Las continuidades en ciencia entre la década kirchnerista y el macrismo no se reducen solo al Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, y al agronegocio de la soja. También hay continuidad en el plano ideológico: el determinismo biológico.
Jueves 10 de noviembre de 2016
La continuidad de Lino Barañao
La continuidad de Barañao a cargo del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT) fue para muchos, como el matemático Paenza, una “traición”, e inauguró la lista a la que luego se sumarían gobernadores y senadores, como Bossio y más recientemente Pichetto, luego de sus dichos xenófobos. Muchos científicos y estudiantes que compartieron con Barañao la jornada de “lavada de platos” en apoyo a la candidatura presidencial de Daniel Scioli en el año 2015, se sorprendieron con su continuidad. Pero no hubo sorpresa para los científicos que venían luchando contra la precarización laboral, por la democratización del CONICET y denunciando la transferencia de recursos del Estado a los sectores privados del agro, la minería y el petróleo. Por mostrar un ejemplo, anunciado por el propio MinCyT en el año 2012, se entregaban licencias de uso y explotación por 20 años a la empresa privada Bioceres de plantas transgénicas de soja y maíz que habían sido desarrolladas con los recursos del CONICET.
Octubre del 2016 llegó con un fuerte recorte en el presupuesto para el MinCyT, lo que también es una continuidad de los últimos años de la gestión kirchnerista, que provocó movilizaciones de científicos y estudiantes y el “amague” de renuncia del ministro “traidor” (ver notas aquí y aquí).
La continuidad en lo ideológico
Pero hay otra continuidad, no menos importante, entre la ciencia de la “década ganada” y la derecha macrista: se trata de la ideología del “determinismo biológico”, que tiene a Diego Golombek como su divulgador estrella, aunque Fabricio Ballarini viene copiando muy bien sus pasos, Facundo Manes lo hace con su estilo propio, y podríamos ampliar la lista, que no para de crecer.
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En el 2003 el matemático Adrián Paenza inauguró el programa “Científicos industria argentina” en la nueva TV Pública. Al final del programa un biólogo llamado Diego Golombek interpretaba un personaje llamado el “Cocinero Científico”. Era el comienzo de la relación entre un sector de la comunidad científica y el gobierno kirchnerista, que arrojaría como balance, luego de diez años, programas en los canales Paka Paka, TV pública y Encuentro, charlas organizadas por el MinCyT, propuestas educativas y capacitaciones docentes del Ministerio de Educación y, desde el año 2011, la inauguración de Tecnópolis. Los gobiernos kirchneristas pusieron todos estos recursos al servicio de instalar la ideología del “determinismo biológico” y a Diego Golombek como uno de sus principales divulgadores en todos estos dispositivos y a cargo del Programa Nacional de Popularización de la Ciencia y la Innovación. Por su parte, el macrismo, que apuesta al biologicismo neurocientífico para justificar sus políticas, mantuvo a Golombek en su cargo (ver aquí) y continuó la producción y difusión de materiales audiovisuales y jornadas de charlas.
Esto no es una sorpresa para los lectores de La Nación que vienen siguiendo la columna e ideas de Golombek desde el año 2011 (ver la búsqueda de “Golombek” en el sitio Educar, charlas en el MCyT y las notas en el diario La Nación).
¿Qué es la ideología del reduccionismo biológico?
El “reduccionismo biológico” consiste en explicar un comportamiento, afección o cualquier otro tipo de fenómenos en los que se ponen en juego la complejidad biopsicosocial del ser humano, únicamente con elementos biológicos, como genes, respuestas fisiológicas, sistemas cerebrales, hormonas, resabios evolutivos, etc. Los cuestionamientos a esta ideología no son nuevos, y como plantea el neurobiólogo Steven Rose nos cuenta en una entrevista publicada en Ideas de Izquierda: “…frases tales como ’vos no sos nada más que un manojo de neuronas’ (Francis Crick) o ’Yo Sináptico’” (Joseph LeDoux) o ’Vos sos tu cerebro’ (Eric Kandel) –todos ejemplos de la falacia mereológica que reduce la persona socialmente insertada a nada más que la biología–.”
Veamos algunos ejemplos. En el libro Sexo, drogas y biología, publicado en el año 2006, Diego Golombek explica:
“Los hombres las prefieren jóvenes, se quejan ellas… Y tienen razón: los machos de cualquier especie buscan hembras con características que indiquen una buena fertilidad. […] Ellas en cambio los prefieren maduros. […] Un auto, buena ropa […] tanto les cuesta producir un huevecillo que no se lo van a entregar a cualquiera […] viene bien —evolutivamente hablando— tener al lado a alguien con recursos propios para pasar el invierno”. (p. 14)
“… otras hormonas y señales como la oxitocina o la vasopresina son fundamentales para la fidelidad. Efectivamente, aquellas personas (humanas o no) que logran una relación duradera tienden a tener una actividad cerebral asociada a estas señales…” (p. 16)
“… hay elementos conscientes y otros inconscientes en la elección de pareja, aunque en definitiva se remiten a la posibilidad de que nos dé hijitos sanos” (p 46)
En los párrafos anteriores Golombek ignora los aspectos sociales, culturales y psicológicos que hacen que en ciertos momentos disfrutemos la compañía de algunas personas y no de otras, pasemos momentos divertidos, desagradables, aburridos, sintamos atracción sexual, placeres, incomodidad. No existe la homosexualidad, los métodos anticonceptivos, la diversidad de gustos, los proyectos, en otras palabras, las explicaciones biologicistas ignoran todo lo que nos hace personas y no animales.
El reduccionismo biológico en los videos del Ministerio de Educación
Los vídeos de Educar mantienen la misma ideología pero en temas quizás menos controvertidos, por ejemplo la alimentación. En el minuto 4:57 Golombek nos cuenta que investigadores de la Universidad Ben Gurion, en Israel, descubrieron que al comienzo del día se aprobaban en promedio un 65% de los pedidos de libertad condicional mientras que al aproximarse el horario de almuerzo se aprobaban 0%. Esta explicación reduce las causas de aprobar o no una libertad condicional al apetito, no existen intereses políticos, éticos, coimas o subjetividades con el caso a juzgar. En lugar de preguntar cuántos casos se habrán analizado en la investigación o hacer un cuestionamiento ético sobre la conducta de los jueces, el vídeo continúa.
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En el minuto 5:56 entra en escena Mariano Sigman otra de las figuras clave de la neuromanía, quien se desarrolló con el apoyo del kirchnerismo (ver anuncio del MinCyT), al igual que su familia que forma parte de la lista de empresarios que se beneficiaron durante el período K que, ¿casualidad?, tienen laboratorios farmacológicos (ver página del padre de Mariano, Hugo Sigman). Sigman nos dice: “Hay dos sistemas en nuestro cerebro que nos motivan a comer, uno está relacionado con la regulación metabólica y el otro con el placer que nos genera la comida”. No se ilusionen con la palabra “placer”, Sigman no va a mencionar el placer de compartir una comida con amigos, de una velada romántica, de la nostalgia de la receta de la abuela o de las comidas típicas que extraña un inmigrante. Tampoco se explica la ansiedad de comer o la falta de apetito con causas como un examen, entrevista de trabajo, o mal de amores. Las causas de “las ganas o no de comer” están reducidas al hipotálamo, el área tegmental ventral y el núcleo accumbens.
Golombek en el diario La Nación.
Desde el año 2011 Golombek escribe notas sobre diferentes temas que explica con una mirada reducida a lo biológico. Analicemos, por ejemplo, “El blues del levante” (ver nota).
“Lo primero es asegurarse de estar bien guapo. Para ellas es relativamente sencillo: basta con salir en los días cercanos a la ovulación. Por esas fechas el cuerpo -y el rostro- estarán apenitas más simétricos y nuestro cerebro asimila la simetría a la belleza (la señal sería estoy simétrica. estoy linda. estoy fértil). Una prueba recontracientífica es que un grupo de investigadores, imbuidos de la más pura tradición naturalista, contó las propinas que recibían las bailarinas de un club nocturno y comprobó que eran más cuantiosas los días de la ovulación. Todo sea por la ciencia”.
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Además de avalar, con el silencio, la explotación sexual de las mujeres del cabaret, Golombek explica la atracción que puede sentir un hombre (heterosexual, valga la aclaración) por una mujer con una única causa biológica: la ovulación. Si bien es cierto que en la fecha de ovulación muchas mujeres atraviesan cambios en el cutis, los senos y la piel, se olvida analizar que quizás ese día, se levantaron a las 5 am y trabajaron 10 horas, se pelearon con su jefe y, mientras vuelven a la casa, piensan en todas las tareas domésticas que tendrán que hacer ¿esto no tendrá repercusiones en su rostro? Y si el fin de semana, pasada ya su ovulación, decide hacer una escapada con unas amigas a la costa ¿no se verá más atractiva que el día de su ovulación? su buen humor ¿no la hará más seductora?
Las implicancias del determinismo biológico
Como plantea Juan Duarte en la revista Ideas de Izquierda: "... en los últimos años venimos asistiendo en nuestro país, (y en el mundo, como veremos), a un auge de las llamadas neurociencias. Autores como Facundo Manes, Diego Golombek o Andrés Rieznik, recorren asiduamente los programas de radio y televisión, llenan teatros y salones a lo largo del país, están al tope de ventas de libros, y comienzan a tener injerencia directa en el diseño de políticas públicas".
Neuronas, genes, resabios evolutivos, diferentes expresiones de la misma ideología: el determinismo biológico. Pero no se reduce a una moda local. Tal como se señala en la nota en la misma nota, se trata de una corriente ideológica mundial, ligada a grandes megaproyectos tecnocientíficos imperialistas como son el proyecto BRAIN en EE. UU y el Human Brain Proyect (Proyecto Cerebro Humano, HBP en inglés) en la UE, y como fue su antecesor, el Proyecto Genoma Humano.
La ideología de reducir toda explicación a sus aspectos biológicos se forja dentro del propio sistema capitalista, ligada a diversos intereses burgueses. Por una lado, oculta las causas sociales de los pesares de la clase trabajadora: explotación laboral, pobreza, xenofobia, falta de acceso al sistema de salud y viviendo, desigualdad en el sistema educativo. Luego, construye una responsabilidad individual, "te estás esforzando poco", o construyen grandes negocios para vendernos medicamentos, tratamientos o entrenamientos. En el peor de los casos, la culpa está en nuestros genes y no hay nada que hacer para cambiarlo. Vivimos en un sistema social y económico que se basa en el consumo, la competencia y la explotación de una mayoría por una minoría parásita. Ahí están las causas profundas de nuestras limitaciones y sufrimientos, y lo que tendremos que cambiar si queremos que cada persona pueda desarrollar todo su potencial y disfrutar una vida plena.