Las escenas del jueves 15 en Avellaneda resumen muchas cosas. En una estación de trenes llamada “Darío y Maxi”, en homenaje a dos jóvenes militantes desocupados [1], se levanta un piquete de tercerizados ferroviarios. Antes de que la bandera de “Pase a planta permanente” atraviese las vías, uno de ellos choca la mano con el conductor que estaciona el último tren. Otro, junto a una estudiante, sostiene en sus manos una foto de Mariano Ferreyra [2]. En frente tienen 300 policías en guardia. Algunos intentan infiltrarse en la protesta. Un funcionario del gobierno dice que “acá no hay ninguna precarización”. Que “hay sectores de izquierda que se metieron”. Un grito sacude los durmientes y corrige tanta pavada. "Esta es la banda tercerizada / quiere pasar a planta / ya no le importa nada".
Millones miran por tevé.
1. ¿Quién dijo que todo está dormido?
Las escenas de Avellaneda y otras que vimos estos días confirman lo que venimos diciendo: estamos en una época de crisis. La bronca que a veces se convierte en lucha de clases podrá ir y venir, pero no se detiene. Quienes creían que el “operativo alivio” de un Gobierno en campaña congelaría el otoño caliente, se equivocaron otra vez.
Las palabras y los hechos los desmienten.
“Profe, no puedo unirme al Meet porque Gendarmería vino al barrio a derrumbar casas”. La frase de la nena resume que ese drama que golpea a millones sigue intacto. En Lomas de Zamora, Reconquista y en la marcha de organizaciones sociales en distintas ciudades, resuena el grito que hace un año instaló Guernica: un techo para vivir.
“Moroni: cuatro mil familias no somos una moda”. Una de las autoconvocadas de Garbarino le habla directo al ministro. Volvieron a las calles y tomaron sucursales para no quedar en la calle.
No son los únicos que marcharon y cortaron por el mismo reclamo. “Despedidos en pandemia” dice la bandera de los tercerizados de EMA-Edesur; “300 familias en la calle” la de Bimbo.
Ese jueves se terminó transformando en una gran jornada de protesta. En accesos, ministerios, el Obelisco y las vías, cada reclamo era un cachetazo al relato presidencial.
“Trotta dijiste que éramos 50 ¡Mentiste! Mirá cuantos somos”. El mensaje es para el director del Hospital Garrahan. Sale de la garganta de enfermeras, camilleros y administrativas entre bronca y risas. Van más de una semana de paros y marchas por un aumento del 50%, régimen de insalubridad y pase a planta de contratados y tercerizados.
“Esenciales para el pueblo, invisibles para el Gobierno”. El mismo grito se escucha a 1000 kilómetros. En Mendoza la marcha de salud autoconvocada se une a otros 10 mil estatales rebelados contra el miserable aumento por decreto del gobernador.
“Paguen el sueldo a mi papá”. Una nena marcha del brazo de su madre en Jujuy. Las paradas de bondi quedaron vacías pero las calles se cubrieron con una marea de camperas azules. 8 días de paro conmueven la provincia.
"El Gobierno es responsable". Dos docentes sostienen el mismo afiche que otras miles. Mónica Jara no pudo sobrevivir al estallido en una escuela de Neuquén, que ya se había cobrado la vida de otros dos trabajadores.
“El silencio mata”. La pancarta la sostiene una enfermera que exige aumento de salario y mejores condiciones laborales en la subida de la autopista en La Plata. Detrás, otra leyenda pero en un escudo: Policía Bonaerense.
Son muchos agravios. De los empresarios, el gobierno nacional y los provinciales. Arriba del asfalto se vive el desencanto.
Según el último Observatorio de Conflictividad Laboral, “en el período Marzo - Junio hubo al menos 409 conflictos y 875 acciones conflictivas”. El mes pasado continuó la tendencia a una mayor conflictividad en la zona metropolitana. El reclamo salarial fue el más extendido. Los tercerizados y las organizaciones sociales ganaron protagonismo.
La nueva oleada de luchas que se inició el año pasado tendrá picos y bajas pero no termina. Porque el ajuste que la empuja va a seguir. Incluso la reapertura de algunas paritarias y la continuidad del decreto antidespidos son un pequeño pero sincero homenaje a esa relación de fuerzas, a esa impaciencia.
2. La herencia de la dictadura y los partidos de la tercerización
“Pensar que uno puede pasar a formar parte de la planta permanente de una empresa por brindar servicios para ella no tiene asidero”, dice Martín Marinucci, presidente de Trenes Argentinos.
Uno relee la frase y se pregunta: ¿qué dice señor? Pero no es un exabrupto. Es la defensa incondicional de un sistema que eligió la tercerización como una de las fórmulas preferidas para aumentar la explotación obrera.
Pero no fue Macri. Ni Menem. Hace exactamente 45 años, el 13 de mayo de 1976, Jorge Rafael Videla amputó la Ley de Contrato de Trabajo. Fue aprobada poco antes, en 1974, luego vinieron muchos convenios colectivos. No eran la panacea, pero expresaban las conquistas de una clase trabajadora en ascenso.
Con la lapicera del Ejército le desaparecieron 25 artículos y reformaron 98. Entre ellos le sacaron un párrafo al artículo 30, que si bien no prohibía la tercerización, exigía condiciones que la desalentaban: “todo trabajador que prestara tareas en la actividad subcontratada “normal y específica”, realizada dentro del establecimiento de la principal, debía ser considerado trabajador de la empresa principal”. Con el mismo convenio y representación sindical.
Durante 38 años nadie recuperó ese párrafo arrebatado a sangre y fuego. Como con otras conquistas neoliberales, el menemismo se encargó de darle una vuelta de tuerca. No solo los empresarios sino el propio Estado lo aprovechan. Esta semana mostramos como lo hacen Aerolíneas Argentinas, YPF, los hospitales, escuelas y dependencias estatales.
Es un hecho revelador. Ninguno de los partidos tradicionales, incluidos los 12 años de gobiernos kirchneristas y el actual de Alberto y Cristina, cuestiona los pilares sobre los que está fundada la Argentina capitalista. La precarización de la clase trabajadora, la deuda, las privatizaciones, el negocio con la salud, de los bancos y los dueños de la tierra en un país donde millones pasan hambre.
Nos gobiernan los partidos de la tercerización.
Por eso la lucha de los tercerizados de MCM, Líderes y Comahue es un caso testigo: en momentos de ataques, ellos quieren recuperar un derecho. La venimos reflejando en La Izquierda Diario día a día. En la última reunión, este viernes, lograron la reinstalación trabajadores desplazados, perseguidos. En la próxima seguirán tratando “el tema salarial de recomposición y sobre todo el pase a Planta Permanente como punto de base de esta mesa” como dicen en su comunicado.
3. La pelea por la coordinación y la unidad
Julio arrancó con las cúpulas de la CGT y la CTA guardados. Y no por el invierno. Junto a los movimientos sociales oficialistas, quieren evitar que las cosas “pasen a mayores”. Se conforman con rosquear las listas del Frente de Todos y negociar adelantos de la paritaria que no son verdaderos aumentos. Vale para los “siempre oficialistas” pero para Moyano y el sindicalismo kirchnerista también.
En medio de la crisis y ese rol de las cúpulas sindicales, la semana también marcó la persistencia de otro fenómeno: la autorganización desde abajo.
En Mendoza varios de los sectores que se movilizaron lo hicieron autoconvocados. Incluidas las banderas de los vitivinícolas. En Neuquén también, mientras sectores de la Interhospitalaria proponen avanzar en la coordinación. Las movilizaciones provinciales de choferes siguen surgiendo desde abajo, presionando a muchas seccionales. Varias de las banderas que flamearon en los cortes de la zona metropolitana estos días decían autoconvocados: en Garbarino, el Garrahan y otros sectores de salud. La lucha de los tercerizados ferroviarios y eléctricos se sabe que son de ese palo.
En el AMBA sigue en pie la Mesa de Coordinación de los Sectores en Lucha, que se reunió el pasado lunes. Discutió la situación de sus conflictos, votó el apoyo a cada una de las acciones y la confluencia con el sindicalismo combativo y organizaciones piqueteras en una jornada unitaria el próximo martes 20 de julio. Propuso arrancar en Puente Pueyrredón como aquella que el 11 de junio impactó en la agenda nacional.
Según nuestro Observatorio de Conflictividad, el 50% de las acciones de junio fueron convocadas por sindicatos, en muchos casos regionales (sanidad, estatales, transporte, televisión). Excepto donde se trata de sindicatos recuperados, el dato muestra el intento de la burocracia de contener el malestar. Pero la otra parte se repartió entre “autoconvocados”, comisiones internas, agrupaciones o movimientos sociales opositores. En momentos de más crisis, seguramente veremos combinarse ambos fenómenos.
Eso nos obliga a detenernos en el debate que desde el Movimiento de Agrupaciones Clasistas y el PTS venimos teniendo con compañeros del Plenario Sindical Clasista (PSC). Qué rol van a jugar la izquierda y los sindicatos recuperados en el desarrollo de esa autorganización obrera.
Para los compañeros no hace falta impulsar y sostener esos organismos de coordinación de sectores en lucha: “para eso está el PSC”. Eso lleva al colmo de dejarlas afuera de las reuniones donde se preparan las jornadas unitarias o no apoyar algunas de esas luchas.
Desde el MAC opinamos lo contrario, como explicamos acá. No se les puede dar la espalda a los nuevos organismos que ponen en pie trabajadores y trabajadoras en lucha por el hecho de que no sean dirigidos por la mesa del PSC.
Es indudable que la autorganización le da más fuerza a los conflictos, como han mostrado los elefantes neuquinos, los vitivinícolas o los tercerizados en el AMBA. Incluso ha sido la forma de imponerle a la burocracia que salga de sus cómodos sillones. Si se impusiera una tradición de coordinar (que no es nueva en la historia del movimiento obrero) y varias de estas difíciles luchas pudieran triunfar, mejoraría la relación de fuerzas entre la clase trabajadora y quienes quieren que paguemos la crisis. ¿Por qué descartar la posibilidad de que surjan organismos más permanentes y que allí estén también los sindicatos antiburocráticos, donde la izquierda pelee por sus propuestas? ¿Acaso ese rechazo a la burocracia que nace desde abajo no le da más fuerza a nuestra pelea por recuperar más sindicatos, comisiones internas y cuerpos de delegados?
De lo que se trata es de hacer una coordinación lo más grande posible, empezando por hacer reuniones democráticas entre el PSC y los sectores en lucha para definir juntos cómo pelear por los reclamos y el programa que defendemos, cómo llegar a nuevos sectores.
4. Una salida por izquierda a la resistencia y el descontento
Lo que estamos viendo tiene una explicación. Son quienes se bancaron años de Macri porque les dijeron que había “2019”. Tuvieron un poco de paciencia por la pandemia, pero quieren recuperar lo que les prometieron. ¿Es poco, es mucho? No importa, pero esas aspiraciones chocan contra un país en crisis, endeudado, subordinado al FMI, que mantiene intactas muchas conquistas neoliberales.
Por eso lo que vemos arriba del asfalto, lo nuevo, no solo son las luchas, que todavía abarcan a sectores puntuales. Es también ese desencanto de millones con un gobierno que les había prometido que venía a terminar con el ajuste. Que después le prometió que prefería “10% más de pobres que 100 mil muertos” y dejó las dos cosas.
En los meses que vienen habrá una pelea importante: que ese descontento se exprese por izquierda y no lleve a la desmoralización, ni a variantes de derecha.
Hay un dato alentador. Quienes ya vienen peleando están haciendo una clara experiencia con el peronismo en el poder. Son la punta del iceberg. Marcela lo resumió sin vueltas: “En las últimas elecciones voté al Frente de Todos y me sentí defraudada: ahora quiero una izquierda fuerte contra el ajuste”. En La Izquierda Diario sacamos más de 30 notas con opiniones trabajadoras sobre el Gobierno y el llamado a la unidad de la izquierda que difundieron Nicolás del Caño y Myriam Bregman. No es como dice el funcionario de Transporte que la izquierda “se metió”.
Siempre está, con sus agrupaciones, su militancia, sus diputados y diputadas.
Esta semana se presentaron las alianzas electorales. El Frente de Izquierda y los Trabajadores Unidad volvió a presentar una que reúne a más del 80% de la izquierda clasista. Lamentablemente otras corrientes rechazaron el llamado a la unidad.
Para los momentos que vivimos y los que vienen la apuesta del FITU tiene una tremenda importancia. Como decía uno de esos cientos de testimonios, el de un tercerizado de Edenor: “sería importante que se impongan como tercera fuerza para que nuestros reclamos tengan más repercusión. Como el pase a planta, el encuadramiento gremial y así en todo lo que sea luchas obreras”.
Pero el FITU quiere ser un canal no solo para los cientos de miles que ya apoyan a la izquierda, sino para esos desilusionados y desilusionadas que no que se comen el verso de la derecha.
Los meses que vienen serán una tribuna para llegar a millones. Si la izquierda sigue “metida” y expresa ese descontento, esos reclamos de las pancartas, esos cantos de bronca, el pedido de esas nenas, se puede transformar en esa tercera fuerza política, poderosa, que pelee para que esta vez la crisis no la pague el pueblo trabajador.
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