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Música // Rock. Attaque 77 a 30 años de El cielo puede esperar: cinco curiosidades de un clásico del rock

Todo éxito se construye con detalles: con el testimonio de algunos protagonistas, recordamos media decena que convirtieron a este disco en un clásico de la cultura rock argentina.

Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola

Domingo 13 de diciembre de 2020 10:00

El disco rojo

Attaque 77 entró a grabar El cielo puede esperar en los estudios Aguilar en agosto de 1990 y lo terminó un mes después. El álbum salió a la venta a fin de año. Y explotó en 1991: lo presentaron oficialmente recién el 13 y 14 de julio en el extinto cine-teatro Pueyrredón, de Flores. Para ese entonces ya tenían el certificado de Platino por llegar a las 60 mil copias vendidas. En octubre repitieron el doblete, pero ya en Obras.

Sobre finales de 1990 el disco se distribuyó en Argentina en casete, vinilo y también en CD, un formato que ya tenía algunos años, pero aún era resistido. También hubo un lanzamiento en casete en Chile, al que se sumaron Uruguay y Paraguay en 1991. Attaque tocaba todos los fines de semana, sonaba en todos lados, aparecía en las tapas de las revistas. Además, le daba nombre y cortina musical al programa con el que Mario Pergolini pretendía competirle al Ritmo de la Noche de Marcelo Tinelli… que también los tuvo en su pantalla. El cielo puede esperar explotó y, treinta años después, es reivindicado como un disco fundamental de la cultura rock en los inicios de aquella década.

Al igual que en las dos ediciones de Dulce navidad, el álbum anterior, la formación de Attaque 77 aparece fotografiada en la tapa de El cielo…. Con el tiempo, Ciro Pertusi reconoció que había influido en él el impacto que le causaron algunas tapas de Los Violadores (los músicos aparecen en las portadas de Y ahora qué pasa, eh? y Fuera de sector).

Como sea, en la versión definitiva del álbum debut hay sobre la foto del grupo un filtro negro con algo de blanco, y todas las letras en rojo. En “El cielo puede esperar”, en cambio, invirtieron la lógica cromática. Y lograron una descodificación impensada: a partir de ese entonces, y especialmente en la actualidad, el más emblemático de los lanzamientos de Attaque 77 también es conocido como “El disco rojo”.

La palabra “tereso”

El cielo… sublimó una época de muchos cambios en Attaque. La salida del cantante Federico Pertusi obligó a su hermano Ciro a hacerse cargo de la voz y a abandonar el bajo. En el enroque entró Adrián Vera, quien tocaba en Conmoción Cerebral, otra banda punk que había compartido fechas con A77.

El Chino Vera no solo ocupó un lugar vacío. También le puso su impronta Dee Dee Ramone (flequillo, bajo debajo de la cintura) cuando la banda empezó a subirse cada vez más seguido a escenarios y necesitaba defender una imagen. Y, al igual que el bajista de Ramones, el Chino también aportó canciones propias: en El cielo puede esperar su sello está en “Solo por placer”, “No te pudiste aguantar” (donde su bajo minimalista y casi tónico es clave en el sonido) y “Un momento de meditación”.

Todas las canciones ya venían de su banda anterior, aunque con otro formato. Y Ciro, por ejemplo, les dio otra vuelta a algunas, como “Solo por placer” y “Momento de meditación”, que originalmente se llamaba “La palabra ‘Te Quiero’”. De la época de Conmoción perdura una anécdota sobre este último tema, al que el cantante, en broma, había rebautizado “La palabra ‘Tereso’”.

“Lo creativo transcurre por canales insospechados, la gestación y la realización del disco tienen su misterio; algo del momento y la energía que circulaba en ese entonces. Por un lado, la emotividad. Por el otro, las búsquedas… de verdades, de soluciones. ¡Y de poder ser escuchado por alguien!”, dice el Chino Vera. Aunque reconoce: “Ya pasaron treinta años y percibimos el tiempo no siempre de la misma manera”.

“Buscábamos una estética, pero también una ética. Las letras, la música, el arte de tapa y nuestra imagen eran un verdadero manifiesto sobre quienes éramos y qué queríamos transmitir. Todo antes de ser conocidos o ‘famosos’. Después, el hecho de ser reconocidos indefectiblemente movió un poco los tantos y tuvimos que acomodar un par de cosas, un nuevo tiempo de aprendizaje”, completa.

La guita de Trípoli y la guitarra de Juanchi

A diferencia de otros discos de 1990 que también fueron exitosos y le abrieron más puertas a sus artistas (desde Canción animal, de Soda Stereo, hasta Magos, espadas y rosas, de Rata Blanca, pasando por Obsesión, de Miguel Mateos), El cielo puede esperar se distinguió por haber sido editado fuera del circuito de sellos multinacionales. Y si bien la banda migró a Sony a partir del álbum siguiente, Ángeles caídos, el disco rojo -al igual que Dulce navidad, el primero- salió por Radio Trípoli.

Trípoli era un sello independiente que duró pocos años, pero traccionó artistas ineludibles a la hora de pensar la cultura rock de la década del ’90: Hermética, Los Auténticos Decadentes, Todos Tus Muertos o Memphis se columpiaron hacia la masividad publicando en la casi artesanal compañía de Walter Kolm y Sergio Fasanelli.

Si bien Chuchu Fasanelli recuerda que el “disco me atrapó fuerte por sus letras, que son verdaderos himnos adolescentes de rebeldía, amor y libertad”, también destaca la importancia clave de Juanchi Baleirón en la producción artística, en el acabado final de esos temas. “Aunque en Radio Trípoli no tuvimos los suficientes recursos, Juanchi nos dio una mano enorme: les dio a esas canciones el carácter y un sonido único y recordable”.

El primer disco de Attaque fue producido por el baterista de Riff, Michel Peyronel, pero es evidente que la banda conectó mejor con el guitarrista de Los Pericos. “Hasta el día de hoy es sorprendente que hayan pasado la barrera de toda moda musical, convirtiéndose en grandes clásicos de nuestro rock”, asegura Fasanelli, con mucho de razón.

La noche que se hincharon las bolas

Sucedió hace muchos veranos atrás en Le Brique, la disco de Villa Gesell frente a la cual Fernando Báez Sosa fue asesinado por una manada de rugbiers en enero pasado. Attaque venía de un 1991 intenso y esa noche de enero en la costa parecía caldeada: de repente se habían armado como dos grupos de seguidores de la banda que defendían una bandera distinta.

¿De qué iba la disputa? De canciones: unos reivindicaban “Hacelo por mí” más allá de haberse convertido en un hit por repetición, mientras que otros lo aborrecían y, en su lugar, exigían “Brigada antidisturbios”, tema de barricada grabado en el compilado Invasión 88. Y Attaque, ese domingo, después de un año exigente, se hinchó las bolas: “Esa noche, en Gesell, decidimos no tocar ninguna de las dos canciones, por la inentendible rivalidad que se había generado entre nuestros seguidores”, afirma Leo de Cecco.

El baterista es el único que grabó en absolutamente todos los discos de Attaque 77: trece de estudio y cinco en vivo. “Se suponía que la gente que quería ‘Hacerlo por mí’ estaba con nosotros porque era el tema de moda, mientras que los otros se consideraban más fanáticos”, recuerda todavía hoy Leo sobre aquella noche en la que, quizás por única vez en su historia, no tocaron ni “Hacelo…” ni “Brigada…”. “Es que nosotros estábamos medio calientes con eso que se había generado. Y sabíamos que los que podíamos llamar ‘fans de la primera hora’ eran cuarenta tipos que por supuesto no estaban esa noche en una disco de la costa en verano”.

Otras versiones

Con el paso del tiempo -y también de las formaciones- Attaque siguió grabando discos, aunque, en simultáneo, fue experimentando con algunas canciones de El cielo puede esperar, sobre todo en vivo. La principal evidencia está en la puesta y disco en vivo de su formato acústico en el teatro Ópera, años 2011 y 2012, donde se registraron versiones de El cielo…, “Espadas y serpientes” y “Donde las águilas se atreven” (el himno final de todo show; otro legado del disco rojo).

Años atrás ya habían hecho algo parecido con “Hacelo por mí”, posterizado en Trapos, disco en vivo grabado en Obras a mediados del 2000. Con los noventas y toda su efervescencia atrás, Attaque comenzaba una nueva década homenajeando a Sandro, animándose a Gilda y reconciliándose con ese viejo hit en una versión despojada.

“A mí siempre me gustó la película ‘Los chicos están bien’, de The Who, porque mostraba cosas de la historia del grupo. Y, entre ellas, aparece una misma canción con una versión distinta según la época”, recordó Mariano Martínez, guitarrista, compositor, y además cantante desde la partida de Ciro Pertusi, en 2009. “En la peli vas viendo el mismo tema en el ’65, en el ’70, en el ’75, y cada vez lo hacían distinto. Siempre me pareció algo muy admirable de los Who, porque además tenían un poder de improvisación sobre el momento”.

Para Luciano Scaglione, el bajista que más veces tocó en vivo las canciones de El cielo..., las reversiones también se deben a que “después de tocar la misma canción un millón de veces, es divertido que a alguno se le ocurra algo, cambiarle la velocidad, agregarle una boludez al final, gritar el coro de otro modo. Nos sirve a nosotros y también a esa gente que nos sigue desde hace quince años o más y se pudre al escuchar el mismo tema”.