El president de la Generalitat pide en Madrid al gobierno del PSOE y Unidas Podemos que se atrevan a realizar un referéndum en Catalunya. Las peticiones mágicas de un procesismo de fantasía cada vez más impotente.
Jueves 13 de enero de 2022
El discurso del president de la Generalitat, Pere Aragonés, este miércoles en el elitista Club Siglo XX de Madrid fue de lo más castizo. Aunque el eje estuvo, como era de esperar, en la defensa de un referéndum para Catalunya, el tono y los interlocutores a los que se dirigía la petición lo acercaba más a un sainete, esas breves obras teatrales de un solo acto de carácter jocoso y popular, tan típicas del Siglo de Oro castellano. Como título bien podría ponérsele “¡Pídele peras al olmo!”.
Aragonés se esforzó es tratar de convencer nada menos que al PSOE de que se “atrevan” (sic) a celebrar un referéndum de autodeterminación y ganarlo. “Atrévanse a ganar y también atrévanse a que pueden perder”, les espetó. Solo faltaron que algún sagaz técnico de sonido diera al play de las risas enlatadas para apuntillar tan célebre cita.
La petición del president iba dirigida a uno de los grandes partidos del régimen, el PSOE. Un baluarte de sus esencias más profundas – monarquía y unidad territorial- y que no ha dudado en lo momentos decisivos en activar todos los mecanismos excepcionales para defenderlo. Desde el terrorismo de Estado en los 80 a avalar el 155 en 2017, o ponerse a la cabeza, por medio de la Abogacía del Estado, de la acusación de sedición que condenó hasta a 12 años a los dirigentes independentistas.
El líder de ERC se dirigía con estas amables palabras a uno de sus carceleros que, tras la “gracia” del indulto, se habrían transmutado en paladines del respeto a los derechos democráticos que llevan 40 años negando y pisoteando cuando se han intentado ejercer, pero que les faltaría “valor” para poder cambiar.
Se lamentó también de que sobre la tan prometida Mesa Diálogo “no haya una propuesta de Estado”. Pero el problema que por no haber, no hay ni fecha de la próxima reunión. La claudicación de los líderes procesistas ha sido tal que permite al gobierno poder tratarlo con la arrogancia y el desprecio del vencedor absoluto y hacer valer aquella máxima de que “Roma, no paga a traidores”.
No podía faltar algún que otro farol, que en esta materia el procesismo nunca defrauda: “estamos ante una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar (...) difícilmente habrá una segunda oportunidad si no hay la capacidad de resolver ahora el conflicto político con Catalunya mediante las urnas”.
Una advertencia, que en boca de quien la dijo, solo pudo generar en los oídos de sus interlocutores un “uy! sí, sí... qué miedito Pere!”. Lo dejaron claro en 2017, cuando a pesar del éxito del 1 y el 3 de octubre optaron por la república imaginaria y la claudicación, y estos 3 años restantes lo han revalidado hasta el retorno a un autonomismo aceitado por los fondos europeos y el “independentismo para los días de fiesta” que desplegó el president en el Club Siglo XXI.
Sin duda el búnker que supone el Régimen del 78, sus partidos e instituciones, hacen muy plausible que la cuestión nacional catalana volverá a tomar fuerza y será una de las brechas de las futuras crisis. Pero a que esto no vuelva a suceder pondrá su empeño, no solo el PSOE y sus socios preferentes del espacio de Unidas Podemos -que estuvieron ayer de anfitriones del amigo catalán, con Carmena como presentadora -, sino el mismo Aragonés, ERC y sus socios afiebrados de JxCat.
Que el Catalunya se construya una izquierda revolucionaria que pelee por el derecho a decidir, uniendo esta demanda democrática a la lucha por resolver los grandes problemas sociales y desde la total independencia de los partidos de la burguesía catalana, y en el resto del Estado otra que se pelee por este mismo derecho y contra el régimen, sin ir detrás de los reformistas que lo apuntalan, seguirá siendo una tarea estratégica para que no se condene al pueblo catalán a seguir esperando que los olmos den peras.