Macri, el veto a la ley antidespidos y los nuevos contornos de la política. Las conducciones sindicales y el axioma Casildo Herrera. Un país polarizado bajo la tensión del ajuste.
Jueves 19 de mayo de 2016
Dicen que las casualidades no existen. En política, posiblemente, eso ocurra aún menos. El pasado 29 de abril, día en que más de 100.000 trabajadores y trabajadoras copaban los alrededores del Monumento al Trabajo en la Ciudad de Buenos Aires, seis entidades patronales que representan al gran empresariado argentino e imperialista, emitían una carta que llegaría a los diputados de la nación hace pocos días.
Una sola carilla serviría para reivindicar la gestión del gobierno nacional, al tiempo que se buscaba amedrentar a los legisladores para que no aprobaran la ley contra los despidos. Posiblemente los hombres de negocios -como suelen llamarlos- hayan elegido la fecha con sumo cuidado, en una suerte de provocación adobada con prepotencia.
La coincidencia de fechas entraña una suerte de paradoja de la política nacional. El mismo día, representantes corporativos de las dos clases esenciales del sistema capitalista emitían un pedido estrechamente relacionado, pero con contenidos opuestos por el vértice.
La ley antidespidos se convertía en el centro de una disputa política que tendría como escenario el Congreso Nacional -y más específicamente la Cámara de Diputados- pero cuyos motores más profundos funcionaban puertas afuera del recinto.
Para el empresariado se trataba de evitar cualquier norma que imponga algún grado de condicionamiento a su incesante búsqueda de ganancias. La simple prohibición de despedir por meses suscitó un encono poco visto en años recientes.
Por su parte, la dirigencia sindical buscaba dar una primera respuesta, tras más de 4 meses de ajuste continuo, frente al creciente descontento social. El “sinceramiento” gubernamental empezaba a generar un margen de rechazo entra amplias capas.
El gran empresariado proseguiría, en los días siguientes, en un raid que lo llevaría a las reuniones de comisiones en la cámara baja y a declaraciones múltiples en los medios. El país burgués se volcaría a la política sin censurarse a sí mismo.
Cual si fuera una suerte de subibaja, a medida que se elevaba la avanzada del capital sobre los medios, la (llamada) opinión pública y los propios diputados, decrecía la presión ejercida por las conducciones sindicales. Éstas pasaron de convocar masivamente en las calles a declaraciones mediáticas que, el correr de los días, incluso desaparecieron. Un periodista de C5N llegó a pedir “por la aparición con vida de Moyano y Caló”. Una broma un tanto oscura pero que da cuenta de la huida de los dirigentes. Ellos podrían, en este caso, haber usado en su defensa la frase que inmortalizó Casildo Herrera: “yo me borré”.
Recién este miércoles, un tibio comunicado de la CGT Azopardo, señalaba que el veto de Macri a la ley implicaría “desoír al pueblo”. Pero, hasta el momento, nada indica que se pasará de las declaraciones ofuscadas. Los anuncios que hablaban de convocar a un paro en caso de veto presidencial, rápidamente pasaron al cajón de los recuerdos.
Queda en evidencia la radical asimetría en el rol jugado por las representaciones de la clase capitalista y por las de la clase obrera. Mientras las patronales desplegaron, crecientemente, los medios a su alcance contra la sanción de la ley, las dirigencias sindicales fueron en una escala de mayor a menor, que terminó en quejas impotentes.
Vetocracia
El macrismo podría inaugurar este jueves la era de los vetos frente a las normas parlamentarias que le sean opuestas. Será frente a una demanda que, según sondeos, cuenta con el aval de un 60 % de la población.
Se ponen en evidencia los límites políticos del gobierno. Su rol de minoría parlamentaria en ambas cámaras se transforma en una traba a la gestión del Estado burgués. Demás está decir que no se trata de límites absolutos ni inamovibles. En estas semanas, el macrismo mostró una notable destreza para operar en las internas del pan-peronismo, jugando cerca de uno o de otro. El que por estas horas sufre los avatares de esos giros es Sergio Massa.
Sin embargo el veto, que seguramente se anunciará hoy, expresa que las maniobras legislativas a las que apeló el oficialismo por semanas, solo permitieron ganar tiempo.
De fondo, la norma contra los despidos y su veto, pone en escena las tensiones de un país en transición, donde los mecanismos "maravillosos" de la inversión están lejos aún de hacerse presentes para calmar los ánimos y donde la relación de fuerzas social configurada en los años previos todavía está por definirse.
En ese marco, la ley antidespidos podría haber sido impuesta por el camino de la movilización. La gran concentración del 29 de abril lo ilustra. Sin embargo, frente a la “vetocracia” de Macri y a las maniobras parlamentarias de Cambiemos, las conducciones sindicales optaron por las palabras fuertes y las medidas débiles.
No viene mal recordar que estas conducciones son parte de la "herencia" del kirchnerismo, donde formaron parte del dispositivo ampliado de "control de las calles" y de la persecusión a todo activismo sindicado como opositor o, simplemente, "zurdo".
De este modo parecen cederle un triunfo a la "vetocracia" en su debut. Sin embargo, la Argentina es prodiga en sorpresas en la arena política.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.