La investigación abierta contra López Betancourt, presidente del Tribunal Universitario, por hostigamiento sexual agravado y tratos crueles, degradantes e inhumanos, no sólo abre el cuestionamiento sobre la integridad del funcionario, sino que obliga a volver a la discusión sobre cuál es el carácter de este organismo y la viabilidad de que sea el que resuelva el problema de violencia en la universidad.
Martes 22 de febrero de 2022
Este miércoles 23 de febrero, continuará la audiencia de Eduardo López Betancourt, en esta se definirá si el funcionario es vinculado a proceso por los cargos que se le imputan.
La denuncia fue interpuesta por una exalumna de la facultad de derecho, los primeros hostigamientos que señala, tuvieron lugar en 1999, época en que era Consejera Técnica de la facultad de derecho y antiparista contra el movimiento estudiantil en la UNAM. También denuncia que diez años después, en octubre del 2019 —año en el que Betancourt ya encabezaba el TU— volvió a acosarla.
En el 2020, después de que la denunciante hiciera público el hostigamiento que había vivido, Betancourt la demandó por “daño moral” exigiendo una retribución de un millón de pesos, posteriormente intentó llevarla al TU para expulsarla y la acusó de hacer un montaje “para desestabilizar a la UNAM”. La denunciante declaró que posteriormente fue amenazada por un hombre con pistola que le dijo que “con el doctor no se juega”.
Betancourt y la guerra sucia en Guerrero
Betancourt designado como presidente del TU a inicios del 2019 por Enrique Graue, en diversas ocasiones se ha presentado como “abogado feminista”. En el marco de los paros feministas en la UNAM tras ser cuestionado por el proceder del TU frente a las denuncias de violencia, el funcionario se intentó lavar las manos depositando la responsabilidad en los directores y en el STUNAM.
Pero su carrera como político y persecutor de la disidencia es aún más antigua pues entre 1975 y 1981 fue Procurador de Justicia en Guerrero durante el gobierno del priista Rubén Figueroa Figueroa. Fueron estos años en los que se agudizó la política de la guerra sucia y de persecución a la izquierda, siendo los casos de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez los más conocidos, pero que fueron parte de cientos de asesinatos y desapariciones forzosas.
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Su “impecable” desempeño como ejecutor de estas políticas, fue lo que le valió que el Congreso del Estado de Guerrero le otorgara la medalla “Sentimientos de la nación” el año pasado. Esta trayectoria, lejos de ser un impedimento para ocupar la cabeza del TU, le cae como anillo al dedo a una institución que aprendió muy bien de las tácticas contrainsurgentes de lo más descompuesto del priismo.
El Tribunal Universitario y la lucha contra la violencia en la UNAM
Resulta altamente paradójico que sea un personaje como este quien encabeza el combate de la universidad a la violencia de género, sin embargo la inviabilidad del TU y del régimen universitario para resolver este problema, no se restringe a la despreciable trayectoria de Betancourt.
El problema es mucho más profundo y es que el TU tiene en su historia que data desde 1945 cuando fue creado, miles de casos de sanciones y expulsiones políticas, como fue el caso de las y los 500 estudiantes expulsados tras la huelga del 99, además, el 97% de los casos revisados por el Tribunal, terminan en sanciones. Por eso, históricamente el movimiento estudiantil ha denunciado que este organismo tiene un profundo carácter inquisitorio. ¿Cómo va a ser entonces el que garantice a las mujeres de la universidad condiciones seguras y un ambiente libre de violencia?
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En los últimos años, particularmente a partir del 2016 tras el feminicidio de Lesvy Osorio dentro de Ciudad Universitaria, el movimiento feminista irrumpió la unviersidad, rompiendo el histórico silencio que reinaba en torno al hostigamiento y a la violencia sexual en el medio universitario, que no son más que un reflejo de la profunda violencia que se vive en el país de los 10 feminicidios diarios.
Al interior de este movimiento hubo distintas expresiones políticas y con ellas diferentes posiciones respecto a qué tácticas, estrategias y demandas seguir para luchar contra la violencia. No casualmente las autoridades universitarias le dieron vuelo y cause a aquellas demandas que le permitían al régimen universitario fortalecer su carácter represivo a través del TU, el órgano predilecto para aleccionar al activismo y a la disidencia política en la UNAM.
Como ejemplo de esto, en el 2020, tras los paros feministas que tuvieron lugar en distintas facultades y bachilleratos, fueron aprobadas por el Consejo Universitario una serie de reformas a la Legislación Universitaria donde se eleva a “responsabilidad grave” cualquier tipo de violencia y en particular de violencia de género, además de que se derogó el artículo 10 que contemplaba el derecho a la defensa de quienes sean acusados frente al Tribunal Universitario.
Consejo Universitario sesiona tras protestas por violencia de género
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La lucha contra la violencia en la universidad, cuyas demandas continúan vigentes, debe apuntar a acabar con los organismos medievales y con la estructura antidemocrática que reina en la UNAM, misma que permite que personajes como Betancourt actúen de verdugos sin que nadie de la comunidad lo haya elegido y que continúe existiendo el inquisitorio Tribunal Universitario.
La perspectiva debe apuntar a pelear por todas aquellas condiciones que ponen a las mujeres en desventaja ante los varones y principalmente ante aquellos que ocupan cargos de poder ya sea como directores, altos funcionarios o jefes de departamentos. Esto implica la lucha por guarderías para todas las estudiantes docentes y trabajadoras, salas de lactancia, lavadores y comedores comunitarios para que a las jornadas laborales y de estudio no se sumen las labores domésticas mandadas por el patriarcado.
Todo esto debe ir de la mano de la organización entre estudiantes docente y trabajadoras por un Plan Integral Contra la Violencia de Género en la universidad, que no tenga como lógica fortalecer los organismos represivos del régimen universitario, pues estos no solo no contribuyen a mejorar nuestras condiciones sino todo lo contrario.
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Por último, la UNAM no está aislada de las contradicciones que se vien a nivel nacional, por eso el gran reto de luchar contra la violencia patriarcal en los espacios universitarios no puede estar desligada de la violencia que aqueja a las millones de mujeres que no tienen y nunca tendrán acceso a la universidad, pues este es un derecho al que solo podemos acceder unas cuantas.
Las estudiantes, trabajadoras y docentes que nos organizamos en Pan y Rosas y que compartimos esta perspectiva, te invitamos a conocernos y organizarte con nosotras. No dudes en contactarnos por nuestras redes sociales.