Históricamente hemos asumido la idea del amor y del amor romántico como un sentimiento universal y eterno. Sin embargo, lo que entendemos como amor romántico, lejos de ser algo ahistórico tiene un origen y formulación concretos.
Jueves 14 de febrero de 2019
El amor constituye un tema difícil de definir. Existen cantidad de textos y publicaciones que se acercan a este campo de manera abstracta. Sin embargo, teorizar sobre ello requiere ahondar en la relación que el plano sentimental o emocional tiene con el sistema social de conjunto. O dicho de otro modo: comprender que las características y expresión del amor en lo concreto lejos de ser algo individual, aunque incorporen elementos subjetivos, adquieren sentido dentro de contextos históricos y órdenes sociales concretos.
El amor no es ahistórico ni universal. El amor se define socialmente según valores que están ligados a instituciones como el matrimonio o la familia en todas sus formas históricas y en el marco de distintos modos de producción. En este artículo no pretendemos abarcar todos los elementos de esta cuestión, pero si realizar una primera aproximación para pensar la cuestión del amor en relación a la sociedad.
Historia de amor(es)
“Desde sus primigenios estadios de existencia social, la humanidad emprendió la tarea de reglamentar no solo las relaciones intersexuales, sino el amor mismo. En la sociedad de clanes, la moral erigía como suprema virtud el amor determinado por lazos de sangre. (…) En la época en la que era dominante el principio tribal e iban formándose los primeros embriones de estructura política, la amistad entre dos miembros de la misma tribu era la forma amorosa que gozaba de más alta estima.” (Ideología proletaria del amor, 1923). Con estas palabras Alexandra Kollontai comienza a detallar las distintas formas de amor que han predominado en las diferentes sociedades.
Vemos como en cada estadio de la sociedad el amor se configuraba en relación a los intereses de las distintas instituciones que regulan las relaciones sociales. En la sociedad de clanes, la cual se estructuraba por lazos consanguíneos, el amor reforzaba el vínculo del parentesco. En la época de principio tribal lo importante era crear lazos espirituales y morales que unieran fuertemente a sus miembros con la tribu o comunidad más allá del parentesco. De ahí que el amor-amistad fuera una elevada virtud. En la época feudal, que se debía estrictamente a los intereses de la familia nobiliar primaba el respeto de los descendientes con respecto a sus mayores como más alta virtud.
El estudio de Kollontai es detallado y se apoya en cantidad de ejemplos mitológicos y literarios. Sin embargo, la falta de otros estudios en esta materia hace muy difícil profundizar en ello. Más allá de perfilar con exactitud las líneas en las que se apoyaban las distintas nociones de amor en cada sociedad, la idea que trata de trasmitir Kollontai es la misma con la que comienza la cita: “Desde sus primigenios estadios de existencia social, la humanidad emprendió la tarea de reglamentar no solo las relaciones intersexuales, sino el amor mismo” y además este fue variando a lo largo de la historia según se transformaban otras instituciones sociales que organizaban la sociedad de clases como podían ser el Estado o la Familia.
El matrimonio, el amor y la sexualidad
Llegados a este punto, podemos decir que el matrimonio, el amor y la sexualidad no son aspectos que hayan estado siempre asociados. Será bajo el capitalismo y la dominación burguesa cuando estos tres elementos queden estrechamente vinculados.
El matrimonio y la sexualidad iniciaron su estrecho vínculo hace siglos con el surgimiento del patriarcado. El dominio sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres que establecía el patriarcado generaba la desigualdad entre los sexos. “Para asegurar la fidelidad de la mujer y, por consiguiente, la paternidad de los hijos, aquélla es entregada sin reservas al poder del hombre.” expresaba Engels en El origen de la Familia la Propiedad privada y el Estado. Sin embargo, será más adelante cuando el amor tal como lo conocemos en la sociedad moderna se sume a esta ecuación.
El momento en que la burguesía consigue el poder político y comienza a expandir los principios de una sociedad basada en el individuo es cuando se profundiza de manera aguda algo que ya se daba desde que apareció la familia en la sociedad, pero que ahora se acentúa mucho más. Algo que Engels expresa ya en El origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado: "La familia, centrada en la pareja conyugal, se constituye en un espacio cargado de sentimientos al romperse los antiguos lazos comunitarios. En su seno cobra pleno sentido la pasión amorosa como centro de la reproducción del sistema social, para lo que fue necesario también una cierta domesticación de la sexualidad."* El concepto de individualismo expresado al máximo en la nueva sociedad capitalista y que solo permite la pertenencia a la familia como máximo grupo social requiere un doble esfuerzo para el fortalecimiento de los lazos familiares a través de los sentimientos.
Bajo el capitalismo la familia moderna adquiere un papel protagónico en la sociedad. Es la familia y el ámbito doméstico donde se ejerce una parte de la reproducción vital para el capitalismo: la reproducción y “puesta a punto” de la fuerza de trabajo. Esta institución se fortalece mediante mecanismos concretos y materiales como son todo el aparato legal (contrato matrimonial, leyes patrimoniales y hereditarias...), la desigualdad salarial o la carga de cuidados que recaen sobre las mujeres y que hacen de la familia una unidad “necesaria” para la supervivencia, pero también se refuerza a través de mecanismos subjetivos o emocionales como el amor.
Para reforzar la familia como institución, el matrimonio -la regulación de la familia- se apoya en dos principios fundamentales: la indisolubilidad y la idea de propiedad sobre el otro. Vemos que el ideario de amor romántico ensalza como máximos estos valores y los relaciona con el éxito y la felicidad. Incluso en las sociedades en las que elementos de libertad sexual o el divorcio están más asentados, este último se ve como un fracaso y la primera como una etapa de la vida asociada generalmente a la juventud. La sociedad indica que, más allá de la etapa juvenil, en el fondo todos buscamos nuestro gran amor, aquel o aquella compañera de vida. Un principio que niega por sí mismo la idea de la evolución, el cambio y el desarrollo psicológico de cada individuo a lo largo de su vida.
Por su parte, la idea de propiedad se desarrolla a través del concepto de la fidelidad que no es más que el ejercicio de propiedad respecto a la sexualidad y el cuerpo, pero no solo, sino también sobre los sentimientos y la psicología del otro. La idea de propiedad emocional además se extiende más allá del matrimonio legal llegando a invadir hasta la unión libre. Esto en realidad es la monogamia aplicada en el sentido más amplio.
La monogamia ha estado asociada al matrimonio y a la familia desde los orígenes de esta institución. La familia surge con una función social muy clara: "La monogamia nació de la concentración de grandes riquezas en las mismas manos —las de un hombre— y del deseo de que solamente sus hijos heredasen dichas riquezas." Así explica Engels la función social de la familia con relación a la aparición de la propiedad privada y en última instancia el vínculo del patriarcado con la sociedad de clases.
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Así la monogamia era la vía para controlar la sexualidad femenina evitando la dispersión del patrimonio. Esto fue una constante en la historia desde la aparición de la propiedad privada, sin embargo, otros modos de familia monogámica a lo largo de las distintas sociedades humanas no hacían referencia a la exclusividad o propiedad respecto al plano sentimental o emocional. Algo que, sin embargo, sí ocurre bajo el dominio de la moral burguesa quedando así estrechamente vinculados el matrimonio, la sexualidad y el amor.
Kollontai en 1911 lo expresaba de la siguiente manera: “Los caballeros de la Edad Media llegaban incluso a reconocer a sus esposas el derecho de tener adoradores platónicos y a recibir el testimonio de esta adoración de caballeros y menestrales. El ideal de la posesión absoluta, de la posesión no sólo del “yo” físico, sino también del “yo” espiritual por parte del esposo, del ideal que admite una reivindicación de derechos de propiedad sobre el mundo espiritual y emocional del ser amado es un ideal que se ha formado totalmente, y que ha sido cultivado igualmente por la burguesía con el fin de reforzar los fundamentos de la familia, para asegurarse su estabilidad y su fuerza durante el período de lucha para la conquista de su predominio social.”
Engels tratará de explicar la vinculación del amor con la familia monógama burguesa: “Al transformar todo en mercancías, la producción capitalista destruyó todas las relaciones tradicionales del pasado y reemplazó las costumbres heredadas y los derechos históricos por la compraventa, por el ‘libre’ contrato. Bajo el capitalismo se pasa de un orden de las cosas heredado a uno ‘libremente consentido’”. Y continuará Engels: “para contratar se necesitan gentes que puedan disponer libremente de su persona, sus acciones y sus bienes, y que gocen de los mismos derechos. Crear esas personas ‘libres’ e ‘iguales’ fue precisamente una de las principales tareas de la producción capitalista” Así el contrato del matrimonio en la nueva sociedad capitalista era formalmente voluntario, debía partir de la libertad de elección de las partes, y esa voluntad se expresaba en el amor recíproco. Para Engels “el matrimonio por amor quedaba proclamado como un derecho del ser humano”. No es extraño que en el momento de formalizar el matrimonio adquiera un enorme protagonismo la verbalización de la voluntad de los interesados a través del “sí quiero” y el sello de ese contrato sea un beso.
Existe además otra idea por la cual el elemento del amor se vuelve tremendamente accesorio en la ecuación familiar. Una idea de nuevo desarrollada por Engels. De su cita antes mencionada (*) se desprende el por qué el amor romántico cobra tanta fuerza bajo el capitalismo y se extiende al conjunto de todas las clases sociales. Elaborado por la ideología burguesa para preservar sus privilegios es asumido también por el proletariado en su conjunto, ensalzado por medio de la ideología que imparten el Estado, la Iglesia y los medios de comunicación. Es que las ideas de la clase dominante se vuelven las ideas dominantes en una sociedad, y las formas tradicionales del amor no son ajenas a esa ecuación.
Hay un elemento adicional: la desprotección que la mayoría de las personas sufren en la sociedad contemporánea, su aislamiento y enfrentamiento con el entorno. Si vemos cómo se enfrenta al mundo el individuo desposeído, aquel que forma parte de la clase trabajadora y de los sectores más pobres de la sociedad, entenderemos como “natural” su búsqueda de vínculos con los demás. Ante la voracidad del capitalismo la búsqueda del amor y el refugio en la familia se vuelve una cuestión de supervivencia. Ese anhelo "natural" de vinculación sentimental, sin embargo, se ve invadido y perturbado por los principios burgueses de la propiedad e indisolubilidad.
Los estrechos márgenes del amor romántico
El amor en su forma romántica —y bajo los límites y normas de la propiedad privada que rige la sociedad— lejos de reconfortar al individuo bloquea el potencial de las emociones humanas. Esto se agrava en la sociedad contemporánea por la mercantilización de todos los ámbitos de la vida, incluyendo la posibilidad de establecer “buenas” relaciones amorosas.
Para Flora Tristán, el matrimonio era algo antagónico al amor: “Hay que haber visto de cerca estos hogares obreros (sobre todo los peores) para hacerse una idea de la desgracia que sufre el marido, del sufrimiento que padece la mujer. De los reproches, de las injurias se pasa a los golpes, después a los lloros, al desaliento y a la desesperanza”.
Este modelo de amor romántico empujará al desarrollo de distintas teorías que tratan de contraponer o superar los estrechos márgenes del amor romántico. Algunas vendrán de la mano de algunas corrientes feministas y de otras experiencias que cuestionaron el capitalismo como modelo económico y social. En un próximo artículo nos ocuparemos de recorrer algunas de esas propuestas alternativas. Desde la idea de amor libre defendido por las feministas de la primera ola, al amor-camaradería propuesto por Kollontai o la versión más moderna de las réplicas amorosas: el poliamor.