El excandidato presidencial de los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC) en 2018, en precampaña.
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Lunes 21 de septiembre de 2020
En un video de unos siete minutos, Ricardo Anaya anunció su regreso en el marco de fuertes críticas al gobierno de AMLO.
Justificó su retiro tras la derrota electoral para “darle espacio” a quien había ganado los comicios de 2018, en los cuales se expresó el profundo repudio de la mayoría de la población a los partidos patronales tradicionales (PRI y PAN) y al centroizquierdista PRD, antecesor del Morena.
Ahora Anaya quiere vestir la capa de héroe para hacer propuestas ante lo que califica como “el desastre” actual para las elecciones de 2021 y 2024.
Declara en el video-lanzamiento de su campaña pre-electoral, que buscar “proponer”, no oponer. Y que escribió un libro sobre su propuesta de país que irá dando a conocer capítulo a capítulo.
Afirma que “cuando recorres el país de punta a punta es un aprendizaje que duele porque te hace desear con toda el alma que las cosas cambien”. Así de edulcorado es el discurso del panismo deseoso de volver a conducir el destino de México.
Se olvida que parte de la crisis actual se gestó desde los gobiernos panistas -y los priistas-. Como el de Vicente Fox, también acusado de corrupción y célebre por el incidente diplomático “Comes y te vas”, espetado a Fidel Castro para no molestar a George W. Bush, y que tiene en su haber la brutal represión contra la lucha del magisterio oaxaqueño en 2006.
O como el legado de Felipe Calderón, quien inició la guerra contra el narcotráfico que dejó millones de personas desaparecidas, ejecutadas, torturadas, así como desplazamientos forzados, la militarización del país y la guardería ABC -propiedad de parientes de Margarita Zavala, la primera dama- cuyo incendio en 2009 dejó 49 niñas y niños muertos, mientras los responsables están impunes.
Fue en la transición entre el gobierno de Calderón y el de Peña Nieto cuando se votaron la reforma energética -cuya sanción estuvo plagada de sobornos- que legalizó la entrega de hidrocarburos al capital privado, y también la reforma laboral, que legalizó el outsourcing y la precarización laboral.
A su vez, el PAN, junto con el partido Encuentro Social -socio de AMLO en las elecciones de 2018- y las Iglesias, son acérrimos enemigos de los derechos de las mujeres (como al aborto) y la comunidad LGTBI (al matrimonio igualitario).
Todas cuestiones que el gobierno de AMLO ha mantenido, aunque dándole su toque personal, con la creación de la Guardia Nacional, y con la sanción de otra reforma laboral que incluye la llamada “democracia sindical”, pero que en realidad establece que el sindicato emplazante contabilizará los votos, y que los burócratas sindicales el cumplir o no con la disposición de ejercer el voto directo, personal, libre y secreto para la elección de dirigencias sindicales al dejarlo como “voluntaria”, entre otros puntos.
Definitivamente no será el PAN -tampoco el PRI ni el PRD- el que dé una salida favorable a las mayorías ante la actual crisis. Aunque AMLO mantiene un discurso “progresivo”, no sólo condenó a decenas de miles de trabajadores a morir durante la pandemia por una política sanitaria pasiva que agravó el desastre, sino que además militarizó los hospitales y le ha dado cada vez más poder al Ejército, responsable de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa junto a policías locales y el crimen organizado.
La gravedad de la crisis que estamos viviendo hacen necesario que la clase trabajadora ponga en pie un partido político propio, independiente de los empresarios y las trasnacionales, que defienda sus intereses y enfrente el ataque del imperialismo, las corporaciones y los empresarios que buscan aprovechar esta crisis para degradar aún más las condiciones de trabajo y de vida de la mayoría de la población. Una organización política socialista y revolucionaria que se plantee enfrentar el poder de los capitalistas y sus partidos.