La toma de Ramadi por el Estado Islámico (EI) significo un duro revés para el gobierno iraquí y la coalición internacional, encabezada por los Estados Unidos, que lo apoya. Miles de milicianos chiíes fueron enviados por las autoridades iraquíes buscando recuperar la ciudad, aunque esto aumenta el riesgo de represalias contra la población suní.
Martes 19 de mayo de 2015
Fotografía: EFE
Combatientes fieles al EI tomaron la ciudad ayer en una ofensiva repentina, que sorprendió a las autoridades y supuso un duro revés para el Gobierno de Bagdad, que se encontraba haciendo los preparativos para expulsar a los militantes del EI de Al Anbar.
El Ministerio iraquí de Defensa informó en un comunicado que ya han llegado combatientes, carros de combate y vehículos blindados a la base militar de Al Habaniya, 40 kilómetros al este de Ramadi.
Por su parte el Pentágono aseguró hoy que las Fuerzas Armadas de Irak retomarán la ciudad iraquí de Ramadi, ocupada por el Estado Islámico (EI), aunque reconoció que ese avance es un revés para los planes de la coalición.
Las autoridades iraquíes han comenzado a movilizar a combatientes chiíes y tribales para que ayuden a las fuerzas regulares a recuperar la estratégica ciudad de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar y que ayer cayó en manos del grupo Estado Islámico (EI).
Las milicias chiíes progubernamentales se han convertido en Irak en un elemento clave en la lucha, pero también se han visto salpicadas por denuncias de abusos y de represalias contra la población civil de credo suní, acusada de apoyar al EI.
En la recuperación de la capital de la provincia de Saladino, Tikrit, que se materializó a finales de marzo, participó una fuerza compuesta por 30.000 combatientes, de los cuales alrededor de 20.000 eran milicianos chiíes.
En la liberación de esta provincia, de mayoría suní, al igual que Al Anbar, hubo acusaciones de abusos cometidos por estas milicias contra la población local, que incluso llevaron al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a mostrar públicamente su preocupación por las "denuncias de asesinatos, secuestros y destrucción de propiedades".
Por esa razón, los principales jeques de Al Anbar se habían negado a que estas milicias progubernamentales participaran en los combates contra el EI en la provincia, a pesar de los estragos que estaba causando el EI.
Sin embargo, la conquista yihadista de Ramadi les ha hecho aceptar el envío de milicianos chiíes junto a las fuerzas regulares del Ejército.
Coincidiendo con los preparativos militares para contraatacar, el ministro iraní de Defensa, Huseín Dehgan, llegó hoy a Bagdad para analizar la cooperación de seguridad entre ambos países.
Irán, firme aliado de las actuales autoridades de Bagdad, ha enviado a su Guardia Revolucionaria a combatir en Irak contra el Estado Islámico.
Por su parte, desde Beirut, Alí Akbar Velayati, el poderoso asesor del líder supremo iraní, Alí Jamenei, mostró su convencimiento de que, "con el tiempo, Ramadi se liberará del control de los terroristas al igual que sucedió en Tikrit".
El Estado Islámico (EI) celebra hoy en Mosul la victoria lograda en Ramadi, mientras la población civil ve con desaliento cómo las derrotas del ejército en otros frentes alejan la posibilidad de la liberación. Esta es la forma de anunciar a la población local "la gran victoria", como denominan la ocupación de la provincia occidental de Al Anbar y de su capital, Ramadi.
El portavoces del Departamento de Estado, Jeff Rathke, aseguró en una rueda de prensa que "Al Ramadi será recuperada (por el Gobierno iraquí)". "Confiamos en que nuestros esfuerzos, en conjunto con los de las Fuerzas Armadas iraquíes, serán exitosos", insistió Rathke, quien, no obstante, reconoció que la caída de la ciudad supone "un paso atrás".
El temor es que esta victoria sea utilizada por el Estado Islámico como instrumento de propaganda y desmoralice aún más las poco consolidadas Fuerzas Armadas iraquíes, que siguen estando dominadas por la mayoría chiíta y ya sufrieron desbandadas de oficiales y soldados el verano pasado frente a los avances del EI.