El aumento de los contagios, de la precariedad, del paro y la ruina de pequeños comercios hace aumentar el descontento social. Mientras gran parte de la izquierda se mantiene en el apoyo crítico al gobierno, la extrema derecha está a la ofensiva. ¿Quién puede canalizar el malestar? ¿Hacia donde?

Pablo Castilla Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF
Jueves 5 de noviembre de 2020
La gestión de la pandemia por parte de los gobiernos ha estado en discusión desde la llegada del coronavirus. Durante los primeros meses el confinamiento gozó de un gran consenso apoyado por una ánimo general de desconcierto, miedo y resignación. Se trató de instaurar aquella idea de que íbamos a salir mejores y más fuertes.
Sin embargo, en las últimas semanas la vida social se ha visto restringida brutalmente, la ansiada recuperación económica no llega y la segunda ola ya está aquí. El estado de alarma declarado por el Ejecutivo y prorrogado en el Parlamento continúa en la línea de imponer medidas restrictivas sin tomar ninguna medida de fondo.
El toque de queda ejemplifica perfectamente el tipo de gestión de la pandemia que está haciendo el gobierno “progresista”: confinamiento por la noche para seguir yendo a trabajar durante el día arriesgando la salud en empleos sin condiciones de seguridad y en transportes públicos abarrotados. Ahora, cabe sumarle el cierre obligado de pequeños comercios conducidos a la ruina.
Este panorama de crisis económica y social, combinado con el empeoramiento de la situación sanitaria, está haciendo aumentar el malestar social. Pero ¿hacia dónde puede derivar ese descontento? ¿qué expresión política puede llegar a tener?
Resulta innegable que Vox representa la oposición más dura dentro del Congreso al gobierno del PSOE y UP. La extrema derecha es percibida como quien pelea más enérgicamente contra Sánchez e Iglesias. La formación de Abascal ya convocó movilizaciones de protesta contra el gobierno durante la desescalada y la semana pasada perfiles de la ultraderecha afines alentaron algunas de las protestas que derivaron en enfrentamientos con la policía.
Esto resulta enormemente peligroso. En un momento en el que jóvenes precarios, pequeños comerciantes arruinados y trabajadores aumentan su rabia contra el PSOE y Unidas Podemos, Vox aparece como la fuerza política con mayor visibilidad que se opone al gobierno. Y lo hace, como no podía ser de otra manera, detrás de su ideario y propuestas reaccionarias y demagógicas.
Si queremos evitar que la ultraderecha siga creciendo, no podemos permitir que esto sea así. Para ello no se puede caer en el discurso de que criticar al gobierno es hacerle el juego a Vox o la derecha, como repiten muchos de los "abogados" de Moncloa en medios de comunicación, pero también en los movimientos sociales.
Es sencillamente mentira. Si algo propicia el crecimiento de la derecha populista es precisamente la combinación de malestar social, crisis sanitaria y un gobierno que se reivindica “progresista”, pero aplica las mismas políticas que la derecha gubernamental de aquí o de otros países europeos. Políticas que en lo esencial coinciden en hacer pagar la crisis a la clase trabajadora y los sectores populares.
Es por tanto necesario pelear por una oposición al PSOE y UP que se haga desde la defensa de un programa que dé respuestas reales a los problemas de la crisis sanitaria y económica, haciendo pagar sus costes a los capitalistas y no al pueblo trabajador.
Una alternativa de la izquierda y la clase trabajadora que no tema llamar a tomar las calles para oponerse a la receta de multas-policía-leyes de excepción y pelear por más inversión en sanidad; más personal docente y no docente para garantizar la presencialidad segura en escuelas, institutos y universidades para que la crisis no se cargue sobre los y las estudiantes; la prohibición de los desahucios y la expropiación de pisos en manos de los bancos,... entre otras medidas urgentes.
Necesitamos una izquierda que luche contra las burocracias sindicales que piden ERTEs para empresas millonarias sufragados con un aumento de la deuda pública que acabara pesando sobre las espaldas de los y las trabajadoras en forma de ajustes.
Frenar a la extrema derecha pasa por construir una izquierda anticapitalista y revolucionaria que no se trague el discurso desmovilizador del gobierno “más progresista de la historia”. Por una alternativa revolucionaria que canalice la rabia de miles y miles de trabajadores, jóvenes estudiantes y pequeños productores arruinados bajo un programa de conjunto que haga pagar la crisis a los capitalistas