El domingo pasado se eligieron los presidentes de las cámaras de diputados y de senadores de Brasil. En ambos organismos legislativos fue elegido el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasilero), aliado del PT en el gobierno. En el Senado fue reelegido Renan Calheiros, con el apoyo del PT. En la Cámara de Diputados, sin embargo, fue elegido Eduardo Cunha, un díscolo del gobierno que tuvo protagonismo en la cámara contra el Planalto (ejecutivo) en algunas oportunidades, la más destacada de ellas en el debate sobre la reglamentación de los medios propuesto por el PT. Es decir, a partir de las elecciones se abrió un amplio debate sobre cómo queda la situación de los poderes ejecutivo y legislativo en Brasil y la relación con el gobierno, un debate que puede decir mucho sobre cómo se van a coordinar los futuros “escándalos de corrupción” y hasta qué punto podrían haber procesos más profundos, como un impeachment (destitución).

Iuri Tonelo Campinas
Miércoles 4 de febrero de 2015
Fotografía: REUTERS
La victoria de Eduardo Cunha y los límites de un ala opositora
En primer lugar, hay que deshacerse de cierta dosis de sensacionalismo mediático que se viene mezclando con los análisis políticos de los últimos días: en todos los medios ya apareció la palabra impeachment porque el disidente del gobierno Eduardo Cunha tendría el poder, desde la “casa del pueblo”, de impedir o no un proceso de ese tipo. Partimos de que es un hecho que el gobierno del PT está más debilitado, y viene perdiendo base, ese respaldo por “izquierda” que lo votó contra la “derecha”, desde que arrancaron los ajustes.
Sin embargo, contra esa hipótesis de impeachment en esta coyuntura, nosotros partimos de un dato elemental: es improbable una caída de Dilma Rousseff sin que un ala importante del PMDB se unifique con el PSDB alrededor de este “proyecto”. Esa ala “opositora” aún está lejos de consolidarse en forma hegemónica.
En el caso específico de Cunha, vale notar que para postularse como artífice de una inestabilidad tan grande como un impeachment tendría que tener el cálculo de cómo sería el nuevo equilibro de fuerzas en su propio territorio - él es parte del PMDB de Río de Janeiro- sabiendo los límites que hay para forjar un ala opositora teniendo en el Estado figuras que lo pueden obstaculizar, como Eduardo Paes.
Pero esa es solo la primera parte del problema. Existe una dialéctica más “fina” en este proceso: el PMDB, con el debilitamiento del PT, gana más (y no menos) peso en el régimen político, con las virtudes y vicios que eso conlleva. En el caso de estos últimos, hay que resaltar que en la etapa abierta por las movilizaciones que sacudieron al país en junio de 2013, el régimen político se encuentra menos legitimado por la población. Los sucesivos escándalos de corrupción que afectan al gobierno alcanzan también a elementos del régimen, entre otras cosas por el peso que tiene Petrobrás y las grandes constructoras en el país.
Es decir, los dos pilares elegidos del PMDB, tanto el disidente Eduardo Cunha en la cámara como Renan Calheiros en el senado, están bastante enmarañados con posibles escándalos de corrupción. Esa es la contradicción que unifica, más allá de las disputas, a los partidos pilares del régimen: el juego político con las denuncias de corrupción va a estar abierto en el próximo período, pero los principales partidos deberán tener parcimonia para no debilitar aún más el régimen, en un país marcado por las movilizaciones de junio.
PSDB: el problema del régimen político y la estrategia de desgaste
Es lo que expresó este fin de semana el ex presidente Fernando Henrique Cardoso en un texto publicado, entre otros medios, en El País del domingo, cuando dice: “Temo, especialmente, dos cosas: el que hayamos perdido el rumbo de la historia y el hecho que el liderazgo nacional no se de cuenta de que la crisis que se avecina no es pasajera: la desconfianza no es solo de la economía sino del sistema político como un todo”.
Además de atacar enfáticamente al gobierno petista, lo que no causa ninguna sorpresa, ve como más estructurales las alertas para la clase dominante: la situación de la economía -y la patente recesión del país- y la crisis del sistema político.
Pero el PSDB no deja de ser un actor privilegiado en esta situación. Entonces, ¿cuál es la política propuesta por FHC? En una guerra, a esta estrategia política la denominaríamos “estrategia de desgaste”, lejos de una “búsqueda de la aniquilación” política del PT. Más que eso, termina abogando por que la “justicia” sea parte de la intervención para mejorar el sistema político, junto con una “reforma política”.
Es decir, podemos prever la apertura de investigaciones parlamentarias (CPI o CPMI), escándalos de corrupción y juego de fuerzas con el gobierno en el que el PSDB está en una posición privilegiada. Pero también debemos tener en mente que estas crisis no pueden afectar al conjunto del régimen por un problema más general para la clase dominante y en particular para el PMDB como elemento clave de él. No es abriendo crisis sin medir consecuencias como el PSDB va a atraer un ala del PMDB hacia su terreno. Por eso jugarán con cautela y estrategia.
“Reforma política”, ¿bandera de todos?
El discurso de reforma política aparece tanto en el PSDB como en la apertura de Cunha en la Cámara. ¿Por qué? Porque la reforma política ahora se transformó en un recurso de salvación del enfermo régimen político. Si las denuncias de corrupción profundizan la crisis producto del juego entre fracciones políticas de la burguesía, todos se unen en una farsa de reforma política para salvar al régimen, incluso apostando a la justicia como polo de legitimación.
En ese sentido, la adhesión a ese programa de reforma política no es exactamente algo “propositivo” de esos partidos, en particular del PSDB y del PMDB, sino una forma posible en el futuro de mantener un equilibro en el régimen político.
Ante esto, de todos modos podemos esperar un escenario más conflictivo entre los partidos pilares, con fuertes “escándalos” de corrupción, pero las piezas van a jugar el partido bajo determinadas reglas y en una correlación de fuerzas predefinida entre PT-PMDB-PSDB. Como hipótesis, no podemos descartar que a partir de los escándalos de corrupción en las grandes constructoras y en Petrobrás, por el vigoroso peso que tienen económica y políticamente en Brasil, se pueda desarrollar una crisis más aguda, lo que provocaría una inestabilidad difícil de calcular. Pero en contraposición con esta hipótesis, existe una crisis que sí alienta las esperanzas del conjunto de la población trabajadora y de la juventud que entró en escena en junio de 2013: la crisis que provocan las movilizaciones denunciando la corrupción y los privilegios exigiendo un “estado barato”, desvinculado de los designios del capital. Esa crisis sí aterroriza más que el actual juego de palabras del impeachment.