El golpista y corrupto Rodrigo Maia, actual presidente de Diputados, es considerado por el PSL para seguir en la presidencia como forma de tener base para profundizar aun más los ataques descargados en las espaldas de los trabajadores.
Miércoles 24 de octubre de 2018 17:36
El partido de Bolsonaro (PSL) está buscando alianzas con el “centrão” (gran centro) para garantizar la mayoría en la Cámara de Diputados y lograr la aprobación de su proyecto privatista, neoliberal y reaccionario de gobierno.
La semana pasada, Rodrigo Maia (DEM) ya se había reunido con el presidente del PSL, Gustavo Bebianno, para articular el apoyo a su reelección para la presidencia de la Cámara de Diputados, y volvió a hacerlo este martes. El diario Estadão informó el encuentro entre el diputado y sus pares de la “bancada de la bala”, como se le llama al bloque de parlamentarios que responden al lobby de las fuerzas represivas por mano dura.
En el primer encuentro discutieron su agenda económica y Maia garantizó que la reforma previsional es prioritaria en caso que sea elegido. En el segundo encuentro se acordó la votación de un proyecto de ley que revoque el Estatuto de Desarme, promulgado por Lula da Silva, considerado un obstáculo para el libre armamento de la población.
Rodrigo Maia fue uno de los principales articuladores del golpe institucional que puso al golpista Michel Temer en la presidencia y fue responsable por la aprobación de la reforma laboral, que precariza mucho las condiciones de trabajo de la población. No es en vano que el candidato presidencial que dice que los trabajadores tienen que elegir entre Derechos y Empleo, elija apoyar al candidato que más atacó a la población durante el gobierno de Temer para seguir presidiendo la Cámara.
No contento con atacar los derechos de los trabajadores, Maia también es impulsor del proyecto de tercerización irrestricta, que amplía la posibilidad de tercerización a nuevos sectores, precarizando las condiciones de trabajo, reduciendo los derechos y los salarios y dividiendo a los trabajadores.
A pesar del fuerte discurso contra la corrupción, Bolsonaro no parece estar preocupado con eso al momento de elegir a sus aliados. En 2017, la Policía Federal concluyó investigaciones y confirmó corrupción pasiva y lavado de dinero. Según la investigación, el presidente de la Cámara de Diputados Rodrigo Maia pidió a la constructora OAS donaciones electorales por 1 millón de reales en 2014, que fueron a la campaña de su padre, Cesar Maia. Además, habría defendido los intereses de esa constructora entre el 213 y 2014 en el Congreso Nacional, y prestado “favores políticos”. La investigación apunta a la corrupción pasiva y lavado de dinero, caracterizando la práctica de aceptación de coimas a través de la donación electoral.
Todavía en 2017, en marzo, documentos liberados por la Corte Suprema (STF) acusan a Maia de haber recibido coimas por un valor de 600.000 reales de Odebrecht. Después de la homologación de diversas delaciones premiadas, la fiscalía general (PGR) denunció a diversos políticos por estar involucrados en corrupción, entre ellos a Rodrigo Maia.
No solo no está preocupado con la corrupción, sino que Bolsonaro tendrá un defensor de sus crímenes. En 2016, Rodrigo Maia fue parte de la articulación de la enmienda para amnistiar a políticos que participaron de acciones de corrupción como la financiación ilegal de las campañas electorales, conocidas como “Caixa 2”. El proyecto criminaliza oficialmente esa práctica, conforme recomendó el Ministerio Público en su 8ª medida “anticorrupción”, contradictoriamente amnistía a todos los crímenes cometidos antes de que la ley entre en vigencia.
En esta nueva configuración de la Cámara baja, en la que el fenómeno bolsonarista inclinó aun más la balanza del parlamento hacia la derecha, el antes llamado “Centrão” es furgón de cola del PSL y se asume cada vez más como extrema derecha, ganando peso las bancadas “BBB” (Buey por el agronegocio, Bala por las fuerzas armadas mano dura y Biblia por las iglesias). Dentro de esa nueva configuración, el golpista Rodrigo Maia parece emerger como una especie de nuevo Eduardo Cunha, la figura corrupta imprescindible para garantizar gobernabilidad. El matrimonio entre el “fisiologismo” (como se le llama al intercambio de favores políticos) de uno y la demagogia conservadora del otro tiene todo para resultar en una larga unión.