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Byung-Chul Han: la política-filosófica de las no-cosas

Javier Occhiuzzi

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Byung-Chul Han: la política-filosófica de las no-cosas

Javier Occhiuzzi

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“Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo” (Nietszche, F., {Así habló Zaratustra}, Cap I).

El filósofo surcoreano presentó el mes pasado su nuevo libro No-cosas. Quiebres del mundo de hoy una obra en donde el autor profetiza un nuevo mundo vacío de cosas y lleno de información. En donde la digitalización a golpe de smartphone desmaterializa y descorporeíza el mundo. Filosofía crítica para las redes sociales y nostalgia de un mundo analógico que ya no volverá.

¿Qué son las cosas? Es una de las preguntas más antiguas o si se quiere clásicas en la historia de la filosofía, pero, lejos de quedar obsoleta o fuera de época, esa duda se vuelve a manifestar al calor de los nuevos avances técnicos de la era digital. En este contexto, Byung-Chul Han se ha convertido en una suerte de oráculo pesimista sobre las características del mundo que viene. En su último libro No-cosas se anima a sentenciar que:

Hoy nos encontramos en la transición de la de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible [1].

Más allá de sus definiciones "tajantes" o “categóricas” (que tienen más de golpes de efecto que de argumento sólido) sobre algunas cuestiones específicas, es destacable que discute y trata problemas actuales que rondan el debate público alrededor de las tecnologías digitales.

Nuestro universo está en constante cambio y junto con él nuestra interpretación del mismo. La revolución industrial impulsó el nacimiento del capitalismo y junto con él un mundo nuevo que se oponía diametralmente a la cosmología medieval. En ese sentido Karl Marx en el Manifiesto Comunista afirmaba que Todo lo sólido se desvanece en el aire mostrando cómo el mundo viejo y sus instituciones se desvanecen a la velocidad de la máquina a vapor, pero también podemos afirmar que otros sólidos surgieron para reemplazar a los que se desvanecieron. Es en este sentido que nos proponemos discutir qué tan “sólidas” son las “no-cosas” que tanto preocupan a Byung-Chul Han.

La filosofía del smartphone

Según el autor en cuestión, hoy el smartphone se ha convertido en la cadena que nos une al mundo de las no-cosas, al mundo digital. Para él hoy vivimos en una forma “intensificada del capitalismo”, una suerte de “capitalismo de la información” que al prescindir del tacto físico no crea vínculos y por lo tanto diluye el sentido de comunidad. Según Han, los afectos humanos son sustituidos por valoraciones o likes, los amigos se cuentan en números, la cultura está completamente al servicio de la mercancía. Y es en ese sentido que sentencia “La comunidad como mercancía es el fin de la comunidad” [2].

Es en ese sentido que Han ve en el smartphone el origen y causa de todos los males de la era digital. Directamente afirma que “El siguiente paso en la civilización será la conversión del mundo en imagen” [3]. ¿Cómo se va a dar eso? Él afirma que progresivamente la percepción que tenemos los humanos se tornará luz incorpórea debido a que los smartphones “irrealizan” nuestra percepción del mundo. Para Byung-Chul Han, los celulares se han convertido progresivamente en una suerte de nueva religión de la que somos muy devotos y por lo tanto sumisos. Literalmente lo clasifica como un “aparato de sumisión” semejante por tamaño y portabilidad a un rosario: “El like es el amén digital. Cuando damos al botón de ‘Me gusta’, nos sometemos al aparato de la dominación” [4].

Es a partir de este análisis que el autor desarrolla toda una serie de caracterizaciones y definiciones, que se asemejan más a frases de impacto moralistas, que a categorías o clasificaciones con fundamentos sociológicos sólidos, por ejemplo: la informatización del mundo nos convierte en “infómatas”, nos volvimos fetichistas de la información convirtiéndonos en “datasexuales”, Tinder nos convierte en un “objeto sexual”, el smartphone es un “pornófono” ya que nos desnuda o un “objeto autista” debido a que nos encierra en nosotros mismos. Todo esto, para finalmente afirmar que ya no existe el Homo sapiens sino el “Phono sapiens”.

La caracterización que hace Byung-Chul Han del sujeto contemporáneo es lapidaria: “Somos demasiado dependientes de la droga digital, y vivimos aturdidos por la fiebre de la comunicación, de modo que no hay ningún ¡Basta!” [5].

El otro fenómeno cultural que expone Byung-Chul Han es la selfie, coronación del smartphone como objeto “narcisista y autistas” que “también destruye la empatía” [6]. Según Han, el rasgo más inteligente del smartphone es la explotación del narcisismo por medio de las fotografías. Las viejas fotografías analógicas tenían una “historia y un destino” pero en cambio las selfies están hechas para ser efímeras y descartables, como un mensaje oído en un contestador automático. Las selfies, dice Han: “Hacen desaparecer el recuerdo, el destino y la historia” [7].

El tono moralista del autor afirma que el simple hecho de posar para una selfie diluye nuestra identidad ya que “las expresiones faciales estandarizadas, como la duckface[Piquito] ni siquiera permiten la expresión de la persona. Con la lengua afuera y guiñado un ojo, todas parecen iguales” [8]. En ese sentido el autor ve en la selfie la coronación del Phono Sapiens, específicamente afirma que:

La selfie anuncia la desaparición de la persona cargada de destino e historia. Expresa la forma de vida que se entrega lúdicamente al momento. Las selfies no conocen el duelo. La muerte y la fugacidad les son del todo ajenas [9].

Hasta qué punto las redes sociales modifican nuestra conducta para peor es algo que todavía está en proceso. Tomar posición de un lado o de otro puede ser apresurado en un contexto que todavía se sigue desarrollando, pero la posición del autor es claramente pesimista. Un ser humano apático, insensible, narcisista y con rasgos autistas es el perfil del nuevo hombre que nos presenta Byung-Chul Han. Pero profundicemos un poco más en los fundamentos filosóficos de estas caracterizaciones.

Hablemos de filosofía

Hay dos autores que le vienen dando el sustento filosófico a la teoría antropológica pesimista de Byung-Chul Han: el primero de ellos es Hegel. Específicamente de este autor tomó la Dialéctica del amo y el esclavo para reinterpretarla de forma sui generis y crear su propia teoría sobre como en el neoliberalismo el esclavo se cree convertir en su propio amo y se autoexplota hasta el agotamiento, teoría que desarrolló más profundamente en La sociedad del cansancio (2010). Han vuelve a reflexionar sobre el concepto de trabajo en Hegel para concluir: “Hegel se fija demasiado en la idea del trabajo, de modo que no tiene acceso a una forma de vida que no sea trabajo. Para Hegel, el espíritu es trabajo. El espíritu es mano [10].

Es cierto que Hegel pensaba al trabajo como un acto de autorrealización del hombre, pero la afirmación de que “el espíritu (hegeliano) es mano” es una interpretación libre y propia de Byung-Chul Han. El libro de Hegel que el autor toma para afirmar esta posición es Filosofía Real (1805-1806). En dicha obra, Hegel teoriza sobre el trabajo, pero no como un fenómeno individual particular de un sujeto y sus extremidades, sino como un proceso social, específicamente dice:

El trabajo no ocurre para el ansia como singular sino como general; quien elabora algo preciso, no consume precisamente eso, sino lo aporta al tesoro común y de él se mantienen todos. Como en el caso de la herramienta, se trata de la posibilidad general del consumo y también de la realidad general del mismo; es una posesión inmediatamente espiritual [11].

La interpretación que señala Han sobre el “ser a la mano” en Hegel es una lectura existencial y por lo tanto individual del trabajo como fenómeno humano. Es un trampolín teórico que lo habilita para afirmar cosas como que en un mundo digital (táctil) de no-cosas la mano pierde su vigencia y aparece el protagonismo del dedo.

La mano es el órgano del trabajo y la actividad. El dedo, en cambio, es el órgano de la elección. El humano manualmente inactivo del futuro solo hará uso de sus dedos. Elegirá en lugar de actuar. Para satisfacer sus necesidades presionará teclas. Su vida no será un drama que le obligue a actuar, sino un juego. Tampoco querrá poseer nada, sino experimentar y disfrutar [12].

El ser humano del futuro para Han, verá su libertad de elección en las teclas de un tablero. Ya no habrá más trabajadores porque programaran los artefactos que trabajaran por ellos. Byung-Chul Han afirma que los seres humanos del futuro vivirán en una “posthistoria”. Si hoy pensamos y criticamos la realidad, para Han, es porque todavía tenemos manos y podemos actuar con ellas. Pero en el futuro un nuevo tipo de sociedad se alzará basándose en el control absoluto de la atención de la población por medio del entretenimiento digital.

La dominación perfecta es aquella en la que todos los humanos solamente jueguen. Juvenal caracterizó con la expresión panem et circenses aquella sociedad romana en la que ya no era posible la acción política. La gente se calla con comida gratis y juegos espectaculares. Renta básica y juego de ordenador serían la versión moderna de panem et circenses [13].

Al parecer el ser humano del futuro para Byung-Chul Han vivirá de los subsidios del estado y medirá su vida por videojuegos, políticamente hablando lo que plantea es una suerte de cyber-populismo. Este apartado es el más llamativo y contradictorio dentro del desarrollo que hace Han del mundo del mañana: por un lado habla del fin del trabajo por medio de máquinas automatizadas, pero ¿qué cosas producen esas máquinas? Si estamos yendo a un mundo de no-cosas. Por otro lado habla de subsidios universales o rentas básicas, pero con qué fin, si en el mañana la gente ya no va a querer poseer nada, solo “experimentar y disfrutar”. Habla de que “la gente” será controlada por medio del “pan y circo”, pero ¿quien dirige el circo y reparte el pan? ¿Con qué fin? ¿Hay una clase que somete a otra? ¿Por qué quieren mantener a “la gente” controlada? ¿Si en la obra del autor la tesis principal es que ahora todos nos creemos “nuestros propios jefes”? Estas y otras preguntas quedan sin contestar o difusas, lo que daría la señal de lo poco claro o los baches teóricos en la propuesta del autor.

El punto es que, como mencionamos al comienzo del apartado, son dos los autores que le vienen dando el sustento filosófico a la teoría antropológica pesimista de Byung-Chul Han: el segundo es Heidegger.

La filosofía manca de Heidegger

Si bien Hegel ocupa un lugar en el pensamiento y en la argumentación de la filosofía de Byung-Chul Han, el autor que más presente está en su razonamiento y análisis es Martín Heidegger.

Heidegger crea un método contemplativo en el que la persona no es pasiva, sino que participa en la revelación del Ser, de la verdad esencial que se hace tangible en lo particular. Para Heidegger, la técnica moderna es el resultado de este perfeccionamiento de la calculabilidad de los objetos, y la consiguiente imposición de una racionalidad instrumental que aprisiona a los sujetos haciéndolos olvidar su verdadero ser, su existencia concreta en un tiempo y espacios determinados. Es por eso que la palabra o concepto clave en esta filosofía es “desencubrimiento” o “desocultamiento”. En ese marco, la definición del sujeto no sería pasivo sino “con el mundo”, la racionalidad sería secundaria o directamente, cuando se hiperdesarrolla, nos oculta esta esencia a nosotros mismos. La técnica es la manifestación de esta racionalidad hiperdesarrollada que Heidegger consideraba responsable del ocultamiento del mundo “real”.

Es en ese sentido que Byung-Chul Han afirma que “[d]efinimos el filosofar como un preguntar conceptual a partir de un estremecimiento esencial del Dasein [14]. Para él como para Heidegger hay una “verdad” que está oculta en la tangibilidad de las cosas y solamente cuando lo experimentamos por medio de la materialidad es que tenemos acceso a esa “verdad”. El otro concepto que el autor toma de Heidegger es Zuhandenheit que se traduce como ser-a-la-mano. Para Heidegger la experiencia se halla bloqueada por el pensamiento, y es la mano la que tiene acceso a la esfera original del ser: “Las manos y los pies señalan el lugar del pensamiento de Heidegger. Lo ligan al orden terreno. El hombre sin manos del futuro es también un hombre sin pies. Abandona flotando la tierra hacia una nube digital” [15].

Entonces, sin manos ni pies, el ser humano del futuro, colapsará embriagado de ego. La sentencia o conclusión final que propone Byung-Chul Han es la tesis de los transhumantes de 1960, los cuales consideran que las nuevas tecnologías permitirán trascender nuestra corporeidad y proyectar nuestra humanidad más allá de lo físico, hasta alcanzar la posthumanidad. “La digitalización es un paso consecuente en el camino hacia la anulación de lo humano. Es probable que el futuro humano se halle preestablecido: el hombre se anula para hacerse absoluto [16].

Martín Heidegger, en su conferencia La pregunta por la técnica (1953) vio en el devenir ecológico de la cibernética el triunfo mecanístico-técnico de la Modernidad sobre la naturaleza. En el texto referido del filósofo alemán, una turbina hidroeléctrica sobre el Rin convierte al río en una mera existencia para ser constantemente solicitado y explotado por la tecnología moderna. La técnica moderna, afirma Heidegger, ya no muestra la esencia de las cosas sino que la “oculta”.

Byung-Chul Han compra esa definición y la recicla, no marcando los límites de la misma para analizar la nueva realidad, sino subestimando esta nueva realidad bajo la mirada de la vieja filosofía metafísica de Heidegger.

Ni tecnófobo, ni tecnófilo

Byung-Chul Han se define a sí mismo como un “amante de la materia” [17], un amante que sufre frente a la pérdida de su ser amado. Esa posición es una mezcla entre ingenua y conservadora. Pero vamos por partes.

Lo cierto es que las redes son un arma de doble filo, que tiene muchos aspectos negativos como es el robo y manipulación de los datos personales. La minería de datos fue señalada por The Economist en mayo de 2017, como “el recurso más valioso del mundo”; las acciones de Facebook y Twitter en la bolsa de valores en Wall Street llegaron a cotizar más que la de las petroleras. Así se establecieron nuevas reglas de competencia, los nacientes gigantes tecnológicos fueron negociando con los representantes de los medios tradicionales a lo largo de los años, logrando así alianzas comerciales lucrativas para ambos, ya que bajo el dominio de los algoritmos no existe ninguna verdadera democracia en la difusión de la información, salvo que medie el dinero o los grandes acuerdos comerciales. Y aunque no medie, el algoritmo tiene el objetivo de concentrar a los usuarios en “burbujas de eco” que permiten familiarizarse y conocer mejor sus gustos y de esa forma elaborar psicoperfiles acabados que se comercian.

Un muy buen ejemplo de esto se vio en el documental El gran hackeo (Netflix 2019) donde se cuenta el caso de Cambridge Analytica, una empresa de “campañas electorales” que, valiéndose de la información obtenida de los datos personales de la población vendidos por Facebook, influyó y operó políticamente en las elecciones norteamericanas que dieron por ganador a Trump y, en el caso de Brasil, a Bolsonaro (entre muchos otros países).

Desde el 2011, los movimientos juveniles se apropiaron de las redes sociales para fomentar la organización política. Del 15M en el Estado Español, la Primavera Árabe, el Occupy en Estados Unidos y en México con el #YoSoy132. Pensemos en los “Chalecos Amarillos” en Francia, o en Hong Kong donde los manifestantes llegaron a usar aplicaciones como Tinder o Pokemón-Go para organizar intervenciones callejeras. En Latinoamérica se vio algo parecido en Colombia y Chile. Cada vez que surgía una revuelta, el Estado lo primero que hacía era bloquear internet, y cuando no podía hacerlo intervenía las redes sociales como Facebook o Instagram para diezmar la capacidad organizativa de la población que salía a manifestarse a la calle.

Inclusive los smartphones pueden tener un rol defensivo, en este contexto del nuevo “panóptico digital” que tanto preocupa a Byung-Chul Han. ¿Qué hubiese pasado si el asesinato de Gorge Floyd a manos de la policía de los EE. UU. no hubiese sido registrado por la cámara de un celular? ¿Hubiese tenido el mismo impacto?

Ahora, pensar en un instrumento técnico como principal referencia para interpretar un fenómeno social es el principal rasgo y defecto de los que se podría denominar determinismo tecnológico. Ninguna herramienta puede ser motor de cambio por sí misma; las redes sociales trabajan sobre un escenario de tensiones sociales reales y a lo sumo pueden catalizar procesos de una manera distinta a las conocidas, con más velocidad y otras escalas, pero no determinarlas. Las fuerzas vivas de la política son corporales, no digitales. Nada de esto es problematizado en el nuevo mundo de las no-cosas. Subvertir la tecnología al servicio de la lucha de los explotados es una tarea de la izquierda en el siglo XXI.

Así habló Byung-Chul Han

Podemos afirmar que No-cosas es uno de los libros más políticos que ha escrito Byung-Chul Han, no por sus predicciones sobre el ser humano del futuro o sus tesis transhumanista, sino porque él mismo al final del libro se termina convirtiendo en el protagonista de su historia y nos cuenta su solución para contrarrestar la disolución del mundo material.

En el último capítulo de No-cosas cambia el ángulo narrativo del libro, que es un ensayo, para convertirlo en un relato en primera persona donde el autor cuenta una secuencia que vivió en el 2017 en Berlín andando en bicicleta. Desarrolla cómo se encontró por accidente con una casa de antigüedades en donde compró una Rockola vieja de los años 50. Cuenta cómo se la llevó a su casa y la colocó junto a sus pocas posesiones: un piano de cola y una mesa. Finalmente sentencia que la posesión de esa máquina autómata vieja le da un alivio en el mundo de las no-cosas ya que la misma lo hace sentir la corporeidad de las cosas, algo que lo consuela en este cambiante mundo digital.

Lo cierto es que hay una posición política en este último apartado al proponer cuál es la salida de este mundo tan descorporeizado que denuncia con tanta vehemencia: encerrarte en tu casa a escuchar música, el exterior no importa. O no existe ya que es una no-cosa. Su posición política consiste en la apología del quietismo, que se deriva del razonamiento de que, si los seres humanos no logramos elaborar una teoría filosófica correcta para orientarnos en el mundo, toda praxis pasa a convertirse en absurdo, por la tanto la única norma de conducta es la inacción. La única opción coherente es la de volver la espalda a los demás y buscar la salvación en el individualismo autocéntrico.

Parte del éxito que tiene la obra de Byung-Chul Han, se fundamenta en el hecho de que los tópicos que toca y desarrolla están sobre la mesa de discusión, nadie puede no identificarse en los temas planteados: ya sea una selfie, una red social o un smartphone. Pero lejos de aportar datos o información nueva para reflexionar sobre la cuestión digital, termina siendo un relato superficial en donde hace citas filosóficas de determinados autores y algunas comparaciones con frases de impacto en tono moral. La discusión de las redes sociales y su impresión social es un tema que demostró ser sumamente rentable, este nuevo libro demuestra la voluntad del autor para seguir haciendo negocios con este asunto en un tono de libro de autoayuda.

Cuenta Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra que el protagonista de la historia se fue de su patria a vivir en soledad en las montañas por diez años, en un determinado momento este se “hastió” de su propia sabiduría y decidió volver a la sociedad para compartirla. Byung-Chul Han nos remite a esa imagen del sabio encerrado en la soledad de su cueva que nos da consejos de cómo transitar el mundo contemporáneo.


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NOTAS AL PIE

[1Byung-Chul Han, No-cosas. Quiebres del mundo de hoy, Argentina, Ed. Taurus, 2021, p. 13.

[2Ibídem, p. 31.

[3Ibídem, p. 37.

[4Ibídem, p. 39.

[5Ibídem, p. 40.

[6Ibídem, p. 44.

[7Ibídem, p. 49.

[8Ibídem, p. 52.

[9Ídem.

[10Byung-Chul Han, op. cit., p. 22.

[11Hegel, G.W.F., Filosofía Real, Madrid, FCE, 2006, p. 173.

[12Byung-Chul Han, op. cit., p. 22.

[13Ibídem, p. 24.

[14Ibídem, p. 54.

[15Ibídem, p. 91.

[16Ibídem, p. 93.

[17Ibídem, p. 118.
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Javier Occhiuzzi

Nacido en Bs. As. en 1983. Licenciado en Filosofía. Autor de múltiples artículos que abordan aspectos tanto teóricos como políticos en relación a la Filosofía y la Inteligencia Artificial.