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Red Internacional
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OPINIÓN. Anticapitalismo contra la miseria de lo posible

Anticapitalismo: la palabra podía resultar incomprensible, años atrás. ¿No se había anunciado que el capitalismo es “el mejor de los mundos posibles”? O tal vez, el único mundo posible.

Juan Valenzuela

Juan Valenzuela Profesor de filosofía. PTR.

Viernes 27 de octubre de 2017

Algunos hablan así: antineoliberalismo, eso sí sonaba -y suena- más sensato. Corregir el capitalismo, actuar como su médico. Pero no pretender escribir su epitafio. Eso era -y es- visto como cosa del pasado. Algo ajeno a lo “políticamente correcto”. Esta columna discute contra esa idea tan difundida, aunque terminar con el capitalismo no es una tarea fácil.

Es una tarea que depende de que los trabajadores desplieguen su fuerza social y gobiernen en ruptura con la sociedad actual que antepone las ganancias de unos pocos a la vida de millones. Para quienes militamos en el trotskismo, es también una tarea que requiere la formación y preparación de un partido revolucionario con decenas o centenas de miles de militantes en los principales centros laborales y educativos y con capacidad estratégica. Tarea que es internacional, pues el capitalismo -y hoy más que nunca- es un “sistema” global. De China a Chile el capital rige la vida.

¿Qué es el capitalismo?

¿Qué es el capitalismo? Definiendo de manera muy escueta y sin desarrollar un análisis, podemos decir que es la sociedad que se estructura en base a la explotación de millones de hombres y mujeres que venden su fuerza de trabajo a cambio de salarios que alcanzan apenas para llegar a fin de mes, en una labor incesante que sólo enriquece a una porción ínfima de la población que es propietaria de las riquezas y los medios productivos y que “exprime” la naturaleza y la sociedad con el puro afán de valorizar siempre más su capital.

Trabajadores de servicios, de la minería, de call centers, de fábricas, puertos o colegios y que no tienen capacidad de ahorro, en los hechos, se hacen esclavos de un puñado de ricos en distintos países. Venden su fuerza de trabajo y para sobrevivir mes a mes están obligados a continuar haciéndolo, por eso son trabajadores, y pese a su enorme heterogeneidad constituyen una clase con vivencias comunes.

En esta sociedad la riqueza social es transformada en un “cúmulo de mercancías”. No prima, como criterio de funcionamiento, la satisfacción de las necesidades de la población. En realidad, no hay en última instancia una planificación. Rige el criterio de la obtención de ganancias infinitas por parte de los capitalistas. La competencia de todos contra todos. El “sálvese quien pueda”, como se dice. El propio mundo es hipotecado en las cuentas de los magnates.

Capitalismo en Chile

¿Cómo funciona esto en Chile? Para que nos hagamos una idea, aquí hay 9.900 personas que mes a mes obtienen como ingresos un promedio de 140 millones de pesos. ¿Se imagina usted recibiendo mes a mes esa cifra? Es algo que resulta fantástico para la aplastante mayoría de la población: tan fantástico como una fiesta en Cancún al más puro estilo “dueño de AFP”. En Chile el sueldo mínimo es de $270.000, y la carrera universitaria más barata -una pedagogía, por ejemplo- cuesta $250.000. En Chile el “sálvese quien pueda” se ve en temas tan sensibles como la salud o la educación. Un rico que puede pagar una clínica tiene más chances de vida que un pobre que queda en la lista de espera de un hospital público.

En esta sociedad, otros sectores y capas sociales, padecen del mismo modo los efectos del capitalismo: con la expoliación de tierras y territorio a los mapuche y una política represiva de Estado que cruza la cordillera de Chile a Argentina donde fue asesinado el joven Santiago Maldonado; a los estudiantes se los exprime con la deuda del CAE y se sostienen filtros como la PSU que dejan fuera de las universidades más prestigiosas a los hijos del pueblo trabajador; en comunas como La Granja, decenas de miles viven como allegados; las empresas juegan con la situación de opresión machista para las mujeres, con sueldos y pensiones más bajas; en zonas donde las empresas mineras o pesqueras impactan la vida de las comunidades, pequeños círculos deciden los destinos de miles.

Capitalismo y neoliberalismo

¿Pero acaso, con todo esto, no estamos más bien describiendo lo que es el “neoliberalismo”? Sí. Pero también el capitalismo. El neoliberalismo es una configuración del capitalismo que se posibilitó por medio de una derrota histórica al movimiento obrero -en lugares tan disímiles como Chile, Inglaterra, Estados Unidos, México- se implementaron medidas que desmantelaron los derechos y servicios sociales, redujeron los salarios y el tamaño del Estado que abandonó sus funciones empresariales entregando esas actividades a los privados y simultáneamente perfeccionó sus aspectos coercitivos y de consenso.

¿Entonces enfrentar el neoliberalismo es enfrentar el capitalismo? No necesariamente. Antes -al menos hasta mediados de la década de 1980-, el capitalismo estaba configurado de manera distinta. Hay quienes tienen la ilusión de volver a ese pasado o retomar aspectos de él por medio de una redistribución. Volver a un “Estado protector” o formarlo. Por ejemplo, la propuesta de hacer una reforma la Ley Orgánica de Expropiaciones para desarrollar una política que apunte a la nacionalización de los recursos naturales y estratégicos recientemente anunciada por la candidatura de Beatriz Sánchez, sin duda no será del gusto de los grupos económicos que controlan dichos recursos. Ellos se resistirían por todos los medios. Para ellos sería volver a una época anterior a la del dictador Pinochet, cuando el Estado tenía el cobre y no se habían entregado en bandeja los recursos naturales o servicios sociales como la salud o educación. Esos empresarios resistirán en la eventualidad de que se busque implementar algo así. No se requiere un análisis tan profundo para que nos percatemos de que en el ascenso de Piñera actúa en buena medida la voluntad de un sector del empresariado que desea defender acérrimamente la obra económica y social de la dictadura y prevenir cualquier intento reformista mayor en el marco de una impugnación a pilares del neoliberalismo que se ha expresado en los últimos años con movimientos como NO+AFP. Pasar de nuevo al ataque. Se trata de evitar elevar las expectativas de amplios sectores de masas, porque de ahí a cuestionar la propiedad privada, mejor afirmarse.

El antineoliberalismo es utópico y el anticapitalismo realista

Pretender que esos grupos económicos accederán a renunciar a sus privilegios sin un enorme despliegue de fuerza de trabajadores, jóvenes, mujeres y mapuche, resulta del todo utópico. Por eso un programa que pretenda enfrentar sólo el neoliberalismo, pero en los marcos del capitalismo tiene la ilusión de que la clase empresarial en el poder no va a contraatacar en el caso de que sus intereses sean tocados de tal forma. Es creer que les podemos decir: “dennos sólo el cobre, el agua, la educación y quédense con todo lo demás, continúen controlando el Estado, pero dennos el gobierno y la posibilidad de una reforma y gobernar con los movimientos sociales, moderen un poco sus apetitos de ganancia”. Pero, así como hoy los empresarios y la derecha están reaccionando con Piñera y en los márgenes con Kast, ¿es imaginable que el día de mañana, sin que se les imponga por la fuerza, van a renunciar a su posición privilegiada en la sociedad? Si se ven obligados a hacerlo, buscarán contraatacar luego.

Para nosotros la cuestión de las expropiaciones está íntimamente ligada a la cuestión del poder. En los lugares de trabajo, se conecta con la formación de comités que posibiliten el control y la gestión por parte de trabajadores y comunidades, de los procesos productivos. Cuando los capitalistas mandan, se coluden, como lo vimos con el grupo Matte y el papel tissue o y como ocurre a diario con los medicamentos. Es necesario que las y los trabajadores junto a la población controlen los precios, y expongan a la luz pública los verdaderos gastos y ganancias de las empresas que conspiran contra el pueblo para llenarse los bolsillos. Una política de expropiaciones y nacionalizaciones debe incorporar este aspecto.

¿Sirve para esto presentar candidaturas? Sí. Concretamente, en Argentina, el PTS, organización hermana del PTR, presentó un proyecto de Ley que contribuyó a que esta idea se masifique y deje de ser para el autoconsumo de pequeñas organizaciones de izquierda. Es una actividad que se puede conectar con el desarrollo de esa fuerza social que son los trabajadores y su autoorganización. Si bien no tenemos escaños parlamentarios, es la misma idea que estamos planteando desde las candidaturas de trabajadores, profesoras y jóvenes en Antofagasta y que impulsa la candidatura de Dauno Tótoro por el Distrito 10, que incluye a comunas como La Granja o San Joaquín.

Por otro lado, la expropiación, teniendo en cuenta cómo actuarán los capitalistas, debe conectarse con la perspectiva de un Gobierno de Trabajadores que sólo podrá alcanzarse si existe un partido revolucionario que despliega una estrategia con ese fin. Sólo de ese modo se puede garantizar la permanencia de las conquistas y su expansión. Por eso, anticapitalismo no es hacer algunas reformas mientras subsiste la sociedad actual, para formar un “Estado protector”. Es mucho más que eso: es combatir para que gobiernen los trabajadores y para terminar con la explotación y la miseria de lo posible.


Juan Valenzuela

Santiago de Chile

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