El flamante presidente de EE.UU., el demócrata Joe Biden, dio este viernes un discurso en que anunció el nuevo rumbo de la política internacional. Como si aún fuera la campaña electoral, parecía competir con Trump sobre quién era más “duro” con China y Rusia.
Viernes 5 de febrero de 2021 00:15
EFE/EPA/JIM LO SCALZO
“Nos preocupa mucho, a nosotros y a toda la comunidad internacional” dijo sobre la situación del líder opositor ruso Alexei Navalny, quien retornó a su país hace pocos días y permanece encarcelado desde entonces. Navalny estuvo en coma durante meses en Berlín luego de un intento de envenenamiento atribuido al gobierno ruso. “No dudaremos en aumentar la presión sobre Rusia y defender nuestro interés vital y nuestro pueblo” afirmó durante la conferencia.
Según el mismo Biden, habló con Putin y le dejó “bien claro” que la época en que Estados Unidos se sometió a los actos agresivos de Rusia (...) se acabó”. Pero también subrayó que habría cooperación cuando sirviera a los intereses de Estados Unidos, citando su nuevo acuerdo con el presidente ruso Vladimir Putin para ampliar el acuerdo New Start, que limita el tamaño de los arsenales nucleares estratégicos de los dos países, durante cinco años.
Además durante el discurso se refirió a al autoritarismo, que solo parece existir en Rusia y China. Estados Unidos debe “estar ahí frente al avance del autoritarismo, en particular las crecientes ambiciones de China y el deseo de Rusia de debilitar nuestra democracia”. En un guiño a sus aliados históricos, Biden dijo que las alianzas sólidas eran la clave para disuadir a Moscú, junto con las "crecientes ambiciones de China de rivalizar con Estados Unidos". Dijo estar preparado para cooperar con China pero “ desde una posición de fuerza. Recuperaremos nuestra credibilidad”.”
Pero el presidente reconoció el estado dañado de la democracia estadounidense, afirmando que el país será "un socio mucho más creíble" en el esfuerzo global por defender las democracias de amenazas como el autoritarismo y la desinformación si puede apuntalar su propia economía, política, sociedad civil y brecha de igualdad racial. Una tarea difícil para Biden, que encabeza el partido que más represiones ordenó durante el último levantamiento de Black Lives Matter luego del infame asesinato de George Floyd a manos de la policía.
Como la cereza del discurso, anunció el fin del apoyo a las operaciones Saudíes en la guerra civil en Yemen, que se remonta a 2015 cuando Biden tenía el irrelevante cargo de Vicepresidente de Barack Obama.
Entre tanta defensa de la democracia el nuevo líder del mundo libre omitió, no sabemos si por un descuido o a propósito, referirse al golpe de estado en Honduras en 2009, que apoyó activamente Obama. O más cerca en el tiempo, la participación en el golpe contra Evo Morales en Bolivia. Es que si hubiera reparado en cada vez que EE. UU. se metió en la vida política de otros países hubiera podido pasar toda su presidencia hablando de eso.
El discurso de este viernes fue una reafirmación más, esta vez en el plano de las relaciones internacionales, del plan de Biden de volver a una normalidad pre-Trump y reconstruir la hegemonía del imperialismo yanqui, en decadencia hace años. Por infinidad de razones es plan es una quimera.