Antes que nada hay que entender qué está pasando: ¿Brasil se está acercando al fascismo? En nuestra opinión, aunque existen varios elementos a la derecha en la situación política del país, no se trata de fascismo en su sentido histórico. Es lo que intentaremos explicar en este artículo.
Sábado 31 de marzo de 2018
Sectores de extrema derecha intentan intervenir en la política y en el poder judicial con sus métodos. Indignados con la perspectiva de una voltereta en contra de la operación judicial Lava Jato, que tiene a Lula al borde de la cárcel, y la posibilidad de que el expresidente sea liberado por decisión de la Corte Suprema y que de esta manera tenga mayores condiciones de ser candidato en las presidenciales de 2019, organizaron un atentado contra la caravana. Los ataques, primero con látigos, después con huevos y piedras, culminando en este antentado, fueron observados por las policías estaduales. Los gobernadores Beto Rocha (PSDB de Paraná), Ivo Santori (PMDB de Rio Grande do Sul) y Eduardo Moreira (PMDB de Santa Catarina) son directamente responsables, por voluntad o por omisión, de lo ocurrido.
Estos sectores de extrema derecha fueron incentivados a expresarse libremente día a día por la mayor asociación patronal de Brasil, la Fiesp. Esta cámara, que agrupa a los industriales del estado de San Pablo, repartía viandas de lujo a quienes se agrupaban bajo un enorme pato amarillo que la simbolizaba en las manifestaciones de la derecha durante el mandato de Dilma Rousseff. Entre ellos se encontraban los que defendían una “intervención militar”. También son incentivados por toda la familia golpista que protagonizó el golpe institucional de 2016, así como el archi reaccionario diputado Bolsonaro y compañía.
Incluso después del atentado, la primera reacción de los políticos tradicionales de la derecha como el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin (PSDB) y el presidente Michel Temer (PMDB) fue un incentivo. Los medios incentivaba hasta hace poco las movilizaciones y multiplicaba las opiniones de exponentes de los movimientos juveniles que protagonizaron esas protestas de la derecha, como el Movimiento Brasil Libre o Revoltados Online. Por eso, el Movimiento Revolucionario de Trabajadores rechazamos completamente el atentado y consideramos necesaria la más amplia unidad de acción de los trabajadores para enfrentar todos los ataques.
Al mismo tiempo decimos: entender la gravedad de lo ocurrido para combatirlo, no puede hacernos ver una “ofensiva fascista”, y menos aun una “ofensiva” dirigida particularmente contra Lula. Esta lectura es funcional a no entender que la audacia de estos sectores de extrema derecha es inseparable del espacio abierto a derecha por años de alianzas con el PT, de la gritante negativa de las centrales sindicales de seguir el camino de la movilización de los trabajadores contra la continuidad del golpe y las reformas. También es inseparable de la falta de una huelga general que frenara el golpe institucional y las reformas e incluso una movilización para garantizar el derecho de las personas a votar a quien quieran, incluyendo a Lula. Entender cómo se llegó a una situación de crecientes medidas autoritarias (bonapartistas) del poder judicial y la audacia de esta acción de extrema derecha es crucial para combatirla.
Por eso, no será con declaraciones que se combatirá esas medidas del poder judicial y las acciones de la extrema derecha. No podemos cerrar los ojos a la ofuscante pasividad de la CUT, que mantiene a los sindicatos del país completamente paralizados frente a tan graves acontecimientos. Rechazamos cada medida autoritaria de la operación Lava Jato, incluso cuando van contra el PT, pero mostramos claramente que no será con actos electorales, ni será con ninguna conciliación con el senador Renan Calheiros (PMDB) u otros golpistas aliados del PT y Lula, que podremos enfrentar a los capitalistas y los golpistas para enfrentar a estos sectores de extrema derecha.
Polarización social
La primera reacción de la corporación mediática Globo fue intentar ocultar el atentado, dando rienda a una supuesta amenaza sufrida por el juez de la Corte Suprema, Edson Fachin, pero al día siguiente tuvo que cambiar toda su cobertura. Lo mismo le pasó a los políticos burgueses tradicionales, que comenzaron buscando incentivar el uso de la violencia para dialogar con un electorado al que ayudaron a fortalecer. Esas primeras declaraciones, luego modificadas y refutadas, son expresión de los cálculos políticos en la polarización social en el país, una polarización que tiene como punto de mayor inestabilidad la discusión sobre la libertad de Lula, el derecho de la población a vota a quien quiera, pero toca mucho más hondo: es una polarización sobre los rumbos del país que se manifiesta también en la lucha de clases, como mostraron los docentes y trabajadores municipales de San Pablo, derrotando al alcalde João Dória y su reforma previsional.
Después cambió. Temer, Alckmin y Globo hablan de “defensa de la democracia” que todos actuaron para degradar, generando el aire purulento para que esos grupos actúen. Temen que la polarización social en una situación en la que los trabajadores no están derrotados pueda crear situaciones fuera de control y dificultar aun más la gestión burguesa de la crisis política, social y económica. Por eso la orden de todas las editoriales es frenar la extrema derecha para garantizar mejor la gestión de los ataques.
Caracterizar a los enemigos para organizar una lucha efectiva
El fascismo es, según la definición del marxismo revolucionario, la movilización contrarrevolucionaria de amplios sectores de la pequeñoburguesía, arruinada y desmoralizada por una crisis prolongada, que considera que la razón de su condición material degradante es la lucha de clases protagonizada por los trabajadores. Movilización esa que sirve a los intereses del capital imperialista para aplastar y liquidar a la vanguardia obrera y a las organizaciones de masas del proletariado, manteniéndola en un estado de atomización forzada. Por más repudiable que sea, el atentado contra la caravana de Lula todavía no se trata de eso.
Para dar pasos en ese sentido, los sectores de extrema derecha tendrían que organizarse para hacer atentados contra las masivas manifestaciones de la huelga de docentes de San Pablo. Sin embargo, estos grupos aun son minoritarios para enfrentar a decenas de miles de trabajadores en lucha.
Además, todavía el gran capital no recurre al fascismo porque no es verdad que para la burguesía se agotaron los mecanismos normales para garantizar sus intereses. Para eso, todavía cuenta con diversos mecanismos judiciales, mediáticos, parlamentarios, e incluso con la absoluta disposición de Lula, del PT y de las grandes centrales sindicales para bloquear cualquier alternativa de independencia política de los trabajadores y el desarrollo de sus movilizaciones contra los ataques de Temer y de los capitalistas, contra la continuidad del golpe, por el derecho de la población a votar a quien quiera, por el fin de la intervención federal, para coordinar las huelgas en curso, lo que imposibilitaría acciones de la extrema derecha.
La línea del PT, electoralista y de conciliación con el poder judicial y la derecha, es incapaz de enfrentar estos brotes de la extrema derecha. Por el contrario, el PT es responsable por la represión escandalosa de las luchas de los trabajadores, como hizo el gobernador Fernando Pimentel contra los profesores estaduales oportunamente en huelga en Minas Gerais.
Lo que ocurre por ahora es que el desgaste de las direcciones políticas y sindicales es usado por la extrema derecha en un sentido “antipolítico” pero no directamente antiobrero. No se puede excluir una evolución en ese sentido, y el atentado del miércoles es un primer alerta. Un alerta que tiene que servir para organizar la lucha para aplastar a la extrema derecha, combatiendo a los capitalistas.
Unidad de acción de los trabajadores para enfrentar a todos los ataques
La única forma de enfrentar ese tipo de atentado, expresión de la radicalización política del golpe institucional en Brasil, es organizando y unificando a todos los trabajadores. Para lograrlo tenemos que exigir a las grandes centrales sindicales que rompan su tregua con el gobierno golpista. Varios sectores de la izquierda, en especial el PSOL, llaman a la conformación de un frente único antifascista, mientras lo que vemos son actos con los referentes de cada partido y no una organización efectiva de los trabajadores en cada lugar de trabajo. Aunque compartimos fuertemente el rechazo al atentado, consideramos que no será con palabras ni con una política meramente electoral como vamos a derrotar a la repugnante extrema derecha en Brasil.
Necesitamos un plan de lucha efectivo, con asambleas, manifestaciones, piquetes y huelgas que, apoyándose en la fuerza de los trabajadores como mostraron los docentes de San Pablo, pueda poner en pie una enorme unidad de acción para derrotar no solo estos atentados sin toda la política de ajustes del gobierno golpista, la represión estatal que sufrimos con el asesinato de Marielle y rechazar el autoritarismo judicial, defendiendo el derecho del pueblo a decidir a quién votar. Por eso, mientras la CUT y la CTB no dejen de lado la pasividad, no sirve que los dirigentes y referentes de sus respectivos partidos se “sienten en la mesa” para supuestamente “enfrentar al fascismo” al mismo tiempo que siguen conciliando con los golpistas.
Solo la fuerza de los trabajadores puede aplastar los ataques de la extrema derecha. En este camino, en el camino de la unidad de acción de los trabajadores, no podemos mezclar nuestras banderas y nuestro programa, por eso batallaremos por la independencia política de los trabajadores luchando por una alternativa que supere al PT por izquierda.