El programa de divulgación científica impulsado desde organismos y medios estatales durante el kirchnerismo y continuado por el macrismo promueve el biologicismo. Revisar y cuestionar profundamente esta ideología es tan necesario como democratizar la producción científica.
Martes 27 de junio de 2017 00:28
En los últimos 15 años en Argentina, “la ciencia” salió de los laboratorios en forma de divulgación científica, manifestando querer acercar la ciencia al público no especializado para democratizar el conocimiento y “alfabetizar” en pensamiento científico. En 2003 hizo su aparición en la TV pública Adrián Paenza junto al biólogo Diego Golombek en Científicos Industria Argentina y en el 2005 la colección de libros Ciencia que ladra (editados por la Universidad de Quilmes y Siglo XXI). En los años sucesivos, el desarrollo fue enorme y hoy encontramos cientos de vídeos en Canal Encuentro, propuestas de formación docente, Tecnópolis, el “Programa nacional de popularización de la ciencia y la innovación”, etc. Este programa “nac&pop” de divulgación científica desarrollado por el kirchnerismo, y continuado por el gobierno de Macri, recibió una amplia difusión y colaboración del sector privado: la sección ciencia de los diarios Clarín y La Nación (en este último Golombek tiene una columna propia), el bloque “¿para qué sirve la ciencia?” de Fabricio Ballarini en la radio Vorterix, la “neuromanía” de Manes publicada por Planeta o el nuevo libro de Golombek, Neurociencias para presidentes, publicado por Siglo XXI son solo algunos ejemplos relevantes de una lista que no para de engrosarse.
Muchos científicos honestamente vieron con buenos ojos la propuesta de superar los muros de los laboratorios, pero ¿se democratiza la ciencia con este programa de divulgación? Para empezar a responder a esta pregunta, es necesario señalar que democratizar está en las antípodas una transmisión unidireccional de conocimientos acabados. Al contrario, implica la participación activa de los sectores populares y trabajadores, por ejemplo, en la toma de decisiones sobre cuáles áreas de investigación deben ser prioritarias, evaluar el impacto de las nuevas tecnologías o la regulación de la aplicación de prácticas potencialmente peligrosas. Así como también el acceso a todos los que deseen realizar actividades científicas. En este sentido fundamental, este programa no pasa la prueba.
Pero podemos avanzar un poco más y preguntarnos ¿qué ideas sobre la ciencia, la biología, el ser humano, nuestras sociedades, transmite este programa de divulgación científica?
Toda divulgación científica tiene una fuerte carga ideológica,y al ser promovida desde el Estado, supone el control de la clase dominante. En palabras de Marx:
"Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual […]" ( La ideología alemana, 1846).
Pues bien, la ideología de este programa de divulgación científica es el “biologicismo”, es decir, la reducción de la complejidad del ser humano a sus aspectos biológicos, dando lugar a una visión científicamente errónea pero funcional a los intereses sociales más o menos conservadores, sobre fenómenos que son sociales e históricos. Esto se expresa tanto en las explicaciones donde las experiencias psicológicas, sociales y culturales modifican nuestra biología como, más aún, en las que extrapolan los resultados de experimentos realizados con animales para explicar del comportamiento de las personas. También la teoría de la evolución ha sido invocada, por ejemplo, para explicar comportamientos sociales como características presentes en nuestros genes y que han sido seleccionadas a lo largo de la evolución porque proporcionan un mayor valor adaptativo. Desde la competencia, la violencia (hay quienes justifican incluso las violaciones) y “la infidelidad” hasta el cuidado materno y el gusto por el chocolate son algunos de los comportamientos que han sido explicados con la teoría de selección natural. De hecho, esto ha dado lugar a toda una rama de la psicología, autodenominada “psicología evolucionista”, en la que abrevan constantemente los mencionados Manes y Golombek.
Por ejemplo, en el libro Sexo, drogas y biología, publicado por la colección Ciencia que ladra en el año 2006, Diego Golombek (1) explica que
"Los hombres las prefieren jóvenes, se quejan ellas… Y tienen razón: los machos de cualquier especie buscan hembras con características que indiquen una buena fertilidad. […] Ellas en cambio los prefieren maduros. […] Un auto, buena ropa […] tanto les cuesta producir un huevecillo que no se lo van a entregar a cualquiera […] viene bien —evolutivamente hablando— tener al lado a alguien con recursos propios para pasar el invierno." (p. 14)
En la serie de vídeos El cerebro y yo del canal Encuentro, el ahora asesor del presidente Macri explica: “nuestro cerebro tiene la capacidad de autocontrol pero es una capacidad limitada que se va agotando con el tiempo y se agota más si realizamos un esfuerzo, entonces luego de este esfuerzo nos recompensamos con algo, por ejemplo, un helado de dulce de leche y chocolate” (ver vídeo)
Biologicismo ilustrado por los medios hegemónicos
En el biologicismo de Clarín y La Nación podemos encontrar, por ejemplo, cerebros criminales:
"[…] Ahora que ya se llevó a cabo la secuenciación del genoma humano y científicos de todo el mundo realizan estudios genéticos en áreas tan variadas como el alcoholismo y la afiliación a partidos políticos, los criminólogos vuelven con cautela al tema. Un pequeño grupo de especialistas está analizando de qué manera los genes podrían elevar el riesgo de cometer un crimen y si dicho rasgo o disposición criminal puede heredarse." Clarín, “Vigilar y castigar en la era del genoma”, 08/02/2012
El "gen de la infidelidad":
"La infidelidad de una mujer es una cuestión hereditaria. Según un estudio realizado en Gran Bretaña, la tendencia de algunas mujeres a ser infieles sería hereditaria, de hecho, y cerca de un cuarto de las mujeres británicas tendrían una característica genética que las lleva a traicionar a sus compañeros." Clarín, “¿Un gen hace que las mujeres sean infieles?”, 09/06/2004.
Y, dentro del tema estrella de las neurociencias, la educación, entrenamientos para mejorar el rendimiento escolar:
"[…] El segundo artículo en cuestión, publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU., pone a prueba la hipótesis de que el entrenamiento cognitivo mejora el desempeño escolar." La Nación, “Cerebros ¡al aula!”, 18/05/2014 (De Diego Golombek)
El biologicismo es un tema que venimos cuestionando en La Izquierda Diario: “Los libros de biología no cumplen la ley de Educación Sexual Integral”, “EUDEBA publica que la violencia machista es un producto de la evolución”, “Crítica a la neuromanía”, “Las neuronas de Dios”.
Por supuesto, más allá de lo señalado respecto a los últimos años en nuestro país el biologicismo o determinismo biológico tiene una larga historia, constituye una ideología ligada a la ideología burguesa, y prácticas como la “frenología” de fines de siglo XVIII, la eugenesia manos del nazismo y otros Estados (notoriamente, el norteamericano) o las promesas del proyecto genoma humano a fines del siglo XX son algunas de las consecuencias de esta ideología.
Además de su ideología biologicista, el programa de divulgación científica que venimos analizando transmite la idea de una ciencia desinteresada y socialmente neutral, que busca y es capaz de acabar con nuestros pesares y llenarnos de satisfacciones y placer. Nunca se informa quiénes financian las investigaciones, quiénes deciden qué se investiga, quiénes se benefician con la comercialización de los nuevos productos, ni ponen en debate los peligros de las nuevas tecnologías.
En palabras de Golombek en una charla en la Feria del Libro del año 2012: “Estamos atravesando el mejor momento de la ciencia en Argentina, una ciencia que lo único que se propone es tratar de entender todo lo que hay de fantástico en la vida cotidiana, y les aseguro que esto es algo maravilloso”.
O en palabras de Melina Furman en una charla TEDx: “[…] el espíritu científico tiene por un lado un componente de búsqueda, de curiosidad, de exploración permanente y por otro lado tiene un componente más analítico más lógico […] cuando esos dos componentes se juntan […] se produce la magia y ahí el terreno se vuelve fértil para que surjan las ideas maravillosas”.
Lejos de las cadenas conservadoras a las que pretende someternos esta ideología, es necesario afirmar que tanto los fenómenos señalados como la práctica científica implican fenómenos sociales e históricos, y como tal pueden ser transformadas, más no individualmente sino mediante luchas política y sociales. En este sentido, bien vale compartir palabras de los biólogos R. Lewontin, S. Rose y el psicólogo L.J. Kamin en un libro pionero en la crítica marxista al biologicismo, No está en los genes(2):
La humanidad no puede ser desvinculada de su propia biología, pero tampoco está encadenada a ella. […] la única cosa sensata que se puede decir sobre la naturaleza humana es que está en esa misma naturaleza la capacidad de construir su propia historia.
(1) Golombek, D., Sexo, drogas y biología, Ed. Unqui y Siglo XXI, Colección Ciencia que ladra., Buenos Aires, 2006.
(2) Editorial Crítica, México, 1984.