En los últimos meses, al calor de la crisis económica y del gobierno, Hugo Moyano buscó salir del laberinto de denuncias judiciales con un movimiento ofensivo. Primero lanzó la Multisectorial 21F y poco después el Frente Sindical para el Modelo Nacional. La referencia al Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) de los ‘90 surge inevitable. Por eso vale pensar, sobre todo para las nuevas generaciones: ¿qué fue aquel proyecto sindical, y político, de una de las corrientes más poderosas del sindicalismo peronista? ¿Lo volverán a repetir? Lo analizamos en 10 claves.
1) ¿Qué pasaba en el país?
En 1993, Menem había logrado avanzar con su plan neoliberal. Al duro golpe de la hiperinflación le habían seguido las privatizaciones, con más de 140 mil despidos. Se iniciaba el camino hacia la hiperdesocupación, que en 1995 superaría el 20 %. En muchas provincias la pobreza superaba el 50 %. Empezaban las revueltas populares. El “Santiagueñazo”, en 1993, era el primero. Ardían la legislatura y la casa de gobierno. En las grandes ciudades los conflictos obreros eran durísimos. Derrotas en Somisa, Fate y otras fábricas, donde el ministro de Trabajo Jorge Triaca (padre) había jugado un papel fundamental. Cavallo decidía poner en marcha la segunda etapa de su plan.
2) ¿Qué pasaba en la CGT?
Por esos años, dos sectores ganaban peso en la cúpula cegetista: Barrionuevo, que se confesaba “recontra alcahuete de Menem”, y “los gordos”. Armaban una conducción con Pedraza (UF), Brunelli (UOM), Lescano (Luz y Fuerza) y Rodríguez (Smata). Así dejaban afuera de la conducción a Ubaldini, pero también a gremios de peso como la UTA y Camioneros. ATE y la CTERA ya se habían ido para fundar la CTA.
A pesar de los golpes sobre la clase trabajadora, la primera reforma laboral e incluso el recorte de fondos sindicales, el sindicalismo peronista recién convocaría un paro general en noviembre de 1992. Y con pocas ganas. El clima social se caldeaba al mismo ritmo que la bronca contra la CGT.
3) Nace el MTA: ¿cómo surge y quiénes eran?
Cuando en enero de 1994 la CGT levantó un paro que acababa de convocar, algunos dirigentes vieron la oportunidad para entrar en escena. Hugo “el Negro” Moyano (Camioneros) y Juan Manuel “Bocha” Palacios (UTA) reorganizaron primero la Unión General de Gremios del Transporte (hoy CATT), sumando a algunos gremios no muy numerosos pero con cierta importancia estratégica: obreros marítimos (Omar Suárez), taxistas (Jorge Viviani), Dragado (Juan Carlos Schmid) y Aeronavegantes (Alicia Castro). Pero no alcanzaba para arrancar. Por eso, pasaron a recoger a otros “heridos” de la ofensiva menemista.
El 1 de febrero de 1994 se hace una reunión que sería recordada como la fundación del MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos). En la sede de la UTA se reunieron dirigentes del transporte junto a otros de Televisión, Prensa, Docentes Privados y Molineros, a los que más tarde se sumarían los Judiciales.
4) ¿Qué se proponían?
Aquella tarde de verano, los fundadores dejaron claro sus deseos: “recuperar la CGT para los trabajadores y el peronismo para el pueblo”. A diferencia de los gremios que fundaron la CTA, los del MTA tenían como estrategia volver a la conducción de la central, de la que nunca se desafiliarían. Pero además, no quería sacar los pies del plato del peronismo, que tarde o temprano cambiaría de dirección.
Aunque en su fundación sacaron a relucir la Declaración de Huerta Grande, en referencia a aquel combativo programa del movimiento obrero, el Programa del MTA tendría como eje la “recuperación del rol promotor y regulador del Estado como armonizador de las relaciones y en resguardo de los intereses de los ciudadanos”.
Más allá de los papeles, desde su origen tenían un objetivo claro: capitalizar el descontento que se empezaba a extender en todo el país.
5) Sus primeros años
Para ganarse su lugar, el MTA decidió hacerse visible imitando los métodos y sumándose a las acciones de quienes ya venían enfrentando al menemismo. Al día siguiente de su fundación participó de la marcha número 100 de los jubilados, que terminaría con represión y detenidos. Tres meses más tarde armó la Mesa de Enlace con la CTA. Más tarde esa alianza sumó a la CCC del “Perro” Santillán, pero también a la Federación Agraria y los empresarios de APYME.
En julio de 1994 juntos encabezarían la Marcha Federal, una de las primeras expresiones opositoras a un gobierno todavía fuerte. En agosto convocaron al primer paro entre el MTA y la CTA. Le seguirá otro en abril de 1995, que repudiaba el asesinato del metalúrgico Víctor Choque. A partir de 1996 la situación económica y social se deteriora cada vez más. La CGT debe sumarse y los paros se convierten en generales. Comenzaban los levantamientos de desocupados en Cutral-Có y Tartagal, las puebladas en Jujuy y otras provincias.
La izquierda participó de las huelgas y movilizaciones. Le reclamaba a las centrales y movimientos que se oponían al modelo menemista un plan de lucha unificado y la coordinación con los desocupados.
6) ¿Qué salida planteaba el MTA a la crisis económica y social?
En 1997 la crisis capitalista comenzaba a preocupar en los despachos de políticos, obispos y sindicalistas.
Con la “autoridad” que ganaban con su actitud más confrontativa, el MTA y la CTA pedían “cambios en las políticas económicas”. Pero además, buscaban evitar la irrupción de la clase trabajadora con sus métodos de lucha y un programa propio. La idea era poner esa fuerza al servicio de alguno de los proyectos políticos que se empezaban a gestar.
El Frente Grande, liderado por Chacho Álvarez, estrechaba una alianza con la UCR y nacía la Alianza. En el peronismo comenzaban las internas. El MTA jugaba a dos puntas entre Duhalde, peronista pero con pocas chances, y la emergente Alianza apoyada por toda la CTA.
Para darle tiempo a quienes armaban esa oposición a Menem, la CGT y el MTA coincidían en algo: ninguno de las dos harían paros generales desde el 14 de agosto de 1997 hasta varios meses después de la asunción de la Alianza.
Ambas serían, además, parte del proyecto de la Pastoral Social para contener el descontento social que crecía. La Iglesia, la CGT, el MTA y un sector de la UIA ponían en pie la Mesa de Diálogo Social.
Pero a Moyano también le preocupaban otros temas. En esos años había ganado peso en el transporte gracias al desguace del sistema ferroviario y algunos subsidios oficiales. Decía que “el enemigo a batir no era ni Menem ni Cavallo, sino la paridad entre el peso y el dólar, la convertibilidad. Las empresas no pueden competir”. Así se sumaba al bloque de un sector del empresariado y los partidos tradicionales que proponía la devaluación.
7) El moyanismo ante la crisis de 2001 y el saqueo
Al asumir, la Alianza continúa con el plan neoliberal del menemismo. Con el guión del FMI preparaba una nueva reforma laboral mientras “honra” la deuda con el hambre popular.
Aumentaron los paros de estatales y docentes contra los recortes, surgieron duros conflictos contra los despidos y el cierre de miles de empresas. Algunos trabajadores tomaron sus fábricas, crecían los movimientos de desocupados. Moyano –que ya en marzo de 2000 había formado la “CGT disidente”– convocó junto a la CTA a un paro en mayo de ese año. La medida fue acompañada por cortes de ruta, pero la “CGT oficial” no para. La convocatoria se decidió luego de que Judiciales y Camioneros fueran reprimidos en Congreso cuando denunciaban que De la Rúa compraba votos para la reforma laboral. La campaña contra la “Ley Banelco”, como la llamó Moyano, le daría más autoridad como referente de la oposición social a la Alianza.
En junio de 2000, otro paro reúne a las tres centrales. En noviembre es de 36 horas, también con movilizaciones. En 2001 la crisis aumentaba, la bronca también. La CGT disidente debe convocar los paros generales de marzo, junio y julio. De la Rúa entraba en su espiral final.
El MTA y la CGT conducida por Moyano planteaban “cambiar el modelo económico de hambre y miseria, salvar a la Nación”. Pero su estrategia sería contener la resistencia al saqueo, administrando las medidas de fuerza, mientras se preparaba el recambio de un gobierno absolutamente en crisis. La Iglesia, el peronismo y la mayoría de las cúpulas sindicales se sumaron al “control de daños”.
Diciembre fue una furia. Se multiplicaron los piquetes, más fábricas fueron ocupadas y puestas a producir por sus trabajadores, con el emblema de Zanon. El hambre llevó a los saqueos y la clase media estafada por el corralito se sumó a la rebelión. Moyano y Daer tienen que llamar a una huelga el 13 de diciembre, pero la CGT disidente solo movilizó el aparato, que atacó a la izquierda en Plaza Congreso. Ya nadie podía contener la bronca. “Que se vayan todos” era el nuevo himno popular.
El 19 y 20 estalló el país. Las dos CGT evitaron convocar al paro esos días, para que la clase trabajadora no entrara en escena masivamente. Recién lo hicieron el jueves 20 a las 18 horas, con De la Rúa renunciando. Esa noche Moyano declaraba que no había que convocar nuevas medidas: “hasta acá llegamos, ahora hay que reconstruir”. Días después llamó a “defender y rodear” a Rodríguez Sáa, que cayó tras las movilizaciones del 28 de diciembre.
La izquierda, en particular el PTS, planteaba que lejos del “hasta acá llegamos” la clave era desarrollar toda la fuerza de la clase obrera y las puebladas. Proponía coordinadoras regionales y una Asamblea Nacional de ocupados y desocupados, con un programa obrero de salida la crisis. Sin embargo, la izquierda de conjunto había llegado débil a la crisis.
8) Duhalde, Kirchner y el moyanismo oficialista
Duhalde le pidió una tregua de 180 días y Moyano hizo un tímido paro de 12 horas en mayo de 2002, que antes había levantado “por lluvia”. Tras la crisis política desatada por la masacre del Puente Pueyrredón dijo que “las huelgas están agotadas para el movimiento obrero organizado. La crisis se ha profundizado y las elecciones se van a adelantar. Solo espero que sepamos elegir bien”. En la “espera”, la devaluación rebajaba el salario real más de un 30 %. Sería uno de los golpes más duros del saqueo.
A esa altura el moyanismo había cumplido con sus objetivos históricos: desviar el proceso de oposición social y política al menemismo, y luego a la Alianza, utilizando su influencia para evitar que la clase trabajadora despliegue sus métodos de lucha. Pero sobre todo que avance en su independencia política.
Pasarían 10 años hasta que Moyano volviese a convocar un paro general. Sería en marzo de 2012 tras su ruptura con Cristina Kirchner. Durante esa década había tejido una alianza con Néstor Kirchner que le permitió convertirse en el gremio más poderoso del país. Se basó en cuatro pilares: subsidios al sector patronal; financiamiento del Estado al sindicato; cargos oficiales en sectores estratégicos; aval del Ministerio de Trabajo para ampliar el encuadramiento de Camioneros. Así llegó a los 200 mil afiliados en 2015. También aprovechó esa fortaleza para ganar fama como “el último vandorista”: con distintos golpes, negoció mejores salarios para sus afiliados.
En alianza con los Kirchner, Moyano lograría hegemonizar la reunificación de la CGT. Pero también buscó contener fenómenos como el sindicalismo de base que surgían a partir de 2005, con peso de la izquierda.
9) La hora de la Multisectorial 21F y el “Frente Sindical”
Opositor en los últimos años de kirchnerismo, Moyano se declaró prescindente en el ballotage de 2015. Muchos lo vieron como un guiño al macrismo, con el que guardaba buena relación. Pero “pasaron cosas”, como causas judiciales y disputas por Oca.
Entonces el camionero pegó un volantazo y retomó el camino del vandorismo. Para negociar con los CEO había que golpear. Las movidas comenzaron a mediados de 2017, pero fue la victoria pírrica de Cambiemos con la reforma previsional lo que lo terminó de convencer. Aunque el moyanismo “se borró” de las masivas jornadas del 14 y el 18 de diciembre, supo leer esa nueva realidad. El 21 de febrero de este año hizo su primera movilización opositora llenando la avenida 9 de julio. Había empezado el trabajo de los Moyano para hilvanar un discurso, y una estrategia, para lo que vendría.
Por un lado, con Pablo ocupando la simbólica pero nada despreciable vicepresidencia del PJ bonaerense. Por otro, fortaleciendo su alianza con un Papa que busca que la Iglesia juegue esta vez un rol más protagónico que en 2001; por eso Francisco bendijo la Multisectorial 21F y los Moyano firmaron el documento del PJ que rechaza el derecho al aborto legal que moviliza a millones de mujeres. Por último, lanzando el Frente Sindical para un Modelo Nacional, una alianza con la Corriente Federal y el Smata, imposible de no comparar con el MTA.
¿Por qué la analogía? Primero, por las referencias explícitas de Hugo y Pablo a aquel movimiento. Segundo, por el reconocimiento en Ferro de que nacía un “espacio sindical pero también político”, crítico del triunvirato de la CGT y lo que llamó “peronismo cómplice”. O sea, para operar, como en los ‘90, en la interna de la CGT y del PJ. Tercero, porque se plantearon el objetivo de “liderar la protesta social”, para que no la lideren otros. Para eso repiten, otra vez, una alianza con el “sindicalismo progresista” de la CTA, aunque equilibrada con el peronismo ortodoxo y macartista de Ricardo Pignanelli. La última definición, pero quizás la más importante, es que dejaron claro que quieren que toda la bronca de la clase trabajadora sirva para que alguna de las alas del peronismo gane las próximas –y lejanas– elecciones.
El acto en Plaza de Mayo el 24 y el paro del 25 confirmaron esa estrategia. En la plaza la denuncia del ajuste fue acompañada por un compromiso de gobernabilidad, porque “queremos volver con las urnas en 2019”. En el balance del paro no hubo propuesta de continuidad y “la resistencia” por ahora tiene como próxima estación la basílica de Luján el 20 de octubre.
10) ¿Cómo evitar un nuevo saqueo y un nuevo desvío?
El país se sumerge día a día en una crisis social y económica. Un nuevo saqueo histórico ha comenzado. En los próximos meses, y años, veremos duros ataques y también resistencias. El sindicalismo peronista se prepara para esos momentos, con estrategias más “oficialistas” y otras más “opositoras”.
El PTS y el Movimiento de Agrupaciones Clasistas vienen denunciando la tregua de la CGT. Y exigiendo a los sindicatos que dicen oponerse al ajuste y manejan sectores claves de la economía, un plan de lucha unitario que tenga entre sus grandes objetivos derrotar el Presupuesto de Macri y el FMI.
Mientras tanto pelea para que el clasismo gane influencia en los gremios. Para apoyar y coordinar a los que resisten, como hoy el Astillero Río Santiago, los mineros de Río Turbio, el Hospital Posadas, EPEC o las docentes. Pero también para enfrentar el nuevo intento del moyanismo y sus aliados de jugar el mismo rol que en el último saqueo.
Porque no hay peor error que ver este debate como una “cuestión sindical”. Es un debate político: o la clase trabajadora plantea su independencia política y una salida anticapitalista, o el sindicalismo opositor intentará poner su bronca y sus luchas al servicio del peronismo y los empresarios nacionales.
El lugar conquistado por el Frente de Izquierda y el sindicalismo clasista en estos años le dan nuevas fuerzas para esa pelea estratégica.
Fuentes
• El hombre del camión, de Mariano Martin y Emilia Delfino (Bs. As., Sudamericana, 2008).
• “Estado y sindicatos en la Argentina post-devaluación”, de Paula Varela (presentación realizada en el VII Colóquio Internacional Marx y Engels, Centro de Estudios Marxistas -CEMARX, UNICAMP, Brasil, julio de 2012).
• Las huelgas generales, Argentina 1983-2001: un ejercicio de periodización, de Nicolás Iñigo Carrera (Pimsa Documentos y Comunicaciones, vol. 5, Bs. As., 2002 vol. 5).
• Periódico La Verdad Obrera, semanario del Partido de Trabajadores Socialistas, 1994-2001.
• “El último vandorista”, de Fernando Rosso (La Izquierda Diario, abril de 2018).
• “Nació la Multisectorial 21F: con bendición papal, agite moyanista y de espaldas a las mujeres”, de Lucho Aguilar (La Izquierda Diario, agosto 2018).
• “Se lanzó el triunvirato “combativo”: entre la marcha a Luján y las elecciones de 2019” (La Izquierda Diario, septiembre 2018).
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