La disputa entre Angela Merkel y el ministro del Interior, Horst Seehofer, amenazó con la ruptura de un gobierno que se había constituido hace tres meses. El acuerdo xenófobo logrado no cierra una crisis política profunda.
Martes 3 de julio de 2018 14:38
El domingo por la noche parecía que algo histórico estaba ocurriendo, cuando se informó de la dimisión del ministro del Interior, Horst Seehofer. El gobierno federal y la histórica unidad parlamentaria entre la CDU de Angela Merkel y su partido hermano, la CSU de Horst Seehofer, estaba al borde del colapso, a causa de la política migratoria.
Siguieron horas de incertidumbre y especulaciones. Al final, los dos partidos anunciaron un acuerdo este lunes por la noche. El mismo tiene un contenido completamente racista contra los inmigrantes y refugiados. Merkel ha cedido a las presiones de Seehofer, que continuará como ministro del Interior, el gobierno se mantiene intacto y se preserva el histórico acuerdo parlamentario entre los dos partidos conservadores.
Sin embargo, esto no resuelve la crisis de un gobierno cada vez más cuestionado tanto a nivel nacional como a nivel internacional -sobre todo en este último terreno-. Que tan solo 100 días después de la formación de gobierno – que ha sido la más difícil y laboriosa de la historia reciente– estuviera a punto de producirse la ruptura de este, es algo inédito desde la postguerra alemana. Demuestra la profundidad de la crisis del Merkelismo. Por primera vez estuvo por romperse el bloque parlamentario entre los dos partidos hermanos, una coalición que ha existido desde la fundación de la República Federal de Alemania en 1949. Si se llegaba a ese resultado, hubiera sacudido el escenario político nacional con un terremoto sin precedentes.
Todo esto demuestra que el régimen del Merkelismo se está agotando cada vez más. A pesar de que por el momento Merkel y Seehofer pudieron sellar un acuerdo, a costa de la vida de miles de refugiados, la disputa desestabilizó de manera inédita a la canciller. En las próximas confrontaciones se encontrará con la espada de Damocles de la ruptura del gobierno -algo que tiene consecuencias internacionales importantes-.
El acuerdo racista entre Merkel y Seehofer
El acuerdo al que llegaron los dos jefes de los partidos conservadores es toda una demostración de la intensidad a la que ha llegado la política antimigratoria del gobierno alemán. No se trataba de una disputa entre una posición "amigable" y otra "hostil" a la inmigración. Por el contrario, el plan negociado por la Canciller en la cumbre de la UE a finales de la semana pasada también es profundamente racista. Entre otras cosas, se van a crear "centros de control" en varios países europeos para llevar a los refugiados, con el objetivo de deportarlos lo antes posible a verdaderos campos cerrados en países del norte de África, que se denominan "plataformas de desembarco". La conclusión de la cumbre también facilita la negociación de acuerdos bilaterales y multilaterales sobre seguridad fronteriza, lo que facilita la negociación sobre la detención, el internamiento y la deportación de refugiados entre diferentes países. Al mismo tiempo, se incrementarán los fondos de la UE para la "lucha contra la inmigración ilegal".
Seehofer podría haberse encontrado cómodo con estos resultados, ya que apuntan a una política fronteriza cada vez más dura. Pero él quería más: quería la legitimación para cerrar la frontera a los refugiados unilateralmente, una decisión que planteada así hubiera sido un salto enorme en el conflicto europeo sobre la cuestión migratoria. Parecía que Seehofer se había adentrado en un callejón sin salida, pero el lunes anunció triunfalmente a las cámaras: "Una vez más se ha demostrado que vale la pena luchar por las convicciones de uno". Había ganado.
El compromiso al que llegaron Merkel y Seehofer incluye el establecimiento de "centros de tránsito" en la frontera germano-austríaca. Los refugiados que lleguen hasta allí serán deportados inmediatamente a otros países de la UE que sean responsables del procedimiento de asilo. Con este fin, se negociarán reglamentos con los distintos países.
Aun así, es válido preguntarse si este acuerdo será de utilidad a largo plazo para Seehofer. Porque no sólo genera malestar en grandes sectores de la opinión pública. También salen heridos los dos partidos conservadores. El compromiso es sólo un acuerdo temporal, pero no puede resolver las cuestiones estratégicas de la política europea alemana.
La controversia sobre la futura orientación de la UE
Para Merkel, este conflicto es tan crucial porque su proyecto, la hegemonía alemana sobre la Unión Europea, está cada vez más cuestionada por derecha. No solo a nivel nacional. Esto ocurre en Alemania, como muestra el conflicto con Seehofer y el crecimiento del partido de ultraderecha "Alternativa por Alemania". Pero también sucede a nivel internacional, con la emergencia de otros partidos ultraderechistas en varios países europeos, y recientemente la llegada al gobierno del partido de extrema derecha "Lega" en Italia y FPÖ en Austria. La cuestión migratoria sirve en este marco como un catalizador para la desestabilización del liderazgo alemán sobre la UE. Al mismo tiempo, el presidente francés Emmanuel Macron intenta reforzar la UE instando a Merkel a hacer concesiones en ámbitos como la política fiscal.
La exigencia de una política de "unilateralismo nacional" no es una actitud de completa hostilidad de la CSU hacia la UE. Pero es una orientación diferente a Merkel, que quiere fortalecer la posición de Alemania dentro de la UE de otras maneras. Seehofer no busca aliados en los órganos de Bruselas, sino en conversaciones bilaterales con los jefes de Estado de Austria, Italia o Hungría. Esta "Internacional nacionalista" demuestra las contradicciones profundas de la UE, atravesada por la ruptura del consenso "globalizador" del neoliberalismo, y el aumento del nacionalista.
Por lo tanto, la arriesgada escalada de Seehofer no es sólo un problema político interno. A nivel europeo, el centro de gravitación comienza a moverse cada vez más hacia la derecha y cuestiona cada vez más la hegemonía alemana en Europa. La crisis entre Seehofer y Merkel es tan profunda como la crisis de la Unión Europea.
Merkel, como buena representante de la burguesía imperialista alemana, ha tenido un desempeño inicial muy bueno para el capital en el período de la crisis económica mundial, cuando puso a toda la UE bajo la dirección alemana bajo las medidas de austeridad. Pero la crisis de la UE y la presión de Estados Unidos con Donald Trump hacen crujir al gobierno alemán, que se muestra más inestable que nunca.
A su vez, Merkel intenta utilizar todos los medios para buscar otras vías para el capital alemán En sus declaraciones sobre el conflicto con Seehofer, ha subrayado repetidamente la necesidad de invertir en el norte de África. Con la crisis migratoria, el capital alemán ve la posibilidad de ampliar su esfera de influencia con préstamos e inversiones directas. Los acuerdos de partición con países africanos como Sudán y Libia sirven de preparación para una mayor explotación de la región.
Perspectivas de la política interior
El cuestionamiento de la posición de Alemania dentro de la UE traerá nuevos conflictos al escenario político alemán. La estabilidad estructural del capital alemán y la política interna ha ayudado hasta ahora a Merkel a tratar a sus socios de coalición como socios subordinados. Pero ahora ni siquiera puede mantener a la CSU bajo control y depende de compromisos. Con el acuerdo actual, Merkel se siente aliviada, pero cualquier otra iniciativa suya estará marcada la amenaza de una nueva crisis.
Seehofer hizo una jugada de alto riesgo. El hecho de que haya podido llegar hasta ahí demuestra la profundidad de la crisis gubernamental. Pero no se atrevió a una escalada total, como sería el rechazo unilateral de los refugiados en contra de la aprobación de la Canciller, y en cambio insinuó su dimisión. Porque la división del bloque parlamentario conservador por parte de la CSU sería también su propia tumba. Todavía no ha llegado el momento de la caída de Merkel. Para la burguesía alemana todavía no hay alternativa a su política. Pero el desafío planteado por Seehofer muestra la vulnerabilidad del gobierno en esta crisis, algo que acompañará la fase final del merkelismo.