En las últimas décadas la Astrología ha extendido su popularidad como cosmovisión que intenta dar explicaciones a la realidad que vivimos o anticiparse a ella, otorgando una “guía” frente a los problemas de la vida cotidiana. En esta nota nos proponemos analizar el por qué de su expansión en el último tiempo, cuáles son algunas de sus concepciones y ponerlas en cuestión.
La astrología viene tomando mayor relevancia en los últimos años. Tal como difundió Cenital en EEUU durante el período 2016-2019 la ganancia de las apps relacionadas con esta práctica pasaron de 7,7 a 24 millones de dólares, abarcando casi 40 millones de usuarios. En nuestro país este crecimiento tiene su correlato. En el año 2020 se publicó un estudio en el CONICET que sostenía que de los argentinos que no creen en la religión, el 33,8% cree en la astrología, a su vez, de la totalidad de este grupo un 75,9% cree en distintos tipos de energías. A su vez el diario Clarín reprodujo un estudio sobre el impacto de la astrología en la red social Facebook durante ese mismo año (2020), donde destaca el aumento de interacciones en cuentas vinculadas a esta temática.
¿Qué es la astrología?
Esta es una práctica que la humanidad ha desarrollado durante milenios en distintas sociedades. Se basa en la observación de los astros y el estudio del movimiento de los cuerpos celestes, para luego relacionar lo que acontece en los cielos con lo que acontece entre nosotros, ya sea en los individuos o en las sociedades. Durante siglos, las y los astrólogos han sido parte de intentar anticipar los designios de imperios, dinastías, épocas de bonanzas, sequías, epidemias, e incluso mucho más cerca de nuestro tiempo, siendo consejeros de gobiernos como los de Trump y Bolsonaro. En Argentina Larreta invirtió en capacitación en el ámbito para su equipo, y la nueva ministra de Desarrollo Social del Frente de Todos, Victoria Tolosa Paz, planteó en la campaña del 2021 que “todos los países tienen carta astral: Argentina es Cáncer”.
En sus inicios, la astrología junto con la astronomía fueron disciplinas hermanas, basándose en la búsqueda de leyes o explicaciones sobre el funcionamiento del cosmos y su influencia sobre los fenómenos naturales que se producían en la tierra. Sin embargo, la revolución generada por Nicolas Copérnico al plantear que la Tierra no era el centro del universo, sino que la misma junto con los otros cinco planetas conocidos hasta el momento, orbitan alrededor del sol, comenzaron a divorciar estas dos cosmovisiones del mundo para siempre. Desde este momento, cuanto más se profundizaba la explicación científica sobre los fenómenos astronómicos, más se separaba de la astrología. [1]
En uno de sus capítulos de la famosa serie Cosmos el divulgador científico Carl Sagan explica la Astrología como la idea de que “una constelación o planeta que se encuentra a cierta distancia de nuestro nacimiento influencian profundamente nuestro futuro”. Más allá de la propia diferenciación que establece la ciencia respecto de la astrología, se pregunta: “¿Por qué sobrevivió?”; y se responde: “por la necesidad de darle un significado cósmico a nuestra rutina diaria, de sentirnos conectados con el universo”.
Es importante destacar que existen diversas corrientes, lo cual lleva a varios astrólogos a decir que sería más pertinente hablar de “las astrologías”. A su vez, en los últimos años se han multiplicado los intentos de cruzar la astrología con otras disciplinas. El intento más conocido es con diferentes corrientes de psicología, pero existen otros, como la astrobiología o la astrosociología, así como también con corrientes y movimientos políticos. Con el avance del movimiento feminista en Argentina, tomó mucho protagonismo el concepto de Astrología Feminista, cuestión que nos interesa abordar. A su vez, intentaremos analizar cuales son las condiciones que hacen un terreno fértil para que se expanda esta cosmovisión y en qué concepciones de época se apoya.
¿Qué tienen en común astrología y feminismo?
No es casual que exista una ligazón entre las mujeres y la astrología. Esto se puede evidenciar en la extensión cada vez mayor de astrólogas que se ubican “desde una perspectiva feminista”. [2] Estas búsquedas tienen que ver con respuestas que vendrían a contemplar la astrología: comprender los problemas del pasado que afectan a las mujeres, la relación con el presente y cómo cambiarlo. Un argumento recurrente de reivindicación de la astrología desde una perspectiva feminista es que vendría a ser “un saber ancestral no masculino”.
Agostina Mileo, en un interesante artículo donde discute que sea una buena idea repensar el feminismo desde la cosmovisión de la astrología, plantea que
El primer problema de vincular estos rasgos arquetípicos con el feminismo es lo que llamamos esencialización. Si creemos que la posición de los planetas al momento del nacimiento interviene en la conformación de nuestra personalidad y que el movimiento de los planetas influye sobre nuestro comportamiento, estamos diciendo que la forma en la que nos conducimos en la vida es inherente a nosotrxs mismxs, de alguna forma predeterminada y en algún punto inevitable. Y esto se toca de cerca con la idea de un ser mujer que va más allá de nuestras condiciones particulares de vida. [...] El decir «sos impulsiva porque sos de Sagitario» se parece bastante a «sos sensible porque sos mujer», en ambas hay algo inmutable, determinante. [3]
El problema del esencialismo es doble: en primer lugar, si el movimiento de los astros condiciona nuestro pasado y nuestra personalidad, se hacen más borrosas las explicaciones sociales y su imbricación psicológica con nuestras vidas. Si tuvimos un padre que no estuvo presente en nuestras vidas, no fue porque su personalidad tiene que ver con el movimiento de los astros, sino porque la crianza de los hijos siempre fue una responsabilidad enteramente de las mujeres. Si nos cuesta cambiar cosas de nuestras vidas o dejar de repetir patrones no es por la acción de algún astro o constelación sobre nuestra persona, sino que la existencia de una sociedad patriarcal que siempre busca que las mujeres dispensen sus necesidades y estén al servicio de los hombres que las rodean: sean buenas esposas de-; madres de-; hijas de-. Romper con esas posiciones implican un inconformismo que a veces es doloroso cuando tenemos que trabajar, estudiar, vincularnos positivamente y tener una buena salud mental.
En segundo lugar, y muy vinculado con esto, es que no tenemos la potestad de cambiar el movimiento de los astros, por lo que no hay mucho que podamos hacer al respecto. Aunque la astrología busca plantear rasgos más que generales de personalidad y acción, es más difícil romper con esas cosas que no nos gustan de nosotros mismos y dar la pelea por hacernos sujetos de nuestras vidas.
Una ciencia contra la humanidad y contra las mujeres
El astrólogo Astromostra, en una entrevista que realiza Miguel Granados en el podcast “La Cruda”, plantea:
La astrología no sirve para nada, y eso la vuelve irremediablemente bella, contemplativa. Permite pensar, volar e inspirarte. Si es útil es una herramienta y se vuelve un producto, no la quiero como herramienta, no la quiero en la facultades, ni para resolver problemas, la quiero para crear problemas. [4]
Esta reflexión que nos trae el astrólogo, guarda relación con la crítica a cómo el sistema en el que vivimos convierte todo en mercancía, y junto con este fenómeno convierte al ser humano en algo que debe estar continuamente produciendo, transformándose en un padecimiento para el sujeto. Pero ante esto pueden tomarse dos caminos: en primer lugar, parafraseando a Marx, “la crítica de todo lo existente”, u otro que marca un alejamiento de la misma, donde si bien esas lógicas continúan actuando, el sujeto puede escaparse de ellas al menos temporariamente.
No es casualidad, que exista un reverdecer de la astrología cuando la ciencia occidental y sus respectivos avances tecnológicos sufren hoy un importante desprestigio producto de “los usos” que le ha dado el capitalismo con la destrucción del planeta, la implementación de guerras, la contaminación y también su utilización muchas veces contra la cotidianeidad de las fábricas y lugares de trabajo. Un ejemplo reciente y palpable sobre cómo la ciencia se vuelve contra la humanidad en el capitalismo es la industria farmacéutica y la producción de vacunas; durante la pandemia vimos por un lado como el conocimiento acumulado de la ciencia permitía pensar la posibilidad de producir una vacuna que ponga un punto y aparte a la situación que vivíamos, pero sin embargo, el marco capitalista en el que desenvuelve la aplicación de ese conocimiento hizo de ese proceso un enfrentamiento entre laboratorios que en lugar de compartir sus resultados entre sí para acelerar el resultado, escondían sus avances en detrimento del bienestar de la humanidad. Esto quitaría validez a los conocimientos obtenidos por la ciencia, y harían necesario la búsqueda de saberes y conocimientos por otras vías tales como es el caso de la astrología.
La crítica a la ciencia moderna no tiene que ver sólo con su utilidad, sino también con las condiciones de producción que la hacen posible. Además, amplios sectores del feminismo han planteado que el centro de la ciencia es el hombre blanco, cisgénero y heterosexual. La respuesta a los problemas y límites de la ciencia en una sociedad patriarcal y capitalista, no puede ser desechar o negar los importantes avances que ha logrado para la humanidad.
Entre ellas existe un extendido cuestionamiento sobre qué sujeto, en qué condiciones produce ciencia, qué fines persigue y necesariamente como consecuencia, cómo influye esto en los resultados obtenidos. Como la ciencia tiene este sesgo en su producción, sus resultados no son válidos, o a lo sumo su valor como conocimiento es relativo. Sobre este punto Mileo plantea la existencia de “un relativismo general que a partir de la aseveración general «las ciencias no son la verdad absoluta» entiende que «las ciencias son igual de válidas que cualquier saber».” [5] Desde este punto podemos cuestionar la validez que se hace muchas veces de “recuperar saberes ancestrales”, en paralelo a quien y que produce la ciencia hoy, reivindica el rol de otros sujetos como “las brujas” desde una posición ahistórica.
De lo que se trata, no es de negar la potencialidad de los conocimientos y los avances de la ciencia, sino de ponerlos al servicio de las mayorías. En tanto y en cuanto la búsqueda de ganancia y la irracionalidad capitalista sean las que primen, la ciencia será utilizada de contra las mujeres y contra la humanidad.
La esperanza de mirar los cielos
La decadencia de las condiciones de vida que el capitalismo ha generado para las grandes mayorías y en los jóvenes en particular, ha configurado un terreno fértil para el desarrollo de prácticas que, como la astrología, hacen promesas sobre nuestro futuro y siembran esperanzas.
Son muchos los estudios de opinión que afirman que los millennials son la “primera generación que vivirá peor que sus padres”. En las últimas décadas en Argentina y en el mundo, el neoliberalismo significó una nueva avanzada del capitalismo sobre las condiciones materiales de la clase trabajadora y la juventud. Expresión de esto es que en las principales ciudades del país, arrasa la precariedad extrema superando el 70% de los jóvenes que trabajan y la cifra asciende por arriba del 74% en las mujeres jóvenes trabajadoras.Además, existe un 25% de los jóvenes entre 18 y 24 años que no estudia ni trabaja. Números que grafican el estado de precarización de la juventud donde la inestabilidad permanente se transformó en una forma de vida: el cambio recurrente de trabajos precarios tras no poder aspirar a un empleo con derechos, las dificultades económicas para solventar sus estudios, y la idea de tener una casa propio se transformó en un sueño eterno. Para las generaciones más jóvenes se volvió inalcanzable la perspectivas de planificar un futuro deseable.
Esta realidad material de millones de personas, que ya no encuentran una razón, cuanto menos temporal que articule su vida, ha sido también permeada por un sistema de valores que el propio neoliberalismo ha impuesto basado en el supuesto mérito individual. Estas expectativas de ascenso social que la sociedad capitalista promete chocan de frente con la realidad. Las exigencias ligadas a la necesidad de productividad incesante del capital, la búsqueda de “ser feliz” o “vivir cada día como si fuese el último” son slogans imposibles de cumplir para las grandes mayorías.
En este marco la astrología busca darle una razón al tránsito por la vida en el marco de una sociedad profundamente irracional. A la par, siembra esperanzas de que es posible encontrar un futuro diferente, donde la expectativa está puesta en un fenómeno exógeno al accionar de las sociedades y los sujetos. Durante mucho tiempo este rol fue ocupado en exclusividad por las diferentes religiones.
¿Qué salida nos queda?
Podríamos pensar a su vez, que el incremento de popularidad de la astrología tiene relación con el desprestigio de la iglesia católica, que es la religión mayoritaria en Latinoamérica. Sobre esto la Encuesta nacional de creencias y actitudes religiosas en argentina [6] llevada adelante por el CONICET arroja algunos datos. Desde el 2008 al 2020, el sector de la población que adscribe al catolicismo se redujo del 76% al 63%. En paralelo, el porcentaje de los “sin religión” aumentó de 11,3% a 18,9%, pero este es un sector que en su mayoría lo que rechaza es la espiritualidad institucionalizada, pero sostiene otras creencias espirituales. Concretamente el 71,6% de los “sin religión” cree en las energías, mientras que el 33,8% cree en la astrología.
A la hora de pensar esta comparación salvamos las importantes distancias ya que la religión no es solo un conjunto de creencias, sino que tras ellas hay instituciones que las respaldan, cuyo rol social está ligado al mantenimiento del statu quo y las relaciones de producción existentes en cada momento histórico. Sin embargo, podemos sostener que tienen roles comunes en la sociedad. En un texto en el que estudia la religión, el revolucionario ruso León Trotsky plantea:
Ante el temor o la ignorancia de la naturaleza, ante la imposibilidad de analizar las relaciones sociales o ignorarlas, el hombre en sociedad procuró satisfacer sus necesidades con la creación de imágenes fantásticas, dotándolas de una realidad imaginaria y arrodillándose ante sus propias creaciones. La base de estas creaciones yace en la necesidad práctica del hombre de orientarse a sí mismo, lo que, a su vez, surge de las condiciones de la lucha por la existencia. La religión es un intento de adaptación al ambiente que lo rodea para superar con éxito la lucha por la existencia. [7]
Tomando este enunciado de Trotsky, si la base de estás creaciones tiene que ver con la necesidad del individuo de orientarse a sí mismo, la astrología viene a cumplir ese rol en mundo capitalista donde la desorientación crece día a día. La humanidad dirime la suerte, la personalidad o el futuro de las personas, no ya en una figura Todopoderosa como sucede con la religión sino en el resultado del movimiento de los astros, constelaciones y el mismo cosmos, para determinar que "hay un todo interconectado" que nos predetermina.
Pero entonces, si "en los cielos" está predeterminado que nos va a suceder o cuál va a ser nuestra realidad, entonces ¿qué sentido tiene buscar una salida? ¿Para qué esforzarnos en cambiar y transformar lo que nos pasa tanto como sociedad como individualmente? El propio Trotsky en una de sus críticas a la religión planteaba dos fuentes para explicar las causas de su existencia, que pueden asemejarse a las de la astrología: la debilidad del hombre ante la naturaleza y la incoherencia de las relaciones sociales.
Mientras las relaciones sociales continúen rigiéndose por la lógica que imprime el capital, el ser humano continuará buscando fuera de sí y fuera de la asociación con otros seres humanos, las respuestas a las situaciones que le toca vivir, así como las esperanzas de un futuro mejor. Justamente, uno de los triunfos de la ofensiva neoliberal fue imponer la idea de que las salidas colectivas ya no son viables y que lo que existe, por más límites que tenga, es lo posible.
Esta lógica comenzó a ponerse en cuestión con la última crisis capitalista en 2008, que significó un quiebre para el consenso neoliberal de que el individuo era la medida de todas las cosas. Desde ese momento hasta esta parte, vimos acrecentar diferentes oleadas de rebeliones, movimientos y luchas de trabajadores, jóvenes y mujeres en América latina y todo el mundo, que demuestran que pelear por construir un futuro distinto para las grandes mayorías no solo es posible sino que es necesario frente a la vida que nos imponen día a día.
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