Se cumplen 120 años del nacimiento del escritor y La Izquierda Diario le dedica una serie de textos y notas... para amarlo u odiarlo, lo mismo da.
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Pablo Minini @MininiPablo
Sábado 24 de agosto de 2019 00:00
Homenaje a Jorge Luis Borges, de Guillermo Cuenca. Recorte
En algún momento Jorge Luis Borges dijo que esperaba que la muerte fuera el olvido absoluto de Borges. Morir completamente (cito de memoria, creo que el adverbio no le molestaba).
Deseo genuino o bravuconada contra la muerte, hoy sabemos que fracasó. Rotundamente.
Recordamos que hoy se cumplen 120 años de su nacimiento. Y ese es otro berretín que la historia no le concedió: él gustaba de decir que había nacido en el 900, con el siglo. No pudo ser.
Se dice que los argentinos siempre buscamos una confrontación, un River-Boca, una grieta. Claro que se trata de dicotomías tendenciosas que ocultan las verdaderas discusiones. Y Borges pudo escapar a esa supuesta tendencia argentina. Como dijo alguien, escribimos con Borges o contra Borges. Es maestro o rival, amado u odiado. No sirve para tomar un bando porque se convirtió en una marca de argentinidad.
Vamos: que Borges ya no es una persona sino una palabra. Un significante muy pleno de sentidos.
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Saer explicaba una cosa que me parece la más acertada que se ha dicho sobre Jorge Luis. La burguesía y la oligarquía argentinas usan a Borges como estandarte no por su poética o su técnica, sino por la acumulación enciclopédica de saberes, mito que el mismo escritor construyó conscientemente.
Recuperemos al Borges que amaba la literatura y vivía en el lenguaje y que la acumulación (cosa desagradable de la burguesía y demás parásitos) quede de lado. Porque, a decir verdad, la acumulación borgeana era por gusto y a veces no tan verdadera. Recordemos que Borges plagiaba (a Menard, a Bierce), inventaba historias apócrifas, rechazaba la música y amaba las películas del far west.
Borges era escritor y era inteligente: usaba lo que necesitaba para decir lo suyo.
Enamorado de los tigres, los laberintos y algunas mujeres. Anglófilo. Ciego. Ferviente antiperonista (como el Cortázar de los primeros años, aunque a Julio hoy se le quiera ocultar la punta del ovillo gorila y elitista).
Cierta propaganda lo vendió como alguien difícil de leer, alejado de las masas, purista. Incluso se filmó una película titulada Borges para millones, con lo que automáticamente se lo alejaba de los millones a los que se pretendía acercarlo.
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Como sea, Borges para las y los lectores de La Izquierda Diario.
Borges apropiado y leído por una docente, que no está muy segura de que le guste. O sí está segura de que no. O no sabemos, porque el laberinto se engulle a todos. Escribe Nora Buich.
También Carina Brzozowski nos cuenta que una obrera ama un cuento, una frase, una línea tanto como ama a un compañero y un recuerdo de una tarde y nos habla de la tristeza de alguien que no sólo leyó el Aleph, sino que lo vivió en carne propia.
También hay un Borges, el otro, ese que es visto por varios pares de ojos infantiles y ante los que cuenta un secreto que les está vedado a los niños porque viene del fondo del tiempo, fondo tan profundo como el pozo de un aljibe. Ivana Acevedo, docente rosarina, entrevista a Matías Alinovi, uno de esos niños a los que el tiempo no les dejó de pasar.
Y finalmente, Cecilia Rodríguez rebusca en el lado oscuro de la pluma de Borges y encuentra, para gusto y felicidad de todos nosotros, que detrás de uno de los cuentos más famosos hay una mujer de carne y hueso y armas tomar.
24 de agosto, 120 años. Feliz cumpleaños, Georgie. Sabemos que no estás en ningún lado ni escuchás este saludo. Pero dejaste varias páginas para que no te olvidemos, al menos por ahora.