Durante su papado publicó tres encíclicas, en dos se refiere a Marx y el marxismo. No por nada el mismo Bolsonaro al referirse a su muerte, exalta sus críticas contra el marxismo. Francisco, el actual papa, prologó en el 2018 un libro del emérito en el que coincidió con sus críticas a ateísmo marxista. También apuntó contra la ideología de género y las opiniones de Nietzsche sobre el cristianismo.
Elizabeth Yang @Elizabeth_Yang_
Lunes 2 de enero de 2023 12:11
Joseph Ratzinger fue uno de los teóricos más importantes de la iglesia católica, apostólica y romana. Fue el brazo teórico y alma gemela de Juan Pablo II, el papa que junto a Gorbachov, Reagan y Thatcher en los años 80 emprendieron la ofensiva del capitalismo contra las masas en el mundo, comúnmente llamada de neoliberalismo o también de restauración burguesa, y que provocó la caída de la URSS. Aún hoy estamos viviendo las consecuencias de aquella derrota.
En su período como teórico asesor de Juan Pablo II, fue quien ideó el montaje del perdón a Galileo Galilei por la condena que le aplicó la Iglesia Católica, manteniendo al mismo tiempo el principio ineludible de la iglesia sobre la infalibilidad del papa, o sea que este nunca se equivoca.
Sobre la caridad y el sexo
Ratzinger asumió su papado en abril del 2005 con el nombre de Benedicto XVI. La primera Carta Encíclica fue “sobre el amor cristiano”, Deus caritas est, publicada en la navidad de ese mismo año, donde habla del eros, el sexo y la caridad. Las encíclicas son consideradas los lineamientos principales de los gobiernos papales en el Vaticano.
En esta encíclica arremete contra el marxismo por rechazar éste la caridad de la Iglesia, y denunciar que su objetivo es contener y mantener la pobreza en vez de hacer justicia.
Dice Benedicto XVI que “Los tiempos modernos, sobre todo desde el siglo XIX, están dominados por una filosofía del progreso con diversas variantes, cuya forma más radical es el marxismo” y se podría decir que es así. Pero luego se refiere a que el marxismo promueve una especie de teoría de “cuanto peor mejor”, en una supuesta “teoría del empobrecimiento” que mantendría en las masas pobres un potencial revolucionario, y que este sería el origen del rechazo y el ataque a la caridad. Y termina afirmando que “la verdad es que no se puede promover la humanización del mundo renunciando, por el momento, a comportarse de manera humana”.
La caridad de la iglesia no es la solidaridad habitual entre trabajadores y el pueblo pobre, como cuando se lucha contra las injusticias, los despidos en las empresas y la desocupación, contra las muertes por gatillo fácil y la represión del Estado. No es para nada habitual ver a la institución eclesiástica en primera fila defendiendo a las víctimas del Estado o de los empresarios, según indicaría un espíritu cristiano. Sin embargo, por el contrario, el marxismo revolucionario tiene como eje fundamental la solidaridad entre los explotados y oprimidos, y la participación en la lucha de clases como motor para abrirse un camino hacia la emancipación de los trabajadores que efectivamente podrá terminar con la pobreza.
El papel del Vaticano en las guerras siempre estuvo muy alejado de cualquier caridad humanitaria. Sólo por poner un ejemplo de Latinoamérica, y de una época muy cercana a Ratzinger, durante la guerra con Inglaterra por las islas Malvinas, Juan Pablo II vino a Argentina no para solidarizarse con la nación oprimida sino para que se entregara al imperialismo inglés.
Otro de los temas de la encíclica es el eros y el sexo, relacionados claramente con las terribles denuncias a la iglesia sobre los abusos sexuales y que se agudizaron durante el mandato de Benedicto XVI. Estas miles de denuncias llevaron a sectores cristianos a cuestionar el celibato sacerdotal, que impide el casamiento de los curas y los obliga a la continencia sexual. En este sentido, aquella encíclica fue una defensa del papa al celibato.
Benedicto XVI dice que el “cristianismo, según Friedrich Nietzsche, habría dado de beber al eros un veneno, el cual, aunque no le llevó a la muerte, le hizo degenerar en vicio” (del texto Más allá del bien y del Mal). Y agrega que “El filósofo alemán expresó de este modo una apreciación muy difundida: la Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, ¿no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles de prohibición precisamente allí donde la alegría, predispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?”.
La advertencia consistiría en que si los abusos sexuales en la iglesia tienen su origen en el celibato sacerdotal entonces tendrían que darle la razón a Nietzsche y su frase citada, donde afirma que el origen del mal estaría en el propio cristianismo y sus restricciones al sexo, y esto dañaría irremediablemente a la iglesia católica.
A principio de este año, se realizó un simposio del Vaticano que puso al celibato en el tapete y produjo la reacción de los conservadores liderados por los más fieles a Benedicto XVI. En octubre de 2023 continuará con el llamado a un Sínodo de los Sínodos, que convocará en Roma a los obispos de todo el mundo y se reabrirían las discusiones.
En particular, hacia la “ideología de género”, la iglesia católica siempre condenó la homosexualidad, pero Benedicto XVI fue mucho más allá e impulsó una verdadera cruzada contra los derechos civiles de la población LGBT. También hizo campaña contra el preservativo en África, lo que contribuyó a la epidemia de VIH.
Sobre la salvación y la esperanza
En la encíclica del 2007, Spe Salvi, Benedicto XVI hace importantes reconocimientos al pensamiento de Marx para luego criticarle su materialismo. Dice que “Después de la revolución burguesa de 1789 había llegado la hora de una nueva revolución, la proletaria: el progreso no podía avanzar simplemente de modo lineal a pequeños pasos. Hacía falta el salto revolucionario. Karl Marx recogió esta llamada del momento y, con vigor de lenguaje y pensamiento, trató de encauzar este nuevo y, como él pensaba, definitivo gran paso de la historia hacia la salvación, hacia lo que Kant había calificado como el «reino de Dios»”. Y agrega que “[…] Marx ha descrito la situación de su tiempo y ha ilustrado con gran capacidad analítica los caminos hacia la revolución, y no sólo teóricamente: con el partido comunista, nacido del manifiesto de 1848, dio inicio también concretamente a la revolución. Su promesa, gracias a la agudeza de sus análisis y a la clara indicación de los instrumentos para el cambio radical, fascinó y fascina todavía hoy de nuevo.”
Le critica a Marx que ha olvidado la libertad del hombre, creyendo que alcanzaba con solucionar los problemas económicos. “Su verdadero error”, dice Benedicto XVI, “es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.”
En primer lugar, Marx no dice que el hombre sea solo producto de sus condiciones económicas. Sino también que la eliminación del poder de fuerzas sociales alienadas, las relaciones de producción basadas en la explotación, abren la posibilidad de que el hombre a través de su autodeterminación sea quien controle su propio destino, y pueda alcanzar la libertad entendida en términos colectivos.
Y en segundo lugar, las experiencias de la URSS y los llamados “socialismo reales”, que de reales tenían poco, estuvieron limitadas a la falta de desarrollo de la revolución socialista a nivel mundial, que permitió el surgimiento del stalinismo y la burocratización de esos estados. Sobre estos procesos, los escritos del revolucionario León Trotsky son los más certeros.
El mismo Ratzinger en el año 1996, después de la caída de la URSS, en el documento Sobre la situación actual de la Fe y la teología y viendo que avanza la pobreza, la opresión y toda clase de dominaciones injustas, afirma que “me parece probable que en el futuro se hagan presentes nuevas formas de la concepción marxista del mundo”.
La lucha por el socialismo sigue presente como necesidad de superar las condiciones actuales del capitalismo. Una sociedad organizada según la conocida fórmula del Manifiesto Comunista “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Las dos proposiciones, indisolublemente ligadas, indican que el trabajo dejará de ser coercitivo, y que también será según la capacidad, los medios físicos y psíquicos. Sin que exista violencia alguna, los miembros de la comunidad, aprovechándose de una técnica elevada, aprovisionarán suficientemente los almacenes de la sociedad para que cada uno se provea ampliamente "según sus necesidades" sin control humillante. La fórmula del comunismo, bilateral pero indivisible, supone la abundancia, la libertad y el desarrollo de la personalidad (extraído de León Trotsky, La Revolución Traicionada).
Elizabeth Yang
Profesora de Lengua y Cultura portuguesa. Fundadora del PTS y columnista de la sección Cultura de La Izquierda Diario.