es importante, pero como Pan y Rosas decimos que es insuficiente si no cambiamos de raíz el sistema económico y político heredado de Pinochet y consolidado con la transición pactada a la democracia. Si no erradicamos este sistema capitalista y patriarcal que mantiene y mantendrá siempre a las mujeres y a la diversidad sexual bajo el yugo de opresión y explotación. Por tanto, postulamos confiar sólo en nuestra propia organización, junto a todos/as los explotados/as y oprimidos/as del mundo, la única fuerza que logrará efectivamente liberarnos de todas nuestras cadenas.