Bolsonaro llegó a Estados Unidos este domingo. El martes se reunirá con Trump. Afinidades ideológicas y acuerdos comerciales en agenda. Lo acompañan los ministros de Economía y Justicia.
Lunes 18 de marzo de 2019 11:40
Se trata de un viaje ansiosamente anticipado por el Planalto, por las afinidades ideológicas del clan bolsonarista con el actual inquilino de la Casa Blanca, pero también por acuerdos comerciales ambicionados por Brasil. Entre los ministros que lo acompañan están Paulo Guedes (Economía) y Sérgio Moro (Justicia y Seguridad Pública).
El ultraderechista Jair Bolsonaro llegó este domingo a Estados Unidos y se reunirá con Trump el martes.
El presidente brasileño quedará hospedado en Blair House, la residencia utilizada por el gobierno norteamericano para recibir a jefes de Estado en visitas oficiales.
Desde su llegada Bolsonaro ya se reunió con los llamados "formadores de opinión" (los ideólogos de la extrema derecha organizada en "El Movimiento", dirigido por Steve Bannon y del que forma parte del gurú del presidente brasileño, Olavo de Carvalho).
Este lunes se reunirá con empresarios y el martes a la mañana con Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), y principal soporte del injerencismo golpista de EE.UU. sobre Venezuela. Finalmente se reunirá con Trump el martes al mediodía.
La economía
El viaje de Bolsonaro tiene lugar en medio de un tímido desempeño económico de Brasil, como resultado de un crecimiento del PIB de sólo el 1,1% en 2018 (aproximadamente el mismo índice de 2017), y el aumento del desempleo. Este panorama se combina con el creciente consenso internacional de que este año será de desaceleración a nivel mundial (la OCDE divulgó recientemente un informe en el que redujo la proyección de crecimiento de los principales países del mundo), haciendo que la previsión del mercado para el crecimiento de la economía brasileña en 2019 bajara de 2,48% a 2,28%.
Al contrario de lo propagado por los empresarios y el estáblishment, la nefasta reforma laboral sólo facilitó la degradación de las condiciones de vida de las y los brasileños y aumentó la tasa de despidos.
Estos datos y proyecciones agudizan la expectativa de Bolsonaro por el encuentro con Trump y los magnates norteamericanos, ya que el ultraderechista brasileño necesita dar respuestas rápidas en el área económica, que posibiliten la disminución del desempleo galopante, una de las principales promesas de campaña de Bolsonaro.
La "buena voluntad" de Trump, sin embargo, puede ser contrarrestada por la proximidad de Bolsonaro con Steve Bannon, ex jefe de campaña de Trump que cayó en desgracia tanto para el actual presidente y para todo el establishment político.
Bolsonaro jantará com Bannon. Bolsonaro quer se aproximar de Trump. Trump odeia Bannon. A lógica seria Bolsonaro evitar Bannon. Como o chanceler do Brasil não impediu este jantar? Há um raro consenso nos EUA - todos, democratas e republicanos, incluindo Trump, repudiam Bannon
— Guga Chacra 🇧🇷🇺🇸🇱🇧🇮🇹🇦🇷 (@gugachacra) 17 de marzo de 2019
Así lo explica uno de los comentaristas de Globo News: "Bolsonaro cenará con Bannon. Bolsonaro quiere acercarse a Trump. Trump odia a Bannon. La lógica sería que Bolsonaro evite a Bannon. ¿Cómo es que el Canciller de Brasil no pudo parar esa cena? Hay un consenso raro en Estados Unidos: todos, los Demócratas y republicanos, incluyendo a Trump, repudian a Bannon".
Los escándalos del clan Bolsonaro
Por su parte el presidente brasileño, y su familia, se encuentran en medio de un escándalo por el reciente encarcelamiento de sospechosos del asesinato de la concejala de izquierda Marielle Franco. Además de tener lasos directos con el gobierno por tratarse de un crimen de Estado, los sospechosos del asesinato de Marielle están sindicados como miembros de milicias y fuerzas parapoliciales, con diversos lazos con Bolsonaro y su familia.
En el frente político, Bolsonaro también viene teniendo roces con su gurú filosófico, Olavo de Carvalho, por el peso de los militares en el Gobierno, que además habrían propiciado una "limpieza" de seguidores suyos en el ministerio de Educación. Como para mostrar su mal humor, Olavo llegó a declarar que "Si el Gobierno sigue como hasta ahora, no dura más de seis meses".
Lava Jato y divisiones en la corporación judicial
En medio de divisiones internas en la corporación judicial, que ayudó a poner a Bolsonaro en la presidencia, el ministro de Justicia, Sergio Moro, será uno de los acompañantes del presidente. Moro quiere fortalecer su linea de acción de Lava Jato por medio de una Fundación financiada con plata del Ministerio Público, Petrobras y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, algo que es rechazado por la Procuradora General de la Nación. También está en discusión la forma en la que se llevarán adelante las investigaciones por financiamiento ilegal de campaña que afectan particularmente al partido de Bolsonaro.
Moro es uno de los miembros de la comitiva a la Casa Blanca, con intereses de mayor colaboración entre los dos países en el área "de combate al crimen" (es decir en el área de injerencia de las multinacionales norteamericanas, eternamente agradecidas por el Lava Jato, en la economía brasileña).
La injerencia sobre Venezuela
En el plano internacional Bolsonaro viene de alinearse con Trump en el intento de forzar un golpe en Venezuela, mediante el quiebra de las Fuerzas Armadas y la postulación como presidente interino de Juan Guaidó, un títere de Washington.
El gobierno brasileño ayudó en lo que pudo a la provocación realizada por Estados Unidos y Colombia el 23 de febrero, tratando de hacer entrar a la fuerza en territorio venezolano una supuesta "ayuda humanitaria" cuyo único objetivo consistía en fracturar al Ejército para provocar la caída de Maduro. La declaraciones de Bolsonaro siguieron al pie de la letra todas las emanadas desde Estados Unidos:
En señal de agradecimiento John Bolton, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, alabó esa sumisión del brasileño y dijo que Trump "es el Bolsonaro de los Estados Unidos".
Bolsonaro espera ahora recoger los frutos (podridos) de esa "colaboración". La necesidad de acuerdos comerciales es enorme, y el presidente brasileño no repara en otorgar concesiones: ya prometió entregar la base aérea de Alcántara a Trump, permitiendo a EE.UU. lanzar satélites, cohetes y misiles desde el Centro de Lanzamientos en Maranhão, como parte de un acuerdo de salvaguardas tecnológicas (AST ).
China como el tercero en discordia
Otro tema a ser discutido es la relación comercial en el área del agronegocio. El gobierno de Trump intenta aumentar sus exportaciones de etanol y carne de cerdo, que también son producidos en brasil, además de trigo. Por su parte Brasil quiere reabrir el mercado norteamericano para la carne cruda brasileña. El gobierno brasileño ya señaló a los estadounidenses que no habrá un acuerdo inmediato sobre el etanol, pero podría haber reducción de barreras en el caso del trigo si obtiene una contrapartida de los estadounidenses.
Hay una tensión en este punto. Si Brasil se benefició el año pasado con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, al vender más soja al mercado chino, la cuenta ahora puede ser alta para los exportadores brasileños de commodities agropecuarias si los dos países se acercan. Esto ocurrirá a partir del momento en que se cierre un acuerdo entre las dos potencias que prevé entre otras cosas la apertura de China a esos productos vendidos por Estados Unidos.
Por esta razón, antes del viaje de Bolsonaro, la bancada ruralista brasileña (que junta a los empresarios y terratenientes del sector) puso el grito en el cielo contra las declaraciones del canciller Ernesto Araujo , quien arremetió contra las relaciones comerciales entre Brasil y China. Esto obligó a Bolsonaro a afirmar que "China es el principal socio comercial de Brasil, y Estados Unidos ocupa el segundo lugar". Se trata de una advertencia a los Estados Unidos, ya que al margen de las afinidades ideológicas obvias de la extrema derecha brasileña con el trumpismo, los acuerdos comerciales entre Estados Unidos y China pueden causar una pérdida de R $ 30 mil millones para la agroindustria de Brasil, que aporta cerca del 25% del PIB nacional.
Otra de las discusiones tiene que ver con el ingreso como miembro a la OCDE. En este punto Brasil tampoco puede contar con el apoyo formal de Estados Unidos para su candidatura. La adhesión viene siendo articulada y defendida por Paulo Guedes (ministro de Economía) como un sello de confianza internacional en Brasil. En cambio, como premio de consuelo, Estados Unidos designará a Brasil como un aliado preferencial extra OTAN.
El nuevo status facilitaría la transferencia de tecnología en el momento en que la industria aeroespacial brasileña intenta montar una nueva relación con los norteamericanos tras la entrega de Embraer a Boeing. En términos de prestigio, sin embargo, la condición de aliado preferente extra OTAN no añade mucho, ya que más de una docena de países han ganado el mismo status, incluyendo Argentina, Egipto, Tailandia, Jordania y Túnez.
Bolsonaro llega a Estados Unidos en un clave de la política brasileña, que combina una situación de pasividad de masas y una tolerancia relativa frente a su Gobierno por parte de amplios sectores que esperan alguna respuesta de la economía, mientras que por otro lado la economía se desacelera y no tiene una perspectiva de crecimiento suficiente, a corto plazo, para disminuir la tasa de desempleo, a un punto en que grandes sectores sientan mejoras considerables en su situación.
Mientras tanto Bolsonaro sigue siendo el siervo de Trump y demostrará también que es el principal pilar de la ofensiva recolonizadora de EE.UU. en América Latina.