En el país de los volcanes la política se parece mucho a estas fuerzas de la naturaleza. Durante mucho tiempo todo parece transcurrir con relativa calma y estabilidad hasta que de forma imprevista irrumpe la protesta social, como si de una erupción se tratase, llevándose por delante gobiernos y presidentes.
Martes 15 de octubre de 2019 19:45
EFE/ Bienvenido Velasco
Las medidas de ajuste de corte neoliberal, conocidas como paquetazo, presentadas por el Gobierno de Lenin Moreno el pasado 1 de octubre desataron durante los doce siguientes días protestas y movilizaciones que han hecho temblar los cimientos del país.
La respuesta por parte del gobierno ha sido la de una dura represión, inédita en el Ecuador.
Han sido días de intensos enfrentamientos entre la policía y manifestantes que han convertido Quito en el paisaje propio de una ciudad en guerra. El saldo de heridos y muertos por el caos social es difícil de determinar. Pero desde luego ha abierto una herida profunda en el país difícil de cerrar.
El sábado, con la declaración del toque de queda y la salida más abierta del ejército a las calles, fue el día con mayor violencia por parte del Régimen ecuatoriano hacia su población. En esta jornada se pudieron ver la utilización de armas de fuego por parte de las autoridades, con francotiradores que dispararon a matar frente a diversas barricadas de Quito.
Esta escalada del conflicto, en donde la población a pesar de la represión no se doblegó y siguió enfrentado a la policía y militares, provocó que el Gobierno tuviera que hacer gestos de retroceder ante el peligro de entrar en una dinámica que condujese hacia una situación de mayor radicalización y su caída por la acción de masas.
Por lo que, después de duras negociaciones con los dirigentes de los movimientos sociales, Lenin Moreno dejo sin efecto la medidas del “paquetazo”. A la espera sin embargo de negociar medidas en el mismo sentido con las burocracias del movimiento indígena y de los sindicatos.
Esto fue visto en las calles de la capital ecuatoriana cómo un verdadero triunfo. Por lo que el júbilo y el entusiasmo se apoderó de la ciudad. Miles de personas salieron a festejarlo y ayer lunes, Quito pasó de ser un escenario de guerra a una auténtica fiesta popular multitudinaria.
Desde niños a ancianos veían como un gobierno con marcados rasgos autoritarios, apoyado por las oligarquías del país y por las potencias imperialistas, había tenido que dar un paso para atrás ante el embate popular. Sin duda era motivo de una gran celebración.
Sin embargo, incluso dentro de ese ambiente festivo se empezaba a abrir una reflexión: esto solo fue una primera batalla. El gobierno de Lenin Moreno está debilitado, pero sobrevive. Con toda seguridad volverá a arremeter, con algún cambio cosmético, con un nuevo paquetazo.
Es necesario que se avance en este proceso que se abrió, de amplia contestación y movilización popular, para echar a abajo este gobierno y a las oligarquías que lo sostienen.
Durante doce días estás elites demostraron el profundo desprecio que sienten hacia los trabajadores, los campesinos y los indígenas. Estuvieron dispuestos a cometer una auténtica masacre para beneficiar a los más ricos y al FMI.
Esto sin duda provocará que una parte importante de clases populares empiecen a cuestionar no solo al Gobierno de turno sino al Régimen neocolonial de conjunto.
Los estudiantes expresaban ayer esto de manera muy clara en las celebraciones, mientras cantaban las canciones protesta más icónicas, a la vez advertían a la burguesía ecuatoriana y sus agentes políticos: “Si ustedes no nos dejan soñar, nosotros no les dejaremos dormir".