José Celestino Campusano nació en Quilmes, Buenos Aires. Estudió cine en el Instituto de Cine de Avellaneda. Entre su filmografía se encuentra: “Legión, tribus urbanas motorizadas” (2006), “Vikingo”( 2009),” Fantasmas de la ruta”(2013), “El perro Molina”( 2014) y “Placer y martirio” ( 2015).
¿Quién es Campusano, cómo te presentás?
Yo creo que cumplo la función de servidor público a través de una herramienta tan compleja y tan vilipendiada como es la composición toma a toma. En realidad yo me considero netamente un servidor público. Establezco un registro, en lo que yo pueda lo más pormenorizado y minucioso, de lo que son los procesos de los diferentes colectivos invisibilizados que componen no solo nuestro país sino en el exterior, porque ya estamos filmando en el exterior, que componen nuestro planeta. Sos un servidor público audiovisual, esa es tu definición
Exacto. Es más, trabajamos mucho con asistentes sociales. ¿Cuál es la mirada de Cine Bruto? Se empata muchísimo con la de los asistentes sociales y cómo llegan a las diversas problemáticas. Ellos saben bien para qué, por qué se juegan realmente por un sueldo que es siempre magro. Es una cuestión de voluntarismo muy grande, muy férrea. La mirada de la productora tiene mucho que ver con esa mirada. ¿De dónde viene tu pasión por el cine y cuáles son tus referentes?
Desde los dos o tres años tengo una fascinación absoluta por el cine que es superior a cualquier otro tipo de actividad. Más aún, cuando era muy pequeñito armaba relatos con figuritas, después las combinaba y armaba otros relatos y a mi hermano más chico le inventaba un cuento distinto todas las noches. Es un mandato genético, es una obsesión que me acompaña desde siempre. He visto películas por separado, no filmografías. Los italianos de los años 50 a los 80, gente muy lúcida, muy variada. Algo de cine ruso de bajos recursos que es muy interesante, el cine inglés de los 70 y 80 de bajos recursos. Si hablamos de películas, Fin de fiesta, Los chantas, Hijo de hombre, Kidnapped, Gallipoli, La última ola, películas que de alguna forma te transportan a donde no esperás estar. Soy bastante reacio al cliché, el cliché me harta.
¿Y qué pensás del cine de los EE.UU.?
Como dijo un viejo presidente norteamericano: “Primero nuestro cine, segundo nuestros electrodomésticos y por último nuestro estilo de vida”. Yo creo que es una herramienta de inserción bastante enfermiza, si vos mirás lo que está en cartelera es un culto al mal, de lo único que hablan es del mal, de pactos diabólicos, las series mismas están muy con el crimen, con la cultura del disparo. Es una constante que los embriaga. Han generado un monstruo tan pesado que ni siquiera ellos saben cómo romper. Pero igual te digo hay películas que han generado costos monumentales y que no han recuperado ni el 10%. La maquinaria les hace ruido, no saben cómo parar. Es como cuando un gobierno corrupto se entierra hasta las últimas instancias y vos decís ¿cómo no pararon antes? Y ya no saben cómo. Muchos definen tu cine como "cine del conurbano", ¿a vos qué te parece?
No, es un error. El conurbano es un espacio que amamos mucho, lo conocemos. Yo básicamente he aprendido cosas cruciales en la vida en el conurbano, pero no es el único lugar donde he habitado. En realidad no es un cine del conurbano, en absoluto. Hemos filmado en Bolivia, Brasil, tenemos dos películas que me interesan mucho, una sería en la Araucania chilena, siempre con nuestra metodología. Otra que, la estamos elaborando y que va a llevar un tiempo más, sería en Marruecos. Siempre con los tópicos de Cine Bruto. Eso de encasillar define de alguna forma una imposibilidad de quien maneja esos anuncios, esos rótulos, de ver más allá, tienen que encasillar porque no están viendo, entonces creen que apenas encasillan empiezan a ver. ¿Cuáles son los tópicos de Cine Bruto?
Básicamente no le hacemos culto a la persona, le hacemos culto a lo colectivo, a visibilizar aquello que de hecho tal vez no esté en otra película. El tango trash, motociclistas, internas entre músicos del conurbano, problemáticas de índole social yendo por el lado de qué hacen mal las instituciones, más aún las armadas, el desprecio a los pueblos originarios, todo eso es material para que Cine Bruto componga. Los lineamientos serían esos. Las personas que ocupan los roles pueden tener o no basamento actoral, pero lo que procuramos es que no sean del medio o que no tengan un reconocimiento mediático, porque no es para hacerle culto a la persona ni tampoco para que una persona sola legitime todo el producto sino para que todo un colectivo lo haga. ¿Cómo es la relación entre el realismo y la violencia en tu cine?
Nosotros lo que hacemos es un cine autocrítico. Yo trato de hablar de lo que conozco. Cuando hablé en Placer y martirio de ciertos estratos es porque los frecuento y el contenido está basado en un noventa por ciento en hechos verídicos. Incluso algunas secuencias sucedieron y las personas que fueron testigos me transmitieron los diálogos. En un punto he conocido toda una cuestión de violencia institucional y barrial de la que sí puedo hablar con conocimiento. Yo no me deleito. Si ustedes se fijan, en todas mis películas las escenas de violencia son minúsculas, igual que las escenas de sexo. Lo que pasa es que no podés tocar un tema sexual si no ponés en escena el sexo y no podés tocar temas de violencia institucional si básicamente es todo una puesta de diálogos. Yo creo que ahí está fallando el pulso, por los menos en mi caso, porque me estaría guardando, por algún motivo, información que le da un peso a la narrativa. Entonces, bueno, el tema de la violencia es medida, pero es inevitable. No hay un regocijo. ¿Cómo surge la idea de El sacrificio de Nehuen Puyelli?
Yo hice un viaje hace 3 o 4 años a la Patagonia con mi hijo. La Pampa, Río Negro, Neuquén y Chubut y a partir de ahí surgieron varias problemáticas, muy violentas todas. Estábamos en tren turístico y nos llegaba un nivel de datos elocuentes, entonces profundicé, trabajé con contactos de asistentes sociales, ex guardiacárceles y avancé con El azote y El sacrificio de Nehuen Puyelli en Bariloche. Con Puyelli tuvimos el apoyo de instituciones de Bariloche, de otra forma no hubiera sido posible. Tiene un despliegue escénico muy superior que el que nos permite un presupuesto de segunda vía gracias al cooperativismo con el Cluster Audiovisual de la provincia de Buenos Aires. El azote es una película que tiene un despliegue muy inusual también, muy vertiginoso, pero es gracias a esas otras formas de producción. Es un ida y vuelta, desde Fantasmas de la ruta venimos con esta metodología. En El sacrificio de Nehuen Puyelli, al igual que en otras producciones, trabajan con actores no profesionales. ¿Cómo es esta experiencia?
Nosotros siempre trabajamos en esa línea. Apostamos a la heterogeneidad, a que la gente sea como es, como ha elegido ser. El método lo que hace es homogeneizar las actuaciones y eso es nefasto. En la vida somos muy dispares. La actuación busca no desentonar viéndolo desde el lado del método. Se plantea un teatro de operaciones mentiroso para transmitir supuestas verdades. Tenés que mentir para que te crean y la verdad por sí misma pasa a ser una mentira. Entonces, en la experiencia de ustedes, también el actor también construye el guión, es una construcción colectiva
Claro, absolutamente. Todos los datos provienen de la Patagonia. Yo no inventé nada. Es raro que se cuestione la verdad. Me acuerdo que cuando salimos de la sala una mujer increpó a Nehuen diciendo que el único problema de la película era que él y la mamá tenían acento porteño. Bueno, Nehuen nunca había estado en Buenos Aires. Muy loco que alguien se ponga a bajar línea de lo que no conoce. Cuando construís con la verdad y con el aporte colectivo ponés en crisis al espectador medio. Algo que se destaca mucho en la película es que se ve la contracara de Bariloche. Mostrando una ciudad que está oculta.
Claro, esquivándole a la postal. Cuando hay una postal, es porque hay un conciliábulo para arruinarle la vida a un inocente. En la escena en que la madre dialoga con el sicario rural y con el hacendado, el fondo es un paisaje, como una postal, pero lo que sucede es una cofradía criminal burguesa. En El azote, es más extremo. Barrios más conflictivos de Bariloche y con gente del lugar. Ustedes producen en una forma constante y de distintas maneras se organizan para que las películas se realicen, pero lo más difícil es llegar al público. ¿Cómo ves el problema de la exhibición en Argentina?
Está muy complicado. Creo que hay que cambiar las piezas de lugar lo antes posible. Hay lugares que a nosotros nos han llevado más público que las multisalas. Centros culturales, cine clubes, un público muy interesante, muy activo. La multisala es un espacio muy hostil para el cine argentino, es muy estresante. Hay todo un maltrato, que si el distribuidor denuncia, nunca más mete una película en la sala, un despotismo increíble. Los otros espacios están alejados del circuito. Las multisalas funcionan por un único motivo: están en un lugar donde hay seguridad, hay estacionamiento y hay comida. Nosotros estrenamos Puyelli en un par de salas amigas. También hay que analizar muy bien lo de Odeón porque puede ser una alternativa. Eso está muy bien, el tema es que si paulatinamente todo el cine argentino va a parar a Odeón y le dejamos las salas liberadas al cine gringo, eso es nefasto.
Hay algo muy particular que es que los que producimos el 80% de las películas del mundo somos los latinoamericanos, africanos y asiáticos. No es ni Estados Unidos ni Europa. La segunda industria del mundo no es la norteamericana, es la nigeriana y se autoabastecen. Después tenés Corea, India ni hablemos y el mercado más grande es el chino. Hay que explorara por ahí. Festivales que favorezcan la coproducción y la distribución. Cannes, Venecia, Toronto son festivales que se han traicionado a sí mismos. Antes no era así. En un tiempo eran lugares de debate, de descubrimiento de nuevas tendencias. El amiguismo de las distribuidoras norteamericanas ha contaminado todo.
¿Cómo es el proyecto La secta del gatillo con Ricardo Ragendorfer y en qué otros proyectos estás trabajando?
Es un drama de corte policial que escribimos con Ricardo. Un largo dividido en cuatro capítulos y que involucra a un comisario del conurbano y sus intrigas diarias con el narcotráfico, la política y el proxenetismo. Manejado en un tono coloquial habitual y filmado con esta modalidad del 360 que te da un grado de inmersión único. Es una técnica que a mí me interesa. Podemos experimentar a un costo bajísimo. El año que viene vamos a trabajar con la realidad aumentada y estaremos haciendo contenido social con esta herramienta. Además ya tenemos filmada una película en el Amazonas, Brasil, Cícero impune. En 2017 vamos a filmar sobre la temática de los curas abusadores de menores.
A un año del gobierno de Macri, ¿cómo ves la situación del país?
Hay un avance de la derecha a escala mundial. ¿Cómo se produjo y a qué nos puede llevar eso? nos vamos a enterar en un tiempo prudencialmente corto. Va más allá de Argentina. Hay toda una cuestión represiva en Europa misma. El tema es dónde se posiciona el audiovisual en este contexto, si para visibilizar u ocultar. También qué han hecho los gobiernos más populistas, qué han hecho de espantoso como para que lleguemos a esta situación, en dónde se equivocaron, dónde nos equivocamos nosotros los votantes, los ciudadanos de a pie. No es sólo este gobierno, es el anterior y el anterior.