La clase trabajadora tiene cara de mujer, pero estas tienen peores condiciones que sus compañeros hombres. Mayor desocupación, empleos precarios, discriminación y peores remuneraciones. El capitalismo se vale cada vez más de esta imbricación entre explotación y opresión. Analizamos cómo lo hace.
Ellas se incorporaron masivamente al mundo laboral, representan el 40 % de la fuerza laboral global (alrededor de 1.300 millones de mujeres). Pero no es un mundo de rosas; tienen peores condiciones laborales, más precarización, empleo inestable y, además, ganan menos que ellos.
En la Argentina, recientemente hubo debates sobre el proyecto de Cambiemos de Equidad de Género e igualdad de Oportunidades en el Trabajo para lograr la paridad salarial entre hombres y mujeres.
La discusión alrededor de la propuesta mostró que ni el Gobierno ni la oposición patronal atacan el corazón de la desigualdad ni desnudan los motivos de la brecha salarial.
Salarios más bajos en todo el mundo
¿Qué es la brecha salarial? Es la desigualdad de los salarios en función del sexo, y se mide como la diferencia entre las remuneraciones promedio de los hombres y las de las mujeres, como porcentaje de los ingresos de los hombres.
Varios factores inciden en esta brecha como el nivel educativo, las calificaciones, la experiencia laboral, la categoría ocupacional y las horas trabajadas, características que representan la parte “explicada” de la disparidad de remuneración entre mujeres y hombres. Pero también se identifica el factor “no explicado”, que ocurre cuando a iguales condiciones de trabajo (estudios, categoría, etc.) ellas también ganan menos.
Mercedes D´Alessandro señala en el libro Economía Feminista que
para todos los estudios y diferentes mediciones, considerando que tengan similar educación, experiencia, horas trabajadas y demás variables que influyen en las decisiones del mercado laboral, las mujeres ganan menos que los varones, las que tienen hijos ganan menos que las que no; las mujeres negras, indígenas, y campesinas ganan menos que las blancas [1].
La disparidad salarial no ocurre únicamente en la Argentina, es un problema mundial. En la actualidad, la brecha salarial global se sitúa en 23 %.Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) [2] las brechas de género entre los ingresos cambian considerablemente de un país a otro, pero se mantienen virtualmente en todo el mundo.
¿Por qué ellas ganan menos?
En la Argentina según datos del Ministerio de Trabajo [3] correspondientes al tercer trimestre de 2017, el salario global promedio de las mujeres de todo el país es el 75 % del de los varones, es decir que las mujeres ganan en promedio un 25 % menos.
La diferencia salarial es mayor para las trabajadoras informales. Las asalariadas de este sector (“empleo en negro”) ganan en promedio un 32,8 % menos que los varones [4].
Se pueden identificar al menos cuatro factores que inciden en la brecha salarial: segregación horizontal, segregación vertical, cantidad de horas trabajadas, y pago diferente a pesar de reunir las mismas condiciones [5].
Segregación horizontal o “paredes de cristal”: se relaciona con la división entre los sectores donde se suelen concentrar las mujeres y los varones. Ellas están sobrerrepresentadas en tareas que están vinculadas a las actividades domésticas y de cuidado. Es como una extensión del rol asignado a las mujeres en sus casas trasladado al tipo de trabajo que “deberían realizar”.
En la Argentina las mujeres son mayoría en el trabajo en casas particulares (94,7 %), en la enseñanza (tres de cada cuatro ocupados son mujeres) y en los servicios sociales y de salud (dos de cada tres ocupados).
El trabajo en casas particulares presenta una informalidad elevada que alcanza al 75 % [6], lo que hace que las trabajadoras de este sector estén en condiciones de precarización extrema con peores salarios que los hombres.
La presencia femenina también se encuentra en hoteles y restaurantes, otros servicios comunitarios, sociales y personales. Mientras que tienen una participación marginal en los sectores como construcción, transporte y almacenaje.
En la industria manufacturera la participación de las mujeres aumentó en los últimos años y en la actualidad es del 27,2 %, pero se concentran en especial en las ramas de la alimentación, los textiles y la confección.
Segregación vertical o “techos de cristal” se llama a los obstáculos que tienen las mujeres para acceder a cargos de dirección o jerárquicos. Según un informe del Ministerio de Trabajo correspondiente al tercer trimestre de 2017 “si bien las mujeres representan el 45 % de los asalariados, sólo el 30,1 % de los asalariados que ejercen cargos de jefatura en los procesos de trabajo son mujeres” y agregó que “mientras el 42,9 % de los ocupados son mujeres, el porcentaje de mujeres en cargos de dirección se reduce al 31,2 %”.
En tanto, las mujeres no sólo no pueden acceder a cargos más elevados sino que también hay un fenómeno que se llama “pisos pegajosos”, que hace referencia a las trabas que suelen obligar a las mujeres a quedarse en los puestos de menor calificación.
Ser madre, llevar a los hijos e hijas al colegio, entre otras tareas del hogar, imponen una “adhesividad” que hace más dificultoso que puedan aumentar su formación con cursos fuera del horario laboral. También ocurre que abandonan sus puestos de trabajo o reducen su jornada laboral.
La cantidad de horas trabajadas es otro factor que explica la diferencia en los salarios. Si bien la brecha salarial se reduce cuando se comparan remuneraciones por hora no es casual que las mujeres tengan menor disponibilidad para trabajar y esto es un motivo importante de desigualdad.
Las tareas del hogar, el trabajo reproductivo no remunerado, recae en su mayoría sobre las mujeres. Según la encuesta de uso del tiempo realizada por el Indec en 2013, las mujeres hacen el doble del trabajo no remunerado de cuidado que los hombres, dedicándoles en promedio 6,4 horas diarias a las actividades domésticas, mientras que los hombres destinan sólo 3,4 horas. Estas tareas son uno de los factores que obliga a ellas a realizar trabajos part-time o con mayor flexibilidad horaria.
La desigualdad salarial se amplía si son madres. La OIT [7] estima la brecha salarial por maternidad, que determina la diferencia entre los salarios de las madres de aquellas que no tienen hijos a cargo. A nivel mundial, esta disparidad aumenta en función de la cantidad de hijos de una mujer. En Argentina en 2014 esta brecha era del 16,8 %.
Para las mamás salir a trabajar implica que haya otra persona que pueda cuidar a sus hijos, poder pagar una niñera o la cuota de un colegio privado porque no hay vacantes en los públicos. Para ello, se necesitan ingresos que puedan afrontar esos gastos. En los sectores de menores ingresos se prioriza que en el hogar trabaje el que tenga un mayor salario y como las mujeres suelen ganar menos se terminan quedando en sus casas o buscan empleo de menos horas.
Brecha salarial no explicada es cuando una mujer y un varón que trabajan en las mismas condiciones y con las mismas características perciben salarios diferentes. Esto se suele identificar con la “discriminación” −vale aclarar que los factores explicados anteriormente como el tipo de tareas que realizan las mujeres, trabajos más precarios, etc. son condiciones que directa o indirectamente colaboran en la existencia de una brecha salarial y por lo tanto son también condiciones de discriminación o desigualdad de las mujeres con respecto a los hombres en la sociedad capitalista patriarcal.
En Argentina, la parte “no explicada” de la brecha constituye un 54 %, es decir más de la mitad de la brecha salarial correspondería a este factor, según la OIT [8].
Julia Soul, investigadora del Conicet explicó a La Izquierda Diario que si bien en los Convenios Colectivos de trabajo no hay restricciones en la carrera laboral de las mujeres, esto no es impedimento para que ciertas ocupaciones o categorías sean predominantemente ocupadas por varones, en virtud de los “perfiles” que se diseñan.
En la industria de la alimentación las mujeres quedan excluidas de las categorías mejor pagas. Catalina Balaguer, trabajadora de Pepsico y delegada explicó que “las pocas obreras que han podido acceder a las máximas categorías, como la de oficial calificado, fue porque se han generado algunos pocos puestos de trabajo que corresponden a esta categoría. Estos puestos están reservado para los varones”.
Los hombres ocupaban en esa empresa en su mayoría las categorías de oficial, oficial general y oficial calificados. Según la escala salarial del S.T.I.A. de Provincia de Buenos Aires en el sector de Elaboración, Envasamiento y Otros un operario percibe por hora $105,84 mientras que las categorías donde se concentran en su mayoría los varones como oficial, oficial general y calificado cobran $130,01, $137,76 y $144,18, respectivamente.
En Pepsico gracias a la lucha de las trabajadoras y trabajadores, la comisión interna y la comisión de mujeres lograron que las compañeras puedan pasar de ser operarias calificadas a ser medio oficial. Fueron casi las únicas trabajadoras de las empresas de la alimentación que conquistaron esas categorías.
En tanto, se observa lo mismo con las trabajadoras del subte. En base a una investigación realizada en el Subterráneo de Buenos Aires entre 2016 y 2017, con 178 trabajadores encuestados, las mujeres representan el 24,2 % del total y los varones el 75,8 %.
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En el subte el trabajo se divide en tres grandes sectores: estaciones, talleres y tráfico. La distribución de las mujeres en los sectores de trabajo no es igualitaria. Las trabajadoras se concentran en su mayoría en el sector estaciones (boletería y auxiliar) donde las tareas son menos calificadas. En los talleres casi no hay mujeres y en tráfico (guarda y conductor) las trabajadoras pudieron ingresar a esos puestos gracias a una lucha que llevaron adelante en 1997 para poder acceder a esos lugares que sólo llegaban los hombres.
En Argentina, la Ley Nº 20.744 de Régimen de Contrato de Trabajo en el artículo Nº 172 establece que “en las convenciones colectivas o tarifas de salarios que se elaboren se garantizará la plena observancia del principio de igualdad de retribución por trabajo de igual valor”. El proyecto de Cambiemos en cuanto a la propuesta de paridad salarial va en el mismo sentido que la legislación vigente.
Sin embargo, como se describió anteriormente las desigualdades salariales entre trabajadoras y trabajadores existen e inciden varios factores que el proyecto no cuestiona y ningún gobierno patronal lo hará.
El capitalismo incorporó masivamente a las mujeres como fuerza de trabajo a las fábricas, los talleres y empresas; la feminización de la fuerza de trabajo,pero son el sector más explotado de los trabajadores y como lo demostró la marea verde la fuerza está para conquistar nuestros derechos. Es necesario luchar por acabar con el trabajo precario, por el pase a planta permanente de todas las trabajadoras y trabajadores, que todas tengan la oportunidad de capacitarse, y por igual trabajo, iguales condiciones, derechos y salario.
El trabajo invisible
A la vez conquistar mejores condiciones laborales para ellas no se puede separar de cuestionar la carga de las tareas domésticas. Sobre las mujeres recae una doble jornada laboral: una parte, a cambio de un salario siempre menor que el que perciben los hombres y que se relaciona con la otra jornada que le reduce su tiempo disponible, sus tareas en el hogar que son sin pago.
“Un estudio realizado sobre Sudáfrica, Tanzania, Corea, India, Nicaragua y Argentina estima que si se le asigna un valor monetario a este trabajo doméstico que realizan las mujeres, representaría entre 10 y 39 por ciento del PBI de estos países”, sostiene D´Alessandro [9].
Ellas no trabajan menos sino que una gran parte de sus tareas son invisibles. “Si sumamos el trabajo pago y el no pago, a nivel global, la OCDE estima que las mujeres trabajan 2,6 horas diarias más que los hombres en promedio” [10]. En tanto,
casi nueve de cada diez mujeres (88,9 por ciento) participan en el trabajo no remunerado en la Argentina. En cambio el 57,9 por ciento de los varones usa parte de su tiempo en cuidar a los hijos o hacer funcionar el hogar [11].
Por eso es necesario exigir el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados y luchar por reorganizar la sociedad sobre otras bases, que cuestionen la explotación y la opresión de este sistema capitalista-patriarcal, donde estas tareas estén socializadas y se pueda disminuir al mínimo la carga que hoy pesa sobre las mujeres de las familias trabajadoras.
En este camino, el Estado y las patronales deberían subsidiar la construcción de jardines materno-parentales, abiertos las 24 horas, escuelas públicas y gratuitas, centros de atención para el cuidado de personas mayores, centros de salud y espacios recreativos de acceso libre y gratuito en todos los barrios. Así, como también es preciso que haya servicios sociales de bajo costo y buena calidad como casas de comida, restaurantes, lavanderías, etc., que funcionen en los lugares de trabajo y/o en los barrios.
El movimiento de mujeres se levantó en el mundo y en Argentina, la conquista de mejores condiciones de trabajo y de vida se arrancará en la lucha codo a codo con la clase trabajadora. Y sí casi la mitad de los trabajadores son mujeres, por eso la clase trabajadora no puede darle la espalda a sus demandas, junto a las organizaciones obreras tienen que tomarla en sus manos y no quedar relegadas a tareas de secretarías de género. Además, las políticas que tiendan a degradar las condiciones del trabajo de las mujeres (más precarización laboral, peores salarios) perjudicarán a todos los trabajadores porque empeorará las condiciones del conjunto, nivela para abajo.
Como gritaron las trabajadoras de Kraft levantando sus puños: “sin las mujeres la lucha va por la mitad”.
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